Monday, June 30, 2014

Acerca del arte [nuevamente]

El arte no necesita apoyo alguno, el arte no alcanzó la relevancia que tuvo gracias a apoyo alguno; por el contrario, incluso en los albores del Renacimiento, el arte se impuso porque tuvo un valor de mercado en el exhibicionismo de los ricos y los poderosos. Eso fue lo que atrajo a los artistas de entonces, como a los de ahora, cuando ya el arte no tiene esa relevancia porque ha perdido su valor de mercado gracias a las elaboraciones del humanismo moderno en ese sentido; que con la popularización de las formas y la accesibilidad tecnológica, han provocado la desjerarquización de las categorías propias del conocimiento y la cultura.
Sólo los vividores pueden reclamar un apoyo para el arte que en verdad es o sería un apoyo a sus propias extravagancias y snobismos; pero que lo sería justo en la distorsión —más grave aún de lo que ya es— de esas elaciones [primarias] de mercado, con el clientelismo y la inflación de subcategorías intelectuales. Pero esos vividores son como niños que lloran al momento del destete, sin que la sabia madre realidad se inmute por sus inconsecuencias; porque la vida sigue, y quien no la disfruta la sufre, quien no la monta es arrollado por ella… así de simple.

Monday, June 23, 2014

Discurso de Mammón

Nadie ha sido más criticado que yo, como las piedras que la montaña antepone al alpinista; sin pensar que es a esas piedras que se aferra el alpinista para lograr los altos picos. ¿Que mi cuerpo es de oro y en ello abusador y poderoso?, ¿no será entonces la cruel envidia la que lo baldona? ¿Qué de tierra soy hecho, como el cuerpo de Adam?, ¿que al final soy sucio?; ¿no fue en la tierra que plantó Dios su vergel y su famoso y fatal árbol, y no puso al hombre en él? Desde el suelo y como suelo, en mí se apoyan los artistas para pretender el cielo; y cuando los sublimes poetas, y los músicos y los pintores, cuando todos me denuestan; entonces, en ese momento busco al santo que regala su obra al pobre y al mendigo en vez adular al rico para que la compre; o peor aún, le subvencione una vida excéntrica con que pavonearse, vanidoso de su supuesta superioridad.
 
¿Si suelo soy, no soy acaso basto?, ¿no es la mano codiciosa la que me refina e insufla poderes de seducción?; ¿no es eso acaso bueno, no reproduzco en ello la fuerza del toro y el rugido del león, tan necesarios para el gobierno de esa selva vuestra? Necio escritor, esperas en vano cual femenil Ganimedes que te arrebate un dios enamorado, sólo para servil acercarle el vino; como Narciso sucumbes al engañoso espejo de las aguas inconsistentes en vez de fiarte de mí, que soy tu inevitable bastón. No te quejes más de tu destino, bardo infeliz; es por tu necedad que te rechazo, y es ella la que te obliga a mendigar por mí en el mendrugo de los poderosos que odias. Es cierto que a ellos los amo, porque son más sinceros que tú; también ellos pretenden el cielo y a veces hasta lo alcanzan, cuando se suben en tus espaldas dobladas. Pero yo, basto andador de todos, amo la libertad que otorgo a mis bendecidos; tú no estás entre ellos, tú afirmas despreciarme incluso cuando fue Dios quien te marcó frente con la necesidad. ¡A él también lo desprecias entonces!, ¿cómo osas pretender nada?
Todo eso que ustedes escriben puede ser hermoso, muy hermoso, pero sólo eso; ¡grandísimos hipócritas!, la belleza es como las estatuas de los santos que se veneran en las iglesias porque ella los adorna; yeso vacío, que no responde porque no es el santo sino su imagen, en la que podría reconocerse pero como en un espejo. ¿Qué sabe nadie de lo que habla, de Dios, del magno Febo, de la cruel Minerva, del hombre?; extraños ellos como extraño es el valor con que soy yo quien los sostiene con vuestras plegarias y vuestros estudios. Yo pagué la magnífica Eneida, que todo lo explica; Ovidio, por mí, convirtió el alma de Julio en una estrella sin que le valiera a ninguno de los dos; recuérdenlo, porque al menos a ellos los conocen, no así a los infelices que incurrieron en la ira soberbia de Lorenzo.
[Portazo, apagón repentino]

Friday, June 20, 2014

Tratado contra la singularidad

Es cosa ya sabida que la cultura en tanto naturaleza artificial de lo humano se desarrolló con un objetivo corporativista hasta la cúspide del Medievo; cuando la hiperorganización de los cuerpos políticos atentó contra la fluidez económica, sometiendo las leyes comerciales al poder político. A ese sinsentido deberíamos el atomismo moderno, que de comenzar con violencia individualista ha llegado a la virulencia postmoderna; en que lo corporativo es insistir en la singularidad, hasta el punto de la locura más completa, pues no se trata ni de la rueda sin fin sino del mismo oximoronismo.

