Saturday, September 12, 2020

Ciudad Seva, la moderación de la realidad


Seva es un tópico en la literatura puertorriqueña, que cumple en sí la calidad teleológica de los objetos poéticos; es decir, que retiene esa capacidad singular en su excepcionalidad, de cifrar un significado especial. En principio materializó el anhelo de un sector del país, de madurar desde la proto divinidad a un completamiento existencial; pero con un efecto de profundo dramatismo histórico, se estableció en esa suficiencia como el espacio ideal y arquetípico, en el que pueden resolverse por la reflexión los destinos.

Ese fenómeno no es nuevo, está descrito en la antropología literaria de La Isla que se repite, de Antonio Benítez Rojo; cuenta además con un antecedente, en los lugares teológicos del postmodernismo intelectualista entre los católicos. El fenómeno cuenta aún con otro precedente local, pero en ningún caso con esa consistencia del referente histórico;  que es por lo que puede incidir tan directamente en lo más inmediato de los intereses del país, que así reflexiona en su calidad estética.

Ese es el valor de Ciudad Seva, el sitio electrónico en que primero devino, como una simple biblioteca virtual; sólo que el mismo Borges ya había imaginado al universo como una biblioteca, pareciera que refiriéndose a este destino peculiar. En efecto, Ciudad Seva devine en un universo, con la suficiencia de atareados taumaturgos tensando las cuerdas de su metafísica virtual; y cuyo trabajo termina creando otra suerte de densidad, hasta convertirse en una alternativa suficiente para el conflicto puertorriqueño.

No hay que confundirse, el conflicto puertorriqueño puede ser el de su identidad nacional manifiesto como político; pero esto ocurre porque encausa las contradicciones en que decae la Modernidad, en la inoperatividad creciente de sus instituciones culturales. Esto tiene una manifestación peculiar en Puerto Rico, donde la cultura se da por la tensión crítica entre sus instituciones oficiales y el rico acervo popular de su cultura; como una contradicción puntual pero también típica, en que los intelectuales tratan de establecerse como una clase política.

Esa clase es necesariamente seudo burguesa, por su especialización en la administración de políticas culturales; que la determina como clase media, pero sin los atributos productivos de una verdadera clase media. La otra parte de esta tensión es la de esa cultura popular, naciendo silvestre de la propia realidad; y que inevitablemente se mueve a un valor institucional como tradición, pero todavía reconocible en su origen popular.

Es a esta segunda tradición a la que pertenecería el sacerdocio trascendentalista de los habitantes de Ciudad Seva; como la otra institucionalidad, en que lo real puede realizarse, por medio de un valor existencial y no meramente político de su reflexión estética. Es ahí donde además se muestra prolífico este esfuerzo singular de Luis López Nieves, con una biblioteca propia y real además de la virtual; con todos esos sacerdotes, que ahora producen libros y se atreven al mercado, donde se deciden las verdaderas victorias.

Ciudad Seva exhibe con orgullo este catálogo, segregado como un desiderátum de su propio esfuerzo existencial; son autores con valor institucional, pero no salidos de la artificialidad de un presupuesto municipal, sino del esfuerzo propio. Son ciudadanos de una realidad no política, y que en ello encuentra su verdadero alcance político como consistencia; en tanto se trata siempre de una propiedad de esa extensión, que se ofrece a la vida como alternativa en su misma especialización como realidad.


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