Tuesday, April 18, 2023

Passing

Este es un filme extraño, que deja experiencias mixtas, de la exaltación estética a una dramaturgia eficiente; lo que es ya raro, pues como adaptación de una novela (1929), debería tener esta dramaturgia resuelta. No ocurre así precisamente por el exceso estilístico, que la lengua inglesa no permite en su sintaxis norteamericana; pero que el cine sí estimula, por las posibilidades esteticistas con que la fotografía afecta al drama.

Passing habla de dos amigas negras, que se reencuentran en una Nueva York sujeta por las leyes de segregación; y una de las cuales pasa por blanca, en uno de los dramas existenciales más recurrentes de la cultura norteamericana. Eso puede resultar un poco artificioso para otras culturas fuera de la norteamericana, más laxas en su racismo; pues en verdad, el racismo norteamericano es virulento y reforzado por el rigorismo político, en una mezcla extraña y explosiva; que une la simplificación racional a la ferocidad de una clase depauperada, como la temprana migración irlandesa, en competencia con los negros emancipados.

De ahí el minucioso código de la gota de sangre negra, que desalienta y castiga cualquier esfuerzo de integración; dando lugar a dramas como este de Passing, ya tan temprano en el cine como en 1934, con Imitación de vida. Lo cierto es que el dilema tampoco es comprensible, por la perniciosa reducción del negro a su clase más económicamente depauperada; en la que no existe esa franja de ambigüedad política y económica, en que las personas se relacionan más allá de su raza.

La película no resuelve ese contexto, desbalanceando su dramaturgia, recreándose en su suprematismo moral; aunque sí consigue romper el estereotipo del negro indigente, con una burguesía relativamente próspera y snob. La novela original desarrolla el impacto existencial de la contradicción, cuando la persona miente sobre sí misma; pero la película falla en resolver eso, con una simple superposición indiscriminada de elementos no directamente relacionados entre sí.

Ejemplo de esto, la reticencia de la protagonista a enfrentar familiarmente el dilema en su dimensión política; tratándose como se trata de una activista social, envuelta en una organización que recuerda a la NAACP. Puede que el objeto sea una crítica al snobismo y las limitaciones de la burguesía liberal negra, por su falta de compromiso; que no sólo no volcó sus recursos —tampoco es que tuviera muchos— en su propia comunidad, concentrada en su propio elitismo.

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Tampoco ayuda el casting de las protagonistas, con dos actrices que difícilmente pasen nunca por blancas; algo irrelevante en el teatro o la televisión, pero no en el mayor realismo del cine, por las convenciones a que responde. Eso y la histérica volatilidad del contexto político actual, atenta contra una percepción serena del filme; que de otro modo habría podido canalizar un drama poderoso en su dramatismo, con solo dedicarse a ser cine.

El filme sí descuella en la deslumbrante fotografía, sacando lo mejor del blanco y negro, y la recreación epocal; aunque eso redunde en la mayor lentitud de una dramaturgia mal resuelta, que da la sensación de vacuidad. Ese puede ser el problema de la excesiva estetización del drama, cuya violencia original no requiere poética; como un falso estilismo del cine negro, que se resuelve en su propia inconsistencia existencial, tratando pasar por (blanco) intelectual. Es el mismo exceso que adensa innecesariamente experimentos interesantes, como el de Hijas del polvo (1991); y que en ello ponen en duda esa consistencia que reclaman, en el desdén por sus propios elementos dramáticos; que no son intelectuales sino existenciales, reproduciendo la contradicción que afecta al intelectualismo norteamericano, en su artificiosidad.

En definitiva, no es casual que sólo en la alta clase media —y las que pretenden integrarla— florezca esa ensoñación idealista; pues es la que tiene recursos que malgastar en ello, o para distorsionar su percepción de lo real, con la falsa prioridad del no menos falso humanismo. La soslayada referencia a la NAACP en esta película puede recordarlo, justo por la ambigüedad política de su origen; como esta falsa burguesía de Harlem, que falla una y otra vez en comprender sus propias contradicciones.

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