Saturday, September 26, 2020

¿El dilema social?


El dilema social es un docudrama que está llamando la atención, por su acercamiento peculiar al problema de las redes sociales; lo que a estas alturas va siendo una especie de perogrullada, sólo que esta vez con el testimonio autorizado de los autores del desastre. El material tiene a su favor el desenfado, que esquivando la subjetividad de las teorías conspirativas confirma los peligros del exceso tecnológico; aunque se queda corto en ese mismo sentido, porque por algo la realidad no necesita de conspiraciones en su propio desenvolvimiento.

El material termina con una perplejidad, por la paradoja de las soluciones posibles a este problema; que parecen estar en manos de los responsables, que sin embargo carecerían de la capacidad para resolverlo. Es ahí donde El dilema social se trasciende a sí mismo dejando claro que el dilema no es exactamente social; sino que se adentra en la estructuralidad misma de la cultura y sus determinaciones, reflejando algo más profundo.

Por supuesto, el interés de este material no es antropológico sino sociológico, y por eso se limita a esa connotación; pero eso mismo deja en claro que los problemas son siempre de la evolución de la cultura, como de sus contradicciones naturales. El siglo XX fue el de las discusiones sobre la realidad o no de la postmodernidad, el XXI es el de su confirmación estupefacta; es natural, no hay orden que haya durado más de medio milenio en la historia del mundo, y la modernidad ya cumplió ese límite.

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No que los límites sean exactos y definidos, pero sí establecidos como regularidades en la determinación de la cultura; que es la realidad en cuanto humana, distinta de en cuanto tal, y por tanto propia de la evolución de lo humano. Lo que el dilema social ha reflejado es el cambio radical de las relaciones económicas, como determinación de esa realidad que es la cultura; dada en la organización política de la sociedad, muy distante en este siglo XXI de la que impuso a la exultante modernidad.

De hecho, la naturaleza tecnológica de esta revolución es sólo casual, porque la misma se determina en esos cambios; ya ocurridos con la alteración radical de las relaciones económicas primarias, con la apoteosis neoliberal del capitalismo. Es de ahí de donde proviene la gran crisis, que equipara los conglomerados tecnológicos a los grandes señores feudales del medioevo; que se enfrentaron al centralismo de las monarquías, como las corporaciones de hoy presionando inmisericordes a los gobiernos.

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Antes aún, fue esto mismo lo que acabó con el imperio romano, después de la degeneración de su república; así como fue el resentimiento de los aristócratas, tras la disolución del imperio angevino, lo que alimentó la furia populista de los jacobinos. Antes que todo eso, fue la expansión del capitalismo fenicio, fuera de las fronteras de sus propias regulaciones, lo que determinara al nacimiento de la antigua república secular griega; por lo que no es extraña esta nueva ola, que se expresa como un dilema social, pero como el trueno sólo avisa de la tormenta sin ser la tormenta.

Lo importante de El dilema social es que pone las contradicciones en claro, aunque eso no signifique mucho; está claro que la raía del problema es económica, y ya se sabe que el ser humano es incontenible en ese sentido. No es que esté mal, nada que sea natural es malo ni bueno, y las cuestiones del poder son naturales; no comprender esto es lo que nos ha llevado al fracaso constante, con idealismos que sólo producen más contradicciones.

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El problema del poder es natural, porque se refiere a la potencia como capacidad del ser para realizarse; y visto que la cultura es una realidad de valor estrictamente humano, ese problema es entonces político. Ese es el mismo sentido de la tensión económica, como distribución de ese poder o potencia en la estructura social; y es lo que hace a los hombres tan vulnerables, por la disociación entre la sensación de poder y el poder efectivo.

Esa misma disociación fue la que introdujo los problemas morales del sexo, al separar la actividad de su sentido natural; permitiendo su agotamiento en el disfrute del mismo, como un potestad del individuo sobre su propia trascendencia biológica. Ahora se trata de esa misma potestad, pero para contentarse con el mero disfrute de una sensación de poder; que brindan indiscriminadamente las corporaciones tecnológicas, a cambio del otro poder de nuestro sufragio político; como lo han demostrado las redes sociales en su arbitrio de la opinión pública, secundados por el poder ideológico de la prensa.

