Wednesday, February 27, 2013

Michelle Obama



No creo que Michelle Obama sea una mujer bella y glamorosa, pero creo que esa es la última cosa que uno debe buscar en el ser humano; es cierto que si no entra por los ojos no entra, pero también es cierto que no somos primates que respondan ciegamente al instinto. La belleza es relativa, pero eso no se refiere a lo de gustos y colores sino a su determinación misma; porque el gusto es un parámetro moldeado por la costumbre, y esta a su vez ha sido moldeada por el ejercicio del poder, que es concreto y no un ideal abstracto. La sra. Obama no es bella porque no entra en los cánones occidentales de belleza, y no hay otros para Occidente; eso es un absoluto, pero también es la verdadera victoria de una mujer que ha debido y sabido imponerse a una élite amanerada y fútil, que sencillamente tiene que aceptarla aunque ni sepa cómo.

Monday, February 25, 2013

El regreso del idiota



Parece que el trío inefable de la derecha intelectual latinoamericana retorna por sus fueros, con el sugerente título de El regreso del idiota; que no es una bitácora de su propio devenir en esos mares del pensamiento, sino otra crítica a la izquierda intelectual latinoamericana. Obviamente, no les ha pasado por la mente sagaz que el problema puede estar en ese ser intelectual latinoamericano antes que en ser de derecha o izquierda; ni mucho menos la otra falencia por la que en esos procelosos mares la izquierda suele ser la original, y la derecha apenas una reacción mimética. Esto último lo prueba aquella crítica agudísima y feroz del libro seminal, el Manual del perfecto idiota latinoamericano; que arremetiendo contra la retórica antropomorfista no tuvo en cuenta su valor [abstractivo] como legítimo recurso cognitivo, que antecedió a las ficciones del racionalismo reductivo; hasta el punto de que el mismo Carlos Alberto Montaner recurriera a ese mismo expediente, en un intento por pulir su propia falta de carisma en ese sentido con el título poco original de Las raíces torcidas de América Latina. Igual no debe haber servido de mucho, si este segundo libro reconoce haberse equivocado al presagiar la desaparición del perfecto idiota latinoamericano de izquierdas; lo que se comprende, si ya el presagio partía de la descalificación por principio, que es una de las arrogancias del intelectualismo moderno en su ignorancia sobre la plenitud del individuo.
 
El problema estaría en que el intelectualismo moderno es un producto natural de la Ilustración, que fue lo que parió a la izquierda; y persistir en esa simetría perfecta es entonces como una idiotez increíble y desmesurada, sólo achacable al intelectualismo mediocre de una derecha tristemente mimética en su falta de iniciativa. Todavía El regreso del idiota insiste en esa naturaleza suya como marca de retorno, y propone un Top Ten ara la reforma ideológica; recordando entonces que de mediocridades intelectualoides se trata, con ese anacronismo con que insiste en su modernidad. Nada más antropomorfista e ilustrativo entonces que ese padrinazgo que vuelve a lucir con la firma del más inefable aún Mario Vargas Llosa senior; que al fin y al cabo se trata de una civilización del espectáculo, y nada mejor entonces que apoyarse en el resentimiento del héroe que escalando tarde el Olimpo lo encontró vacío.

Thursday, February 21, 2013

Ponderaciones


Yo! any, composición gráfica de William Ríos

Uno de los problemas más serios con las multitudes populares quizás sea ese del emocionalismo, por el que se identifican con los discursos ya elaborados en su simpleza; y por los que indefectiblemente se les manipula, ya que el discurso con que se identifican es abstracto y no tiene mucho que ver con sus intereses, que son concretos e inmediatos. Se trata entonces de cómo les secuestran el espíritu a los pueblos, cambiando el oro de esa fidelidad por el espejito de una falsa trascendencia; que es necesariamente falsa por esa abstracción en que no pasa de ser un juego retórico, dirigido a calmar —no a satisfacer— las ansiedades de la gente a la que apela; y en la que al final, trátese del bando de que se trate, lo que se discute no es el interés real y concreto sino ese ideal elaborado por un illo de siete suelas, que hasta probablemente se crea su propio embauque.

Es en esa perspectiva que se entiende la tendencia popular a pronunciarse sobre las cosas antes que a ponderarlas, respondiendo siempre a una provocación; como en este caso de la polémica desatada por Yohani Sánchez y la puerilidad de un argumento que hasta resultó ser una ironía mal comprendida por las masas que hasta entonces la adoraban, y que aún así salieron —bien que nerviosas— en su defensa. El problema es entonces semántico [retórico] si se basa en esa confusión, que denota el distanciamiento entre la héroe y su sensible público; del que ella desconoce entonces esa sensibilidad extrema. No es entonces de extrañar que con ágil giro se arregle el entuerto, y que al final esas multitudes vuelvan al redil de la adoración; porque sobre todo se trata de satisfacción emocional, en la que destacan las atribuciones de testosterona a la ídolo devenida en tótem. La experiencia es repetitiva y por ello fácilmente predecible, con ese carisma al que son tan afectos los llanos pueblos; asombrando por esa misma puerilidad de que acusan a los otros —quienes quiera que sean— y descalificando lo que no pasaría de ser otra perspectiva. 

