Elogio del artista ya no adolescente
Ahí es donde entra Arrechea,
doblegando las formas para explorarlas en su residualidad, más allá del sentido
original; haciéndolo contradictorio en lo inconvencional, porque el arte
contemporáneo apuesta al sentido del sin sentido. El problema del arte
contemporáneo es que esa intuición no funciona en la plástica como en la
literatura (Lewis Carroll); simplemente porque en la plástica es más
susceptible al ego del seudo intelectualismo, como no lo admite la literatura.
No por gusto, hasta europeos
curiosos observaron esa persistencia del sentido en las culturas africanas;
como una protesta contra el dogma cartesiano, que ya mostraba su fatiga a
principios del siglo XX. De ahí la madurez del artista, que puede experimentar
en sus propias referencias, no importa si consciente de ello; porque lo que
importa sería que haya sobrepasado la tormentosa adolescencia, y puede observar
al mundo.
El concepto del conceptualismo contemporáneo
es un sin sentido, incluso sí reconoce la existencia de la forma; porque la
base del arte —en tanto reflexivo— es la forma y no el concepto, dándole
sentido propio, como funcional. Lo original en casos como el de Arrechea, es
que extraen este sentido propio de la forma, haciéndolo forma; ya desde esa
manifestación suya como residual, una vez que está se agota en su función
representativa.
En esta secuencia ontológica, la
trascendencia no existe en sí misma, sino como condición propia de lo inmanente;
que lo es en tanto formal, y siendo en esta forma suya que reside su
trascendencia, como su proyección. Pero todo ese desaguisado es comprensible,
pues se trata de la apoteosis última del racionalismo moderno; en crisis como
postmoderno, desde la sorpresa genuina de los abstractos y surrealistas que
inauguraron lo postmoderno; pero definitivamente, no en el mimetismo de los que
parten de esa contradicción (experiencia) como nuevo dogma (conceptual).
En esto consistiría el sentido de la forma, con casos como este de Arrechea, en el que se alarga y recrea; en otra proyección formal de esa consistencia suya, que crea otras formas, en el vértigo de la circularidad. Habrá otros, como el de Cundo Bermúdez o Víctor Manuel, en que la forma se repite agotándose en sí misma; que serán también legítimos, aunque uno sea más intelectualmente atractivo que el otro, por la experiencia; al menos en tanto este otra valide esa calidad suya como suficiencia formal, sin seudo intelectualismos.
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