La necesidad de escribir, o La cultura como culto
Con el desafortunado
nombre de La necesidad de escribir,
la editorial Betania ha publicado el segundo libro de ensayos de Julio Pino
Miyar en formato electrónico; pero el nombre es engañoso, ahí lo desafortunado,
pues sugiere sentimentalista otro bodrio de esos que hace de la cultura un
culto espurio. No es el caso, aunque sí se trate de un libro que centra en la
cultura su culto; sólo que lo hace con la densa majestuosidad de las grandes
liturgias que añora, haciendo que ese culto sea verdadero. No obstante, el
culto de Pino Miyar es problemático, aunque no sea espurio y sea además de ello
bello; y es precisamente su afectación, que sin llegar a la falsedad no
obstante se enmarca en esa modernidad que ya es vieja y resulta por tanto
desfasada. A saber, uno imagina este libro medio desastrado, y su lector con
pipa y bufanda en un café de París o Bruselas; no ciertamente en una cuidada y
reluciente tableta —el formato es electrónico— en manos de un imberbe y sano
jovenzuelo que viaja en un bus o descansa simplemente en la playa de un
pueblucho cualquiera.
Ese es el problema,
aparte de cierta insistencia del autor de escribir ensayos literarios en primera
persona; lo que no siendo de valor testimonial generalmente, suena a profesoral
dictado o exhibicionismo, que por legítimo que sea resta siempre densidad. Eso
hubiera sido interesante si se tratara a sí mismo como sujeto dramático, que
nos hace recorrer las marismas de su compleja y finísima cultura; como por
cierto no lo hicieron ninguno de los grandes a los que sin dudas venera, desde
Cortázar o Lezama Lima a Juan Ramón Jiménez o Unamuno; a los que se les respira
constantemente, como goteando de sus páginas rebosantes de referencias
deliciosamente informales. Ese es exactamente el problema, que veda el disfrute
de un pulso tan romántico, capaz de imágenes verdaderamente escultóricas; y no
es un pequeño problema, porque alcanza a explicar por qué y cómo esa cultura
tan grande se desfasa hasta la más absoluta disolución.
El primer ensayo, que es
el que da título al libro, es una suerte de densa aproximación a Rayuela;
lo hace enfatizando el culto —siempre el culto— que ya es propio de esa novela
y que a ratos la hace más incomprensible que la intención de su autor. Tópicos
en general espesos y giros complejos, quizás demasiado para un tratamiento tan
clásico… o quizás clasicista; así también otros acercamientos, no menos bellos
y asombrosos, pero generando igual las mismas dudas y cierta aspereza por el manierismo.
La necesidad de leer es un hermoso libro, que cojea por la enorme omnipresencia
de su autor; quien se sienta en el medio reclamando la atención del lector con
gestos de aparente displicencia. No obstante es una lectura recomendable,
siquiera para recordar a los anodinos hiperrealistas que es posible la belleza
en la literatura; no sólo eso, que su sentido mismo es el de la ficción formal
y no la mera crónica en que se repita la misma vida que acontece todo el tiempo
a todo el mundo.
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