Wednesday, December 30, 2020

Libros

 

Tuesday, December 29, 2020

Resumen de año viejo (Libros)

Nadie niega que el 2020 fue un año difícil y lleno de contrariedades, pero también brindó la pausa que todo el mundo necesitaba; no sólo la tierra y el medio ambiente, sino también el ser humano, que inmerso en la vorágine desde la modernidad perdió un poco su perspectiva. Estos son libros armados durante esa pausa, todos te temas muy complejos, como acercamientos pormenorizados a problemas reales e inmediatos; fueron hechos gracias a esa pausa, que dio el espacio para enfocar la realidad en toda su sutileza y esplendor.

Uno de los trabajos más completos y hermosos del siglo XX, sobre uno de sus objetos más ricos e interesantes; sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un acercamiento sociológico, de connotaciones por ello antropológicas. Uno de los graves problemas al leer este libro, es el de reducirlo a una lectura de interés político; que así lo reduce en esos alcances suyos, haciéndolo susceptible para la manipulación. Más allá de eso, Las almas del pueblo negro mantiene su belleza y eficacia originales, para seguir asombrando al mundo; porque con ello da lugar a la epopeya que en algún momento el autor reclama, que evidentemente reconoce por su valor existencial. (Ver)





Para leer a Cornel West es una sistematización de la filosófica de Cornel West, con la que corrige los excesos ontológicos occidentales —incluido el Dasein heideggeriano—, desde el pragmatismo norteamericano, con el establecimiento de una filosofía explícita y singularmente negra para la salvación de Occidente. También se repasan sus propias falencias, con lo que se consigue poner su propia sistematización en perspectiva; pero más importante que eso, se resalta el papel singular del negro en esa historia ya singular de los Estados Unidos de América, como apoteosis culminante de la cultura occidental. (Ver)




La política es una serie de ensayos, con los que se ordena y culmina una sistematización filosófica e historiológica de la cultura occidental, comenzada con Peripatos. Aunque aquel es un ensayo único, en este acercamiento múltiple se pueden abordar las aristas del planteamiento antropológico y su perspectiva histórica; culmina con la más preciosa si bien menos original de sus propuestas, una sistematización de la ontología de Cornel West, que consigue corregir los excesos de Heidegger; y cuyo valor en este contexto radica en esa reorganización de un Realismo Trascendental que se reclamaba en Peripatos, con el Pragmatismo norteamericano. (Ver)






Pensamientos literarios es un simple conjunto de ensayos críticos, para una comprensión del desarrollo de la literatura en América Latina como expresión expansiva de Occidente. (Ver)












Expediente Morúa: El enmendado es un acercamiento a una de las figuras más brillantes y controversiales del temprano liberalismo cubano; con un análisis contextualizado de su pensamiento, así como de las condiciones que han dificultado su conocimiento. Es una visión propia de la historia y desarrollo de la raza negra en las Américas, y las circunstancias que han conspirado a su favor y en contra suya; incluye la relación y análisis de estos fenómenos, desde la irrupción del Comunismo en el área y la confluencia con otros fenómenos paralelos. (Ver)











Textos Manieristas es una colección de artículos y ensayos, acerca de la evolución de la literatura y la cultura general en Occidente. (Ver)


Wednesday, December 23, 2020

Babalú Aiyé

Silencioso en la noche

como la fiebre

el Santo llega reptando suave

y te abraza y te besa, suda

sobre tu pecho tu pasado y tus dolores;

pero no importa, nada importa, qué

puede importar fuera de que esté ahí

sentado sobre tu pecho jadeante.

El abrazo de la fiebre aprieta aún

Y él murmura cosas incomprensibles

en tus oídos, que no escuchan

y no pueden distinguir si son odas de amor

o hechizos o sólo sonido inarticulados;

como si importara, acaso importa otra cosa

Que él ahí majestuoso y quieto

pesándote en el pecho sudoroso y débil.

Los perros los lamen, como sellándolos

y ves su sombra sobre ti, operando

el milagro de tu existencia.



Saturday, October 31, 2020

De la mediocridad burguesa en las telenovelas

Hay una razón por la que, en las telenovelas populares, los protagonistas son de clase media alta, mediocres y burgueses; es necesario que puedan hacer lo que hace falta, para que se cumpla la trama, sin trabas realistas. De hecho, esa sería la misma razón de que no suelan ser aristócratas, al menos desde los franceses modernos; porque si lo fueran quedarían sujetos al mismo nivel de trabas realistas que los pobres, por el exceso de convenciones protocolares.

Después de todo se trata siempre de ficción, algo que no puede comprender el afán discursivo y representacional; que es absurdo, dado que siendo humanos los problemas, son representativos de los humanos, no importa la clase. Ese afán discursivo es el mismo de las catequesis y obrillas teatrales de las parroquias, pero desconoce la calidad del arte; y no importa cuán perfecta pueda resultar en términos técnicos, al producto final le faltará la trascendencia del arte real.

Ni siquiera debería ser difícil de comprender, a menos que se pierda la perspectiva, en ese afán de falso humanismo; que asumiendo el derecho al éxito burgués del capitalismo que critica, lo reproduce en la otra banalidad del derecho al éxito proletario. Confundir ese determinismo económico en la facultad del arte, es propio del pensamiento (hermenéutica) marxista; y así se dieron desde instrucciones Para leer al pato Donald, hasta sistematizaciones completas sobre el arte socialista.

