Thursday, February 20, 2014

La Pietá de Ernesto Daranas o la nueva ola del cine cubano

El cine cubano siempre ha padecido el pecado de Caín, desde que negara su experiencia anterior a la épica revolucionaria de 1959; producto de lo cual, se vio compulsado a una retórica que reflejara esa épica, en la textural natural [propicia] del neorrealismo de origen italiano; pero la preferencia estética era natural, en tanto de lo que se trataba era de la gran gesta con que se afectaba a la realidad en un sentido dado, y no de esa realidad. Por eso sorprende y descoloca el cine siempre eficiente de Ernesto Daranas [Los dioses rotos], con su estética de aquella  nueva ola francesa; sobre todo este último filme suyo [Conducta], con claras referencias a Los cuatrocientos golpes, puede que no por inspiración directa sino por simple recurrencia dramática, puesto que en realidad Daranas es con mucho más optimista.

Quizás el único problema con el cine de Daranas no sea el cine mismo sino la expectativa de un público habituado a que el arte asuma el papel del periodismo; contradicción lógica en una cultura en la que el periodismo asume la labor de propaganda ideológica. Pero toca entonces a ese público madurar y ponerse a la altura de un arte que muestra y exige esa madurez; porque por fin en este cine la realidad tiene problemas reales y no abstractos, y se realiza en gente real y no en arquetipos, aunque en definitiva los represente como toda realidad. En todo caso, por fin el cine cubano ha superado la adolescencia discursiva de Memorias del subdesarrollo y se atreve con la realidad; no ya desde las comedias críticas con que Gutiérrez Alea todavía forzaba un discurso épico, incluso grandilocuente, con sus arquetipos populares; sino desde la crudeza de una realidad que no necesita de abstracciones, porque ofrece su propia narrativa, más constante en su dramatismo que la más llamativa ideología.

De hecho, Daranas corrige en su cinematografía  una constante todavía arquetípica y omnipresente en Gutiérrez Alea; la del diálogo del Ser con su naturaleza, que nadie fue tan flexible como Titón para reflejar en sus parejas protagónicas, del hombre blanco [blanconazo] con la mulata como partenaire en reflejo del perfil nacional. En este caso, la corrección trasladaría ese coprotagónico de la naturaleza todavía un grado más; en esa madre tan depauperada y ruinosa como el caserón y la realidad en que viven todos, y que además depende de la virilidad precoz de su hijo. De ese modo, por fin, en Cuba hay cine y no poesía filmada, con guiones que contienen diálogos y no cantatas corales; y de la mejor calidad gracias a eso mismo, en esas confrontaciones en que los personajes se baten a pura esgrima semántica, dando lugar a los verdaderos modismos del lenguaje corporal y no a un catauro de folclorismos.

La fotografía es naturalmente buena, recreando esa textura ruinosa que no sólo es habitual sino lógica al cine de Daranas; pero lo que sorprende es que por fin reaparecen también los niños de excelencia actoral, que no se veían desde aquella omnipresencia de Patricio Wood y Maribel Rodríguez. Quizás, en este sentido, los personajes de los niños sean demasiado dramáticos, demasiado adultos; pero eso no hay modo de saberlo, desde que esta realidad que retrata es tan indeciblemente dura que probablemente ese sea un parámetro suyo. Del filme mismo, grandioso como una nueva Pietá de Michelángelo, esas escenas de rol invertido en que el niño es el protector de la madre; pero también esa apelación a la figura trascendente de la Caridad del Cobre, accesible en la misma maternidad de Carmela, con su carácter y oficio —nunca mejor dicho— magisterial.

Friday, February 14, 2014

Carta abierta al Comité Ciudadanos por la Integración Racial y a la Oposición en general

Hace algún tiempo cuestioné a un escritor cubano del exilio, fuertemente opositor al régimen cubano; era acerca de las proyecciones raciales de la cultura cubana, y le pregunté que cómo era posible que todos los proyectos culturales de o acerca de los negros terminaran administrados por blancos. La respuesta, huidiza, fue terrible, en otro cuestionamiento: ¿Dónde están los escritores negros? ¿Querría decir que a los negros no les interesa la literatura o el arte, la cultura altamente especializada? Por supuesto, la respuesta fue retórica, porque el mundo cubano está lleno de escritores y artistas negros; que simplemente no pueden acceder a alguna visibilidad porque se los niega la prepotencia racial que predomina en esa cultura, y el que se atreva a transgredir este canon silencioso lo paga caro. Por eso hay un amplio arsenal de negros, que participan de esa culpa que es el escándalo del silencio blanco; aunque ni siquiera eso sería lo grave, ya que es lo normal, y por tanto como norma garantiza el precario equilibrio de la sociedad. Lo grave, y hasta terrible, es la hipocresía con que esa sociedad se proyecta en un falso humanismo; perpetuando con su actitud paternalista y arrogante una situación que es insostenible, dada la misma composición demográfica de Cuba, amén de su propia identidad cultural.


