Sunday, July 24, 2022

El problema con el Capitalismo

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El problema con el Capitalismo sería que no es un fenómeno real —con consistencia propia—, sino una categoría moral; que habría derivado su consistencia de la crítica del industrialismo moderno, por las élites intelectuales francesas. Esta crítica del industrialismo tiene sentido, como referente para la redeterminación de la estructura social como realidad; pero en vez de eso, a partir de las discusiones especializadas promovidas por el elitismo ilustrado, habría devenido en la determinación misma de dicha realidad.

Eso también tenía sentido, en tanto se trataba de la reorganización de la estructura tradicional de la sociedad; por el Neocristianismo humanista, que alcanza este auge en el mismo siglo XVII, como propio de la Ilustración. El Capitalismo cumpliría así, en el inmanentismo moderno, la función del Infierno en el trascendentalismo tradicional cristiano; pero definiendo así su propio carácter intelectualista y no práctico, en consonancia con las manipulaciones de las sociedades secretas (neocristianas) de la época.

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Curiosamente, toda la Europa transpirenaica habría evolucionado en mayor o menor grado a este industrialismo; como fruto y parte del desarrollo progresivo de los medios de producción, redundando en el individualismo. No obstante, sólo en Francia —cuna de la Ilustración— habría sufrido esta crítica sistemática; en consonancia con su propia crisis política, por el hiper absolutismo de su monarquía, en contraste con la debilidad de la inglesa.

No es gratuito entonces que sea en Inglaterra donde menos influyera la ilustración, hasta el punto de la depresión; al tiempo de la desintegración del sacro imperio romano, que alcanza su cúspide —pero no su desarrollo— con la derrota de Francisco II por Napoleón. Sería la crítica alemana de la naciente tradición racionalista francesa, la que tratara de corregir sus supuestos excesos; pero incurriendo en los suyos propios, con el bizantinismo de su propia hiper especialización, repercutiendo desde la política —con los hegelianos como culmen— a la economía.

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De ahí el carácter conceptual —y en ello artificial— del conflicto político moderno, aun si parte de contradicciones reales; en lo que proveerá no sólo los excesos iniciales del racionalismo, sino que aportará también los del irracionalismo. Entre estos, la reducción de la dialéctica a la mera contradicción, insoluble de por sí, del maniqueísmo tradicional cristiano; del que reproducirá incluso sus contradicciones teológicas, como —entre otras—  la de una supremacía del Bien a la misma vez que la eternidad del Mal.

De ahí que el Capitalismo sea la actualización del concepto original de Moloch, como ídolo sacrificial de la humanidad; al que lo humano —en su humanismo— debe sobreponer su virtud, sacrificando su individualidad al cuerpo social. Esto, por ejemplo, se entiende del imperativo categórico kantiano, como necesidad en la base de la ontología moderna; pero cuya necesidad es sólo aparente en tanto formal, produciendo las consiguientes contradicciones epistemológicas.

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El resultado final es paradójico, como redeterminación de la economía industrial en el Capitalismo como orden; que distinto del Industrialismo original, desarrollaría el sentido corporativista adjudicado por esas élites, en la proyección de sí mismas. Paradójicamente también, la contradicción cobraría auge al desaparecer el falso socialismo de los países comunistas; ya que la tensión entre Socialismo y Capitalismo, sólo solaparía —en tanto artificial— el corporativismo a que se habría reducido este último.

Esto es importante, como contrario al principio de reasignación del poder económico, de esta economía industrial; que habría surgido con ese mismo carácter corporativista, en la reorganización de las relaciones políticas; pero cuya naturaleza económica le habría impedido —por su inmanentismo práctico— el seudo trascendentalismo moral del Neocristiano. En definitiva, sería esta la función con que reproduce la expansión del comercio cananeo, en la Grecia arcaica; dando lugar al desarrollo —bien que propiamente cultural y no propio de la naturaleza— de la tradición democrática.