Todos fallan, en la misma recurrencia con que desconocen la calidad individual de la reflexión estética; que si bien ha de conveniarse en una producción industrial, no cumple otra función que la reflexión en sí misma y no la indoctrinación. Por supuesto, reconocer eso es muy peligroso, porque si hace falta es porque ya eso es un pensamiento subversivo; y la clase a la que implica está necesariamente comprometida con los métodos, pero eso no va a hacer más efectivo el esfuerzo.

Thursday, October 29, 2020

Carta a Leandro


  Al mito de la barbarie de la contrarreforma católica no se opone la desmitificación, sino el mito de su trascendencia; en ambos casos, como en todos, la leyenda es una construcción fastuosa —en un caso más que en el otro— escondiendo la tosquedad de su base. En definitiva, el refinamiento mimético del Minué de las cortes, es una condición de los bárbaros que fundan la aristocracia; no es menos cierta esa barbaridad que esa fundación, y ni siquiera divergen entre sí, como las dos caras de la moneda.

En su propia introducción al Gaspar de la noche, Bertrand fabrica esta viñeta, y pone la moneda en manos del loco; él está resumiendo el romanticismo, y como Quirón herido, desdeña la eternidad sin disfrute que obnubila a Prometeo. Por eso, justificar a Trento con la gloria del Barroco es reducir tan bella retorcedura a la mezquindad de los teólogos; lo que es ser muy mezquinos, negándosela a los masones que lo construyeron, muchos de ellos judíos que espesaron el estilo con su miedo.

De hecho, la función del barroco de España trasciende la de su estilización, comprendiendo su barbarie; no justificando lo que no pide ni necesita justificación, sino su comprensión asombrada y modesta. Después de todo, no fue la genialidad del hombre sino la de Dios lo que determinó tamaña singularidad; con aquella complicada danza en que los godos se convirtieron al cristianismo, pero del arriano al católico.

Eso habría sido lo que tendría ese efecto de retardamiento, reforzado luego por la otra fuerza de los árabes; solidificándose todos, como la argamasa, a un costado de los Pirineos, bajo la mirada golosa de Carlo Magno. Eso es lo que habría hecho de la cultura española el micro clima perfecto para no comprender la justa protesta de Lutero; que avanzando la secularización de la sociedad europea, despeja las vías de su capitalismo ante la persistencia del feudalismo en Iberia.

Nada hay más hermoso que volver la mesa, para seguir la armazón preciosa con que la aseguró el carpintero; igual que esa explicación especiosa, del otro modo inconcebible concilio de Trento, más grande cuanto más pequeño. De todas formas, son cosas destinadas a perderse, como los cuentos de los viejos; que es en definitiva lo que es, para jóvenes que se solazan en su deslumbrante ilustración.

Por supuesto, es de esa contradicción que proviene la condición barroca de la naturaleza americana; si en definitiva América se construye en la extensión de Occidente, cando el brazo que llega es el de España. Sin embargo, como toda aristocracia, esa grandeza se funda en la barbarie y el exceso, la delincuencia y el abuso; ni siquiera está mal, porque es lo natural, en eso consiste la enigmática belleza de Dios, que puede hasta matarse al hijo.

Saturday, September 26, 2020

¿El dilema social?


El dilema social es un docudrama que está llamando la atención, por su acercamiento peculiar al problema de las redes sociales; lo que a estas alturas va siendo una especie de perogrullada, sólo que esta vez con el testimonio autorizado de los autores del desastre. El material tiene a su favor el desenfado, que esquivando la subjetividad de las teorías conspirativas confirma los peligros del exceso tecnológico; aunque se queda corto en ese mismo sentido, porque por algo la realidad no necesita de conspiraciones en su propio desenvolvimiento.

El material termina con una perplejidad, por la paradoja de las soluciones posibles a este problema; que parecen estar en manos de los responsables, que sin embargo carecerían de la capacidad para resolverlo. Es ahí donde El dilema social se trasciende a sí mismo dejando claro que el dilema no es exactamente social; sino que se adentra en la estructuralidad misma de la cultura y sus determinaciones, reflejando algo más profundo.

Por supuesto, el interés de este material no es antropológico sino sociológico, y por eso se limita a esa connotación; pero eso mismo deja en claro que los problemas son siempre de la evolución de la cultura, como de sus contradicciones naturales. El siglo XX fue el de las discusiones sobre la realidad o no de la postmodernidad, el XXI es el de su confirmación estupefacta; es natural, no hay orden que haya durado más de medio milenio en la historia del mundo, y la modernidad ya cumplió ese límite.

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No que los límites sean exactos y definidos, pero sí establecidos como regularidades en la determinación de la cultura; que es la realidad en cuanto humana, distinta de en cuanto tal, y por tanto propia de la evolución de lo humano. Lo que el dilema social ha reflejado es el cambio radical de las relaciones económicas, como determinación de esa realidad que es la cultura; dada en la organización política de la sociedad, muy distante en este siglo XXI de la que impuso a la exultante modernidad.

De hecho, la naturaleza tecnológica de esta revolución es sólo casual, porque la misma se determina en esos cambios; ya ocurridos con la alteración radical de las relaciones económicas primarias, con la apoteosis neoliberal del capitalismo. Es de ahí de donde proviene la gran crisis, que equipara los conglomerados tecnológicos a los grandes señores feudales del medioevo; que se enfrentaron al centralismo de las monarquías, como las corporaciones de hoy presionando inmisericordes a los gobiernos.

