Friday, August 19, 2016

Unos puntos sobre unas íes

Ediciones Itinerantes Paradiso (EdItPar) es un proyecto local, no sólo por su base sino sobre todo por sus alcances efectivos; y detrás de eso hay toda una filosofía, que explicaría las pretensiones y la persistencia de este proyecto. En ese sentido es también un proyecto modesto, que depende de esta propia honestidad para sobrevivir; porque consistiendo más que todo en la experiencia misma, no tiene nada que ofrecer —y con lo que manipular— fuera de su propia performance. En ese sentido también, EdItPar lo ha sobrevivido todo, desde el ensañamiento más absurdo y abusivo hasta el chantaje más procaz; peor aún, ha tenido que sobrellevar la enorme dificultad de su naturaleza precaria, contra todo intento de manipulación y desprestigio.

Sin embargo, en eso mismo habría consistido la experiencia de EdItPar, que es así su propia performance; no sólo los libros que hace, y que incluyen la suficiencia del criterio curatorial y su confección artesanal; no sólo los videos con que se expande en su propia divulgación, y que a veces son desesperados y en ello bellos por su dramatismo; no sólo todo eso, y todo lo demás que es el conjunto presionando como un vampiro en busca de la adrenalina, como un emotional junkie; es también la dignidad y la belleza, con la que reduciéndose a una experiencia cuasi personal, es en sí mismo un arte. Por eso, a EdItPar le sobra generosidad para colaborar hasta con sus peores y más sistemáticos enemigos; con tal, eso sí, que el respeto despeje un espacio mínimo—no una pieza colosal—, en el que sea posible la dignidad, porque en eso es en lo que consiste la belleza.

El principio es básico, y es que nadie es tan pobre que no pueda dar una limosna, y ni nadie es tan rico que no la pueda recibir; toda otra cosa es victimismo cínico o soberbia socarrona, y ninguna de esas cosas es base suficiente para la experiencia trascendental del arte. Por eso nadie debe llamarse a engaño, a menos que ya esté engañado en su soberbia, lo que es en sí una cuestión individual; porque EdItPar no necesitó de nadie para nacer, ni necesita de nadie para existir y desarrollarse como mejor pueda. En definitiva, EdItPar retiene en sí el carácter que hasta ahora lo ha sobrepuesto a toda dificultad en su individualismo; y la prueba está en que hasta hoy, nadie lo podido desprestigiar en ese sentido de la puridad del criterio y la propia pretensión de grandeza.

El propósito de EdItPar no es ético, pero su consistencia es tal que tiene esas repercusiones; exponiendo la vileza y la manipulación de quienes reclaman para sí el poder de representación sobre la realidad. En Miami lloran la desaparición de Eduardo Campa y le rinden merecido culto a Esteban Luis Cárdenas; es curioso que nadie repare en que la desaparición de Campa era apenas natural, si su vida discurría por los desaguaderos de la marginalidad más convencional del mundo; la misma que se celebraba en Cárdenas como una elección de bohemia, que sin embargo ninguno de sus celebrantes querría para sí. Ese extraño comportamiento llevaría a uno de esos poetas de la ciudad a preguntarse dónde estaban los intelectuales negros; no importa que mantuviera la llama del culto a Campa y Cárdenas, porque de lo que se trataba era de esa convencionalidad en que ambos aceptaban el papel asignado a su negritud; y que siendo de falsa bohemia, no se atrevía nunca a escándalo de un valor sistemático que reflejara una intelectualidad real y no poética.

Contra ese prejuicio se ha mantenido EdItPar en su distancia, para no caer víctima del solapado racismo; que es criminal, porque condena a toda persona a estrecharse en esa función accesoria, que les permite a quienes lo determinan regodearse en sus egos. En eso radica entonces el valor de EdItPar más allá de su pretensión estética, como una repercusión moral; en que, apostando por el individuo, se ofrece a sí mismo como espacio de realización, en el que la trascendencia está condicionada por la dignidad. Por eso, por su propia naturaleza, EdItPar sigue participando de la realidad, a la que se aporta a sí mismo como proyecto existencial; pero manteniendo el mismo parámetro de la dignidad personal y la generosidad, por el que todo lo que resulte ha de ser bueno porque es entonces real en su misma precariedad.

