Monday, December 17, 2018

Sense 8, 4/5 Pascales de EdItPar!


Esta serie parece una producción típica norteamericana sobre comunicaciones extrasensoriales e inter dimensionales; de hecho es una producción norteamericana, que aborda ese tipo de comunicaciones y bordea lo inter dimensional, pero no es típica. Por supuesto, contiene mucha acción y de todo tipo, en la que no faltan efectos especiales y peleas coreografiadas; pero no como elemento principal, sino perfectamente dosificado, en función de la secuencia de clímax y anticlímax a los que acude. 
En ese mismo sentido, el uso del humor es tan refinado —…bueno, también hacen su chiste gafo— que puede resultar incomprensible para muchos; pero es efectivo en su esteticismo, tanto como los momentos de sublimación y paroxismo que propone, porque nada es gratuito… aunque lo sea. Es en resumen muy económica en todo ese sentido de estética contemporánea, pudiendo explayarse en lo que le importa; no obstante, ficción al fin, requiere de su dosis de fe poética y cierta perspectiva.
Se parte de una de las leyendas más atractivas del evolucionismo científica sobre otras especies de homínidos; de la que una se habría asimilado biológicamente a los homo sapiens, reteniendo una habilidad para comunicarse entre sí, como la que se atribuye a los neandertales. Como toda ficción, eso sólo justifica el profundo sentido existencial de su dramaturgia; en la que todos los individuos así conectados comparten sus destrezas y particularidades, haciendo cierto aquello de que un hombre es todos los hombres. 
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Es decir, no importa siquiera si uno es consciente de ello, cada individuo experimenta las experiencias ajenas como propias; y en algún momento, hasta se especifica que esto ni siquiera es necesario y puede ser obviado; como cuando se trata de comunicación hablada, que no requiere —aunque tampoco excluye— el uso de idiomas ajenos. No hay que ser versado para ver en esto un juego con los descubrimientos de la física cuántica; con esa misma ambigüedad que aún escandaliza a los científicos, explicando el posible sentido y alcance de todas las tradiciones religiosas.

Lo importante es que en cada situación crítica, estas personas acceden voluntaria o involuntariamente unas a otras; y se ayudan entre sí, no sólo con el intercambio de destrezas y conocimientos, sino también de experiencias propias. De hecho, se explica la supremacía de los sapiens a una suerte de defecto genético; por la que no siendo capaces de interrelacionarse de esta forma, habrían desarrollado la política —y la fuerza— como recurso cultural.
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Las propuestas existenciales de la dramaturgia y sus alcances existenciales son así maravillosos, pero no describibles; perderían su efectividad, que depende de esa capacidad reflexiva del arte a la que apelan aquí. La serie es así muy ilustrativa de las capacidades estructurales de los fenómenos, para explicar sus recurrencias estructurales; pero todo eso en un guion de intriga creciente y extrema complejidad, con una factura general envidiable. 
El elenco es internacional, y las actuaciones son mesuradas, sin esplendores histriónicos pero por ello mismo muy adecuadas; denotando la mano férrea de un director que sabe lo que quiere, y un equipo dispuesto a trabajar en función de esto. Entonces, si tiene ideas exactas acerca del humor, o no le gusta la violencia norteamericana, esta serie no es para usted; pero sería una lástima, porque aún las más violentas y superficiales series norteamericanas son una reflexión estética. 
También hay que ponerlo todo en perspectiva, y recordar que toda temporada es sólo un alargamiento comercial de la primera; no obstante en este caso, salvo alguna que otra fórmula más o menos manida, la serie mantiene su eficacia dramática y por ende reflexiva. Este caso es un buen recurso, que recoloca al arte en su función primordial, con tal que seamos tan modestos como para permitirlo; pero a la que en la escala de inteligencia pueden adjudicársele unos cuatro de cinco Pascales —aludiendo al divino metafísico jansenista como medida—.

Sunday, December 9, 2018

Presencia, de Puerto Rico en Miami


Cuando las mentes de este capitalismo feudal idearon la iniciativa de las Américas, salivaron con la idea de Miami como capital; el periódico local incluso desarrollo imponentes conferencias con lo más brillante y granado del pensamiento político y económico de la región, y hasta se hizo alguna que otra maqueta. Sin embargo, a la viejita se le cayó el canasto de huevos, y todo quedó en ese limbo perpetuo del desarrollo latinoamericano; hasta que Art Basel, forzó esa reunión imposible con su ímpetu mercantil, y demostró que Marx se habrá equivocado y el materialismo será excesivo, pero el mercado es la primera determinación de la realidad humana en tanto cultura.
Con ese mismo nivel, un grupo de artistas puertorriqueños aprovecharon la coyuntura y tiraron sus redes al mar de Miami; hospedando una exposición temporal en Canvas Miami Gallery, abierta hace un año en la entrada espectacular de Winwood. La exposición se llama Presencia, apelando a la retórica subliminalista con que todos esquivan el valor radical del comercio; pero más allá de eso, la propuesta en sí es interesante y rica, abarcando en su amplitud el variado panorama plástico de la isla caribeña. 
El grupo lo conforman doce artistas, reunidos en homenaje a Rafael Rivera Rosa y Edwin Maurás Modesti; que no desconocen los coqueteos con que los maestros de la vanguardia nos tomaron el pelo a medio del siglo XX, pero tampoco desmerecen de la barahúnda que tuvo lugar en la feria de referencias. En lo personal, quizás lo más atractivo por su ligereza y fluidez, sea la juventud evidente de Luis Alejandro Rodríguez; al que adjudican muchos estilos, pero que sin dudas proviene de un expresionismo naif marcado por el Pop. 
Junto a él, las fotógrafas Laura Rodríguez Abreu, Rosario Fernández Esteve y Zuania Muñiz; que aunque bien singulares cada una en su propuesta —todas más o menos esteticistas y formales—, aportaron una percepción original de la realidad. Esta vez por lo denso, sobresale también Héctor Rafael, con una validación de las funciones reflexivas del arte en tanto forma; que será inocente en tanto no lo hace a propósito, pero no por eso es menos contundente, en una propuesta de profunda ontología. 
Rafael postula una realidad desde el más extremo subjetivismo, que sin embargo alcanza niveles de referente universal; aunque no tanto por su tratamiento de la forma como por el drama que refleja en la totalidad del cuadro, en una narrativa interesante y atrevida. Su peculiaridad radica en su propia sensibilidad, que podría calificarse como de frontera; con lo que de modo imperceptible violenta toda limitación a la expansividad misma del ser, en un canto de absoluta individualidad que sin dudas lo acerca en hondura al trabajo de las fotógrafas.
La exposición es —como se dijo— valiosa, y cubre en su amplitud e inteligencia un espectro suficiente de la plástica puertorriqueña; es también el tipo de movida que brinda a Miami su cosmopolitismo y hasta la determina en su identidad, más allá de lo que quieran sus intelectuales y políticos. Canvas Gallery por su parte, en el 3050 de Biscayne Boluverad se valida a sí misma como propuesta de acceso; funcionando con esa flexibilidad y suficiencia de las ferias satélites a Basel, pero en sí misma como un marco adecuado por el que acceder a esa comercialización.
*Las imágenes fueron seleccionadas por su disponibilidad en la red, y no reflejan necesariamente la preferencia ni el criterio último; también son tomadas de la red, y por tanto su calidad difiere de los originales.