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Antes aún, fue esto mismo lo que acabó con el imperio romano, después de la degeneración de su república; así como fue el resentimiento de los aristócratas, tras la disolución del imperio angevino, lo que alimentó la furia populista de los jacobinos. Antes que todo eso, fue la expansión del capitalismo fenicio, fuera de las fronteras de sus propias regulaciones, lo que determinara al nacimiento de la antigua república secular griega; por lo que no es extraña esta nueva ola, que se expresa como un dilema social, pero como el trueno sólo avisa de la tormenta sin ser la tormenta.

Lo importante de El dilema social es que pone las contradicciones en claro, aunque eso no signifique mucho; está claro que la raía del problema es económica, y ya se sabe que el ser humano es incontenible en ese sentido. No es que esté mal, nada que sea natural es malo ni bueno, y las cuestiones del poder son naturales; no comprender esto es lo que nos ha llevado al fracaso constante, con idealismos que sólo producen más contradicciones.

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El problema del poder es natural, porque se refiere a la potencia como capacidad del ser para realizarse; y visto que la cultura es una realidad de valor estrictamente humano, ese problema es entonces político. Ese es el mismo sentido de la tensión económica, como distribución de ese poder o potencia en la estructura social; y es lo que hace a los hombres tan vulnerables, por la disociación entre la sensación de poder y el poder efectivo.

Esa misma disociación fue la que introdujo los problemas morales del sexo, al separar la actividad de su sentido natural; permitiendo su agotamiento en el disfrute del mismo, como un potestad del individuo sobre su propia trascendencia biológica. Ahora se trata de esa misma potestad, pero para contentarse con el mero disfrute de una sensación de poder; que brindan indiscriminadamente las corporaciones tecnológicas, a cambio del otro poder de nuestro sufragio político; como lo han demostrado las redes sociales en su arbitrio de la opinión pública, secundados por el poder ideológico de la prensa.

 

Thursday, September 17, 2020

Otro acercamiento a San Isidro


Fue Jorge Luis Borges el que comparó al tango y el jazz, afirmando que ambos comparten el origen escabroso; lo que no deja de ser un cliché, revelando en ello una intuición trascendente sobre la realidad. En efecto, todo proceso de desarrollo natural corre dialécticamente, de las orillas a la institucionalidad convencional; y eso se cumple también en los desarrollos culturales cubanos, por más que en esa retorcida forma con que en Cuba realiza su decadencia la Modernidad.

Fue a San Isidro, el barrio de las mujeres de mala vida, adonde vino a morir la familia Lezama Lima; que en su propia decadencia, arrastraba el último respiro del arte popular, elevado a la excelencia literaria. No hay que engañarse, José Lezama Lima era una institucionalidad, pero en sí mismo y no presupuestal; de esa precariedad el impulso vital que añadió otra espiral al desarrollo de la literatura cubana, contra el mimetismo vanguardista.

Habría sido ese mimetismo, supurando de los encontronazos personales, lo que arrinconara a la literatura cubana; primero con el estruendo intelectualista de la revista Ciclón, donde se alimentó la institucionalidad revolucionaria que se los tragaría después. La cultura cubana, resumida en el espejo de su literatura, moría en ese arrinconamiento progresivo de su intelectualidad; que se vanagloriaba del avasallamiento del titán, con la arrogancia olímpica de los que sólo pospusieron su propia marginación.

Ese es el antecedente del Movimiento San Isidro, que pareciera retomar los hilos donde los dejara caer el titán de Trocadero; una fuerza de renovación, que lloviera sobre las instituciones nacionales el alud de sus propias contradicciones. Sería en la calma de ese ojo del huracán que se refugiara el movimiento del hip hop cubano, por ejemplo; una de esas fuerzas que pugnan por su propio desarrollo, en que superar de una vez la maldita circunstancia de esa decadencia de la Modernidad.

No hay que olvidar que el Hip hop es de algún modo una contracción a los principios repetitivos de la rítmica primitiva; justo a una naturaleza repentista, que recuerda el origen sustancioso de toda cultura verdadera, antes de la sofisticación virtuosa. Curiosamente, como el tango y el jazz, el Hip Hop nacería de la misma turgencia popular de la cultura, en su marginalidad; y ese es sólo un ejemplo de lo que pasó en San Isidro, junto a la multitud de otros sucesos, como la contesta puntual de todas y cada una de las contradicciones nacionales.

Desgraciadamente eso no es lo único que ha pasado en San Isidro, sino que también da lugar a su singularidad política; que es inevitable, pues ese alud de contradicciones que manifiesta como en una performance, provienen de la realidad política. El problema está en que esta naturaleza amenaza con sobreponerse a esa turgencia que encausa, como otra convencionalidad; porque con toda su marginalidad, San isidro no ocurre como una alternativa a la institucionalidad, sino como una institucionalidad alternativa.

No que ese desarrollo no sea legítimo, sino que tiende a lo lastimoso, como tendencia que le corrompe el nacimiento mismo; en uno de los dilemas más dolorosos, a la vez que inevitable, de ese desarrollo improbable de la cultura nacional. A saber, era difícil prevenir una recuperación de ese golpe mortal a la cultura que es la institucionalidad gubernamental; cuya naturaleza clientelista, debida a su autoritarismo ideológico natural, la hace también la madre de toda corrupción.

