Thursday, November 21, 2013

Wondering about the cuban's literary legacy!

En una edición de la Feria Internacional del Libro de Miami coincidió la edición del 40 aniversario de un libro de José Lorenzo Fuentes con la misma edición de uno del mexicano Carlos Fuentes; hube de convencer a la FIL de que no dejáramos pasar la oportunidad de exhibir un clásico nuestro como si iba a hacer la Feria del libro de Guadalajara con el mexicano.  Logré acaparar la presentación colectiva de modo que manipulando el discurso destaqué esa presencia de José Lorenzo Fuentes; no conseguí, ni había manera de conseguirlo, que fuera una presentación única, sino sólo destacarlo del tumultillo que integraba. Más adelante, en otra edición, hube de convencer a la FIL Miami de que cumpliéndose el primer aniversario de la muerte de Lorenzo García Vega debíamos concentrarnos en un homenaje; no pude ir, pero se usó el evento de homenaje para la presentación de un libro secundario sobre Vega, y los correspondientes elogios de su autor.

Wondering about, la cuestión es por qué la fatiga constante de tener que andar corriendo tras los eventos para convencerlos y hacer cambios; la respuesta es que se trata de una cuestión meramente natural, una condición que sobrepasa incluso la calidad de las letras y alumbra sobre los nombres. Ni José Lorenzo Fuentes es Carlos Fuentes, ni en las letras ni en la altura, ni García Vega es un clásico para otra cosa que la ansiedad cubana; y esas comparaciones de la Oliver Labra con la Agostini —cuestión de temperaturas— o la más escandalizante de la caribeña Marruz con la ibérica Zambrano, no pasarían de nuestro hiperbolizativo uso de la hipérbole; y todo eso determinado a su vez por el contexto, una cultura nacional que se regodea en lo mezquino y lo pobre, achicando incluso lo que en principio pudo ser grandioso.

Esto último sería como una fatalidad que lo permea todo y corrompería hasta al genio más genuino, dígase Virgilio Piñera o José Lezama Lima; y de la que sólo habrían conseguido escapar personalidades verdaderamente excepcionales, que en vez de entretenerse en el murmullo tuvieron la suficiente visión o desinterés para isolarse en el silencio. Ningún nombre fuera de la Loinaz me viene a la cabeza, pero debe haber otros —como sus hermanos— que sólo que más radicales aún se perdieron para el mundanal ruido; lo que no será de lamentar, tiempo habrá —es posible— en que la cultura cubana madure, y entonces el descubrimiento de esos grandes permita un rescate decoroso.

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