Esta vez, sin embargo, el área de influencia sería la de las colonias inglesas, en expansión en el nuevo mundo; reunidas al final en una federación, parecida funcionalmente a la helénica en su mejor momento político. Proceso frustrado por esta otra expansión del corporativismo, distorsionando los intereses revolucionarios en Norteamérica; a partir de la influencia política del republicanismo francés —en vez del parlamentarismo inglés—, reproduciendo el ideario absolutista del humanismo Neocristiano.


Saturday, July 23, 2022

Ballesteros, el mito de Narciso o el hombre simplemente sensible

Dice el refrán que locos y niños son los únicos que dicen la verdad, produciendo el lugar más común del moralismo; por eso deja a los borrachos fuera, cuando debería incluirlos, porque a lo que alude es a la inocencia como valor. A esta sutileza se debería también el perdido esplendor de la poesía, diluido en la pretensión de trascendencia; que es falsa, porque no alude a ningún valor o consistencia real, sino a la mera aspiración del moralista hipócrita.

Ese no es el caso de Narciso Ballesteros, que probablemente sea el mejor poeta contemporáneo cubano; bien que no por la inteligencia de separar sus mejores frutos de la hojarasca, pero sí por la plenitud de esos mejores frutos. Precisamente, esa incapacidad es la que habla de su autenticidad, la honestidad de su expresión, sin alambicamientos intelectuales; porque Ballesteros ha creído de verdad lo que se dice del amor y los sentimientos, y lo que dice lo basa en esa fe, que le da imágenes esplendorosas.

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No hay libro en que encontrarlo, sólo sus amigos más íntimos tienen la dicha de tropezarse con sus perlas; irisadas por sus más profundos cambios de humor, que dicen exactamente lo que dicen, sin otros significados. Ese es el testimonio más patente de su falta de pretensiones, con la que emula la simple función de los antiguos aedas; permitiendo en eso prever la nueva literatura, en formación desde esa base popular, no de las élites que la corrompen. Por supuesto, hay una base literaria en Narciso, se ve en sus líneas que ha leído mucho, pero también que ha leído con inocencia; es decir, no para comprender al mundo sino para ser feliz leyendo, que es la manera más eficiente de comprender al mundo.

De ese alud de paradojas es que puede comprenderse la fina inteligencia de Dios, manifiesta en Narciso Ballesteros; como la anécdota de las palabras que hicieron célebre al centurión bíblico, pero no por literarias sino por sentidas. Eso es precisamente lo que falta a la poesía contemporánea, pero sobra a la de Narciso haciéndolo más eficiente; como un callado bofetón de la mano del ángel de Dios, que guía sus dedos entre los apagones de su desvencijada ciudad, creando perlas.

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Sólo queda desear al mundo la dicha de la amistad de Narciso, para que puedan tropezarse con estas perlas; que sólo les darán la dicha de habérselas tropezado, desencadenando así las determinaciones cuánticas de la realidad. Quien tenga esa alegría, sabrá que se ha salvado, porque Dios le ha concedido el don de atravesar la felicidad; cuyos vestidos son fastuosos, pero por el tipo de joyas que exhiben, en esta sencillez del hombre simplemente sensible.

Este debe ser el misterio tras el mito de Narciso, perdido —como toda poesía— en las elucubraciones intelectuales; que no comenzaron con la Ilustración del siglo XVII, sino en la misma Grecia que creyó conocer a sus dioses. Narciso, arrobado por su propia belleza, se adentra en sí mismo y desaparece para el mundo; dicen que muere, pero un buen místico sabe que ha renacido y se pasea por los Elíseos, como este poeta que el mundo desconoce.


Monday, July 11, 2022

La isla que no se repite

La isla que se repite es toda una sistematización cultural, que identifica las recurrencias antropológicas del área; pero también perpetúa los mitos sobre identidad y cultura, en esa suerte de estandarización de la singularidad. Toda unidad se daría en la relación de los entes que la componen, singulares —hasta el excepcionalismo— entre sí; como el mismo caso de la cuenca cultural mediterránea con que se compara a esta cultura del Caribe, y que no puede ser más heterogénea.

