Friday, August 26, 2011

Ars Poetiæ

A Julian del Casal


Los ojos negros del Diablo me han visto
y petrificado le sostengo la mirada;
no es miedo, de hecho se asombra
de esta osadía en que persisto
como estatua de gesto detenido
en un perfil de arena que se junta y fue mármol
para el bardo que me hizo así
patético e inmortal
bajo ese fulgor acechante que me ha encontrado.

No es miedo sino pánico, fascinado
ante esa belleza de su horror
como la vuelta que descubre el monje en la abeja
que ensimismada ni sabe que es abeja.
El Malo, cuando mira, hiere, mas no mata, es la nada
que nada puede condensada en su obcecación;
en cada pestañazo retira la lanza cruel
para volverla a clavar al alzar los párpados,
y cada vez una gota de sangre se cristaliza
entorchando el pecho heroico de medallas
cuyo fulgor embellece a la estatua

Cien mil ratones sucios
hacen el milagro de su cuerpo inmenso
y hondea los gritos de doncellas degolladas
como luenga cabellera que le cuelga;
su boca, un crimen nefasto, su cuello, una blasfemia;
su vientre amplio un campo de exterminio
y su nariz, un niño incomprensiblemente muerto.

Pero lo más terrible, lo más hermoso, esa obscenidad
con que sigue mis pasos, no importa si quedos, cada uno
un escándalo en la rosa pútrida de su oído;
es una fatalidad, así lo quiso
el bardo noble que me hizo para sí.

El Diablo me ama, mas no puedo ser suyo
pues soy del bardo noble que me hizo para sí, enamorado
de su imagen y semejanza.

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