Tuesday, August 16, 2016

Sierpe de la literatura cubana

Entre las cosas que más se le critican a Spielberg, sobresale el infantilismo redentor de sus historias; que suelen terminar en una apoteosis, por la que la mayoría de los involucrados se hace mejor persona; y en las que también, el antagonista es sobrepasado por la comicidad de su perversión. Quizás el mejor ejemplo de esto sea el final de El color púrpura, basado en la novela homónima de Alice Walker; criticado por esa apoteosis final, en que los hijos de la protagonista aparecen con los colores fastuosos de sus vestimentas africanas. No se pensó que coincidía en su dramatismo visual con el comienzo, en que la protagonista disfrutaba de su infancia entre los girasoles de la Luisiana; de modo que aquel final podía dirigirse a la redención de la heroína, que finalmente alcanzaba la plenitud, porque era demasiado idealista. 

Igual que El color púrpura de Spielberg, en Cuba El viejo espigón de Maité Vera recibiría las mismas críticas; aunque en este caso no se trataba del idealismo típico de Spielberg sino de la estética del llamado Realismo socialista, no menos denostado. Es curiosa esa coincidencia, porque denotaría la intención discursiva de la estética, en la que el nombre sólo aludiría al propósito y no a la realidad; esa sería la manera un poco retorcida en que ese llamado realismo socialista era en realidad idealista, como un lastre que arrastra su referencia filosófica en el Marxismo. El complicadísimo idealismo de Vera sería así tan eficaz como el franco idealismo de Spielberg, e igual de incomprendido; en ambos casos la estética es funcional, aunque la filosofía sea fallida, por esa recurrencia tenaz al imperativo categórico kantiano que determina al idealismo. 

Más ineficiente es la pretensión de criticismo elitista del realismo banal, enseñoreándose en la literatura cubana; que sólo cuando se contrae a ese redentorismo idealista —por más que mediocre— como en Manuel Cofiño, da argumento suficiente para un filme. La prueba estaría en los últimos desarrollos de ese criticismo literario, que explota el filón comercial en producciones mediocres y repetitivas; lo mismo el Pedro Juan Gutiérrez que fue el primer escritor cubano en consolidarse económicamente, que el Padura que ha asaltado las palestras del Coelho brasileño. Incluso, la mediocridad de Gutiérrez y Padura es en alguna forma populista, y se reduce al uso de fórmulas y oportunismo político; sin embargo, se basa en el afán elitista que fraccionó a la pretensión idealista de principios del proceso revolucionario; cuando erigidos en una inquisición por su intelectualismo, un grupo reclamó el heroísmo de la disidencia desde Lunes de revolución

Esto se vería en las pugnas internas que desatara esa facción, que no eran ideológicas sino pandilleras —como siempre— y en ello arrogantes; sacrificando la línea del cine cubano, en favor del neorrealismo italiano contra la nueva ola francesa, cuando la facción híper crítica perdiera la guerra. En ambos casos se habría tratado de eurocentrismo indígena, desde que la referencia en pugna era francesa o italiana; que es en lo que residiera la eficacia estética del realismo socialista, como reducción al bienestar neoburgués del socialismo, en una apertura culturalista y no racionalista. Sería esa falta de criticismo lo que frustrara al elitismo intelectual de la literatura socialista, demostrando que sus pretensiones eran políticas y no estéticas; lo que explicaría el otro fenómeno en que decae la literatura, al subordinar su capacidad reflexiva a esa pretensión discursiva en su elitismo; que es en lo que reside la eficacia de Vera —y la de Spielberg como Cofiño—, porque el criticismo era la reducción racional positiva en que no se comprende a la realidad. 

