Monday, October 14, 2013

La necesidad de escribir, o La cultura como culto

Con el desafortunado nombre de La necesidad de escribir, la editorial Betania ha publicado el segundo libro de ensayos de Julio Pino Miyar en formato electrónico; pero el nombre es engañoso, ahí lo desafortunado, pues sugiere sentimentalista otro bodrio de esos que hace de la cultura un culto espurio. No es el caso, aunque sí se trate de un libro que centra en la cultura su culto; sólo que lo hace con la densa majestuosidad de las grandes liturgias que añora, haciendo que ese culto sea verdadero. No obstante, el culto de Pino Miyar es problemático, aunque no sea espurio y sea además de ello bello; y es precisamente su afectación, que sin llegar a la falsedad no obstante se enmarca en esa modernidad que ya es vieja y resulta por tanto desfasada. A saber, uno imagina este libro medio desastrado, y su lector con pipa y bufanda en un café de París o Bruselas; no ciertamente en una cuidada y reluciente tableta —el formato es electrónico— en manos de un imberbe y sano jovenzuelo que viaja en un bus o descansa simplemente en la playa de un pueblucho cualquiera.

Ese es el problema, aparte de cierta insistencia del autor de escribir ensayos literarios en primera persona; lo que no siendo de valor testimonial generalmente, suena a profesoral dictado o exhibicionismo, que por legítimo que sea resta siempre densidad. Eso hubiera sido interesante si se tratara a sí mismo como sujeto dramático, que nos hace recorrer las marismas de su compleja y finísima cultura; como por cierto no lo hicieron ninguno de los grandes a los que sin dudas venera, desde Cortázar o Lezama Lima a Juan Ramón Jiménez o Unamuno; a los que se les respira constantemente, como goteando de sus páginas rebosantes de referencias deliciosamente informales. Ese es exactamente el problema, que veda el disfrute de un pulso tan romántico, capaz de imágenes verdaderamente escultóricas; y no es un pequeño problema, porque alcanza a explicar por qué y cómo esa cultura tan grande se desfasa hasta la más absoluta disolución.

El primer ensayo, que es el que da título al libro, es una suerte de densa aproximación a Rayuela; lo hace enfatizando el culto —siempre el culto— que ya es propio de esa novela y que a ratos la hace más incomprensible que la intención de su autor. Tópicos en general espesos y giros complejos, quizás demasiado para un tratamiento tan clásico… o quizás clasicista; así también otros acercamientos, no menos bellos y asombrosos, pero generando igual las mismas dudas y cierta aspereza por el manierismo. La necesidad de leer es un hermoso libro, que cojea por la enorme omnipresencia de su autor; quien se sienta en el medio reclamando la atención del lector con gestos de aparente displicencia. No obstante es una lectura recomendable, siquiera para recordar a los anodinos hiperrealistas que es posible la belleza en la literatura; no sólo eso, que su sentido mismo es el de la ficción formal y no la mera crónica en que se repita la misma vida que acontece todo el tiempo a todo el mundo.

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