Como realidad política, con todo y su legitimidad, San Isidro sólo confirma esa precariedad del destino cubano; que respondiendo aún al idealismo enfermizo de los modelos políticos modernos, sólo puede ofrecer esta alternativa suya. El problema con esta alternativa suya, es que su mismo desarrollo la llevará a repetir los vicios que critica; simplemente porque estos vicios no son categorías abstractas y moralmente eliminables, sino condiciones de la naturaleza humana en que se realiza todo fenómeno.

Otra cosa hubiera sido si —mucho más difícil— no se ofreciera como espacio alternativo para lo mismo, otra institucionalidad; es decir, que luchara por sólo persistir como espacio de expresión cultural, lo que ya es políticamente atrevido y extenuante. La diferencia habría estado en el resultado, con el espacio como base de la que habrían salido nuevos hombres con nuevos pensamientos; en vez de lo que parece que va a ocurrir, como otro pasillo en la danza de la dialéctica histórica como un bucle fatal.

Debe quedar claro, en todo el espectro de las contradicciones políticas nacionales, San Isidro es lo más fresco; por ello es también lo que más posibilidades tiene, más allá del pesimismo sobre el lúgubre destino de la cultura. De lo que se habla aquí es de otra cosa, y es la cultura como base de toda proyección política, donde no basta la buena voluntad; esa que reunió tanta contradicción en un grupo seminal, que podría responder a la renovación más total del país, sin agotarse en la maldita circunstancia de la política por todas partes.

Saturday, September 12, 2020

Ciudad Seva, la moderación de la realidad


Seva es un tópico en la literatura puertorriqueña, que cumple en sí la calidad teleológica de los objetos poéticos; es decir, que retiene esa capacidad singular en su excepcionalidad, de cifrar un significado especial. En principio materializó el anhelo de un sector del país, de madurar desde la proto divinidad a un completamiento existencial; pero con un efecto de profundo dramatismo histórico, se estableció en esa suficiencia como el espacio ideal y arquetípico, en el que pueden resolverse por la reflexión los destinos.

Ese fenómeno no es nuevo, está descrito en la antropología literaria de La Isla que se repite, de Antonio Benítez Rojo; cuenta además con un antecedente, en los lugares teológicos del postmodernismo intelectualista entre los católicos. El fenómeno cuenta aún con otro precedente local, pero en ningún caso con esa consistencia del referente histórico;  que es por lo que puede incidir tan directamente en lo más inmediato de los intereses del país, que así reflexiona en su calidad estética.

Ese es el valor de Ciudad Seva, el sitio electrónico en que primero devino, como una simple biblioteca virtual; sólo que el mismo Borges ya había imaginado al universo como una biblioteca, pareciera que refiriéndose a este destino peculiar. En efecto, Ciudad Seva devine en un universo, con la suficiencia de atareados taumaturgos tensando las cuerdas de su metafísica virtual; y cuyo trabajo termina creando otra suerte de densidad, hasta convertirse en una alternativa suficiente para el conflicto puertorriqueño.

No hay que confundirse, el conflicto puertorriqueño puede ser el de su identidad nacional manifiesto como político; pero esto ocurre porque encausa las contradicciones en que decae la Modernidad, en la inoperatividad creciente de sus instituciones culturales. Esto tiene una manifestación peculiar en Puerto Rico, donde la cultura se da por la tensión crítica entre sus instituciones oficiales y el rico acervo popular de su cultura; como una contradicción puntual pero también típica, en que los intelectuales tratan de establecerse como una clase política.

Esa clase es necesariamente seudo burguesa, por su especialización en la administración de políticas culturales; que la determina como clase media, pero sin los atributos productivos de una verdadera clase media. La otra parte de esta tensión es la de esa cultura popular, naciendo silvestre de la propia realidad; y que inevitablemente se mueve a un valor institucional como tradición, pero todavía reconocible en su origen popular.

Es a esta segunda tradición a la que pertenecería el sacerdocio trascendentalista de los habitantes de Ciudad Seva; como la otra institucionalidad, en que lo real puede realizarse, por medio de un valor existencial y no meramente político de su reflexión estética. Es ahí donde además se muestra prolífico este esfuerzo singular de Luis López Nieves, con una biblioteca propia y real además de la virtual; con todos esos sacerdotes, que ahora producen libros y se atreven al mercado, donde se deciden las verdaderas victorias.

Ciudad Seva exhibe con orgullo este catálogo, segregado como un desiderátum de su propio esfuerzo existencial; son autores con valor institucional, pero no salidos de la artificialidad de un presupuesto municipal, sino del esfuerzo propio. Son ciudadanos de una realidad no política, y que en ello encuentra su verdadero alcance político como consistencia; en tanto se trata siempre de una propiedad de esa extensión, que se ofrece a la vida como alternativa en su misma especialización como realidad.


Tuesday, September 1, 2020

Jeg Er Cuba

Jeg Er Cuba from El Manierista Productions on Vimeo.

Sunday, August 30, 2020

Alcántara

Alcántara from El Manierista Productions on Vimeo.