En efecto, lo extraño es esa fidelidad por la que los pueblos obvian sus intereses concretos e individuales en favor de las peregrinas ideologías; y risible esa discusión sobre argumentos tan poblada de términos emotivos y rasgadera de vestidos, además de las vulgares militancias. Antes que el mal entendido de la retórica de Sánchez ella habría mostrado otras falencias, puestas a un costado por el pueblo ávido de liderazgos; al que hay entonces que recordarle que “un pueblo que elige a corrutos no es víctima sino cómplice”, y aquí cuenta desde la fragilidad de su misma proyección excepcional y apresurada. Si su fabricación mediática roza el fraude por la manipulación, es porque desde el carácter no duda en esos falsos, lo que es grave; al menos tratándose de problema tan delicado y complejo, que afecta a tantas vidas de tan diversas formas, como es la intríngulis política de lo cubano.

Wednesday, February 20, 2013

Blancos tenían que ser



La política cubana es o ya debería ser cosa de blancos, porque va siendo hora de tratar al país con el mismo respeto que el país nos trata como grupo, de devolverle la prioridad que nos concede en la solución de los problemas. Pero eso es en lo que respecta a la política interna, su proyección internacional es otra cosa; nuestra nacionalidad es nuestra sin condicionamiento a compromiso alguno, no la pedimos sino que está ahí. Antes conviene referirse a una paradoja del enfrentamiento internacional entre las facciones, y es la paradoja de la izquierda; un grupo que ante la incapacidad y la insuficiencia del Capitalismo para autorregularse, no permite que se desarrolle la fuerza capaz de enfrentarlo con eficacia. 

Una vez ahí, cabría preguntarse entonces qué hay detrás de la tremenda fuerza de proyección de Yohani Sánchez; una fuerza falsa sin dudas, pero no menos arrolladora por ello, capaz de movilizar —cualquiera sea el modo— recursos y explotar el fácil emocionalismo de las muchedumbres ansiosas de trascendencia, como en el socialismo tradicional. Hay incluso una serie de dibujos animados, que hablan del empecinamiento del gobierno cubano; que sin embargo sólo contribuiría a legitimar a la figura a la que se opone, y que sin ese enfrentamiento no tendría relevancia alguna. Es decir, no importa el dinero ni los premios espurios, Yohani parece más una figura creada por el gobierno cubano que por ningún otro poder; por qué, esa es la cuestión que haría enarcar la ceja a cualquiera acostumbrado a hurgar en las bambalinas, que es donde se determinan las cosas con esa complacencia en que conviven todos… blancos tenían que ser.

Tuesday, February 19, 2013

Acerca de la izquierda internacional

El error de la izquierda internacional no es sólo el de ser casi siempre una izquierda caviar, con un amor ya kischt por el surrealismo y l’Île de france; sino el de persistir en el falso enfrentamiento de la guerra fría, que en verdad era entre el capitalismo industrial de los países capitalistas y el capitalismo corporativo de los socialistas.  Ese error de la izquierda tradicional consiste en la complicidad con las dictaduras siempre que sean fieles a su ideología, en vez de apelar al individuo; porque siendo siempre e indefectiblemente libre, este es el único que puede abogar por sí mismo; y ni traicionar ni ser traicionado, porque no es cuestión de ideales sino de intereses, y estos son siempre individuales. Si algo debería saber la izquierda internacional, es que el llamado socialismo real no fue socialismo sino voluntarismo dictatorial; que un verdadero socialismo tiene que surgir de nuevo, y tendría que provenir —como dijo Marx que se formaría el proletariado— de la depauperación de la clase media [burguesía] y no del lumpen emocional y pandillesco.

Mientras la izquierda persista en la confrontación directa, estaría desestimulando el crecimiento de la propia oposición interna del Capitalismo; es decir, estaría inhibiendo el pensamiento capaz de superar las graves contradicciones del gobierno del capital; que curiosamente, se hace inmune al emular al llamado Socialismo Real con su corporativismo represivo. Lo que desconocería esa izquierda internacional es la manipulación de que es objeto por esos remanentes del obsoleto socialismo real; porque estos saben que son un anacronismo en su propia persistencia en una utopía insostenible y represiva, y saben que el crecimiento de un verdadero proletariado daría al traste con sus tristes cesarismos.

