Monday, May 16, 2022

La función dialéctica I

Esto es un esfuerzo por comprender la historia en sus funciones propias, tratándose entonces de un término genérico; y se diferencia de la (función) matemática, en el sentido infinitesimal de esta, ya que su carácter es más bien intuitivo. No obstante, sí se trata de un acercamiento matemático, siquiera en su base lógica y hasta hermenéutica; trabajando sobre las cantidades desarrolladas en cada fenómeno histórico, dados estos como una ecuación.

Eso no es una analogía de funciones matemáticas, sino que responde a esa naturaleza como propia de lo real; en tanto sus fenómenos son dados en determinadas cantidades, relacionadas entre sí de determinada manera. Esto ofrecería un resultado específico, cuyo valor excepcional (único) no impide que sea obtenido de otras maneras; siempre que esta otra manera responda a principios de valor universal, casi incluso que físicos, en la lógica.

Esta naturaleza provendría del concepto mismo de dialéctica, admitiendo esta representación como propia; y por la cual, cada uno de los fenómenos que componen la historia es un factor, relacionado funcionalmente con los otros factores, dando lo histórico como conjunto. Por supuesto, la función aquí es necesariamente polinómica, y el grado sería variable en dependencia del resultado que se busque; que no sería único nunca, sino la posición del fenómeno en el momento en que ocurre, ubicado en el esquema cartesiano.

Hay una razón para esta preferencia por el instrumento, y es que —aparte de su método— este sería su mejor aporte; en el sentido de plantear una racionalización perfecta e irreductible, capaz de representar algo tan extraño como el irracional trascendente. Dado como principio, en algún momento esto enfrentará dificultades y paradojas, como el salto geométrico; que partiendo de una lógica euclidiana la sobrepase en una función Lobatchewski, para llegar a una lógica no euclidiana, como a una mejor perspectiva de lo real.

Eso no tiene la absurda utilidad de predecir los fenómenos históricos, cuyas variables son innúmeras e impredecibles; pero sí posibilitaría un marco hermenéutico relativamente objetivo y racional —sin los vicios de la moral— para comprender mejor la naturaleza humana. Después de todo, la historia es un fenómeno cultural, dado en la percepción del tiempo y su organización por el hombre; de modo que no puede sobrepasar la naturaleza humana que es la cultura, como esta tampoco puede sobrepasar su humanidad.

La historia es así una propiedad de lo humano, que por tanto ha de ser comprensible en todas sus funciones; no sólo en esa ficción política de los mitos fundacionales, sino en el sentido profundamente existencial de lo humano. Obviamente, distinto de la historia, la matemática tendría un valor —siquiera relativamente— universal y no cultural; pero en términos también relativos, la cultura es al hombre lo que el universo a la realidad, y en esa proporción puede trabajarse.

Hay también una razón para el desarrollo del Idealismo moderno, que lo explica en esta propiedad de lo humano; pero que así mismo explica su decadencia, también funcional, con una adecuación de sus postulados a la consistencia propia de lo real. De eso es de lo que trata la función dialéctica, como un acercamiento a las constantes que gobiernan lo histórico; no ya como axiomas sino definiciones y teoremas —de los que se podrían extraer axiomas—, que ayuden a comprender el complejo campo de lo humano.

No se trata por tanto de revitalizar el ánimo seudo religioso de Pitágoras, postulando que el número es todo; esa intuición es comprensible en él, pero no en un Occidente que sobrepasó los siglos XVII y XVIII. No obstante, sí se trata de que todo es expresable en números, lo que es ya una primera adecuación; abriendo el campo de las cantidades (Quantum) a una legitimidad filosófica, al margen de los tufos doctrinales de toda tradición religiosa.


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