Thursday, April 12, 2018

El problema del arte contemporáneo, resuelto de una vez y por todas


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Primero que todo, habría que partir de la distinción de que el arte contemporáneo no tiene problema alguno; la contemporaneidad es un período que se extiende desde las vanguardias históricas, y se puebla de buen y mal arte, como todo período. Es decir, buen y mal arte ha habido siempre, pero era fácil distinguir entre ellos, pues sus convenciones eran absolutamente formales; en cambio, desde que apareciera el arte conceptual, y la separación convencional del contenido como distinto de la forma, la historia es otra. No obstante, aún en esta extrema ambigüedad, el problema sigue siendo del mal arte contemporáneo; que siquiera en el caso del conceptualismo, fallaría a esas convenciones —todavía formales— que lo determinan.
"Perfect lovers", de Félix González Torres
Tómese por ejemplo una pieza típica, como Perfect lovers, y se verá que el concepto está reducido a un cliché; que no sólo es inexacto en su principio —sin necesidad de entrar en el escabroso tema de la definición del amor—, sino que además es recurrente en su reductivismo. Esa pieza, para seguir con el ejemplo, no es sino una idea recurrente, que en ello mismo carece de la excepcionalidad que singulariza a una obra de arte; de donde que teniendo su única cualidad en su carácter conceptual, y siendo este fallido, pues comunica su falencia a la obra misma. Sin embargo, este análisis crítico —que es obvio por demás— no se tiene en cuenta, porque la obra no está supuesta a ser criticada.
Se trata en todos los casos de postulaciones negativas, que deben ser aceptadas acríticamente en su supuesta subjetividad; obviando esa otra falencia recurrente de la subjetividad, que haría de la obra un objeto no transable y sin valor. Esto dejaría en claro que el problema con el mal arte contemporáneo proviene de la distorsión del mercado; no de la evolución y desarrollo del arte en sí, que persiste en sus propios valores transaccionales (positivos) a través del buen arte contemporáneo. Es esto lo que solucionaría el problema, al enmarcarlo en la reconfiguración del capitalismo a través de sus determinaciones económicas; que repercutirían en el arte, como en todas las otras facetas de la cultura, con su respectiva distorsión. 
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Así, la graduación masiva de especialistas en arte con nivel universitario, no haría sino alimentar la burocracia del arte; que organizándose en el modelo corporativo, se preocupan por su propio status como función subestrural en la organización política de la sociedad. De hecho, si se observa bien, el auge de este mal arte contemporáneo (post-conceptual) se debe concretamente a las prácticas curatoriales; que siendo propias de estos especialistas, medran alrededor de las subvenciones económicas y los fondos públicos; a los que además atraen a los artistas alimentándoles el ego, en una maniobra típica de la cultura corporativa de la economía postmoderna con su idea peculiar sobre el éxito personal. 
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Curiosamente, el resultado es una reacción virulenta pero igual de inconsistente y deshonesta, en una suerte de guerrilla purista; cuya falacia puede verse en el carácter binario y hasta proporcional de sus cuestionamientos, tratando de aprovecharse de la situación. Estos últimos se escudan tras los argumentos legítimos de críticos consistentes, a los que así deslegitiman con sus manipulaciones; porque el problema real proviene de la configuración del mercado y no del arte mismo, como el dedo invisible con que Plutón atormenta a Sísifo.

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