 

Thursday, September 17, 2020

Otro acercamiento a San Isidro


Fue Jorge Luis Borges el que comparó al tango y el jazz, afirmando que ambos comparten el origen escabroso; lo que no deja de ser un cliché, revelando en ello una intuición trascendente sobre la realidad. En efecto, todo proceso de desarrollo natural corre dialécticamente, de las orillas a la institucionalidad convencional; y eso se cumple también en los desarrollos culturales cubanos, por más que en esa retorcida forma con que en Cuba realiza su decadencia la Modernidad.

Fue a San Isidro, el barrio de las mujeres de mala vida, adonde vino a morir la familia Lezama Lima; que en su propia decadencia, arrastraba el último respiro del arte popular, elevado a la excelencia literaria. No hay que engañarse, José Lezama Lima era una institucionalidad, pero en sí mismo y no presupuestal; de esa precariedad el impulso vital que añadió otra espiral al desarrollo de la literatura cubana, contra el mimetismo vanguardista.

Habría sido ese mimetismo, supurando de los encontronazos personales, lo que arrinconara a la literatura cubana; primero con el estruendo intelectualista de la revista Ciclón, donde se alimentó la institucionalidad revolucionaria que se los tragaría después. La cultura cubana, resumida en el espejo de su literatura, moría en ese arrinconamiento progresivo de su intelectualidad; que se vanagloriaba del avasallamiento del titán, con la arrogancia olímpica de los que sólo pospusieron su propia marginación.

Ese es el antecedente del Movimiento San Isidro, que pareciera retomar los hilos donde los dejara caer el titán de Trocadero; una fuerza de renovación, que lloviera sobre las instituciones nacionales el alud de sus propias contradicciones. Sería en la calma de ese ojo del huracán que se refugiara el movimiento del hip hop cubano, por ejemplo; una de esas fuerzas que pugnan por su propio desarrollo, en que superar de una vez la maldita circunstancia de esa decadencia de la Modernidad.

No hay que olvidar que el Hip hop es de algún modo una contracción a los principios repetitivos de la rítmica primitiva; justo a una naturaleza repentista, que recuerda el origen sustancioso de toda cultura verdadera, antes de la sofisticación virtuosa. Curiosamente, como el tango y el jazz, el Hip Hop nacería de la misma turgencia popular de la cultura, en su marginalidad; y ese es sólo un ejemplo de lo que pasó en San Isidro, junto a la multitud de otros sucesos, como la contesta puntual de todas y cada una de las contradicciones nacionales.

Desgraciadamente eso no es lo único que ha pasado en San Isidro, sino que también da lugar a su singularidad política; que es inevitable, pues ese alud de contradicciones que manifiesta como en una performance, provienen de la realidad política. El problema está en que esta naturaleza amenaza con sobreponerse a esa turgencia que encausa, como otra convencionalidad; porque con toda su marginalidad, San isidro no ocurre como una alternativa a la institucionalidad, sino como una institucionalidad alternativa.

No que ese desarrollo no sea legítimo, sino que tiende a lo lastimoso, como tendencia que le corrompe el nacimiento mismo; en uno de los dilemas más dolorosos, a la vez que inevitable, de ese desarrollo improbable de la cultura nacional. A saber, era difícil prevenir una recuperación de ese golpe mortal a la cultura que es la institucionalidad gubernamental; cuya naturaleza clientelista, debida a su autoritarismo ideológico natural, la hace también la madre de toda corrupción.

Como realidad política, con todo y su legitimidad, San Isidro sólo confirma esa precariedad del destino cubano; que respondiendo aún al idealismo enfermizo de los modelos políticos modernos, sólo puede ofrecer esta alternativa suya. El problema con esta alternativa suya, es que su mismo desarrollo la llevará a repetir los vicios que critica; simplemente porque estos vicios no son categorías abstractas y moralmente eliminables, sino condiciones de la naturaleza humana en que se realiza todo fenómeno.

Otra cosa hubiera sido si —mucho más difícil— no se ofreciera como espacio alternativo para lo mismo, otra institucionalidad; es decir, que luchara por sólo persistir como espacio de expresión cultural, lo que ya es políticamente atrevido y extenuante. La diferencia habría estado en el resultado, con el espacio como base de la que habrían salido nuevos hombres con nuevos pensamientos; en vez de lo que parece que va a ocurrir, como otro pasillo en la danza de la dialéctica histórica como un bucle fatal.