Monday, November 19, 2018

Miami homenajosa


El 2010 cerraría la primera década del siglo en Miami con una epopeya, tratando de hacer de la ciudad un mercado literario; la táctica fue invertir el proceso lógico, y aprovechar la XV Feria Internacional del Libro (FIL) para lanzar una estrategia de largo alcance. Coincidía el cuarenta aniversario de la publicación de Después de la gaviota, del cubano José Lorenzo Fuentes, con el de Aura de Jorge Fuentes en México; la Feria de Guadalajara explotaba el suceso con perspicacia intelectual, y en Miami José Lorenzo conseguía una reedición desastrosa y esforzada de su libro. 
La edición miamense consiguió un modesto espacio en la FIL Miami, hundida en el forcejeo de los autores locales; la táctica fue empujarla subrepticiamente, y destacando el suceso dramáticamente, para dinamizar el impacto comercial de la literatura; que si bien era a nivel local, trataba de ranquearla internacionalmente, más allá de esta frontera. El resultado en cambio fue desastroso, José Lorenzo agradeció ladinamente el esfuerzo personal sin responsabilizarse; los autores locales, sintiéndose injusta y tramposamente desplazados en su orgullo, sabotearon toda continuidad. 
Ese el problema con las culturas locales, la mezquindad que las lastra y les impide el desarrollo; porque si los autores locales hubieran accedido al dinamismo, Miami habría conseguido replicar el desarrollo normal del mercado. Con el tiempo, la grandeza de Fuentes (el cubano) fue rebajada a ese localismo, para tranquilidad de las locales hordas; apretujadas en la Feria como el único suceso de trascendencia posible, igual que aspirando a las alabanzas insustanciosas en el periódico, casualmente también local.
 Muerto José Lorenzo Fuentes, ya no amenaza con estatura alguna la pequeñez del más alto de los locales; puede hacérsele el homenaje con que esos mismos locales se homenajean a sí mismos, en ese juego de las reverencias al que él mismo se prestó. Miami nunca tendrá estatura de mercado literario, fiel al pragmatismo de su naturaleza norteamericana; como prueba el desfile de celebridades de la política nacional a que ha descendido su promesa de evento literario. 
Sin embargo nada de eso importa, de hecho una inserción espectacular que dinamizar el Mercado literario habría sido sorprendente; no por gusto finalizaba el primer decanato del siglo XXI, culminando sin esfuerzo la transición desde la decadente y libresca modernidad. Quizás en su oscuridad, como corresponde, Miami es el cumplimiento final de esa fatalidad de los períodos culturales; como una piedra anónima sobre el espíritu desconocido que caminó sus luminosas calles, y que en la mirada se lleva su importancia real.