Sunday, August 23, 2020

Luis Manuel Otero Alcántara, el arte por venir – II

En entrevista, Otero Alcántara afirma no estar en contra de la formación tradicional, instituciones y academias; pero igual mantiene su distancia, con cuidado énfasis en su propio entorno, muy distinto de esas convenciones. Llama la atención la ambigüedad de su misma experiencia existencial, pero por lo que significa, en ese sentido de distanciamiento de estas convenciones; en las que todavía cree, pero obviamente no tanto si no llegan a determinarle esta experiencia existencial por completo.

En este sentido es que Alcántara es también el arte por venir, más allá de su propia y posible evolución formal; esto es, en la creación de un espacio de reflexión, necesariamente existencial, distinto del de esas convenciones. No es gratuito que confluya en otros artistas, cuya marginalidad es más que un discurso, una práctica concreta; una donde el arte ha trascendido el valor transaccional del mercado, y con ello su posible valor institucional, en un bucle conceptualista que lo vuelve al formalismo.


Primero habría que establecer el equívoco de ese sentido de lo formal, que no fue trascendido por las vanguardias; tan temprano como el Octavio Paz de la década del sesenta, sentencia que Picasso exalta las formas con su destrucción. Esa es la paradoja que frustra la búsqueda de la vanguardia, que era la misma del simbolismo; conseguir esa fluidez en que el espíritu va a su propia expresión, sin esa atadura convencional de la forma.

Eso no se cumple, porque en principio —no en definitiva— es imposible, si todo es forma, incluso la substancia; el esfuerzo de trascendencia ha de ser entonces más radical aún, como cuando Alicia corre con la reina Blanca y siguen en el mismo sitio. Esa radicalidad es la que plantea el mismo cristianismo para su propia frustración, en las sublimaciones morales a que se le reduce; que es el mismo vicio de las vanguardias, sean estas plásticas o literarias, o cualquiera otra forma que cobra el arte en su expresión.


El problema es que lo que está en crisis es el capitalismo, luego de la apoteosis industrial que significó la modernidad; está tan en crisis que se aboca presuroso al socialismo, en la inevitable contradicción de su corporativismo. No hay que llamarse a engaño, el socialismo que fracasó era la primera evolución del corporativismo; era por eso la primera formación de esa contradicción propia del capitalismo, dirigido a su muerte por esclerosis elefantiásica.

El cinismo en que pronto devinieron los conceptualistas fue la evidencia de su propia vaciedad, y era el exceso; que era comercialista, porque provenía de esa sensación de éxito que todo lo banaliza en el ego. Eso fue lo que demostró la vaciedad del arte desde la trampa post-conceptual, que es sólo una estrategia comercial; y es ese exceso el que vuelve a revalorizar la función primaria del arte, que es reflexiva y existencial.

El mismo artista reconoce que él prefiere un arte que desaparece en el tejido social, algo que él llama gestual; lo que es obviamente un esfuerzo convencional por comprender esa trascendencia, que es en definitiva la de la funcionalidad del arte. Es decir, que estamos ante la gestación de un arte nuevo, que dependerá inevitablemente de su forma y una función existencial; porque es obvio que ya la trascendencia se coloca donde debe estar, en la condición misma del ser y no en los gestos vacíos de su fatuidad.

Eso de todas formas ha de confrontar la grave contradicción de lo político, donde la convencionalidad es naturaleza y determinación; y por eso se alimenta en bolsas marginales, en las que los que entran no saben muy bien dónde se encuentran, porque todavía no es convencional. Obviamente, la teoría del caos rechaza el desorden, de modo que no es posible un fenómeno inorgánico e inconvencional; ese es el error revolucionario, que sólo permite la sobrevivencia subrepticia de lo antiguo, en vez de esta calma confiada de la marginalidad.

Por supuesto, Alcántara, como el movimiento que lo enmarca en San Isidro, es sólo el comienzo de la transición; es decir, apunta a un fenómeno en desarrollo, y necesariamente lejos aún de la apoteosis definitiva. De ahí que como la difícil negociación de Moisés que culminara en éxodo masivo, todavía funcione con relación a lo establecido; nadie es rebelde por vocación, sino porque su circunstancia lo rechaza y el desarrollo es inevitable, y no hay dudas de que es la precariedad cubana lo que determina esta contradicción.

Es absurdo esperar que sepan a dónde van y no sean intuitivos, como el tartamudo que habla con una rama ardiente; eso es precisamente lo que garantiza la libertad e indeterminación primera de sus actos, y con ello la pureza de estos. Es el sinuoso movimiento por el que se desembarazan de los intereses, que son siempre ajenos, sin crearse otros no menos ajenos; el placer inmediato pero contradicho es, después de todo, la marca de la realidad en su máxima apoteosis posible, en tanto signo de satisfacción.


Adiós a las almas (Orikí por las almas negras de antes)


La religión viaja en los hombros de sus practicantes, de ahí su desarrollo, en la adaptación a sus circunstancias; por eso, la inclusión singular del sacerdocio mayor de Ifá en Cuba no permitiría una posterior subordinación a su origen africano. Eso pudo ocurrir en Brasil, y aún en otras partes, donde no hubo que negociar un orden jerárquico por la precariedad; pero en Cuba la religión sufriría una reforma radical en sus prácticas litúrgicas y sacramentales, como la del cristianismo con Mahoma, el judaísmo con el Cristo, y la egipcia con Moisés.