Debe quedar claro, en todo el espectro de las contradicciones políticas nacionales, San Isidro es lo más fresco; por ello es también lo que más posibilidades tiene, más allá del pesimismo sobre el lúgubre destino de la cultura. De lo que se habla aquí es de otra cosa, y es la cultura como base de toda proyección política, donde no basta la buena voluntad; esa que reunió tanta contradicción en un grupo seminal, que podría responder a la renovación más total del país, sin agotarse en la maldita circunstancia de la política por todas partes.

Saturday, September 12, 2020

Ciudad Seva, la moderación de la realidad


Seva es un tópico en la literatura puertorriqueña, que cumple en sí la calidad teleológica de los objetos poéticos; es decir, que retiene esa capacidad singular en su excepcionalidad, de cifrar un significado especial. En principio materializó el anhelo de un sector del país, de madurar desde la proto divinidad a un completamiento existencial; pero con un efecto de profundo dramatismo histórico, se estableció en esa suficiencia como el espacio ideal y arquetípico, en el que pueden resolverse por la reflexión los destinos.

Ese fenómeno no es nuevo, está descrito en la antropología literaria de La Isla que se repite, de Antonio Benítez Rojo; cuenta además con un antecedente, en los lugares teológicos del postmodernismo intelectualista entre los católicos. El fenómeno cuenta aún con otro precedente local, pero en ningún caso con esa consistencia del referente histórico;  que es por lo que puede incidir tan directamente en lo más inmediato de los intereses del país, que así reflexiona en su calidad estética.

Ese es el valor de Ciudad Seva, el sitio electrónico en que primero devino, como una simple biblioteca virtual; sólo que el mismo Borges ya había imaginado al universo como una biblioteca, pareciera que refiriéndose a este destino peculiar. En efecto, Ciudad Seva devine en un universo, con la suficiencia de atareados taumaturgos tensando las cuerdas de su metafísica virtual; y cuyo trabajo termina creando otra suerte de densidad, hasta convertirse en una alternativa suficiente para el conflicto puertorriqueño.

No hay que confundirse, el conflicto puertorriqueño puede ser el de su identidad nacional manifiesto como político; pero esto ocurre porque encausa las contradicciones en que decae la Modernidad, en la inoperatividad creciente de sus instituciones culturales. Esto tiene una manifestación peculiar en Puerto Rico, donde la cultura se da por la tensión crítica entre sus instituciones oficiales y el rico acervo popular de su cultura; como una contradicción puntual pero también típica, en que los intelectuales tratan de establecerse como una clase política.

Esa clase es necesariamente seudo burguesa, por su especialización en la administración de políticas culturales; que la determina como clase media, pero sin los atributos productivos de una verdadera clase media. La otra parte de esta tensión es la de esa cultura popular, naciendo silvestre de la propia realidad; y que inevitablemente se mueve a un valor institucional como tradición, pero todavía reconocible en su origen popular.

Es a esta segunda tradición a la que pertenecería el sacerdocio trascendentalista de los habitantes de Ciudad Seva; como la otra institucionalidad, en que lo real puede realizarse, por medio de un valor existencial y no meramente político de su reflexión estética. Es ahí donde además se muestra prolífico este esfuerzo singular de Luis López Nieves, con una biblioteca propia y real además de la virtual; con todos esos sacerdotes, que ahora producen libros y se atreven al mercado, donde se deciden las verdaderas victorias.

Ciudad Seva exhibe con orgullo este catálogo, segregado como un desiderátum de su propio esfuerzo existencial; son autores con valor institucional, pero no salidos de la artificialidad de un presupuesto municipal, sino del esfuerzo propio. Son ciudadanos de una realidad no política, y que en ello encuentra su verdadero alcance político como consistencia; en tanto se trata siempre de una propiedad de esa extensión, que se ofrece a la vida como alternativa en su misma especialización como realidad.


Tuesday, September 1, 2020

Jeg Er Cuba

Jeg Er Cuba from El Manierista Productions on Vimeo.

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