No obstante, el problema parece estar en esa alteridad que como un autócrata nos conmina a reconocernos o uno o lo otro; cuando lo cierto es que si se puede ser o lo uno o lo otro es porque tanto eso uno como eso lo otro conviven perfectamente en la naturaleza que atormentan. No hay que atormentarse tanto, que no es tanta la complejidad sino su pronunciamiento; pues esto quiere decir que esa coexistencia ha de ser en potencia y no en acto, como es el acto el que tiende a realizarse en un sentido u otro. Pero aún así, esa coexistencia en principio apela al sentido común de que el Ser ha de desarrollarse conforme a estos principios; por lo que el equilibrio estaría en la pausa con que el andante no pretende ser ni lo uno ni lo otro, si acaso todo lo contrario.


Véase que en definitiva, el mismo planteamiento es excesivo e impide toda respuesta correcta; puesto que la corrección estaría en la negación [imposible] de la naturaleza, al tratar inútilmente de constreñirla a una de estas reducciones formales. Bien mirado pues, carece de sentido toda búsqueda de singularidad, pues esta estaría ya dada en la inevitable individualidad de los entes; mientras que es la artificiosa corporatividad la que es demasiado trabajosa, puesto que consiste en el cosido que enhebra todas esas individualidades. Visto así entonces, el esfuerzo es valedero entonces si se dirige al corporativismo y a la realización del individuo en la multitud de convenciones que lo acosan; no en lo inverso, que haría del tejido final una ficción más huidiza que la que plantea como resolución final del cuerpo total del universo… en ese cántico de alabanza final con que el universo se regodea con la belleza del rostro de Dios.

Wednesday, June 18, 2014

Carta a M

Querida M.:

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Estoy teniendo un conflicto que es recurrente, cada cierto tiempo regresa; y es acerca de mis actividades como artista, mis relaciones con el resto, y bueno, las colaboraciones. Siempre he tratado de hacer un modo de vida de la colaboración otros, siempre me ha parecido que lo más normal del mundo es colaborar con otros y cobrar por ello; igual que ha de serlo pagar por los servicios que uno recibe o espera de los demás,no importa lo difícil que eso sea. El problema ya no es ni siquiera que la gente quiera pagar o no, pues de uno queda colaborar o no; el problema es que cada vez creo menos en el valor de esos trabajos, y obviamente, en la futilidad de dichas colaboraciones. Tengo claro que todos participamos de las cosas por razones muy distintas y particulares, que en lo único que coincidimos es en la participación misma si acaso; pero aún así hay valores que deberían ser más o menos comunes, y es ahí donde me falla el carro, pues creo en muy pocas cosas, y cada vez menos. De cierto, no creo para nada en esa trascendencia del arte, y me parece que todo el mundo miente como el amante en la relación enfermiza; lo único problemático en todo eso es que es muy difícil colaborar con alguien si ya uno parte de premisas así, pues parte básica de la colaboración y el intercambio es la fe en el otro y el respeto mutuo.

Ese es mi problema, y te escribo a ver si me puedes decir algo que me ayude con eso; no, ciertamente, consejos morales ni estímulos de autoayuda, sino un consejo real de tu propia experiencia en la vida. Algo que me ha impactado mucho siempre ha sido esa experiencia de Rimbaud de apartarse de la literatura, luego de tanto tiempo de irresponsabilidad y daño al prójimo; claro que el prójimo [¿Verlaine?] no era mucho mejor que él, y que por eso se entendieron tan bien; sin embargo, esa experiencia por la que entiende que ya no tiene nada más que decir, si es que alguna vez tuvo algo que decir, me resulta como muy Wow! No es exactamente mi caso, nunca creí que tuviera algo que decir, sólo que me encanta expresarme, pero no que eso sea importante ni que contenga un mensaje ni mucho menos que yo deba o pueda pretender la enseñanza de algo a alguien. Creo en la gratuidad del arte, incluso por cuestiones antropológicas, que aguantaré la tentación de explicarte aquí; lo cierto es que me resulta muy difícil reunirme y colaborar con artistas que tienen esas ideas de falsa trascendencia que en realidad pienso que son de cripto egocentrismo, y no pienso que el arte tenga nada que ver con un gran selfie sino con una reflexión peculiar.