Bien que un poco retorcida, la eficacia de Vera, como la de Cofiño y Spielberg, residiría entonces en esa falta de pretensiones; extrayendo su comprensión por esos vericuetos de la hermenéutica, en el realismo trascendental del inmanentismo que reflejan; en que apostan al bienestar neoburgués del socialismo como nueva ontología, tal y como el sentimentalismo femenino en la poesía modernista. Una apuesta por la sensibilidad misma, que sería en lo que resida el valor cognitivo del arte; en tanto reflexión que es así de la realidad, salvando en tanto antropomorfista al realismo en su conservación práctica. Eso debería explicar el fracaso constante de aquella facción intelectualista, que se explica en su propio elitismo; no importa la falacia del poder al que se enfrentaba, que sólo era igual de pandillera aunque más grosera, y en ello más franca.

Sunday, August 14, 2016

La falacia del barroco latinoamericano

Ya deben haberse apagado los rescoldos por la conmemoración de la muerte de Lezama Lima, santo al que encendí mucha vela; pero los recitativos y las letanías persisten, como para alargar la celebración, en el ambiente anodino de nuestra literatura actual. Es por eso que de vez en cuando se precisa de que alguien recuerde la naturaleza del santo, para minar ese catolicismo pacato que nos lastra; porque ni Orígenes fue una institución con unidad estética, ni esos pastizales fueron tan idílicos. Orígenes, como todos los movimientos de su tipo, fue fundado en el afecto y la amistad y el desafecto y la desconfianza lo lastrarían; hasta terminar en esa guerrilla de mezquindades, en la que todos atacaban a todos, y que parece ser la consistencia real de toda historia de la literatura. Primero, a Orígenes la caracterizó esa especie de retorcida amistosa enemistad de Virgilio Piñera y Lezama Lima; que era retorcida como retorcidos eran ambos, no importa su respectiva e indiscutible genialidad literaria.

Pero esa realidad nació de la otra realidad, que fueron las pretensiones de todos ellos; que lejos de toda humildad, como también va siendo habitual, eran lobos que se mordían las pantorrillas unos a otros. No sólo Orígenes surgió de una amistad, que se encargaría de tejer el mito de la unidad estética; sino que esa misma amistad estaba viciada de inicio, tanto por el deseo latente de unos sobre otros y la envidia, como por la traición. En carta a José Lezama Lima, Piñera desbroza el rencor que lo marcaría para siempre, por la traición de quien consideraba su amigo; porque fue la zorrería elitista de Cintio Vitier la que postuló a Orígenes como una revista católica, arrimando la paja a su pesebre.

De conspiracioncitas de ese tipo está tejida toda agrupación, que surge con las contradicciones en que se relacionan sus miembros; pero la falta de carácter de Lezama Lima ante las pretensiones de Vitier, serían el sello que quitara densidad intelectual a ese fenómeno del Origenismo; en el que lo neobarroco es apenas la frase feliz de un iluminado adornando el pasado con alguna enjundia innecesaria, y ni siquiera consigue solidificarse con concepto real. Que las nuevas generaciones necesiten recurrir a una frase feliz, y elevarla a nivel de concepto para cobrar consistencia; esa es la paradoja que describe la inconsistencia que determina a toda la literatura cubana contemporánea, por su propia debilidad.

La razón es sin embargo más clara, porque explica la poca estatura moral en la mezquindad, que se come las bases de esas hermosísimas arcadas de la Habana; como cuando Lezama responde a la generosidad de Gastón Baquero con la bajeza habitual al racismo cubano, que no es virulento como el gringo, pero sí peor en lo ladino. Contó Don Hilario González la anécdota, de que cruzándose él y Lezama con el exitoso Baquero que ayudaba al último, se saludaron; pero que no más volviéndose el de Testamento del pez para continuar su camino, el de Trocadero se refirió a él por lo bajo y por la espalda como al dilecto escriba de la dotación de nuestro señor Obispo.

