Sobre la estructura política de la sociedad y sus funciones subestructurales
La super estructuralidad de la religión es un concepto materialismo, que asigna un valor infraestructural a la economía; sin embargo esto sería erróneo, ya que tanto la religión como la economía cumplirían una función en el valor estructural de la cultura; siendo esta la naturaleza específicamente humana en que se reorganiza la realidad, con su redeterminación en este sentido. De ese modo, no sería posible algo humano que sea a su vez super estructural, sino que todos serían infraestructurales; cumpliendo de hecho una función económica, con la organización de la cultura, por la relación de estas funciones entre sí.
De hecho, la religión
habría sido la primera organización económica de la sociedad, con su
distribución de recursos como capital; que luego se especializaría en sus
diversas funciones, con el desarrollo paulatino de la sociedad, como político.
Es aquí que esa función infraestructural primera de la economía, como determinación
política de la sociedad, pasa a ser super estructural; pero no en su carácter
sino sólo en su función efectiva, ya que seguiría respondiendo a esta
naturaleza cultural originaria suya, en la identidad religiosa; pero desplazada
por el comercio como función propiamente económica, en la primera contradicción
en el desarrollo político de la sociedad.
Esto se debería a que
estos desarrollos son diacrónicos y no sincrónicos, confluyendo en su
determinación de la sociedad; que como política, surge de la contradicción en
que se relacionan estas subestructuras suyas, en sus respectivas funciones como
supra e infraestructural. Esto separa esos caracteres de sus respectivas
funciones, en tanto ambos son propios de la estructuralidad de la cultura; pero
diferenciados en su función especial, como respectivamente supra e infraestructural,
generando esta contradicción como política.
Como resultado, es con
la especialización del comercio que la determinación económica de la cultura
difiere de la religiosa; pero ambos son de naturaleza económica, en el sentido
primario del concepto, como orden interno o estructural. Así, es aquí donde la
cultura reproduce artificialmente el proceso de desarrollo de la realidad como
naturaleza, con su sentido histórico; dando cabida a la dialéctica, como una
forma de entender todo este proceso como histórico, pero no en una
determinación efectiva de la historia misma.
Esta sería la razón por
la que el Materialismo Histórico distorsiona la comprensión de la realidad,
como un falso realismo en su naturaleza idealista; ya que no puede comprender
la naturaleza trialéctica y no dialéctica de la realidad, entendiendo la
realidad desde esta naturaleza política —y no existencial—. Esa habría sido la
comprensión original de la realidad proporcionada por la religión, en su
función económica primaria; pero se pierde con su desplazamiento, en la
especialización de esta función económica por el comercio, y su inversión de
las determinaciones políticas de la sociedad.
Esto no debe verse como
una apología de las determinaciones religiosas de lo social, en la cultura como
realidad en su naturaleza humana; sino como una comprensión de los problemas
reales de la dialéctica en esta comprensión de la realidad, susceptible por lo
tanto de corrección. Esto es lo que permitiría un cambio de parámetro, de dialéctico
a trialéctico, como más adecuado a la naturaleza propia de lo real; formulado
—al menos como intuición— en todas las tradiciones religiosas, en la
recurrencia sucesiva de tríadas y trinidades.