De hecho, no son pocas ni gratuitas las comparaciones del primer sacerdote de Ifá cubano con Moisés; y aunque siempre se refieren a la mediación de las aguas, su significado se extiende a esta otra connotación. Aparte de eso, uno de los primeros elementos de esta religiosidad en Cuba fue la adaptación de su cosmogonía; que no podía reproducir la miriada de cultos locales que la resolvían en África, muchos de los cuales se perdieron en el transcurso.

También de hecho, esta peculiaridad daría lugar a cierta singularidad de los cultos en Cuba; como la distinción entre la Habana y Matanzas, según la preponderancia de las naciones africanas en ellas. Así, mientras en Matanzas predominaban negros del Dahomey, en la Habana predominaban los de Nigeria; traduciéndose esto en prácticas específicas en cada lugar, que llevó incluso a la preservación de cultos en un lugar que se perdieron en el otro.

La singularidad de la circunstancia cubana configuraría todo ese universo, que es epistemológico como razón última de la religión; por el valor existencial de las determinaciones que provee en su trascendencia, como resolución de la cultura. De ahí la originalidad de la religión afrocubana, no sólo respecto a su origen africano sino también a sus pares en las Américas; lo que incluye el fenómeno más parecido por el nivel de organización, que no es el Candomblé brasileño sino el Vudú haitiano, por el peso añadido de las prácticas espiritistas y el culto a los muertos.

Sin duda, una de las características más importantes de esta nueva religiosidad, es su carácter de multi nivel; en un proceso de sincretización subordinada, que identifica el ancestralismo original con el culto de los muertos de otras religiones, que así incorpora. Como resultado, en Cuba hay al menos tres religiones negras, dos de ellas más o menos subordinadas por su referencia primaria a los muertos; además de las sociedades reunidas alrededor de cultos específicos, pero de carácter más social, que también enriquecen el panorama religioso.

El problema es que todo esto era un mundo sumergido, por su marginalidad y la segregación política de sus prácticas; al menos desde el triunfo revolucionario de 1959, y hasta la crisis que acabó con la doctrina comunista, a finales de la década de 1980. Toda una generación de cultura segregada, ayudó a la consolidación de un universo epistemológico de valor existencial en la religión; no distorsionada por el peso político y militante de su actividad, como era el caso del catolicismo con su valor institucional.

Esto equipararía esa religiosidad al efecto del renacimiento negro norteamericano, debido justo a su violenta segregación; una paradoja que se explica en otros desarrollos apoteósicos, como el origen del judaísmo, el cristianismo y el islán. Desde la década siguiente sin embargo, esa valla de la segregación desaparecería, reevaluando a la religión como un atractivo social y político; añadiendo a la subrepticia apropiación de su autoridad por las élites políticas, el esnobismo y superficial de sus intelectuales.

La evolución postmoderna en el culto al éxito, forzaría esa desconfiguración de su espectro epistemológico; con actos incluso irresponsables, incluyendo el intento de subordinar la práctica a su institucionalidad original africana. Eso es como contraer el cristianismo al judaísmo, obviando la catarsis de Pablo en el concilio de Jerusalem, y la importancia mosaica de Adebí; pero más grave aún es el esfuerzo por recuperar cultos y dioses perdidos en el éxodo original, sin tener en cuenta que su valor era funcional y localizado.

Eso es fruto del desorden impuesto por la liberación de las prácticas, con la desorganización introducida en la cultura cubana; pero es una manifestación específica del efecto final de la postmodernidad en el mundo, no un defecto exclusivo. Lo cierto es que al esnobismo intelectualista de los blancos antes de la revolución, se añade el snobismo superficial de los intelectuales postrevolucionarios blancos y negros; y a eso aún, una horda de sacerdotes incultos, pero que comparten con los intelectuales la pretensión elitista y superficial.

En su provisión de determinaciones trascendentes, la religiosidad afrocubana propiciaba una comprensión de la realidad; ya no, porque esa trascendencia fue disuelta en el comercio de las pretensiones humanas que le impuso la realidad en su subversión. Quizás el sentido más cierto de la trascendencia sea la síntesis del tiempo en una oscura determinación subconsciente, y así haya que acabar hasta con lo bueno; como fue ese mundo crecido a la sombra de toda luz, en el puro margen en que germinan las mejores cosechas.




Wednesday, August 19, 2020

Luis Manuel Alcántara, el arte por venir


Los niveles de educación son tan altos hoy día, que es muy difícil para un artista tener una formación autodidacta; sin embargo, más le valdría conseguirla hasta como su mejor especialización, para sobrevivir al desastre del convencionalismo postmoderno. Ese, por raro que pueda parecer, es el caso de Luis Manuel Alcántara, gracias precisamente a su marginalidad; que no es menos difícil que una formación autodidacta hoy día y por las mismas razones, pero que a él se la garantiza su precariedad política.

Por supuesto, el artista vive en la turbamulta de su tiempo, y cuando escoge lo hace con el olfato, intuitivamente; tampoco conoce el mundo más allá de la postmodernidad, que lo acapara todo en su encerrona. A su favor, Alcántara blande esa precariedad política, que así le garantiza la relación directa con la realidad; incluso si mantiene —tiene que mantener— sus referencias en conceptuales y post conceptuales, como un católico antes de Descartes.

