Thursday, March 31, 2022

kontoria kuako! ¡kunankuako! ¡kumanguako! -III

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Lo malo con los gobiernos autoritarios, es que no necesitan dar órdenes explícitas para caer en los excesos; son entidades más o menos abstractas, a las que basta la voluntad de ascenso del eunuco en el sistema de representación. El fallo entonces proviene de que se trata de una supuesta supremacía moral, que legitima todos sus actos y los hace incontestables; y desde ahí, es probable que fuera el intento de un gambito espectacular lo que empujara la deslealtad de Roberto Zurbano, tratando de desplazar al hijo de Georgina Herrera.

La ganancia es (era) obvia, tratando de legitimar tras la poética el valor político práctico un ascendiente moral; asentado sobre el sector social más depauperado del país, con la representación de la poeta negra en el iconostasio nacional. En definitiva, es cierto que ese iconostasio está resentido desde la pérdida de Nicolás Guillén y su himnario revolucionario; perdiendo la influencia sobre ese sector, que se haría de nuevo accesible en este acto de prestidigitación.

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Esa fue la estrategia de apropiación del apóstol nacional, engarzando las luchas independentistas con el fraude revolucionario; pues no otra cosa fue el discurso de los cien años de lucha, tapando la discontinuidad de una tradición fratricida y gansteril. Otra vez después de todo, esa fue también la función de Walterio Carbonell, deslucido con el paso del tiempo; pero renovable con una figura que atraviesa toda la interseccionalidad de esa cultura nacional, y que como poeta supuestamente aguantaría toda exégesis.

Sólo que —como siempre— no contaron con la estrambótica realidad, en el hermetismo de una cultura singular y compleja; porque a diferencia de la occidentalidad eurocéntrica del apóstol, la de Georgina Herrera es Gino afro céntrica; y eso es más complicado, perteneciendo al margen, que rebasa con sus aguas toda limitación y convencionalidad. No será casual que Georgina se identifique con Yemallá, cuyas aguas se levantaron contra toda convención; pero sin que sea toda la UNEAC ni el MINCULT autoridad que emule le de Obatalá, para reducirla al orden.

Por encima de todos, Yemallá —y Georgina en ella— es la naturaleza como realidad, incontenible, incluso si encausable; como un río —pero es el mar—, al que hay que tener cuidado en cómo se le tuerce, porque se lleva el canal por delante. La mano terca del mal puede incluso forzar ese gambito de reina, manipulando el favor de la academias norteamericanas; pero eso sería una victoria pírrica, y tarde pero seguro se verá la desproporción de los costes, arrastrando a esa academia en su propio descrédito.

Ese es el problema de base tras el problema cubano, de naturaleza epistemológica incluso antes que moral; siendo por ello un problema práctico, aún si tiene una naturaleza abstracta, en tanto proyección política. El secreto aquí es que tras la naturaleza humana, es la misma realidad la que se continua a sí misma; por eso, obedece a leyes propias y no exactamente humana, como ha podido probar la historia hasta el día de hoy.

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Lo que impide esa comprensión —de sentido común—, sería la mayor precariedad política de los negros; que mal representados en su élite intelectual, se ven forzados a una negociación difícil, con un enemigo que no negocia. Es aquí sin embargo donde la poeta les brinda arquetipos referenciales, más bellos y dignos que su burla manipulación; como la Doña Ana de Souza de su canto de amor y respeto —nunca prisionera—, o la Fermina Lucumí de —para la que todos los bocabajo fueron pocos—, o ella misma, elogio de su elogio más grande.

Sólo la arrogancia obtusa, que emana de la abstracción institucional en forma de dogma moral, puede no verlo; incluso si esa obstinación se manifiesta en negros prestos al servicio, infiltrados en el cabildo para denunciar el palenque. Sólo esa arrogancia pudo subestimar la voluntad, tras la apertura flexible y la capacidad de negociación; como sólo esa arrogancia verá los estropicios que causa en su propia torpeza, arrastrando consigo sus propios vicios y sirvientes.