Monday, October 8, 2018

En un rincón del alma, o la catarsis interminable de la casa Diego


Jorge Dalton, el más cubano de los salvadoreños, acaba de estrenar en Miami un documental dedicado a Eliseo Alberto (Lichi) Diego; en realidad no está dedicado al heredero de la casa Diego, sino que recoge lo que serían sus últimas palabras. Podría pensarse que se trata de un testamento, pero tampoco es eso; es sólo otra de esas veces que los cubanos gastan, por el irrefrenable gusto de escucharse a sí mismos. El mérito indiscutible del documental es el poder cinematográfico de Dalton, que pone su riquísima imaginería en función del vate; y lo hace en un despliegue de perfección, que lo remite a la densidad de Santiago Álvarez, en la eficacia de sus imágenes y recursos.
En el documental Diego afirma que el grupo Orígenes no poseía unidad estética, sino sólo afectiva; eso, que es pertinente aunque obvio, será lo único interesante que nos dirá. A todo lo largo del material, Diego se explayará en despropósitos pintorescos que le hacen lucir informado; pero con lo que en realidad explica la ruina total de una cultura que pudo preciarse de su metropolitanismo, estancado en el ego de su patriciado. En uno de esos despropósitos, afirmará que la revolución cubana carecía de referente moral propio; y explica en ello su violencia e intolerancia, pero esquivando en realidad su raíz profundamente cultural, tan puritana en el fondo como falsamente liberal en su superficie.
Esa doblez esquizoide ayudaría a entender las mil contradicciones de esa cultura, otrora tan poderosa como soberbia siempre; pero en vez de eso, los cubanos evitan el espejo, y prefieren exhibir una falsa erudición que los lastra. No es casual, también explica las otras reducciones —at absurdum—, típicas de hombre blanco sin mucho contacto con la realidad; como el cliché ligero con que explica el mestizaje del país, entre los laboriosos y sobrios españoles y los negros fiesteros y poetas. Esta reducción es doblemente mendaz y dolorosa, porque no hace sino recrear la torcida manipulación con que la política revolucionaria dividió al país; en ese alarde de falso negrismo, que sólo limita a los negros al poder de la fiesta y la tumbadora.
El hilo de tan defectuosas referencias antropológicas se trasluce en las relaciones, que ilustran al documental con fotografías; pero de todo eso, lo importante es la tremenda grosería de esa felicidad tan blanca, que todavía secuestra la cultura nacional y no le permite la enmienda. Como testigo excepcional y por derecho, Diego pudo dejarnos ver cómo fue que se fracturó la historia y con ella la cultura; no brindando una versión de los hechos, tan pobre como el resto de los once millones de versiones de los hechos; sino con el relato calmo de esa estructura familiar suya, que era un desiderátum de la del resto del país. 
Con esa sensibilidad, Úrsula Iguarán dió rebencazos al coronel Buendía y detuvo la masacre en Macondo; también el Modernismo alcanzó la eficacia reflexiva, con la poesía femenina latinoamericana, que rehuyó el vacío retórico de su patriarcado. La amistad de Jorge Daltón habría brindado esa posibilidad, y Eliseo Alberto pudo así reivindicar a su clase, iluminando la compleja estructura que la sostuvo; pero para eso tenía que haber sido generoso, y sobreponerse a esa catarsis interminable, que es el arma secreta con que vence el enemigo.

Tuesday, September 4, 2018

The beyond (2017)


Conócete a ti mismo reza la inscripción grabada en el templo de Apolo en Delfos, y que la tradición atribuye a diversos sabios; esa parece ser la tesis tras The beyond, un filme de ciencia ficción que parece culminar toda una etapa de este tipo de cine. En efecto, la propuesta de esta película es más filosófica (metafísica) que propiamente científica; y aún, en ese campo estricto sería más adecuado llamarla de ficción científica que ciencia ficción, por su tono poco especulativo. Por el contrario, en ese sentido, el filme se limita a mostrar una serie de desarrollos tecnológicos que ya deben gozar de alguna actualidad; y lo hace además en un formato de video aficionado y documental, que le ahorra el dispersarse en inevitables subtramas. 
El más vistoso de esos desarrollos tecnológicos, y de hecho central en la trama, es el modelo de androide Humano 2.0; que no se plantea como un asistente utilitario, sino como una extensión del desarrollo mismo de lo humano, en un movimiento de sutil corrección ética. Más llamativa es esa apoteosis culminante que provee el filme, dando fin al ciclo que comenzara con aquella de El día que se detuvo la tierra (1951); y que se desarrollara en una secuencia esteticista, por los extrañamientos que planteaba, con filmes como Solaris (1972), hasta las últimas propuestas de The arrival (2016) e Interestelar (2014). 
Esto se refiere a ese tipo de cuestionamiento acerca de nuestras pretensiones de hacer contactos de primer tipo; preguntando si en definitiva seríamos capaces de comprender el fenómeno frente a nosotros, y hasta de la banalidad del propósito. Es aquí donde resalta la sutileza filosófica de la consigna grabada en el templo de Delfos, y que parece la tesis de esta película; en la que en un momento se llama explícitamente al ser humano a conocerse a sí mismo, antes de intentarlo con cualquier otra cosa. En este punto, el guionista se vale de un giro de la trama que de modo inesperado va a explicarlo todo; en una situación tan sorpresiva que será la base de esa tesis increíble, basada en la nimiedad de nuestro conocimiento.
La película tiene muy buenos recursos dramáticos, y consigue subordinarse los efectos formales, sorbios por demás; de modo que estos no interfieren nunca con esa tesis, de hecho omnipresente aunque con sutileza, manteniendo la tensión en todo momento. La mejor parte, es que con eso este filme apuntaría al desarrollo de un nuevo tipo de ciencia ficción; en la que el ser humano va enfrentándose a esa gran incógnita que es él mismo, como aquel recurrente espejo que culmina los laberintos en las sagas medievales. 
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Después de todo, con su parquedad cientificista, la película nos recuerda que ya todas las respuestas están dadas y lo que falta es comprenderlas; algo que sólo es posible si la ciencia recupera aquella dimensión humana, que perdió en las batallas contra el determinismo teológico. Como otra sutileza, esta vez irónica, eso daría otra connotación al intrigante título de The beyond (El más allá); como un silbido quedo, que llama la atención sobre esas determinaciones de la realidad que organiza la metafísica.

Wednesday, August 29, 2018

El cine en su contradicción


Un beso es una película italiana del 2016, que trata de la difícil etapa de la adolescencia, centrándose en un grupo de tres amigos; el primer defecto es no tratar el problema de este modo genérico, como si lo difícil no fuera ese tránsito; sino dirigirse puntualmente a la confrontación de la homofobia y el abuso, en los que últimamente se concentra la sociedad. Eso sería un error de enfoque, aunque ya típico y hasta convencional en lo manido, como un cliché; porque obvia la condición esencial de la adolescencia, en que el ser humano carece de toda experiencia y empieza a acumularla.

En principio la película es fresca e interesante en su propuesta, como cualquier película menor sobre adolescentes; consiguiendo un buen ritmo dramático, con buenas actuaciones, aunque no sorprendentes, y buena dirección de actores. Sin embargo, todo se desbarranca con la catarsis final, en que el guion se vuelve moralista y discursivo como una catequesis; que es a lo que se ha reducido la riqueza del humanismo, con una modernidad mediocre que descree del poder de la reflexión estética.

