Monday, January 31, 2022

Nadie descubrirá tus huellas, Colectivo Amalgama G7

Este es un título interesante por más de una razón, la menor de ellas es la singularidad de una obra colectiva; en que varios escritores se unen para el proyecto de una novela policiaca, que llama la atención sobre su origen. En efecto, los cinco escritores de Amalgama G7 son egresados de un programa de maestría en Escritura Creativa; ofrecido por Luis López Nieves —miembro por derecho propio del panteón literario boricua— en la Universidad del Sagrado Corazón. La novela resulta así como un ejercicio creativo, comenzado en el 2014, y terminaría publicándose en el 2019; desde entonces no han aparecido otros títulos del colectivo, sino de cada autor de forma individual, respondiendo ya a su respectiva madurez.

La novela es entonces desigual, pero sin que eso llame a engaño, es una trama interesante, y mantiene su interés; incluso con el atractivo añadido de los capítulos iniciales, en que el caso se presenta por la superposición de caracteres; tendiendo cada uno —con su propio ritmo— a un crescendo peculiar, en el centro de la trama. En ese sentido, la desigualdad de los autores contribuye a mantener este interés, con la riqueza dramática de los personajes; y sólo repercute en la mayor o menor sobriedad con que cada uno se resuelve, aportando sus propios recursos estilísticos.

Así, algunos capítulos tienden a una velocidad reductiva, que pasa por alto sutilezas dramáticas y profundas[1]; en otras ocasiones, la caracterización de personajes por recurrencias lingüísticas puede resultar excesiva. Por encima de eso, la trama sí consigue hacerse interesante desde el principio, y acrecentar este interés; manteniendo la intriga por los primeros dos tercios del libro, donde ya tiene que rendirse y empezar a entregar sus prendas; pero haciéndolo con mesura, sin dañar nunca el hilo dramático, sino añadiéndole complejidad y riqueza.

La novela se atreve, y recoge hasta sucesos históricos de la controvertida tradición política y social de Puerto Rico; sin descender por eso al mero panfleto, a pesar del grave peso moral de los problemas que trata. Especial interés el de un personaje que en principio es secundario, pero sin embargo deviene en espina dorsal del drama; y que aunque admite un tratamiento más detallado, de todas formas ya aporta suficiente complejidad en su propio desarrollo. Es el caso de un indocumentado colombiano, cuyo perfil es tan amplio que a veces es disuelto por el dramatismo de su contexto; obligando a resolverlo de forma desigual, unas veces más pausado y otras más rápido, y quedando al final un poco desdibujado.

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El drama principal es otra historia, que se impone en el segundo tercio del libro y lo domina, para ceder al último; pero este desarrollo es de una maestría genial, por la forma en que se lleva a la confluencia de los personajes. Esto incluso se logra con narraciones paralelas, que añaden intriga a una trama ya de por sí intrigante; añadiendo una vuelta de creatividad a un género como la novela negra, tan transitado que ya nadie esperaría sorpresas.

Eso, sin embargo, también significa que algunos llaman más la atención sobre su desarrollo posterior; que siendo individual, crea ciertas expectativas sobre algunos de ellos, por el estado actual de la literatura. También es llamativa la normalización del travestismo, como recurso de valor dramático, sin lecturas fuera de ese dramatismo; distinta, en su falta de provocaciones y esnobismos, del objetivismo sociológico (Rosa Mystica, Carlos Varo 1987) o hasta el maravilloso esperpento folclórico (Sirena Selena vestida de pena, Mayra Santos Febres, 2000). 

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Más allá de las cuestiones de mercado y teoría, la novela se resuelve en sí misma como un objeto sólido y complejo; con una profusión de detalles que, como regla, absorbe las desigualdades, y establece al colectivo como uno de los mejores prospectos literarios de Puerto Rico. Hay ocasiones en que —sin dudas un autor específico— asombra con recursos formales de ingenio poético, que muestran su talento peculiar; y otros en que la narración es más plana y directa, pero como otro modo de conseguir la eficiencia.

No se olvide que el modelo de personalidades descollantes muere en el siglo XX, y López Nieves es uno de sus últimos exponentes; pero a diferencia del resto, establece tras de sí un semillero promisorio, que abre expectativas sobre el peso literario de Puerto Rico. Más allá de esas cuestiones de cultura nacional —como con las de mercado y teoría—, se trata aquí de una novela rica y bien resuelta; hecha para los cultores de la novela negra tradicional, que deben estar rogando por desarrollos originales, como este de Nadie descubrirá tus huellas.