En efecto, si bien hay una identidad en estas unidades, también hay graves diferencia entre cada uno de ellos; trátese de marroquíes y españoles, o egipcios e italianos, como puertorriqueños y colombianos, o cubanos o dominicanos. Las diferencias no siempre responden a las fronteras nacionales, como entre Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico; que puede identificar a estos últimos con la región oriental del primero, pero separando al occidente cubano.

Antonio Benítez Rojo
Todavía habrá graves diferencias entre  estos y Colombia, por más que Cartagena se diferencia del resto del país; y aún hay que superponer la identidad del corredor que va de New Orleans a Haití, pasando por Matanzas en Cuba. Estas diferencias ni tan sutiles explican la extrema complejidad del desarrollo cultural, superponiendo sus múltiples determinaciones; que hacen tan peligrosas las recurrencias y clichés de toda sistematización, por más que no la niegue sino sólo la condicione.

Ahí probablemente resida la sutileza, en la ductilidad propia de lo real en su realización, que es siempre puntual; por lo que será también siempre excepcional, por más que responda a principios de sistematización. El mismo Benítez Rojo cita la teoría del Caos, como principio por el que la realidad no se deprime nunca en su realización; supliendo las eventuales dificultades de esta con desarrollos alternos, que en definitiva satisfacen la necesidad, siempre puntual y concreta.

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Eso explicaría el casi oxímoron del título de Benítez Rojo, como el verdadero sentido —super complejo— de su teoría; apelando a la condición peculiar antes que a la peculiaridad misma, como signo de otros procesos. Sólo que este condicionamiento es más rígido —si bien todavía relativo—, por su énfasis en las determinaciones generales; después de todo, el sentido de la teoría de Rojo no sería tanto una identidad local como su función reflexiva, por sus recurrencias formales.

En este otro sentido, Rojo satisfaría la exigencia de una hipermetafísica (Jarry[1]), curiosamente también de origen literario; aludiendo a una capacidad reflexiva del arte, supliendo las deficiencias del inmanentismo moderno, con su trascendentalismo. Nadie se atreverá abiertamente a semejante heterodoxia, con el rígido dogma del academicismo postmoderno; y por eso el planteamiento es todavía ambiguo, incluso en el interés abiertamente antropológico de Benítez Rojo.

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Se trataría de algo más grave que esta antropología que lo explica, en la literatura como un Realismo Trascendental; la tesis contradiría el canon Whitehead[2] con su propio método del cangrejo, que no sería más que un probabilismo. Eso explicaría la eficacia existencial del neo romanticismo latinoamericano, en contradicción con el humanismo neocristiano; después de todo, ese humanismo responde al canon tradicional de Occidente, no a su contradicción sistemática por las paradojas probabilistas; más eficientes que las reducciones al absurdo de Zenón, mostrando esta deficiencia del canon desde sus mismos inicios.

Esa sin embargo, sería también la razón del fracaso de ese neo romanticismo latinoamericano, afectando su eficacia; ya que se habría tratado sólo de una contracción al principio reflexivo del arte, desde el que podía desarrollarse originalmente. Lejos de eso, este desarrollo se habría subordinado al canon tradicional, reproduciendo el mismo fracaso humanista; por atender al condicionamiento político, dejando de reflejar la realidad en sus determinaciones trascendentes, en el discurso sobre su inmanencia; no en el sentido de su desarrollo posible, sino de su misma determinación política —no económica— como necesaria.

Esa es la posibilidad del Nuevo Pensamiento Negro, como nueva extensión reflexiva en su extrema singularidad; con el objeto de la negritud, ocurriendo a Occidente como el arte a Latinoamérica o el cristianismo al Judaísmo. Habría sido la especialización académica la que acabara con el Realismo Trascendental (mágico), en su convencionalismo; y puede hacerlo también con la Negritud, sólo que es demasiada humanidad —y en ello realidad en vez de estética— a atropellar con ese idealismo.