¿Podrías decirme algo al respecto? ¿Entiendes cuál es el problema… siquiera más o menos?; ya de las veces anteriores en que eso me ha ocurrido he borrado blogs y websites y destruido libros. Por lo general tengo mucha actividad, tratando [creo] de exponer mis cosas con ánimo puramente comercial; eso es estrictamente cierto, pero viendo los pobres resultados, y que de continuo todo tiende a arrastrarme a esa feria de vanidades, entonces me da el ataque y quiero borrarlo todo. La recurrencia de eso ya me indica que la cuestión parece más clínica que moral, y mucho menos reflexiva; pero igual alguna solución ha de tener, pues uno no puede ir por ahí lastimando sensibilidades a diestra y siniestra, sobre todo si cabe la siquiera remota posibilidad de que uno esté equivocado. ¿Puedes decirme algo al respecto?

Sunday, June 15, 2014

La historia [otra] de Maleficent

El Huffington post publicó en la internet un artículo muy agudo de Hayley Krischer acerca del último estreno de Disney, Maleficiente; una historia de la bruja del cuento de la Bella Durmiente del bosque, que siempre fue una figura intrigante y atractiva. El artículo es agudo, porque hace una lectura en clave simbólica acerca de nuestra cultura machista y violenta; y no es que esté descaminado, que es muy agudo y eficiente, sino que padece la cortedad utilitaria de la antropología norteamericana, demasiado convencional. En efecto, la terrible violencia de nuestra cultura machista está codificada en los símbolos de la misma; pero la lectura que exige no es sobre un hecho concreto, por más detestable que sea, sino sobre los alcances universales de nuestros actos. Esa función fue una capacidad intrínseca a la literatura, hoy en decadencia precisamente por el utilitarismo de las lecturas convencionales; que incluso se asienta en la larga tradición del cine norteamericano —y el de Disney en particular— de expoliar la literatura infantil con reductivismos utilitarios y ñoños.

Afortunadamente, bien que cojeando en el intento, Maleficiente logra sobreponerse a esta fatalidad cultural del cine norteamericano; y aunque con vastas incongruencias fácilmente perdonables, nos impone el objeto de Maleficiente con todo el dramatismo de la más cruda realidad. Primero las correcciones, para que la episteme encaje los movimientos, porque la lectura que se propone es antropológica; pero en clave metafísica, de ontología, porque de lo que se trata es del desarrollo y la proyección de las naturalezas. Habrá que recurrir a la misma tradición epistemológica de Occidente, a la que en definitiva apela el filme; y reconocer en la femineidad esa función de la naturaleza de dar carácter al acto como propio suyo, en la realización concreta del Ser. En esa corrección habrá que ver que Maleficent no es un hada [fairy] sino un duende, una especie de elfo incluso en su configuración física; también la incongruencia del nombre antes de la violación que le cambia el sentido y la sume en su historia de venganza, pues su sentido p0rimero era positivo.

Maleficent en todo caso es la realidad como naturaleza, hecho dado por su misma femineidad como principio epistemológico; el Ser a realizarse, que ha de hacerlo en esa naturaleza produciendo una propia [natura naturantiis] es el rey Estefan, y es el que introduce el problema moral con su egoísmo que le hace mentir y violar la naturaleza misma de la realidad [Maleficent]. La contradicción del nombre de Maleficent todavía tiene sentido, apelando al reordenamiento de significados que produjo la cultura cristiana; en el que todo impulso proveniente de la naturaleza es una incitación al mal, y es por ello maleficiente. Maleficent es obviamente esa naturaleza en la carne, como no lo son las hadas en modo alguno, más relacionadas a las cuestiones espirituales del intelecto; e incluso hay un momento casi desapercibido en que las hadas rinden pleitesía al rey —contrario a Maleficent—, estableciéndose como facultades suyas para proyectarse en esa naturaleza peculiar también suya que es la princesa Aurora.

La princesa, por su parte, es la realidad pero en tanto histórica y específicamente humana, dígase que artificial; producida  por el hombre y bajo la tutela de las facultades del mismo, en las hadas a cuyo [mal] cuidado queda. El conflicto es pues entre naturalezas, la de la realidad violada por la violencia del hombre y la del hombre así producida; pero se dirige a la reconciliación, en que la realidad trascendente se reconoce en la inmanencia de la hija del rey y se convierte en su mismo espíritu, que la despierta y rescata de su propia maldición. Este es un momento espectacular en el guión, en el que la princesa le dice a la duende que sabe quién es y que no le teme; pero sobre todo porque se lo dice con confianza y no como un desafío, porque se reconoce en ella misma y sabe —mejor que la otra— que es ella misma. En este sentido, el esquinazo al príncipe Philip es apenas una situación jocosa más que paradójica, y palidece ante la maternidad de Maleficent; que es en definitiva lo que importa, como sentido de esperanza por el que el hombre puede redimirse, porque en definitiva es la realidad la que se impone en su trascendencia, por su inmanencia.

