De la contradicción dialéctica del capitalismo y el socialismo
La contradicción de Capitalismo y socialismo —en tanto dialéctica— es falsa, como compresión especial de la historia; que reduce la sociedad a la lucha de clases, por sus intereses económicos como políticos, en la ideología; que desconoce en ello la naturaleza existencial antes que política de estos intereses, dados en la cultura. De hecho, esta contradicción sería una comprensión de la historia, según los parámetros modernos en que tiene lugar; y que proyecta en forma retroactiva, como referencia para entender sus propios problemas como estado específico de la cultura.
Sin embargo, en general esta
contradicción se reduciría a una crítica de la economía moderna, que es industrial;
y que con ello se hace susceptible de graves deformaciones capitalistas, como
de hecho ocurre con su corporativismo. Sin embargo, el socialismo es igualmente
corporativista, y su deformación de la economía sería también capitalista; sólo
que transformando la naturaleza del capital, de financiero a intelectual
(ideológico), como antes lo fuera de militar a financiero[1].
De ahí que esta contradicción sólo
ilustre la evolución de la sociedad, desde un principio capitalista a uno
socialista; pero que no es efectivo ni realista en su idealismo, ya que desconoce
siempre la facultad potestativa del individuo. Así, Socialismo y Capitalismo
serían reducciones morales maniqueas, como es propio del Humanismo moderno; dando
lugar a este tipo de proyecciones, como formas de puritanismo, de origen religioso
en su expresión secular; que es como surgen, en el seno del resentimiento de la
aristocracia francesa, con su especialización intelectual.
Esto explicaría el origen de las
teorías socialistas en la Francia republicana, como de las capitalistas en la
Inglaterra industrial; donde, en modo inverso pero igualmente dialéctico, el
absolutismo monárquico nunca consiguió sobreponerse a su aristocracia. De ahí
que esa misma aristocracia inglesa fuera la que propiciara el desarrollo
industrial, estableciéndose como alta burguesía; que complementa la proyección
intelectual francesa en Norteamérica, cuya clase media propiciaría este desarrollo
ideológico en su propio elitismo.
Así, esta contradicción entre
capitalismo y socialismo sólo reproduce la típica entre la monarquía y la
aristocracia; ambas en función de la determinación política de la sociedad, a
partir de su organización económica. En este caso, la monarquía sería
sustituido por el gobierno institucional, y aristocracia por sus corporaciones
económicas; cuyos respectivos intereses, en tanto políticos, no responden nunca
a los del hombre común, en tanto existenciales.
[1] . Se refiere a
la sustitución de la aristocracia tradicional (militar) por la financiera, en
la aportación del capital; que en la forma de ejércitos, permitía a la corona
el gobierno del territorio bajo su jurisdicción, pero la hacía dependiente de
esa aristocracia. Este orden sería violentado en un lento proceso, desde el absolutismo
político de Luis XIV en Francia; que partiendo de la doctrina Richelieu sobre
el derecho divino, le permite controlar a la aristocracia, a costa de la deuda
pública; acudiendo con Luis XVI —el pusilánime— a resolver este último problema
con la burguesía financiera, que así se especializa como alta, sustituyendo a
la aristocracia tradicional.