El Delmontismo en La Habana Elegante, primera y segunda época
La Habana
elegante ilustra así este desarrollo, que es imposible que pueda sobreponerse a
una entropía; como todo desarrollo, que comienza su decadencia en su mismo
pináculo, como parte e la dialéctica histórica. En su primera época, la revista
tiene su base en la cultura delmontina[1],
como reproducción de la ilustración europea; sintetizándola, desde la
contradicción franco española al naturalismo bucólico inglés, y el romanticismo
germano. De esa síntesis nace el costumbrismo criollo y el modernismo, como
solución criolla de las insuficiencias europeas; gracias al resumen cosmopolita
con que La Habana surge de las cenizas de Port-Au-Prince, con el industrialismo
de los ingleses.
De ahí ese
falso sentido nuestro de lo histórico, que acude a los mitos con que
racionalizar nuestra irracionalidad; adjudicando a la realidad el alijo de
pretensiones con que entramos como cultura al apocalipsis de la Modernidad. Esto
ignora que como apogeo, la Modernidad era esa cúspide que marca el proceso
entrópico de Occidente; arrastrando el nacionalismo, en que se realizaba como
período desde un determinismo político y no cultural; y perdiendo en esto ese
sentido existencial que daba sentido a su arte, como expresión precisamente de
la cultura.
No por gusto
ese panfleto se llamaría La lengua suelta, en un volante que ridiculizaba a la cultura
oficialista; cuya rigidez —pero nadie lo notó— era la encarnación de las pretensiones
institucionales de la primera época de la revista. Nada más dialéctico que todo
desarrollo llevando el germen de su propia decadencia, para seguir como
desarrollo; no importa si la dialéctica es insuficiente como comprensión de la naturaleza
trialéctica de lo real, porque se trata de esta insuficiencia.
Si Orígenes —por
ejemplo— fue un momentáneo respiro, no podía escapar en ello la vigilancia de
Vitier el Cerbero; que penetrándolo como la política a la cultura, determinaría
el resentimiento con que Piñera impulsara Lunes de Revolución. Desde ahí todo
es comprensible, hasta la falsa identidad que agrupa a los artistas por
afinidades personales y no estéticas; para terminar todos pidiéndose la cabeza
unos a otros, siempre por las más mezquinas e intrascendente razones.
El delmontismo
marcó la primacía cubana en la cultura de las Américas, con su peculiaridad de tráfico
atlántica; pero revelando en ello la fatuidad de ese intelectualismo, que sólo probaría
su inconsistencia con la debacle humanista. No debe ser gratuito el sepultado
racismo de Domingo del Monte, que permearía la otra falsedad de su liberalismo;
eso es lo que deja espacio para la renovación, estética por su existencialismo,
en la marginalidad del negro cubano.
[1] . La Habana elegante fue fundada por
Casimiro del Monte, hermano de Domingo del Monte, padre del elitismo
intelectual cubano.