Sunday, December 29, 2019

Sergio & Serguéi


Todo el mundo sabe que en las arenas del cine cubano, se enfrentaron las dos tendencias con que despuntaba el cine contemporáneo; la victoria indiscutible fue para el neorrealismo proveniente de Italia, sobre la nueva ola francesa que trataba de imponerse desde una posición intelectualista. Ernesto Daranas es una virulenta erupción de esa visión dramática de la realidad, propia de aquella nueva ola; no la primera pero sí la más consistente y poderosa, con una trilogía que culmina en el experimento magnífico de Sergio & Serguéi.

La película tiene que superar la primera dificultad de su contexto, que la sumerge en la sospecha de las concesiones políticas; con un rango internacional hasta ahora no habitual al cine cubano —Daranas incluido— y en medio de un acercamiento controversial entre las administraciones cubana y norteamericana. La trama prueba un triángulo improbable, entre un medio espía norteamericano, un cosmonauta ruso y un radio aficionado cubano; la sospecha es la de una percepción discurso político, con sus consiguientes manipulaciones populistas. 

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Hay que conocer la personalidad de Daranas y concederle un voto de confianza, aunque eso no significa que nos conducirá a esos dramas que le son habituales; esta vez construirá un monstruo cinematográfico, que balancea dicho dramatismo con una farsa teatral —muy Brecht—, y todo cuajado de símbolos, unos más herméticos que otros. El equilibrio es asombroso, acentuado por una colorización inteligente, que lo sobrepone al culto de las ruinas habaneras a que es tan susceptible por sus historias; y las actuaciones son todas brillantes y mesuradas, elegantes en esta mesura, que no roban sino conceden mayor protagonismo al guion.

Entre las actuaciones, inusitadamente brillante para un filme cubano, destaca la de la niña Ailín de la Caridad Rodríguez; sobre todo en la transición simbólica que ocurre entre su personaje y el de su abuela, al pie del altar de Oshún. La más esplendorosa quizás sea la de Héctor Noas, al menos para quien lo ha podido seguir en sus encarnaciones sucesivas de la filmografía de Daranas; desde el chulo religioso de Los dioses rotos, al hombre golpeado por la vida y el desplazamiento de Conducta; aquí es un hombre maduro, sensibilizado por su propia circunstancia, en una de las performances más densas y serenas del cine cubano.

Noas, por supuesto, es denso y sereno en esa densidad, de ahí proviene la fuerza que impone a sus personajes; incluso si se trata de personajes menores de actuaciones especiales, que no pueden escapar a la gracia que tiene para el movimiento. Su mejor paralelo quizás no sea el mismo Ron Perlman, que reduce su plasticidad aquí a una simple actuación decente pero genérica; sino la inolvidable Ana Gloria Buduen, con una capacidad histriónica capaz de sostener incluso la elipsis simbólica de Oshún, el personaje que no se ve.

Soy Cuba (reseña)
El elemento político de la trama es sinuoso y tiene peso específico, pero como otro personaje de la farsa y no como discurso; por encima de ellos está la humanidad que Daranas siempre ve, y con la que consigue una comprensión cabal de la realidad. En este sentido, está claro que en este triángulo lo que importa son los catetos, los personajes de Sergio y Serguéi del título; no la hipotenusa de Peter, el norteamericano que les sirve a estos de instrumento para desarrollar la historia. Pero no debe olvidarse el contraste grandioso de este drama en su contrapunteo farsesco, que es con la policía política del país; una clave humorística que el director no había dejado ver, y que junto a su manejo0 panorámico lo presenta en su total madurez.

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