Wednesday, March 30, 2022

kontoria kuako! ¡kunankuako! ¡kumanguako! -II

Mi padre, Manuel Granados, fue un paria, pero no comprendió la naturaleza grandiosa de esa condición; y al final tuvo una buena muerte, cumpliendo incluso el sueño convencional y tristemente feliz  de conocer París. Ese cumplimiento triste es la prueba de que no comprendió la naturaleza mayor —más feliz aún— de ser un paria; contrario a mi madre, Georgina Herrera, que atravesó todas las convenciones para esperar un sorprendente final en el exilio. Probablemente sea el carácter más convencional de mi madre, lo que me permite a mí comprender esta naturaleza; bien que sobre los hombros cansados de mi padre, pero con la dirección tenaz del brazo de mi madre, el panteón que la guiaba.

Es extraño y paradójico, pero como la vida misma al fin y al cabo, que se complace en estas combinaciones imposibles; dando forma a su propia extensión, no en las ramas más fuertes —que son quebradizas— sino en la debilidad, que la obliga a la creación. No de otro modo se explica la confluencia de esos sentidos, no ya contradictorios sino absolutamente contrarios; que son mis padres en un silogismo imposible, tan disímiles que se complementan en la contradicción.

Ese es el valor de Georgina Herrera, y la explicación perfecta de su poesía, como una sistematización madura y suficiente; en que incluso si debe existir en medio de la dotación, deja patente que es el cepo del mayoral lo que la retiene, no la voluntad. Al fin, el cepo del mayoral es ese alud de convenciones, que sólo puede superar un pragmatismo minucioso; en un país en el que la individualidad no existe, maniatada en su utilidad y dependencia del favor gubernamental.

Eso es más grave y escandaloso aún en la precariedad de su élite intelectual, doblemente precaria en el caso negro; sujeto a una fidelidad forzosa, que sabe del chasquido del látigo, y no duda en mayorear a otros negros para rehuir el furor del amo. Eso es lo que se entiende, cuando es esa intelectualidad y activismo negros los que te recuerdan la condición de paria; de la que por fin puedes comprender la naturaleza gloriosa, como una vindicación justa de tu dignidad personal.

Cuando Georgina hace su elogio grande de sí misma(Ver), viola la suprema convención que la confina a la modestia; no importa si con eso le reimponen el cepo —haciendo de su protesta un discurso—, porque la libertad está en la afirmación misma. Sólo el sueño del amo puede aventurarse a esa ficción del poder, que cree reducir al esclavo con su discurso de suprematismo moral; al final no entiende la ofensa con que este le responde en su propia lengua, arrobado con su propia su arrogancia.

Quien sí la entiende es el contra mayoral, que ni el cinismo tiene a su favor de tanta precariedad e indignidad; viendo cómo el espejo le devuelve las acusaciones con que denunció, y lo despoja de todo respeto ante quien único debió tenerla, que era él mismo. La Sociedad Aponte de la UNEAC, por ejemplo, es un cabildo —no un palenque— mayoreado por blancos y contra mayorales negros; en medio del cual, Georgina Herrera postulo ese elogio grande de sí misma, dibujando el círculo de tiza al que se recluía en libertad.

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No será la primera vez que pasa, fueron los cabildos y no los palenques los que integraron la cultura nacional; explicando esa posición subordinada, que luego atribuyeron a la inteligencia emergente, acusándola de indignidad. No hay dudas de que la Sociedad Aponte tiene un futuro propio, pero sobre ese presente de colaboracionismo; que podrá organizar estos referentes hermenéuticos con su propio alcance instrumental, pero sólo entonces, como renacimiento.

Ahí volverá esplender Georgina, con este valor establecido en su poética, como reflexión de suyo universal; y que funcionarios como Roberto Zurbano o Alberto Abreu limiten semejante trascendencia al valor retórico del discurso, sólo ilustra los límites funcionales de ellos. Ese nivel de consistencia no podía comprenderlo mi padre, porque su isolación total le negó toda referencia; y esta sería la razón de que mi madre pudiera reflexionar esta consistencia, para que yo pudiera comprender así esta naturaleza extraña de la libertad.


Monday, March 28, 2022

kontoria kuako! ¡kunankuako! ¡kumanguako!