Sunday, February 17, 2013

Lágrimas en la lluvia



Rosa Montero es una buena escritora, y en esta novela suya deslumbra con un juego tramposo y simpático; una trama inesperada y fresca, que habla mucho de esos recursos que la hacen interesante. Se trata de un drama de ciencia ficción, que narra los conflictos sociales y políticos entre la especie humana y los ya predecibles androides; en realidad, la trama es detectivesca y de espionaje, pero el paralelismo espeluznante logra explotar muy bien esos conflictos, haciéndolos impactantes y agudos. El título no aporta muchas pistas, es apenas una línea reflexiva e incidental; escogida obviamente por la necesidad imperiosa de un título sin mejores propuestas, lo que no importa mucho. También, una escueta explicación al final del libro resta impacto al maravilloso final; pero es obviable, como otra imperfección de las ya habituales al mercado contemporáneo con sus raptos de emocionalismo intelectual. Si el origen del exergo, que explica, hubiera quedado relegado a la intimidad a la que pertenece, el homenaje hubiera funcionado igual; sin dudas lo habría hecho más auténtico, menos exhibicionista e integrado perfectamente a la trama.

La novela rinde culto a la tradición cinematográfica y literaria del género, desde el mismísimo Julio Verne; e incluso a la especie androide se la conoce como replicante, aludiendo expresamente al filme Blade Runer, además de otros muchos elementos. Pero sobre todo, es una novela original en la concepción misma del conflicto; y no es ocioso recordar que incluso ciertas teorías religiosas atribuyen el origen de la humanidad a la aplicación tecnológica de una especie cósmica, a la que identifican con los dioses primitivos. En un momento, por ejemplo, la protagonista, que es un androide, discute con otra congénere; una menciona el peso del azar, la otra acosa "...el azar y la ingeniería genética"; ¿qué tal entonces el azar y esa conciliación teológica del llamado diseño inteligente? Montero además es ducha en el manejo del humor, que en ella no es objetivo sino instrumental y oblicuo; por eso le sirve para mesurar el complejo dramático, rehuyendo lo hilarante pero aportando giros sorprendentes y ponderativos sobre la naturaleza del drama. En todo caso, el conflicto se presenta en términos históricos, y a veces hasta asusta su valor de réplica sobre la realidad humana; desde la que se puede criticar el sentimentalismo obtuso de la etnopolítica contemporánea, e incluso la crudeza de los problemas internacionales. No es muy esperanzador, en todo caso, que el mundo se aboque a otra lucha por derechos civiles, además de otra guerra fría; de ahí lo espeluznante, como otro recurso que la autora añade al manejo medido y elegante de la violencia y cierto sadismo.
 
Está claro que hay un discurso un poco sesgado, que debe mucho al humanismo de los siglos XIX y XX; pero quien pueda sobreponerse a los prejuicios disfrutará de una buena lectura, entre lo mejor del mercado actual. Eso es quizás lo más sorprendente, que sea sólo literatura, sin pretender otra cosa; es decir, sólo un marco instrumental para un experimento de ficción, que deslumbra por su eficacia. Como literatura, no se pueden negar a la Montero imágenes bellas y un tempo perfecto, en un pulso mesurado que se regodea en formas inteligentes; como si un tratado de estética explicara el sentido del ritmo y la densidad, incluso la ralentización de la historia en elípticas, en una época de franco funcionalismo periodísticola autora misma es periodista.  Curiosamente, este tempo de la novela no es de thriller, a pesar de ser una investigación criminal y volverse ocasionalmente vertiginosa; sino que es más bien de novela clásica, algo decimonónica, con la tensión provista por el alcance existencial de la trama, no por el leguaje ni el ritmo mismo. En un mundo de androides y aire artificial, eso nos recuerda que se trata siempre de la Comedia Humana; cuyo drama es repetitivo pero no menos impresionante por eso, sino probablemente más. Es particularmente simpático y funcional que la protagonista sea una mujer androide, en la mejor tradición del investigador antiheroico; que no es otra cosa que la adaptación moderna del heroísmo clásico en su lucha contra el orden vigente, y que aquí alcanza cotas de sublime humanismo.

Hacia la segunda mitad del libro ya se agotó el recurso del mundo futuro perfectamente construido; se han conocido todas las especies que pululan en esa civilización y sus escarceos, pero todavía hay fuerza dramática. Es en el último tercio del libro donde el interés decae sensiblemente, a pesar de que es donde se dan los giros más inesperados a la trama; que sigue siendo perfecta, pero que sólo se sigue por cierta curiosidad, y si algo interrumpe la lectura es posible que no se la retome; con lo que se perdería un final exultante de frescura y humanidad, con una escena de sublime amor y erotismo que envidiarían los mismísimos escritores de Holliwood.

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