En oposición a esta propuesta resaltaría la francesa Tener 17, también del 2016, más o menos sobre lo mismo; pero con una inteligencia real, que no trata de moralizar sino se limita a la representación misma del drama; y que así es reflexionado, pero en los alcances analógicos propios de la forma (estética) y no de un sistema moral. Por supuesto, dicha oposición no es sólo recurrente, sino que también se refiere a las tradiciones que la respaldan; como ese contraste entre el reductivismo racionalista del neorrealismo italiano, frente al emocionalismo francés de la nueva ola.

Bastaría saber que el racionalismo es reductivo para preferir la rica emocionalidad en toda representación; pero el problema aquí es otro, y consiste en esa desconfianza ante la capacidad reflexiva de la forma en sí misma, por sus alcances. El racionalismo es fruto del apogeo positivista moderno, y su oposición fue el irracionalismo alemán; que era extrapositivo; y cuya actualización en el arte cinematográfico habría sido esa contención catártica, con la que a la larga triunfa Truffaut. La imposibilidad de comprender este proceso, que es natural al arte, es lo que habla de la mediocridad contemporánea; pero más grave aún, también habla del convencionalismo que impide los desarrollos dialécticos de la reflexión.

Para resolver esas contradicciones, la Modernidad produjo la misma apoteosis de las artes que sabotea en su decadencia postmoderna; pero todo eso es abstracto, y aún quedan los artistas como último recurso en su individualidad, para salvar este reducto de las artes con su vindicación de la forma. Claro, también es posible que sean las artes mismas las que ya resulten disfuncionales, en esa convencionalidad inevitable en que decaen; si después de todo, ya son las ciencias las que alcanzan esa apoteosis, que hubo de canalizarse en la individualidad de los artistas como subjetivas; ahora en la plena objetividad del indeterminismo y el entrelazamiento cuántico, más abismales en su ontología que los mismos pensamientos de Pascal.

El jardín

En la muerte de Carilda Oliver Labra
pero por todas



Apenas hay ya estatuas
En este jardín que antaño fuera tan cuidado,
Las que quedan están decapitadas
O peor, sin pedestal, tambaleantes, anunciando
El estrépito sordo con que deshacen su piedra
Sólo aguantada por la hiedra y el musgo.
Ya no vienen los pájaros a ensuciarlas
Ni las amenazan los niños atrevidos;
Alguna vez algún alma atribulada pasea
Por estos senderos llenos de hojarasca y sucios,
Pero perdida, como si recordara otros tiempos
En que este jardín era primoroso
Y sus setos verdes
Y sus flores coloreadas
Y sus fuentes cantarinas
Y sus pájaros y cuidadores
Eran el ritmo del mundo y su horizonte.
Hoy ha caído otra estatua, pero nadie sabe
Que estaba ahí muda en su mármol blanco.

Ignacio T. Granados Herrera

Tuesday, August 28, 2018

El acompañante, de Pavel Giraud


Con un final sinfónico y una sobriedad a prueba de tradiciones nacionales, El acompañante de Pavel Giroud es una declaración singular del cine cubano; al que sin dudas reivindica, pero como un nuevo estado de madurez y plenitud, alejándose con su altura estética del heroísmo chapucero sobre el que se levanta. No es que la tradición de cine cubano no sea buena, sino que como todo esfuerzo artificioso, conduce a ninguna parte; y sólo sirve como referencia sobre la que una nueva generación de cineastas depure los mitos, y se quede lo que sirve de los mismos.
Entre la tradición neorrealista y la oposición de la nueva ola, quedan el cinismo norteamericano y estoicismo soviético; de todo ello se puede concluir un hedonismo caribeño, desgraciadamente lastrado en Cuba por el idealismo neorrealista, que es casi documental. El problema es que esa fue la referencia que primó en las pugnas con que se armó el cine cubano revolucionario, borrando los cimientos anteriores; de esa negación sólo podía emerger un drama torcido como el de Edipo, con las excepciones de un magisterio diluido por la banalidad ideológica. 
De ahí que la crisis institucional de la debacle económica nacional tenga valor contractivo, como la dialéctica de Sócrates ante el guirigay sofístico; y es ahí donde surge el fenómeno Giroud, como una nueva generación profesional, en peligro siempre de ser sobrepasada por la tradición. El acompañante es así no sólo la reivindicación de Giroud, también de toda esa generación apiñada tras los dinosaurios del nepotismo; y con una seriedad asombrosa, que puede equilibrar el sobrio emocionalismo de aquella nueva ola francesa con esa lentitud estética del estoicismo soviético. 
Todo eso es ese filme, con una fotografía de estudio, un guion elegantísimo y el lujo de la escuela de actuación cubana; y de Tarkovsky a Truffaut, ese es el espectro que define a esta cinematografía sin dudas nueva y sorprendente; un cine cubano que no se recrea en el drama habitual del exilio —que no ignora— y la ruina física, que es banal. La historia narra la relación entre un enfermo de VIH y su acompañante, que se va haciendo gradualmente íntima; para extraños puede ser inconcebible, en esa calidad distópica de la protección gubernamental, reflejada sobre todo en la seriedad burocrática de la directora del sanatorio.
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La historia también nos recuerda en algún momento que el drama al que se refiere sí es nacional y terrible de tan retorcido y recurrente; nos recuerda a Santa y Andrés —a la que antecede— en esta recurrencia, pero carece de ese ánimo discursivo que nos lastra, y pone su fe en el poder estético. De ahí que consiga transmitir con eficiencia ese ahogo de una situación definitiva pero alargada ad infitum, sin intervenciones que se presten a la demagogia; y mejor aún, ni siquiera roza la sensiblería tan recurrente a ese hedonismo caribeño de nuestros neorrealistas. 
Lo mejor, esa capacidad para contrarrestar situaciones en un paralelismo orgánico, con ese valor sinfónico y apoteósico de su parábola; para ofrecer un cine que es denso y hermoso por su contundencia, a la vez que definitiva y profundamente humano. Sin dudas, el experimento más interesante del cine contemporáneo podría ser que los circuitos comerciales se rindieran a esta propuesta de Giroud y los suyos; que prometen calmar con esta sobriedad las tormentosas aguas de las tradiciones culturales cubanas, ahora que se debaten decadentes entre la mezquindad y la sensiblería.

