Sunday, March 31, 2024

El problema negro con la revolución cubana

El problema con la revolución cubana es que, como toda, se justifica a sí misma y en sus propios parámetros; de modo que reordena la historia, en una comprensión que la justifica trascendentalmente, igual que las religiones. De hecho, todo esto ocurre a partir de la Modernidad, en que la política asume el carácter doctrinario de las religiones; y con ello asume la función super estructural que les es propia[1], despojando a la cultura de su valor existencial.

Respecto a la revolución cubana, esto significa su reordenamiento de la historia en un sentido ideológico; que funcionando como un mito fundacional, la va a legitimar en su comportamiento político como trascendente. El problema de todas estas justificaciones, es que son propias del trascendentalismo histórico de la tradición idealista; y en ello no comprenden el problema básico de la dialéctica, como reducción maniquea de la realidad, que en ello no puede comprenderla. En este caso específico, porque desconoce las determinaciones de lo real, en su compresión de lo histórico; quedado como político antes que existencial, violenta las determinaciones efectivas de esa historia, en la ideología.

De cualquier modo —y consciente o no— este es un proceso político con repercusiones existenciales, no a la inversa; que así va a responder a las determinaciones políticas —no existenciales— de la sociedad cubana, distinta de su cultura. La cultura y la sociedad cubana divergen desde la misma determinación de la segunda, en la gesta de independencia; que desconociendo la voluntad popular del país en su relación con España, impone el nacionalismo como principio fundacional.

El problema es la violencia intrínseca a la cultura política cubana, desde el origen en el voluntarismo de sus patricios; que como verdaderos señores de la guerra, van a dirimir sus diferencias con esa violencia y la manipulación popular. Esto, sumado a la creciente diferenciación racial de la economía, acrecentará esas contradicciones ya típicas; que revienta en conflictos sistemáticos, como las sucesivas revoluciones y golpes de estado, comenzando en 1906.

En estos conflictos, destaca la Masacre de 1912, que culminó sangrientamente al Partido Independiente de Color; imponiendo un giro que marginará definitivamente a los negros, como fuerza emergente en la tradición política; y cuyo desarrollo, bien que contradictorio y difícil, había llevado a uno de ellos a la presidencia del senado[2]. Los negros desde entonces tienden a integrar las filas del Partido Comunista en política, que sume su patrocinio; como es propio del liberalismo moderno, en tanto lo subordina a su propia causa política contra el capitalismo[3].

Este es el estado nacional en el que triunfa la revolución cubana, pero —al menos en principio— como una revolución burguesa; que se da contra la dictadura de Fulgencio Batista, por parte precisamente de esa alta burguesía, por su carácter popular antes que populista; como sí es en efecto esa burguesía, en su contradicción de este carácter popular de la política que eructa con la violencia batistiana. Véase que el mismo proceso revolucionario es tan violento como el batistiano, sólo que justificado en su trascendencia; que es donde las fuerzas comunistas lo copan, organizándolo ideológicamente, en el mismo sentido de la teología cristiana.

En este sentido, el avance de los negros se ve definitivamente interrumpido, por la fuerte corporativización política de la sociedad; que respondiendo a las directrices políticas del comunismo, no permite desarrollos individuales como los que lo habían permitido. Eso no se debería a un carácter racista propio de la revolución, pero sí a la naturaleza racial de su burguesía; que siendo la que alimenta la revolución e integra su estructura política, reproduce el comportamiento típico.

Este proceso es además interno, no visible al mundo exterior a Cuba tras la cortina ideológica del socialismo; que en su lucha contra el capitalismo, se subordina todas las contradicciones propias de la sociedad moderna. Es así que, alineada al anti capitalismo liberal, la emergencia política del negro norteamericano no accede a esta realidad; teniendo que lidiar contra su patrocinio por ese liberalismo, que lo subordina a sus propios intereses políticos.

En todo caso, la ineficacia del gobierno cubano no sería ideológica sino práctica, por su incapacidad económica; y esto es lo que lo hace políticamente ilegítimo, al justificar esta incapacidad en la ideología sin resolverla efectivamente. Sería en esta contradicción que los negros sean especialmente afectados, dada su propia precariedad política; en la que carecerían de los recursos necesarios para sobreponerse a la misma, por la desproporción endémica de su pobreza; que predando a la revolución tenía alternativas individuales, frustradas en esta fuerte corporatividad del socialismo.


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