Su mismo arte sufre presiones desde lo formal, dada esa procedencia suya del día en la calle, no de la abstracción escolástica; por eso, aún si mantiene esa referencia conceptualista, de todas formas el silbido de su trajín diario le recuerda dónde está la realidad. Su mejor práctica, después de todo, no fue el asombro de los surrealistas ante la representatividad naif de los pueblos primitivos; sino la demanda de esa primariez, que le encargaba objetos para su culto, y que así él conoce funcional y no abstractamente.

El problema del mundo es el mimetismo, en que trata de alargar la apoteosis moderna, ya sin sentido; se puede salvar en la medida en que abandone ese mimetismo, con una praxis singular y propia en su excepcionalidad. Eso es lo que no ha alcanzado Alcántara, pero como su mejor momento, que está por venir en forma de madurez existencial; ya está bien que sea consciente de los límites de esa intelectualización excesiva, que se olvida que sólo se puede deconstruir lo que de hecho existe.

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Hay que tener en cuenta que, si el artista no ha alcanzado esa madurez, es porque precisamente está alimentándola; es la dura confrontación contra el sistema político lo que le hace acudir a esos referentes, no algo que le puedan decir formalmente. La preocupación es entonces moral y no estética, aunque se traduzca en una performance de valor estético; que es la relación a invertir, cuando pueda sobreponerse a la dificultad que así de fuerte lo cujea en esas lides existenciales.

Aterra el paralelismo con la encrucijada existencial en que murió el apóstol, sacrificado como arte a la urgencia política; pero a diferencia suya, Alcántara no es un poeta sino un plástico, y no proviene de la sublimación moral de los idealistas. A este lo formó la calle, que es el escudo de Aquiles con que puede pretender los muros altos de Troya que son la esencia del arte cubano; es al menos una promesa en esa precariedad, que parece forjada por los dioses como su mejor apuesta.

El arte cubano parecía condenado a esa muerte de la modernidad, con los órganos de su cultura inflamados por la esclerosis; pero la realidad no conoce huecos, se extiende y reproduce por división celular, y de todo cadáver nacen flores. Esa excelencia intelectual que encierra al arte en Cuba rechaza la marginalidad de Alcántara, preservándola en su pureza salvaje; algún día descubrirá que el terror de los románticos no era la razón sino su sinsentido, y que eso no lo resolvieron las vanguardias.

De hecho, es por esa falencia que las vanguardias son el nuevo clasicismo dogmático, con sus exigencias intelectuales; a las que es imposible elevar la densa realidad, so pena de perderla en el esfuerzo, como ocurre hasta ahora. Quien tiene un pie en cada mundo no lo hace por gusto, al menos intuye que uno de ellos es insuficiente; aunque todavía deba hacer equilibrios para mantener el otro pie en el otro, porque como lo que viene le falta todavía esa consistencia… que le dará él.

Sunday, August 2, 2020

The lighthouse


Robert Pattinson puede haber debido su fortuna a la saga Twilight, pero también un encasillamiento difícil de superar; a la actuación esquemática, se añade el cliché de su belleza excesivamente juvenil y extraña, y una actuación mediocre. Después de eso, trabajos como la decepcionante The King, con el no menos aupado Timothée Chalamet; y cierta dignidad en Map to the stars, que en realidad no le permitía mucho, en un script escrito a la medida de sus protagonistas.

Pattinson tiene una filmografía mucho más amplia que esto, y muchos reconocimientos merecidos; es sin embargo en The lighthouse donde puede mostrar su tremenda madurez y capacidad histriónica. Eso puede deberse no sólo a la fuerza del libreto y el coestrellato con Willen Dafoe, que ya es bastante; puede tratarse en realidad de un actor tremendo sólo reducido por aquella saga infame como paso inevitable a la realización.

The lighthouse está inspirada en un cuento homónimo de Edgar Allan Poe, pero no es su adaptación; la textura del terror psicológico de Poe determina mucho de su imaginario, pero todavía como interpretación. El producto final es soberbio, incluyendo ese Pattinson que iguala a Dafoe sin agarrarse de él; y se redondea con un formato extraño, que recrea en su actualización la estética del viejo Hollywood.

Eso incluso como amaneramiento es valioso, porque explota los pocos recursos de antes como riqueza contemporánea; y en todo caso sirve para recordarnos el viejo refrán de que todo tiempo anterior fue mucho mejor. La película resalta en el tsunami de producción técnicamente excelente pero artísticamente mediocre de nuestros tiempos; que es lo que hace lamentar esta popularización de los medios, en los que sólo podemos añorar el tiempo del espesor industrial.

Thursday, July 30, 2020

Conversaciones en la catedral (El señor Corchea)


Un cuestionamiento acerca de problemas del llamado arte naif, ha dado pie a dos propuestas que lo esclarecen; en la primera, la artista hace un registro preciosista sobre la producción de ese arte, con un acercamiento cándido y hasta cierto punto naif. No se esperaba otra cosa, aunque la intención era poder distinguir ese llamado arte ingenuo dentro de la bataola desatada por lo contemporáneo; que reproduciendo principios de economía política dentro del arte, postula una desregulación total de la producción y comercio.

El problema estaba planteado por la saturación del mercado en su acepción más amplia, del valor transaccional del arte; que en su naturaleza reflexiva, funciona como un soporte externo para la reflexión existencial. Las formas en que ocurre esa reflexión pueden ser más o menos cuestionables, en sus principios epistemológicos o hermenéuticos; pero no el hecho mismo de la reflexión, dada por la naturaleza formal del objeto comprometido, en este caso la obra pictórica.