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El ámbito existencial de Georgina Herrera excede lo histórico, en proyectos que hablan de la relación con sus hijos; profunda hasta lo visceral, en la que figura la edición artesanal de Gritos (Miami), también la organización —frustrada con su muerte— de un poemario dedicado al amante. Tan importantes como estos, destacan los problemas familiares, que describen la relación con el hijo y el padre de este; que permiten rescatar la personalidad de esta poeta, de modo más rico y complejo que la caricatura de activismo seudo político a que se le reduce.

Eso es importante, no sólo por su personalidad, sino porque también permite una comprensión de su poética; como un trabajo de alcance universal, que rebasa —hasta en su centralidad negroide— lo negro, como una cosmología. En ese sentido, su poética responde a las contradicciones de su tiempo, pero desde el extremo de su singularidad personal; que sorteando las dificultades de su entorno, la establece como una personalidad descollante.

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Ahí cobra importancia la recurrencia de la rebeldía, como tópico existencial y no abstracto, de raíces históricas; que no responden al discurso de supremacía moral propio de ese entorno, sino centrado figuras concretas que determinan su imaginario, y este alcance de su reflexión existencial. Estas figuras son tres, una de ellas escondida como referente cosmogónico, en el arquetipo religioso de Yemallá; del que ella se reconoce como avatar, no sólo como ideolema sino por prácticas concretas, de ascendencia familiar.

Las otras dos son propiamente históricas, en las figuras de Doña Ana de Souza y Fermina Kucumí; la primera, una jefe tribal angolana —nunca prisionera—, que trataba de igual a igual con los portugueses; la segunda, una cimarrona de la zona de Matanzas —de donde provenía ella misma—, especialmente fiera enfrentando a las autoridades. Más allá de posiciones políticas, el problema de la libertad es controvertido en el caso cubano, por su singular modelo político; eso es lo que hace tan relevante esta otra dimensión de la experiencia existencial de Herrera, y las connotaciones hermenéuticas de su poética.

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Georgina Herrera va a vivir más allá de esta circunstancia, en cierta forma de pragmatismo cínico; resumible en un verso de Nicolás Guillén —apropiada como licencia— para desplegar sus propios recursos. La frase es “que se avergüence el amo”, reflotada por Alberto Abreu en el contexto de los problemas de Roberto Zurbano en el 2016; pero si su sentido original aludía a la exoneración moral de la condición humana de esclavitud, en ella adquiría este otro sentido de sobrevivencia de sus circunstancias.

A saber, como escritora cubana, Georgina Herrera queda enmarcada por la llamada generación del cincuenta; pero ella se realiza y hasta se reconoce como parte de llamada novísima, posterior y con características propias. Eso le otorga una circunstancia difícil, marcada por su propio desinterés académico pero excelencia profesional, como poeta y dramaturga para radio; que pasando a retiro en la segunda mitad de los noventa, corre el peligro de la irrelevancia personal.

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Es ahí donde Herrera renueva su propio interés como escritora, con el énfasis tópico de su poesía en lo africano; que encuentra un nicho de mercado —pequeño pero significativo para la precariedad de los cubanos—, en las universidades norteamericanas. Todo eso viene acompañado de innúmeros impuestos sociales y políticos, como el de la imagen de activista; muchos de los cuales pueden haber sido concesiones entusiastas y voluntarios, dada su propia situación como mujer que encuentra un nuevo espacio de expresión.

La premisa de que se avergüence el amo deviene en motivo de la liberación, que le permite esta expansión; en la que puede recuperar la que probablemente sea su relación más controvertida, íntima y vital, con el hijo exiliado. El amo es todo lo que se interponga entre ella y su propia plenitud existencial, que lo incluye; como lo podría probar la extensa correspondencia privada, en que repasan todos los problemas familiares que los envuelven.

En esto, el estoicismo de Georgina recuerda el gesto que atribuye a Fermina Lucumí en “Penúltimo sueño de Mariana”; una transliteración de personalidades, posibilitada por el referente cosmogónico, cuando la tríada protagónica es centrada por la maternidad de Yemallá. Debe recordarse que ella es Yemallá no sólo en su poética, sino por su propia determinación cosmogónica como avatar; pudiendo así contestar con lo que parece una maldición, pero es sólo el insulto con que responde a su crimen de lesa existencialidad. 