[1] . Alfred Jarry, Patafísica

[2] . Se refiere a la afirmación de Alfred North Whitehead, de que toda la filosofía occidental no sería sino una serie de notas al pie de la filosofía de Platón; refiriendo así el desarrollo de esta a la fundación de la tradición idealista por Platón, en detrimento de la realista.


Saturday, July 2, 2022

The enigma of the hither isles

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The Princess of the hither isles is an allegory that titles a chapter of Darkwaters, a book from W. E. B.  Du Bois; it is also a chapter in a biography of the Black suffragette Adella Hunt Logan, written by a granddaughter of hers[1]. The interesting is that Adella and Du Bois were contemporaries, sharing cause and correspondence; both converging in the universe of Tuskegee University, she as a member and the other as a critic of its president, Booker T. Washington.

This confluence helps to understand, with the mediation of Logan, the relationship of Washington and Du Bois; which is complex, because it is not a direct confrontation, but about interests that still affect humanity. Everything is even more complex, when it is known that the hither isles is as the same university was known; becoming thus a complete world, capable of generating its own allegories, and to creates its own founding legend, with its own and sufficient consistency; and its effect, in this sense, will somehow reproduce that of the eastern islands on North America, with its Gullah Geechee culture.

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At some point, and as an allegory within the allegory, the hither isles is what reality is called; at least in the opening chapter of that biography, in what seems like a Cherokee legend[2]. It seems easy to establish this link, of Tuskegee University with a reality of value and consistency of its own; but in that legend, this reality has the same perverse nature as evil in Christian Manichaeism.

That makes sense, if the hermeneutic universe of black existentialism is born in Protestant denominations; that recovered with their rigorism that Manichaean sense of morality, relativized by Catholic pragmatism as its corruption.  However, beyond all that –and paradoxically– these hither isles acquire another connotation of their own; this time of extreme pragmatism, in that non-legendary foundation of the political contradiction that was the Tuskegee universe.

This would be imprinted by the cordiality of Frederick Douglass toward the Logan, like the people of these isles[3]; making of them not a conceptual abstraction, like reality itself, but a concrete and punctual reality. It would be the Tuskegee universe, with everything and the ambiguity of that Cherokee imaginary, on which it is founded or not; because it would work as well as the dasein in which the (black) Being is realized, in the tension that relates those contradictions of his.

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If the original legend is deeply Manichean, Du Bois's allegory is not, with all its moral sense; even less so is the extreme experience that Douglass recognizes in Tuskegee, as the people in which this reality is performed.  Ofcourse, with this perspective, Du Bois's allegory would refer to the Logan as the princess of these hither isles; which is not important, because her function –as an allegory– is reflective, not historical but ontological in its punctuality.

In Du Bois, the (absolute) ideal of this princess is contradicted by the vulgar pragmatism of the prince of there; in whom it is not difficult to recognize the president of Tuskegee, also allegorical and in his reflective function, also because his punctuality.  However, not even Du Bois manages to reduce this contradiction to this direct tension of them, even in that moral sense; but it becomes pragmatic in its own sufficiency, by alluding to that dramatic personality of the Logan, who was not only black but much more.

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Du Bois —pretentious in his idealism— can present himself as the beggar of his allegory; who enigmatic mediates between the princess as reality and the prince as effective power, which he assumes is pretentious.  However, both of them —the beggar and the prince— are related by her, who subtracts their absolutism with her own scope; this would be the spectacular function of the new black thought —figured in Logan as the reality—, as a reorganization of the hermeneutic universe of the West.

It is a correction of the reductionist vice, with which the West fails to illustrate the grace as a possibility with realism (pragmatic); which is the problem of the idealistic tradition, becoming like neo-Christian humanism, from the Apotheosis of enlightenment. The problem then goes to the root of the West, redeemable in this New Black Thought as transcendental realism; just because of the pragmatism with which it manages to reconcile the problems of reality in their punctuality, not in the abstractions of their elitism.



[1] . The princess of the hither isles, Yale University Press/ 2019

[2] . The people who can fly, chapter one (Ibdem)

[3] . The hither isles, chapter six (Ibdem)

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