Así, incluso en la arena de la confrontación política, los negros son manipulados por ambos bandos; lo que siendo ya malo de por sí, se agrava con la actitud sumisa con que algunos de estos negros se prestan a la vejación, a cambio de cierta parcela de poder sobre otros negros… concedida por esos blancos. Aquel escritor primero terminó escribiendo una novela, en la que llegaba a afirmar que “hay momentos en que una ciudad o un país te deja claro que puedes o debes corromperte, ese es el momento de emigrar”. Pero demostró que todo era retórica, cuando él mismo se prestó a la misma bajeza con que la cultura cubana silencia y se hace cómplice del racismo; hoy, ese escritor maneja otro de esos proyectos de arte que pretenden derivar su legitimidad de la causa política; y con ese proyecto, llamado Neoclub Press, ensucia a otro, Estado de Sats, que lo endorsa con su silencio en la era de la informática. Más recientemente, uno de esos opositores que se destacan por el elitismo intelectualista no tuvo empacho en postear públicamente su desprecio en este sentido; no sólo pudo hacerlo impunemente, lo que ya es escandaloso, sino que además contó con la defensa de quienes consideran que la prioridad es el conflicto político y no el racial; como si la gran contradicción racial no formara parte de ese conflicto político, antes aún de que el actual régimen se instaurara en Cuba.

Hay aún una actitud constante, propia de esta soberbia, que acude al chantaje emocional para conseguir que otros no se pronuncien sobre esto; lo mismo introduciendo complejos de suficiencia en los mismos negros, que cuestionando el nivel de amistad de quienes se atreven al más simple cuestionamiento. Estos últimos, que no se atreven a pronunciarse por miedo a quedarse solos, deberían saber que ya están solos; una amistad y una confianza que sólo se afianza en nuestro avenimiento individual con dogmas absurdos e injustos es ficticia, no existe y el más mínimo problema lo va a demostrar; ¿a qué viene hacer concesiones de esa naturaleza, acaso porque piensan que de verdad el problema no es suyo en tanto no son negros?, ¿y qué hay con su asumir la misma actitud hipócrita que detestan hasta el punto de haberse atrevido a cuestionarla en su interior? Lo cubano suele acudir a Martí para defenderse, y repite aquello de que hombre es más que negro o más que blanco; pero resulta que el Humanismo romántico ya probó ser tremendamente falaz, y el hombre es siempre el ser concreto que es, varón, hembra, blanco, mulato, homo o heterosexual que es; cualquier otra cosa es lo que resulta en pura abstracción artificial, y quien le da la prioridad a un artificio como ese comete un crimen de lesa humanidad, aunque sólo sea moralmente. Los hay que en un esfuerzo a veces genuino de apaciguamiento inútil, limitan el racismo a una actitud individual que no afectaría a toda la oposición; con lo que repiten la sordidez del sofisma católico y revolucionario, por el que la Santa Iglesia y la Revolución permanecen intactas en su pureza, más allá de los pecados o los errores de sus hijos. Se olvidan, en la retórica, que tanto la Santa Iglesia como la Revolución y su Oposición son meras abstracciones; sólo obtienen realidad y consistencia de los individuos que las integran y las realizan, y de los que por tanto asumen lo bueno y lo malo. Incluso los cubanos de buena voluntad que no se reconocen en este conflicto, y que por ello no consideran oportuna su confrontación, están endorsando la hipocresía; no por aquella otra falacia de que quien no está conmigo está contra mí, sino porque si no se denuncia la injusticia fragante entonces se la endorsa.
 