Friday, August 10, 2018

Clímax, de Ulises Regueiro


Teatro Artefactus de Miami acaba de inaugurar una muestra fotográfica de Ulises Regueiro, que es un poco el hijo de Miami; la muestra está planificada para todo el mes de agosto, y realmente vale la pena apreciar el trabajo de este actor devenido en intérprete de la plástica del teatro. Ulises es un poco el hijo de Miami, porque es aquí donde ha desarrollado esta faceta, aunque tuviera esporádicos antecedentes en Cuba; su mejor virtud es la autenticidad, que junto con la personalidad un poco alambicada del artista local, es una combinación singular.
Es fácil caer en el elogio entusiasmado, sobre todo por la extrema calidad de la muestra, pero se le hace poco favor; porque de nuevo, su mejor virtud es la autenticidad, y esta viene de su formación absolutamente espontánea y autodidacta. Sobresale en la perspectiva local, en que escasean las muestras de este tipo, desde que Pedro Portal hiciera aquella icónica —y copiada— de personalidades artísticas del exilio cubano; pero sus composiciones son simples, sólo apoyadas en la plenitud del plano en close up absoluto y cruel. Es gracias a eso que obtiene una textura cercana al expresionismo, resuelta además en la plasticidad natural de la pose teatral; dada por un sujeto en la práctica actoral misma, que le provee las poses y clichés necesarios en el mismo movimiento natural.
De ahí también la recurrencia del blanco y negro, justificada en esta teatralidad de su objeto, extendida más allá del teatro mismo; porque Regueiro, como cronista de la cultura local, registra con su obturador a todo el que acontece en el mundo del arte. Gracias a su modestia ha logrado escabullirse a las trampas de la fama local, y del ego de los amigos que lo adoran; pues sin dudas su mejor instrumento es su propia tribulación ontológica, como el eterno actor en crisis que es, en medio de su vida como una performance existencial. Regueiro lleva sólo ocho años de carrera como fotógrafo, pero le aporta toda la ontología del teatro experimental; de ahí esa intuición que lo lleva a perseguir el alma del actor en el momento del clímax histriónico, explicando el origen del título. 
Como autodidacta, Regueiro tiene a su favor la actitud obsesiva del actor contemporáneo y su búsqueda suprema de la esencia con que comunicarse; y eso quiere decir que estudia frenéticamente, lo que no lo hace menos sino mejor autodidacta. También ha podido contar con el consejo oportuno de buenos fotógrafos, como Iván Cañas y Mario García Joya; que son legendarios en sí mismos, y han tenido a bien dejarse seducir por esta dulce candidez del más encantador y humilde de sus camaradas. Regueiro tiene en planes una segunda exposición, más amplia, con la que quizás se expanda al muestrario que posee sobre artistas locales; y que a diferencia de otras muestras de ese tipo, no repite el canon de Pedro Portal, sino que recrea sus sujetos en el otro hieratismo de sus prácticas mismas.

Monday, June 25, 2018

Miami Literaria (Lecciones de la cultura cubana)


En el año 2009 se preparaba, como era ya habitual, otra edición de la Feria Internacional del Libro de Miami; coincidía con la publicación del libro de cuentos Después de la gaviota, del cubano José Lorenzo Fuentes, por un sello emergente de la ciudad. La Feria del Libro de Guadalajara había celebrado con bombos y platillos el aniversario de la novela Aura, del mexicano Carlos Fuentes; era también el cuarenta aniversario de Después de la gaviota, aunque esta edición conmemorativa fuera desastrosa.

No había que ser muy informado para ver el paralelismo en la situación, y también la diferencia; en un caso se trataba de una plaza fuerte del mercado literario internacional, y en el otro de una plaza cuya precariedad incluso local clama al cielo. De hecho, todo el mundo sabe que la FIL Miami es el evento más importante de su tipo en el país; pero también que es un fenómeno desproporcionado, que sólo se explica por su sentido político y las maniobras de su patrocinador.

No obstante, la situación era propicia para impulsar una proyección de más alcance para el mercado literario local; si se podía capitalizar una figura literaria del peso de José Lorenzo Fuentes, en paralelo con la del mexicano. No obstante, no era casual que el cubano se asentara en Miami —una plaza por establecer— y no en México; no le faltaba ambición sino visión, que es el defecto que siempre ha atentado contra este desarrollo de la literatura a nivel local.

Tiene sentido, después de todo era el siglo XXI, no mediados del XX, y la literatura pasaba del apogeo a la decadencia; eso es dialéctico, todo fenómeno sufre esos desarrollos, y en el caso de Miami era o es peor, porque padece la frustración política cubana. Se trata de esa contradicción por la que la cultura cubana quedó trabada en su institucionalidad, sin la vitalidad infusa por el mercado; haciendo que sus escritores traten desesperadamente de reproducir sus estructuras en la precariedad del exilio, antes que celebrar su liberación.

Aquel esfuerzo por un desarrollo del mercado local del libro se frustraría en rencillas personales, que aún explican la falencia local; desde los otros escritores, que en su mezquindad resintieron el verse desplazados por aquella inusitada promoción de la figura de Fuentes; y hasta el mismo Fuentes, que lo tomaría como una deferencia personal —que tampoco agradecería—, en vez de como un fuerzo que lo hacía más trascendente que eso. Eso sigue teniendo sentido, aunque ahora explica ese otro patetismo de la cultura local en sus pretensiones; que no se da cuenta de que es el fuerte componente político de sus fenómenos lo que le impide el desarrollo.

