Yadira Álvarez Betancourt, el prospecto
Por Ignacio T. Granados Herrera
Cuando Daína Chaviano publicó en
Cuba las Fábulas de una abuela
extraterrestre, la influencia de Ray Bradbury era muy clara en ella; pero
también era claro que se trataba de una bifurcación, en la que la entonces
promesa de la ciencia ficción cubana derivaba hacia la fantasía heroica. No que
eso no lo hubiera en el norteamericano, sino que su sentido era más existencial
y crítico, hasta cínico en su moralismo; mientras que la joven Daína, más
alegre y despreocupada, también bebía positividad en la tradición mitológica de
los países al norte de Tolkien y su Señor
de los anillos. Sin embargo, por eso también la imaginería de Chaviano era
un poco ingenua en su riqueza, abundaba en gratuidades sin mayor sentido; y sus
historias salvaban todo aquel imaginario en las dramaturgias cerradas que sólo
podía darle la sequedad del norteamericano, pero no mucho más. Yadira Álvarez
Betancourt es una feliz confluencia, que vuelve a reunir la frescura de la
Chaviano —que es ya una tradición autorizada— con la dramaturgia cerrada de
Bradbury; no que beba directamente de ellos, pero que cualquiera sea la vía los
continua y los vuelve a relacionar, desde aquella bifurcación en que la cubana
se alejó despreocupada.
Yadira entrega así una serie de cuentos
largos —que es la dimensión original del cuento—, en las que el elemento de
ciencia ficción tiene la nobleza de la fantasía heroica; pero en las que sin
embargo administra su imaginario con una sobriedad digna de reverencia, quizás
porque ya el mundo ha perdido demasiada ingenuidad para repetir a Tolkien en
gratuidades. Lo cierto es que cualquiera sea el motivo —que debería ser la
salvaguarda de toda crítica—, Yadira Álvarez es una lectura fresca y novedosa,
que explota todas las posibilidades reflexivas de la ficción; lo que no es
poco, en un mundo en que la literatura ha usurpado la función discursiva del
periodismo —o los periodistas han usurpado el glamour literario— y languidece
en un realismo banal. Álvarez Betancourt cuenta además con la singularidad de
los que pertenecen a la tierra de nadie en Cuba, lo que le permite cierta
autenticidad; en el sentido de que no participando del oficialismo ni la
disidencia, forma parte de esa realidad que todos se disputan sin consultarla,
y que guardan la potestad sobre sus propias vidas en la apariencia neutral del
gris. Betancourt es por eso, muy probablemente al menos, el mejor prospecto
para tentar las posibilidades reales de un mercado literario cubano; que sin
los vicios de procedimiento de todo bando en pugna, exige alguna objetividad
que corrija tanto voluntarismo, devolviendo a la literatura su sentido
original.
Este es entonces el próximo
proyecto editorial en que está trabajando EdItPar, sin más fecha que la del
cuidado que lleva un trabajo hermoso; en el que no se puede estar introduciendo
técnicas de edición sin estropear de alguna forma la languidez de una prosa
aparentemente funcional, que en realidad encuentra las texturas de su drama
hasta en la gramática. Este es probablemente el proyecto más atrevido de
Ediciones Itinerantes Paradiso, que no es precisamente prolífico en ellos; y
puede que hasta marque un retorno temeroso a la edición tradicional (paper
back), para tensar un poco las posibilidades del mercado cubano dentro de la
isla misma. No obstante, todo eso es confusa proyección más que plan, y lo
único concreto es el esplendor de esta dramaturgia leve y honda que depara Álvarez;
en una serie de narraciones que alimenta hasta la otra fantasía de recuperar la
edición por suscripciones, en unas entregas que alimenten con vivacidad el
moribundo mercado de nuestras ilusiones.
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