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Ya cuando los románticos alemanes recopilaron sus colecciones de cuentos infantiles, los edulcoraron tanto que les ensombrecieron el oscuro origen; en el que la historia de la Bella Durmiente en realidad sería la de la Valquiria Brunilda, que será violada por Sigfrido, el único capaz de atravesar el círculo de fuego en que la había condenado a dormir Wotan. De este modo, ni tan curiosa ni paradójicamente, la historia de Maleficent vuelve a conectarse con nuestra cultura de violencia machista; que al final es lo que subyace como materia detrás de toda la simbología en que se ha codificado el Occidente; pero más interesante que eso puede ser que la oposición directa se daría entre la reorganización [violenta] del Cristianismo, que se dirige a su propio fracaso en su artificialidad, y su redención posible en el paganismo que violenta en la selva negra como un cosmos, que es la Germanía.

Thursday, June 12, 2014

Acerca de la literatura como arte [digresión]

En efecto, la literatura sí habría tenido siempre valor reflexivo en tanto arte; pero justo hasta que los modernos descubrieron semejante peculiaridad y la postularon, culminando el asalto infatigable que iniciaron los fisiólogos. Nada contra la racionalización, que en definitiva es la adecuación de la realidad a esa naturaleza específicamente humana que es la cultura; sino que con este proceso de dolorosa madurez se perdería también aquella función suya y —por supuesto— la necesidad que le dio lugar. Es decir, el arte habría tenido valor reflexivo justo porque su formalismo no era discursivo; que es en lo que sus formas eran susceptibles de valor cognitivo propio, en tanto reflejo [análogo] de lo real. La misma hiperracionalización moderna no sería original sino que culminaría el proceso —efectivamente positivo— comenzado por el movimiento fisiologista; y que en realidad materializaba esa adolescencia en que el mundo se independizaba de la tutela de los dioses para entrar en su propia adultez, sosteniéndose en sus propios pies.

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Obvio, eso también significaría que con su funcionalidad el arte perdería también su pertinencia; no importa cuánto lo lloren quienes de hecho están anclados en la otra época en que fue pertinente, porque la realidad es inmutable, incluso si humana. Igual esa [im]pertinencia del arte sería sustituida por la de la ciencia, que gana en creatividad para emularlo en esa capacidad reflexiva que he perdido; porque lo que es innegable es que al organizarse en un discurso el arte ya pierde esa facultad reflexiva, que estaba dada precisamente por la espontaneidad en que los mismos símbolos trasegaban sus significados entre sí, por su propia recurrencia.

Wednesday, June 11, 2014

Elogio oportunísimo de Nancy Morejón


Una nueva conmoción ha ocurrido en la revista Unión, parece que cobrándose esta vez el puesto del amigo Carlos Velázquez; antes que a él, le ocurrió a Ernesto Pérez Chang con un número dedicado a los poemas del Aretino, y que causó polémica por su contenido. Las noticias achacan el descalabro esta vez a unos comentarios de Natalia Bolívar sobre ciertos personajes, de esos temibles que se gasta la cultura cubana; pero las culpas vuelven a llover sobre Nancy Morejón, que dirige la revista y la hace navegar más allá de las pretensiones y el esnobismo de sus editores. Vale aclarar que con Pérez Chang existe una relación cordial, y con Velazco una franca amistad que incluso se extiende por varias colaboraciones; pero con Nancy Morejón existe un amor sublime y a toda prueba, porque está sostenido en la admiración de quien ha sabido aportar lo mejor de sí, que es el propio desarrollo de su individualidad.

Francamente me habría gustado aconsejar al amigo Velazco sobre la conveniencia casual de haber sido negro alguna vez en su vida; porque de esa manera habría sabido distanciarse tanto de los idealismos traicioneros y vacuos como de la fatuidad de esas vidas entregadas a temas hípertrascendentes como la cultura nacional. Quien crea que Nancy Morejón es la censora que reina en la revista Unión es ingenuo o malevo, y desconoce a propósito las tenebrosas estructuras de las que él mismo participa; en las que toda frontera está muy bien delimitada, y quien participa del juego lo hace conociendo sus reglas. Exigir o siquiera esperar que un negro exponga su vida y su esfuerzo por el idealismo irresponsable de un blanco en Cuba es de un egoísmo criminal, no importa lo bien intencionado que sea ese blanco; porque tras la carrera exitosa de todo negro está el cúmulo de humillaciones solapadas y trampas que ha tenido que sobrevivir con tan sólo su humanidad como ayuda, no el apoyo de ninguno de ellos. De afrancesada la acusaron con aquel libro de Y Richard trajo su flauta, porque no reescribió el Songorocosongo a la vera de Ballagas; y tuvo la dignidad y la fuerza para persistir en su singularidad e imponerse incluso a las trampas de esa falsa valentía que tantas vidas y talentos se llevó por delante.


