Friday, August 10, 2018

Clímax, de Ulises Regueiro


Teatro Artefactus de Miami acaba de inaugurar una muestra fotográfica de Ulises Regueiro, que es un poco el hijo de Miami; la muestra está planificada para todo el mes de agosto, y realmente vale la pena apreciar el trabajo de este actor devenido en intérprete de la plástica del teatro. Ulises es un poco el hijo de Miami, porque es aquí donde ha desarrollado esta faceta, aunque tuviera esporádicos antecedentes en Cuba; su mejor virtud es la autenticidad, que junto con la personalidad un poco alambicada del artista local, es una combinación singular.
Es fácil caer en el elogio entusiasmado, sobre todo por la extrema calidad de la muestra, pero se le hace poco favor; porque de nuevo, su mejor virtud es la autenticidad, y esta viene de su formación absolutamente espontánea y autodidacta. Sobresale en la perspectiva local, en que escasean las muestras de este tipo, desde que Pedro Portal hiciera aquella icónica —y copiada— de personalidades artísticas del exilio cubano; pero sus composiciones son simples, sólo apoyadas en la plenitud del plano en close up absoluto y cruel. Es gracias a eso que obtiene una textura cercana al expresionismo, resuelta además en la plasticidad natural de la pose teatral; dada por un sujeto en la práctica actoral misma, que le provee las poses y clichés necesarios en el mismo movimiento natural.
De ahí también la recurrencia del blanco y negro, justificada en esta teatralidad de su objeto, extendida más allá del teatro mismo; porque Regueiro, como cronista de la cultura local, registra con su obturador a todo el que acontece en el mundo del arte. Gracias a su modestia ha logrado escabullirse a las trampas de la fama local, y del ego de los amigos que lo adoran; pues sin dudas su mejor instrumento es su propia tribulación ontológica, como el eterno actor en crisis que es, en medio de su vida como una performance existencial. Regueiro lleva sólo ocho años de carrera como fotógrafo, pero le aporta toda la ontología del teatro experimental; de ahí esa intuición que lo lleva a perseguir el alma del actor en el momento del clímax histriónico, explicando el origen del título. 
Como autodidacta, Regueiro tiene a su favor la actitud obsesiva del actor contemporáneo y su búsqueda suprema de la esencia con que comunicarse; y eso quiere decir que estudia frenéticamente, lo que no lo hace menos sino mejor autodidacta. También ha podido contar con el consejo oportuno de buenos fotógrafos, como Iván Cañas y Mario García Joya; que son legendarios en sí mismos, y han tenido a bien dejarse seducir por esta dulce candidez del más encantador y humilde de sus camaradas. Regueiro tiene en planes una segunda exposición, más amplia, con la que quizás se expanda al muestrario que posee sobre artistas locales; y que a diferencia de otras muestras de ese tipo, no repite el canon de Pedro Portal, sino que recrea sus sujetos en el otro hieratismo de sus prácticas mismas.

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