[1] . Como estilo, esta sería una característica de Gabriel García Márquez, que a él sin embargo le servía para remarcar esas sutilezas.


Poética de Francisco Muñoz Soler

La diferencia entre las culturas oriental y occidental es tan abismal, que sólo puede suscitar equívocos y ambivalencias; incomprensiones que no resuelven sino complican los mil matices que las relacionan, por esos mismos equívocos. Es de ese modo natural que, a la riqueza verbal de la expresión artística de Occidente, la atraiga la parquedad oriental; sin que se sepa mucho de la relación inversa, desde que esta preocupación es propia de esa misma riqueza verbal de Occidente.

En todo caso, esto explica los casos intermedios, en que el verbo occidental deviene calmo por la fuerza reflexiva de Oriente; en figuras como Jalil Gibran, que rebasa las fronteras del aforismo con la belleza de los excesos gratuitos que encontrará el modernismo europeo. Ese es el caso de una poesía como la de Francisco Muñoz Soler, como no puede ser de otro modo además; no porque él participe de esa ambivalencia formal, sino que la porta y la crea en sí mismo, en su propia naturaleza.

A saber, Muños Soler no es sólo una sensibilidad poética, sino que es original y fresco en su poética; puede que porque provenga de los farragosos archivos de la lengua, no exactamente de una alegre sensualidad. Eso no significa que sea adusto y serio sino más reflexivo, cobrando esa densidad que sólo encontramos en los orientales; a los que sin dudas no desconoce, sino que probablemente comprenda mejor en su propio sentido, por estos otros instrumentos que se gasta.

De ese modo, Soler no decae nunca en su verso al profesorado exhibicionista, que retrae modesto a sus materias; sino que se permite el juego gracioso con la imagen, como el más tradicional de los poetas que se gasta Occidente. Al mismo tiempo, sin embargo, puede hacerlo con ese comedimiento del haikú, en el más estricto verso blanco; en lo que si bien es un oxímoron, explica esa equívoca ambigüedad de que se hablaba al principio.

Esa es la razón de que se citara a Gibran, no por cultismo, sino para ofrecer una referencia; que explicando esta singularidad de Muñoz Soler permita comprenderlo mejor, en ese propio sentido suyo. Eso también explicaría la huella constante de María Zambrano, cuyo pensamiento es están especial a la poesía; como reparando aquel rechazo primero, de la ofrenda modernista a los pies románticos de España; tan distinta en su afrancesamiento del intelectualismo inglés, pero por ello mismo más desmesurada en su hermosura.

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No es entonces que la poesía de Soler carezca de discurso —lo posee como lo posee la de Gibran—, sino que este no es discursivo; y en vez de abrumar al lector con su densidad moral, lo empuja quedamente al meandro de su propio interior. Esa es la diferencia de los artificios con que hoy se copia en Occidente a los orientales, sin cogerles el ritmo; que siendo funcional, no puede responder a las mismas determinaciones, y funciona sólo por el asombro que aporta en su belleza.

Así también, la poesía de Muñoz funciona por esa parquedad de una línea sobria, que consigue explotar la imagen; no en el dramatismo —lo que es asombroso— sino en el recto sentido, con que asombra más aún que si fuera dramático. Esa es la secreta diferencia de uno y otro lado de esa frontera cultural, y pocos son los que pueden cruzarla; porque, como los picos altos de los Pirineos esconden la complejidad europea, estos esconden la humana; más grave aún, la de la humana expresión, que ha de resolverse siempre en una forma, y esta ha de ser hermosa y con sentido.

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Esta poesía de Muñoz Soler consigue hablar y tratar problemas existenciales, donde la poesía sólo puede expresarlos; eso es lo que tiene de oriental, domando la escondida aridez que hace lucir etéreo el pesado andamiaje del verso en Oriente. Eso habla de otra vuelta en la vitalidad del arte, que no va a morir sino que se transforma en sucesivas síntesis; como una alquimia, que siendo de la forma es más problemática, porque se alza contra toda convención, en su misma convencionalidad.