De ahí que la candidez y hasta ingenuidad de aquella primera propuesta fuera suficiente y legítima, siquiera como guiño; que no se pronuncia sobre lo que no considera arte, pero sí define lo que considera que lo es. La segundapropuesta es más rica aún, puede que porque no responde a la pobreza insidiosa del cuestionamiento; sino que se explaya en la distinción de ese llamado arte ingenuo del otro arte llamado brut, sirviendo así para ilustrar el problema original.

Con la firma de Yaysis Ojeda, esta segunda propuesta enumera incluso características que diferencian a un arte del otro; aunque la mayoría pueden ser de valor más o menos subjetivo —no menos efectivas por eso—, al menos un par de ellas son muy concretas. Estas son las que sirven para una discriminación más pormenorizada de lo que es arte o no, más allá de si siendo arte es ingenuo o brut; porque se pueden distinguir esas características que lo legitiman como arte, frente al descalabro formal de lo que tan sólo pretende serlo.


Eso, aún si insidioso es todavía importante, porque como problema responde al momento mismo de la cultura; en cuya evolución confluyen las sucesivas contradicciones que la empujan a ese desarrollo, por su estado crítico. De cierto, hasta qué punto es ingenuo un arte que ya se produce en función de su rédito económico y que por tanto supone una técnica; no importa si como escuela y tradición no es oficial, si en definitiva ya sienta su propio andamiaje de convenciones.

Aún así, el arte ingenuo y el brut son legítimos en su suficiencia, no importa las paradojas que desaten en esa convencionalidad; lo que no es arte es el producto espurio de la simple pretensión, que no consigue armonizar formalmente un objeto propio. Eso es el resultado inevitable de esta cultura postmoderna en su acercamiento al arte, en que prima la apariencia sobre la consistencia; y que tantos escándalos ha desatado desde las primeras subversiones, cuyo valor residía en la subversión misma como propuesta formal.

Eso es lo que se puede discernir con relativa tranquilidad, desde las elegantes páginas de estas propuestas; que hacen de su marco, El señor Corchea, un producto genial y también suficiente en su propio valor referencial. Al final, lo que es arte seguirá siéndolo, y lo que no lo es seguirá sin serlo, sin que nada de eso sea importante; al margen de toda pretensión, los que saben pueden discernir la diferencia, y los que no pueden acudir a ellos con elegante calma.

Wednesday, July 29, 2020

El mar de los caníbales

Por Lourdes Gil / 2018


Hay libros que sorprenden, libros que revelan; que divierten o conmueven. El mar de los caníbales abarca esta gama de emociones. En la actualidad, y salvo escasas excepciones, la novelística cubana genera pocas sorpresas o sobresaltos —desprovista de un estilo clasificable, alejada de las tradiciones escriturales del país. Hablamos, desde luego, de la que se publica tanto en el interior como en el exterior de la isla. El mar de los caníbales, sin embargo, es una novela que sorprende.
Sorprende la ucronía de la trama, sorprenden los personajes, la ambientación histórica. Sorprende y cautiva la verosimilitud del lenguaje que nos transporta a los siglos XVI y XVII. Y sobre todo, su mayor seducción (al menos para esta lectora) radica en su estilo. Un estilo muy dentro de la visión carpenteriana, que consigue la Fusión singular y magnifica del barroco y la cuenca del Caribe —el espacio neurálgico del imperio español. Es el espacio de las transgresiones: la flota, la piratería, el contrabando, el comercio de esclavos.
Ha sido una grata sorpresa este reencuentro con el barroco sereno y legible de nuestras más arraigadas tradiciones en las letras. Como también el que ese estilo elegante y añejo posibilite el engranaje con nuestra descuidada historia temprana. Esa historia de personajes legendarios y a la vez verídicos, como fue Francis Drake; de vidas desatendidas y escasamente conocidas como el pirata cubano Diego Grillo, así como la incomprensible y enigmática relación entre ambos.
Fernando Velázquez Medina nos convida a cuestionar cuánto desconocemos de la historia de Cuba. Sabemos de los temibles piratas y corsarios holandeses, ingleses y franceses que azotaron los puertos de Cuba y otras ciudades del Caribe. ¿Pero qué sabemos de los piratas españoles, los criollos, los negros, los mestizos? Siempre ha prevalecido el enfoque de una victimización insular frente al apetito de las grandes potencias. En este libro, sin embargo, la víctima se convierte en héroe.
¿Qué mayor desafío al viejo esquema? El protagonismo de un joven esclavo que escapa, no sólo del horrendo destino de la esclavitud, sino también de la hoguera de la Inquisición. Y por si fuera poco, logra burlar el profundo racismo del colonialismo inglés —la pérfida Albión—, para además convertirse en la mano derecha de Sir Francis Drake, su segundo al mando, y con el beneplácito de la reina Isabel I de Inglaterra.
Tendríamos que preguntarnos el porqué de semejantes omisiones históricas. Estas son algunas de las interrogantes que El mar de los caníbales plantea, y que su autor sondea con fino humor y sutil astucia. Que fascinan al lector, le desconciertan. y le hacen desear que sea breve la espera del resto de la proyectada trilogía.

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