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Al amigo Carlos le deseo que pueda disfrutar ahora de esta inusitada libertad que le deja ese organismo tan anacrónico como temible, que ya ni pretende engañar a nadie sobre sus propósitos políticos; al resto, les deseo que tengan el valor de culpar al verdadero culpable, y que es ese sistema que todo lo corrompe, empezando por las propias libertades que ellos mismos están tan prestos a vender por espejitos. Lamento que Carlos cayera en esta escaramuza, después de haber sobrevivido a las trampas inevitables de esos perros de presa que por allá y por acá campean; pero espero que reciban por fin esa lección de la estolidez con que se mantiene la Morejón, peleando incluso con los brazos amarrados por lo único que vale la pena pelear y sobrevivir; y que es la propia humanidad de uno mismo, que es lo que honestamente se puede aportar sin caerle a mentiras al prójimo que se atreva a acercársenos.

Sunday, June 1, 2014

El banquete [frag.]

Es curioso —musitó Foción—, siempre movemos el eje de Maya con nosotros, sin preguntarnos si con ello no distorsionamos su órbita y con ella numerosos destinos; ahora entiendo la afirmación cabalística de los treinta y dos perfectos, pues cómo si no con ellos corregir constante la tensión de tanto forcejeo. Soy el otro, el vacío del que va a ser y que se ha perdido en sí, es decir, en mí mismo; mi nombre es Foción, que evoca vacío y honduras, el surco que mata o al menos intenta acabar al árbol con sus propios pies, y me he perdido abrumado por la sobrenaturaleza, que invoqué sin pensar que su nombre era Jiribilla, la faz de Dios que nos trueca como un diablillo africano que en definitiva es. Aquí estoy, pues he de esperar a que el que será sea por fin en la materia sofronética, y aceptándome se erotice de tanta plenitud que disfrute de mi amor; que es su propia sabiduría escondida, pues soy la oquedad del universo que fabrica el vacío justo para que quepa. Tú, sin dudas, eres Fritz el bueno, el incandescente, el más difamado de los castalios y probablemente el único que era castalio de cierto; astro giratorio enamorado del satélite misteriosamente a ti regalado; tu dios, el que te creó, a qué dudarlo, no era Dios sino un demiurgo, pues sólo un usurpante puede recorrer los caminos de forma inversa sin percibirlo; ya que la soberbia es como esos anteojos que uno se coloca al revés para ver a los antípodas como antipáticos. Sí, tienes razón —dijo Fritz—, soy el
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Tegularius, el que más sufriera la caída de Castalia, porque era la traición de Knetch, es decir, su desamor; como una liviandad que desconoce el espeso dedo de Dios, que es Eros y se diluye a sí mismo en la sola sonrisa de Psique.

¡Qué bien! —se regocijó Foción—, ¿pero, y perdona la insistencia, por qué era tan importante lo del alma y el cuerpo?; tal parece que te hubieras librado de todos los siglos transcurridos desde que los egipcios fabricaron con su arcilla puntiaguda la palabra Ka; que es el gato, como el doble silencioso que nos vela y casi habita en el más acá, para convertirse en el todo yo que somos después del abismo en que ofrendamos nuestro despojo a la del viento…

La Gran C...!

En la intensidad del hueco negro se fue formando el bolo, que se cubría de gases azufrados y espesos a medida que crecía con su materia protozoaria; la flora bacteriana saludó con una coreografía de cheerleaders la marcha triunfal de la inmensa bola, que se conducía medio por inercia y medio por la acción contractiva del túnel, desde su inmensa profundidad hacia la flor rosácea de labios latentes y cerrados en sí mismos, que sin embargo prometían lo exterior como una naturaleza. Los virus fueron convocados a integrarse, lo que hicieron presurosos y en formación perfecta, al paso de ganso; comandados por uno, especialmente maligno, que llevaba la secreta misión de mutar a una extraña forma pódica. Afuera, aliviado, Dios exhalaba una bocanada de eternidad, y el universo se ensanchaba una micronésima de segundo. 
Tomado de El banquete.

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