Libros en Kindle
Cuando ese es el tipo de santo que se celebra como devoción, ya se sabe cuál es la doctrina que se postula; no porque los creyentes sean igual, que por algo son sólo creyentes y no santos ellos mismos, pero sí por el horror de esas doctrinas sublimes que los sostienen a ambos. A José Lezama Lima no le falta la genialidad necesaria para elaborar las más sutiles y agudas imágenes, esa es su grandeza real; como lo es el ocultar su mezquindad la otra mezquindad del culto que ignora esta grandeza suya, en esa retorcedura que es la única posibilidad del llamado neobarroco.

Friday, August 5, 2016

Sepia: Pasión de Eva en Ena Columbié

Por Ignacio T. Granados Herrera

Más allá de un propósito, la sensibilidad femenina existiría, sedimentada en siglos de comportamiento adecuado por la cultura como tradición; determinando en ello la percepción y comprensión del mundo en una experiencia peculiar, que es así la realidad propia del ente de que se trate, en este caso lo femenino. Ese es el caso específico de la poesía de Columbié, como el fruto de una poética construida con su experiencia existencial; y que sin dudas, ella consigue neutralizar en su expresión por el ansia de universalidad de la poesía; pero que aun así marca sus poemas, como determinados en esa experiencia existencial, como la marca de su trascendencia.

Es así como Sepia resulta en un discurso de lo femenino, siquiera por ser de lo humano en lo femenino, como una pasión de Eva; que se alimenta además directamente de la contradicción anterior del Modernismo, como tradición de alcance referencial. No por gusto sería el modernismo femenino el que fije una ontología eficiente en la reflexión estética regional; que es precisamente la que puede revitalizar la de todo Occidente, abocada a la decadencia con su pretensión de heroísmo estoico, asombrosamente blanco, varón y heterosexual. No por gusto tampoco, el gran antagonista de ese arquetipo del hetero patriarcado será Lilit; la negada, la noche que sin embargo se revuelve y arrebata a los hijos de los hombres, a pesar de la resurrección del Cristo. Esa es la potestad materna, que se castra a los hijos como aterrada del abusador que será; y es el drama de la mujer en sí, que apela al totemismo y se sintetiza en la compulsión animal del lobo o la hiena, que traen a la noche consigo.

Eso es entonces lo que explica el dramatismo especial de Sepia, ya desde el título mismo como un amaneramiento; en el que lo humano protesta de esa aridez a que se ve compelido con el culto obsceno de la virilidad. Juan Carlos Valls comienza el prólogo del libro, preguntando por qué Ena nos conmina a exiliarnos en una sola palabra; y establece con ese guiño el diálogo, como la tensa cuerda por la que se aventurará ese equilibrista misterioso que es el impulso vital. La poesía será aquí esa experiencia de cruzar el abismo, y la incertidumbre misma de perderse o no en este como un vértigo. Ena tiene a su favor el pulso poético, que es la facultad no menos misteriosa del talento para el oficio; por eso, si consigue hilvanar el drama en un discurso, este a su vez se resuelve en imágenes, unas más felices que otras, pero todas puras.

Esta característica, diríase que mayor, estaría reforzada con ilustraciones de fotografías en sepia, también de la autora; consiguiendo como conjunto que el libro sea más que libro una performance completa, como una postulación ontológica. Esa destreza es la que le otorga la eficacia reflexiva del conocimiento analógico en oposición al racional, como la falla recurrente de la poesía contemporánea; por eso accede a comunicar esa experiencia, con recursos connaturales a la poesía, que sin embargo hoy asombran por lo inusitado. Así, por ejemplo, sólo a la mitad del libro uno se da cuenta de que las pausas se han resuelto en espacios lineales; eso quiere decir que no se han usado comas y por eso no se ha tropezado nunca, lo que no es poco en poesía. Tampoco se han notado las inevitables copulativas, que son la causa de la ineficacia del racionalismo para expresar lo trascendente como experiencia; como que no por gusto la inteligencia como facultad de Zeus es Atenea, femenina y hermética tras su armadura.

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