No se trata ya de la literatura como literatura, sino como fenómeno cultural, que refleja la incapacidad de la ciudad para trascenderse; y con ello, de todo otro fenómeno cultural que ancle en ella sus posibilidades porque asume en ello también su naturaleza fatal. El mercado es siempre mercado, y también siempre se comporta igual, trátese del mercado literario o el político; la diferencia es del objeto, en su interacción con los otros como proyecciones formales de la realidad, de los que la política es el más vulgar de todos.

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Como prueba está ese pecado original, que corrompe toda proyección de la cultura cubana como naturaleza en su bastedad; reproduciendo en su exilio la misma cortedad de intereses mezquinos que impide a sus individuos el desarrollo. Lo paradójico es el llanto de los escritores locales, que se quejan de que la ciudad es el pantano donde perecen; sin ver que la ciudad sólo existe en sus ciudadanos, que son los que le modelan el espíritu con el suyo propio, sea este mezquino o bondadoso en su inteligencia.

Sunday, June 24, 2018

Dear White People


Quien quiera entender el problema singular y extraño del negro norteamericano, debería ver esta serie de Netflix; que resuelta en clave de insidioso humor, expone todas las contradicciones de este grupo humano, tan específico como complejo. No hay que llamarse a engaño, tiene un fuerte discurso político, pero resuelto en el dramatismo existencial de unos jóvenes universitarios; que así, no tan abrumados por el pasado, quieren asumirlo en función de resolver el presente, y el acercamiento es inteligente.
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Son varios personajes principales, encabezados —pero no monopolizados— por la difícil Sam, en una residencia universitaria; que es la que resulta la verdadera protagonista de esta historia, con frecuentes flash backs a la fundación histórica de la universidad. En términos políticos, lo maravilloso es la inteligencia con que hace confluir los diversos intereses de esta comunidad afroamericana; dejando claro que en varios puntos son contradictorios, siendo retardados por la necesidad de resolver su interseccionalidad. 
En el entretanto, todo ese grupo de gente hermosa y joven no sabe qué hacer con sus bulliciosas hormonas; al tiempo que cometen unas tras otras todas las torpezas que les hará crecer humanamente, y toman decisiones difíciles. No hay que temer a la naturaleza política del conflicto existencial de estos jóvenes, no es un discurso sino un drama; en eso radica su eficacia, y el hilo de un suspenso que se extiende por las dos sesiones de la misma. 
La serie sería interesante, no tanto para los afro-norteamericanos, que ya se conocen bastante bien; pero sí funciona como una vitrina perfecta para las otras comunidades negras del mundo hispano, que no consiguen entenderlos. Eso tiene un por qué razonable, el racismo original hispano no era virulento sino benigno; claro que en la medida en que un sistema de exclusión social puede serlo, y que consiste en la relatividad de los contextos. 
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La serie también es útil para los blancos, norteamericanos o no, que tratan de entender el problema negro; y no sólo el del negro norteamericano en particular, sino que en su caso específico, como primer acercamiento al problema negro en general. Lo más curioso es que las críticas ácidas están reservadas para la militancia negra, que en la juventud de estos personajes demuestra que su mayor problema es de inmadurez; y que quizás como la mejor peculiaridad de este proceso al que incita, es una mirada interior, en la que el ser —negro en este caso— toma por fin responsabilidad de sí mismo. 
El último capítulo de la última temporada termina con una promesa de continuidad, que asegura ya la audiencia por sus implicaciones; pero de cualquier modo, aun dejándote con la ansiedad, vale la pena ya por el punto al que ha llegado. Sobre todo, prepárese para los inesperados giros, tanto dramáticos como humorísticos y de todo tipo; con los que un guionista obviamente genial se da el lujo de vapulear a su público, sabiendo que los tiene a su merced.

Friday, June 15, 2018

¡Macho es mucho más que macho!


Nadie con sentido común va a hacerse fanático del cine de humor contemporáneo mexicano, al menos como principio; basta un título como Hazlo como hombre para explicar los por qué, con sus clichés y niveles mínimos de decencia dramática. No obstante, toda generalidad reluce justamente por su esplendorosa excepción; y esta no tiene por qué ser distinta, con un título como Macho, que ya se impone en su aparente banalidad.

La historia de Macho es un sinsentido, que navega con mucho pulso a través de sus innúmeras contradicciones; a las que no le interesa dar solución nunca, culminando en una apoteosis de aparente superficialidad. Sólo que como el drama mismo que relata, aquí nada es lo que aparenta, ni mucho menos superficial; en resumen (spoiler) cuenta la historia de un diseñador de modas, que es straigh de closet y resulta expuesto en su doblez. Situación tan complicada la enfrenta a través del humor, que le dosifica el dramatismo; y lo hace como una comedia de situaciones, con una mezcla genial de verbo y gestualidad.

Crítica del cine cubano actual
Por supuesto, es en esa gestualidad que se recrean los clichés acerca de la cultura gay, con su exagerado amaneramiento; pero de modo más insidioso que ingenuo, en un ataque ni tan sesgado a esa cultura como el retorcido proceso de normalización que es. Debe ser por eso que el filme es tan atacado por la mismísima comunidad LGBT, a la que supuestamente representa; dando lugar a un bucle, en el que expone toda la retorcedura existencial de las manipulaciones políticas en que deviene el mercado.

El bucle nace en el rechazo feroz con que esa cultura gay reacciona —dentro y fuera del filme— ante la indefinición del protagonista; que así deviene en héroe, que debe enfrentar no ya sus propios fantasmas sino los que le esgrime la sociedad sobre la que supuestamente reina. Sobre todo, llama la atención que se concentre en el mundo de la moda, con todo lo que tiene de imperial y abusivo; en el que nadie se da cuenta de que se trata de un mercado femenino condicionado por los hombres, como en todo.