Respecto a eso, quizás el crimen más grave del régimen castrista es habernos mutilado la experiencia política, reduciéndola a cero; sólo eso explica el nivel de inmadurez y de obstinación con que la llamada oposición cubana se entrega a manipulaciones retóricas, reclamando la solidaridad que no ofrece. Peor aún, una oposición que reproduce los vicios del sistema al que se opone; resultando así en Castrista por carambola, desde las actitudes hasta los actos y la manipulación que hace de los demás; peor aún, esas élites que parecen construidas para el exterior, para atraer los presupuestos de los otros gobiernos antes que para una acción verdadera respecto a Cuba. Siempre he pensado que en los oscuros pactos de la Guerra Fría, alguna cláusula secreta entre la ex Unión Soviética y los Estados Unidos previó la corrupción de la oposición cubana con el presupuesto norteamericano; la inmadurez y la arrogancia con que se proyecta esta oposición no hace sino confirmarme esa sospecha, y creo que lo que la vida no nos perdonará nunca es el que nos sometamos una vez más a la indignidad. Si algo hemos podido aprender de los negros norteamericanos, es la altura que les dio su sufrimiento; porque fue quizás esa virulencia la que no les permitió el sueño de los tontos que hoy se cierne sobre nuestros propios negros, tratando de entrar en la estampa con concesiones que ya en su misma naturaleza carecen de valor.

Ignacio T. Granados Herrera

Wednesday, February 12, 2014

Mult te tarde!

Monday, February 3, 2014

Carta de amor a Chely Lima

En una entrevista reciente, Chely Lima respondió la paradoja con que la recibió un importante agente literario; que le dijo que su literatura era demasiado perversa para el gusto gazmoño de la mayoría de las editoriales, además de demasiado masculina. También habló de otros problemas, pero estos pudieran ser los más sintomáticos por recurrentes; y es que en verdad, las editoriales median entre el escritor como productor de arte, y el público como consumidor; las editoriales son las grandes distribuidoras, que en gran parte determinan el gusto y la sensibilidad de los lectores, y con ello la relación entre estos y los autores.

Sin embargo, nada hay que se sobreponga a la individualidad, porque el ser se salva en el individuo y este nunca accede a su muerte; menos hoy día, en que la individualidad goza de tantas posibilidades, gracias al desarrollo de la tecnología. Quizás el problema, la gran contradicción resida en la procedencia de los autores de la era industrial; cuando los desarrollo eran verticales, y toda expansión dependía de la relevancia, que se convertía en últimas en el objetivo de los autores, en tanto  símbolo confiable de ese desarrollo. Eso sería lo que se ha alterado, con el resultado de la pérdida de relevancia de las instituciones mediadoras como las editoriales —y nada hay más apegado a la vieja estructuralidad industrialista de la que forma parte que un importante agente literario—; ya que la dimensión horizontal traída por la tecnología, al menos en principio, haría que la verticalidad de la relevancia tuviera otros accesos; como los recursos mismos de la individualidad, que no accediendo nunca a su muerte, puede darse el lujo de otras alternativas.

Es en este sentido de otras alternativas que pudieran verse los mercados de formato electrónico como una alternativa viable; un poco ríspida en principio para quien se ha formado en los viejos paradigmas de la exclusividad vertical, esa artificiosa escalera de la industria editorial, pero viable al fin y al cabo. En definitiva, lo que se salva con esta alternativa es la relación directa entre el autor y el público; lo que no desconoce otros conflictos, como la incapacidad del artista como productor para convocar los recursos técnicos a su favor. En este punto es donde vale la experiencia personal, en que una autora espectacular desechó sus propias posibilidades con la soberbia y la autosuficiencia; destruyendo una red tejida con cuidado alrededor suyo con la intemperancia de una diva del antiguo teatro vernáculo, para terminar aspirando como siempre a que la vean las grandes editoriales.

Usted Chely Lima tiene los recursos a su favor, tiene el carisma y la buena voluntad de la mayoría de los que la conocen; a los que encanta con sólo un gesto displicente, como una gueisha  que en pleno Occidente se da el lujo de escogerse los amantes. Quizás deba resaltarse en esta imagen que la relación entre la gueisha y el amante no es necesariamente tierna, pero sí muy romántica; interesada, pero por lo mismo eficiente y complementaria, como una danza en la que todos saben qué paso dar y con qué gesto detenerse. Si eso no es el amor más allá de la pobreza de nuestros lugares comunes, como lo imaginó Dios, nada lo es; y si lo es, no hay por dónde quejarse en este mundo de francas posibilidades que nos ha sido regalado en la era de internet.

Ladinamente suyo

Ignacio T. Granados Herrera

  ©Template by Dicas Blogger.

TOPO