Es de ahí de donde proviene este aspecto de oxímoron, de toda explicación que se atreva con esta poética; que si bien es una antología y no una teoría estética, tiene en su ligereza esa misma densidad en su atrevimiento. Este es en todo caso, uno de esos raros libros que exigen ser regalados a amantes y amigos, como muestra exacta del afecto; porque depara momentos de dulce abandono, a ese estado de la felicidad que es la buena lectura, como culminación apoteósica de toda existencia y relación. Este libro maravilloso y bello es también un I-Ching, en ese orientalismo de libro de libros que registra los cambios (Borges); porque se trata de una antología, que recoge en su ramillete todos los poemas del autor desde el 2016.


Sunday, January 2, 2022

Carta íntima a Alfredo Triff

Es obvio que Bourbaki alude a una pasión por la matemática, pero no si a su naturaleza o a su objeto específico; y esa diferencia marcaría la evolución de tu pensamiento, a un estado en que podría dilucidar ciertos fenómenos o no. Me refiero en específico a una fórmula de la realidad, entendida como el sentido dialéctico de la historia, que la informaría; y cuya intuición me dice que se resuelve en tres estadios, cada uno resuelto a su vez en una fórmula específica.

Primero, la dialéctica sería el principio que informe a la realidad, en su determinación como cosa extensa; porque sería la primera determinación, por la que esta se ordena en ese sentido de lo histórico, en que es comprensible. El problema aquí estaría en su reducción a lo político (Marx), tan distinto de su sentido ontológico (Hegel) primario; ya que en ese sentido político se reduce a la contradicción, en que no puede producir una síntesis como resultado en su realización.

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Eso no es por gusto, sería impedido en la permanencia de los opuestos, que sólo consigue una superposición; como el nuevo estado, pero no sintético sino en la tensión misma de esas determinaciones. Lo otro sería la desintegración del estado primero, y con este de todo lo que pueda determinar en esa síntesis; que es en lo que difiere ese sentido de lo dialéctico, del cambio continuo que registran los oráculos, como el desarrollo constante de lo real.

A saber, la estructura ontológica de lo real —como dialéctica— mantiene la actualidad de sus determinaciones; no las supera en un sentido temporal, como no se rebasan los principios mecánicos en la más sofisticada física. Por eso, un empuje literal —no metafórico— de lo histórico en la síntesis es absurdo de principio a fin; pero una superposición continua —de estados entrelazados— no lo sería, manteniendo esa base en la naturaleza de lo real.

Mira ese momento maravilloso, en que Kant ajusta la tradición idealista, reinaugurándola en la corrección; porque es de Aristóteles de quien se apropia la función trascendental, para una mejor comprensión de lo inmanente. ¿No es esplendoroso que —sin quitar un punto de actualidad al Idealismo— lo haga más eficiente en la contracción crítica?; pues a eso apuntaría el desarrollo del pensamiento, en el ajuste constante que afine la comprensión de lo real.

(Continua abajo) 

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Estas fórmulas, a su vez, se resolverían en la relación ordenada de los números irracionales, como determinación; en cuya relación se resolvería la tensión de racionalidad en que ocurre lo real, como la cosa extensa. A su vez, esto envolvería la secuencia de los primos, como el gran marcador dialéctico que dirige ese desarrollo; porque se trataría de una secuencia superpuesta, en cuya relación se resolvería formalmente eso real como posibilidad (potencia).

Esto sería, de hecho, lo que hacen los oráculos en sus propias secuencias binarias, sólo detenidas por la convención; pero que en principio serían infinitas, aunque adquiriendo una exponenciación en el avance de esa secuencia, ya al tercer paso. Después de todo eres músico, y acostumbras a hacer extraños arpegios, así que nada de esto debe sorprenderte; la cuestión no es esa, sino si  te interesa, como esa otra extensión que vela a las musas en sus escarceos, no por gusto prohibidos a lo humano.

No se me escapa que escribes el Bourbaki en inglés, como distanciándote del barroquismo formal que nos agota; no porque sea inútil sino porque resulta distrayente, ofreciendo sus propias variantes de incienso al sueño. De modo especial, apunto al hecho de que lo dedicas al arte más que a la filosofía o las matemáticas propiamente; dejando claro que te refieres a un espíritu, a cuya inteligencia es que apelo, como a intimidad de un buen Virgilio. Claro, debe quedar claro si estás en la mitad del camino de la vida, y te amenazan una onza, un león y una loba; porque ya esto es la selva oscura, y es el nombre de Beatriz (Bourbaki) —que posará sus ojos en ti una última vez— el que invoco.


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