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Peor aún, expone la doble retorcedura de estos hombres manipulando a esas mujeres en su lugar más sensible; que es el de la apariencia, como un espacio al que han sido reducidas por la rigidez y crueldad del patriarcado. Lo hace además con esa estética estrambótica y vulgar con que han capitalizado también la homosexualidad como cultura; que no es flexible sino rígida, como convención que también es al fin y al cabo, porque al final todo sigue siendo convencional. El filme es atrevido, llegando a la personificación de una figura icónica como Karl Lagerfed; y aunque es obvio que Donatella Versace no habría funcionado igual, no deja de probar el insidioso punto del que se trata.

La apoteosis del final es doblemente eficaz en su aparente superficialidad, por el atrevimiento de su propuesta; apelando por una apertura total a la verdadera singularidad individual, en vez de una simple ampliación del cliché. Las actuaciones son en general decentes pero no extraordinarias, igual que el resto de los recursos técnicos; es el guion —y la dirección— lo que se lleva las palmas, al dar orden y sentido a todo eso, aunque sea sin parlamentos espectaculares.

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Como detalle, el momento imperceptible en que la cultura queda expuesta como proceso de normalización antes que existencial; pero sobre todo en la doblez con que la masa popular reclama a la élite su propio pecado, como si esta hiciera otra cosa que representarla. De un modo paradójico hasta lo increíble, este es entonces un filme brillante en su modestia, que no es de recursos; pero como un estado por el que se sobrepone a la barahúnda de opiniones cruzadas que puebla nuestra política, para quien quiera atender.

Sunday, June 10, 2018

Nuevo Mégano


No importa el tamaño real o pretendido de la actual cultura cubana, uno se asombra al descubrir su falacia e inconsistencia; nacida —¿y cómo no?— de esas pretensiones de ingeniería revolucionaria, que como todo suprematismo moral, es básicamente soberbio. Así, fundar toda tradición de cine cubano en el carácter testimonial de Mégano sólo puede arrojar luz sobre los excesos que le siguieron; negando en ese moralismo de responsabilidad social todo el trabajo anterior, y sobre todo, su eficacia, basada en el pragmatismo económico.
El contraste es claro, la tradición que se funda en Mégano es moralista y con ello abstraccionista; propia así del exceso idealista en que devino el materialismo, como credo incluso religioso del comunismo postmoderno. Como principio es lógico, si se trata de una estética que adquiere su consistencia de lo épico; pero que es también trágico en sus alcances, no sólo por el modelo canónico de la epopeya, sino porque esta tiene un sentido dialéctico. Así, no es de extrañar que el llamado cine revolucionario cubano se estancase en el mal tratado neorrealismo; que proveniente de la Europa elitista que decae en la postmodernidad —luego del auge moderno—, se hace esclerótico en el nepotismo inevitable al ICAIC.
Todo eso se pudo evitar, si el cine se hubiera abandonado a su desarrollo natural por el mercado; que comunicándole la fuerza expansiva —y comercialista— de la época de oro del cine mexicano y argentino, le daba consistencia. Es decir, no es la alternativa no menos intelectualista que se frustró con la nueva ola Sabás Cabrera Infante; ya que igual de intelectualista que el neorrealismo, se perdería en ese mismo abstraccionismo que anquilosó al neorrealismo en el nepotismo del ICAIC; en definitiva, el nido que encontraba en la TV no era menos institucional que el del cine, e igual terminara sujetándolo al Departamento de Orientación Revolucionaria.
No es que ese aluvión neorrealista no diera buenos frutos, quizás más eficiente que los experimentos dramáticos del ICRT; porque dio forma a la epopeya, a la que no sólo justificó sino que con ello explicó las profundas determinaciones de la realidad. Gracias a eso, aparte de los vicios retóricos y la mediocridad habitual, hubo buenas conclusiones al ciclo revolucionario; lo mismo con la adecuación que incorpora mucho de la nueva ola en Habana Blues, por poner un ejemplo, a la franca catarsis de Conducta, por seguir con lo mismo.
Otros experimentos hay también promisorios en ese sentido, que se alimentan de una realidad dramática de por sí; aunque siempre sean casos puntuales, que quizás con el tiempo lleguen a fijar una estética total, con títulos como Viva o El acompañante. No obstante, el alcance universal al que maduraron las propuestas comercialistas de México y Argentina, ya no es posible para Cuba; se trata de una tradición marcada por la tragedia a la que optó, dirigiéndose directa a la decadencia de una mirada interior, que en su perpetuidad desconoce al mundo. Gracias a Dios, nos queda la huella en la tradición ajena, que alguna vez nos miró con gracia; y junto al mexicanismo de Titán y Cantinflas poseemos el cubanismo de Ninón Sevilla, María de los Ángeles Santana y Rosita Fornés.

Bonus: Uno de los motivos más eficaces de The Muppet Show, es la coletilla de los viejitos del palco; esa que usted puede encontrar en el minuto 42 de Hotel tropical (Titán en la Habana), también conocida por la banalidad de Me gustan todas. La situación es recurrente en su comicidad, y lo extraño no es que ocurra sino que no sea más común; es llamativo también en su recurrencia distinta, que no haya nada ni remotamente así de grande y efectivo en el cine cubano revolucionario. Hoy esa Cuba moralista importa hasta una figura vulgar y propia como la mulata de rumbo, con esa Rihanna que va a retratarse entre sus ruinas; la anterior, en cambio, dio al esplendor de México la rumbera, que es quizás su institución más exuberante.

Thursday, June 7, 2018

Call me by your name, o el nuevo humanismo de Occidente


Este filme es una fantasía, un trabajo de ficción total, y no porque no sea posible sino por su extrema excepcionalidad; dada por un marco familiar super elitista, de profesores universitarios con especialidades complejas y multilingües. Sólo en ese ambiente tan especial puede ocurrir una historia de amor como esta, que revela el nuevo humanismo; y que en principio transgrediría muchos bordes morales, no sólo el de la sexualidad sino también el de la diferencia de edades.

No sólo es una historia de amor homosexual, sino entre joven de diecisiete años y u hombre de veinticuatro; que además, es alumno del padre del adolescente, huésped suyo en un programa de verano. Ese estudiante de doctorado de veinticuatro años es Harmie Hammer, que luce los reales 30 años que tiene; y su contraparte es Timothée Chalamet, que con veintiuno puede dar ese aire de adolescente, aunque sea por el contraste con Hammer.

El personaje de Chalamet es por demás excepcional como todo lo que le rodea y así determina, dejando nuevamente claro que se trata de un aristós; pero no en ese sentido vulgar de la lucha de clases, sino en el de esa excepcionalidad por la que discurren los desarrollos dialécticos. Para colmo, el ambiente familiar es más que idílico, arcádico, dejando claro el nivel económico de la familia y por ende sus posibilidades existenciales; el drama se sitúa en un antiguo pueblo del norte de Italia, donde algunos vecinos todavía veneran al Mussolini.

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El sentido de ambiente tan especial puede ser —consciente o no— el de abstraer el drama de las dificultades normales; de modo que el guionista puede desarrollar esta historia tan singular, que parece un poco inspirada en la de los héroes griegos… sin lo trágico. El camino consiste en esa atracción fatal del más joven, que es inusitadamente correspondida por el mayor; pero que no es la variante gay de Lolita, sino el enfrentamiento de dos personalidades igualadas por la atracción mutua.

El drama es controversial, sobre todo por esa diferencia de edades, que en apariencia es abismal y añade complejidad; pero también por el aspecto legal, por el que probablemente la acción se situó en Italia, con su edad de consentimiento en los catorce años. Eso, que puede haber resuelto el problema de dónde situarlo para que sea legal, no hace que sea menos confrontacional; sobre todo en un Occidente en el que las relaciones homosexuales no están completamente normalizadas, y en el que además sobresale el puritanismo norteamericano.

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Las conclusiones a tanta singularidad corren por cuenta del padre del muchacho, que revela su autoridad en la guía del hijo por esos laberintos del amor; y en los que la madre es como una diosa, sabia y silenciosa en esa misma guía, que es así la formación del héroe, que es todavía héroe aunque no trágico sino dramático. De un modo asombroso, nada sobra ni falta en esta historia, que discurre por las zozobras y el egoísmo de la juventud; y que para ello toma de todas las historias de amor juvenil que en el mundo han sido, desde las más arquetípicas a las menores.

Al final, cuando el amor se solidifica en el recuerdo agridulce, al más joven se le recuerda esta excepcionalidad suya; por parte del amante, que ya lejos le describe la suerte que ha tenido, y que resulta como una nueva era que arriba. Antes, cuando el padre le da al muchacho las conclusiones, sienta las bases éticas de este nuevo humanismo; que reconoce incluso la facultad cognoscitiva del sentimiento y la experiencia dolorosa, a la que habría que preservar como la mejor parte de todo entuerto.

Sunday, April 15, 2018

Rampage


El cine norteamericano se decide a fondo por su carácter industrial, marcando sus diferencias con el resto del mundo; no parece una estrategia sino un resultado espontáneo, que viene de la mano con el desarrollo tecnológico. Eso tiene sentido, pues este desarrollo ha potenciado la gloria del CGI (efectos especiales); empujando franquicias que en su momento tuvieron que ceder a los reclamos del arte, por su indigencia tecnológica. De hecho, esta indigencia aseguraba la paridad del cine norteamericano con el del resto del mundo, aunque fuera reluctante; Gotzilla era más o menos como Kinkong, y la guerra fría iba de El hombre anfibio a Latitud 0 con el mismo patetismo; igual que Bruce Lee hacía indistinguible la producción del Asia y los estados Unidos, porque esa Asia era inglesa y con ello muy flexible.
Sin embargo, el impulso exponencial de la tecnología y el CGI han marcado una pauta para este cine norteamericano; que pudo mantener esta dualidad, con fuertes franquicias al lado de una poderosa producción de arte; pero que tuvo que enfrentar la caída en desgracia de su parte intelectual, demasiado arrogante para mantenerse impune a través del tiempo. Quizás se debiera a esa misma dualidad, que hace que todo sea extremo y binario, yendo de lo sublime a lo ridículo sin transición. El arte en Hollywood estaba asegurado por imperios como el de Weinstein, y el liberalismo excesivo e hipócrita; y es ese flanco abierto el que permitió la herida, por la que Hollywood se redujo a sus franquicias.
Es cierto que esta muerte no es fatal para el público, y que hay alternativas con cierto sentido común europeo como Neftlix; que no teniendo que proveer una falsa aristocracia liberal, puede sostener ese equilibrio entre la superficialidad y la profundidad. Pero en lo que respecta a Hollywood, la reducción ha devenido en un estado crónico que sí llega a lo fatal; con una cartelera en el 2018 que parece un revival para franquicias, poniendo el énfasis en este industrialismo. Así, el verano del 2018 prepara regresos aparatosos de Tiburón (Mega), Jurassick Park y la imbatible Guerrra de las galaxias, antecedidos por el absurdo desmedido de Rampage; que no sólo rescata a Kinkong, sino que además lo acompaña con el super cocodrilo y un super lobo volador que violenta hasta el mismo script.
Peor aún, el estrellato vulgar y triste de Dwayne de Rock, que —de veras— da ganas de llorar recordando a la ingenuidad de Schwarzenegger y la tierna brutalidad de Stallone; porque si bien el exluchador tiene en su haber victorias contundentes, como la franquicia de Fast and furious, nosotros podemos recordar a Burt Reinolds. En esa tónica, Rampage no sólo es la primera en la oleada, sino que también marca la tónica de la mediocridad; que para los jóvenes será muy normal, pero resulta inaceptable para los que disfrutamos sin problemas aquellos inicios de tan pobres CGI.

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