Saturday, March 19, 2022

En el aniversario de Georgina Herrera

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El 23 de Abril será el un aniversario de Georgina Herrera, y es probable que dejen a Roberto Zurbano a cargo de alguna celebración; después de todo, ya tuvieron esa insensibilidad con la presentación de su documental, después del desplante de su maternidad con su muerte. No obstante, igual que esa arrogancia e insensibilidad institucional, la obstinación del ofendido va a reclamar por el atropello; y día llegará en que —desechados ya otra vez por esas mismas instituciones— los negros cubanos tengan que enfrentar su poca dignidad y desvergüenza.

Lo que Zurbano mostró a la muerte de Herrera, es la falencia con que el problema negro cubano desagua su legitimidad; cambiándose por los espejismos de una visibilidad, precaria en tanto condicionada por una obediencia que ni se preocupa por la fidelidad. Pensar que esas instituciones no saben de esa vaciedad tan moral como política, es subestimar a las dos partes de esa pugna; como ilustración de la torcedura que todos infligen a la cultura cubana en general, y a sí mismos como parte de ella.

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Ya esas instituciones probaron al mismo Zurbano su propia precariedad, cuando se atrevió a un tímido “con permiso”; y es absurdo no ver que esa amenaza se mantiene sobre su cabeza, aunque eso signifique que pase su humillación sobre otros negros, con ínfulas de contra mayoral. No obstante, aunque protegido por ahora en esa aparente invulnerabilidad de su gobierno, día llegará —como para todo— en que su abuso salga a la luz; terminando por perder la poca legitimidad que aún pueda aparentar, y que —como el aché— sólo yace falta tenerla para perderla.

Claro que todo eso se puede evitar, con el buen tino de un bajo perfil, que diluya su manipulación y prepotencia; aunque eso es poco probable, no sólo por su propia soberbia, sino también por el empuje de esa cultura política e institucional que lo empujan. Eso, de todas formas, es lo que un día va a caer, como todo en esta vida, sujeto a la esclerosis con el tiempo; dejándolo expuesto y desvalido, con todas sus vergüenzas y desvergüenzas al aire, que es por lo que mejor optaría por un bajo perfil.

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Después de todo, no hay universidad en todos los Estados Unidos con muros que no pueda cruzar la prensa; sobre todo si el origen de una historia está fuera de ellas, como en este caso que hasta lastra el caso negro cubano. Este daño no es únicamente político, sino también onto y antropológicamente, haciéndolos irrecuperables; porque más allá de ese interés está la viabilidad práctica y existencial, con que todos ellos deben verse la cara en sus propios espejos.

Incluso cuando, dañado por el peso ideológico, toda esa prostitución logre imponerse y salirse con la suya; aún ahí sólo estaría evidenciando su debilidad, que por ser estructural sería lo que los hace irrecuperables. No por gusto, en refrán religioso, una de las más temibles diosas advierte que a veces el que gana pierde; aunque sólo sea porque pierde la dignidad personal, que es la única falta que no perdona un dios.

Monday, March 14, 2022

Oppiano

 


Thursday, March 10, 2022

Roberto Zurbano y Georgina Herrera, otra vez y para siempre

La relación de Roberto Zurbano con Georgina Herrera es emblemática de la institucionalidad cultural cubana, a la que refleja; también del precario equilibrio de los negros en esta, como el segmento poblacional más expuesto a sus contradicciones. En ningún caso se trata de un saldo positivo, sino violento, por la manipulación sistemática en que se determina; que s grave como relación entre la abstracción de las instituciones y la realidad individual, pero es además escandalosa e insufrible tratándose de negros contra otros negros.

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Es así como un momento glorioso, en el reconocimiento institucional a la grandeza de Georgina Herrera, se ve disminuido; con su presentación a cargo de la vulgaridad y falta de nobleza de Roberto Zurbano, que en —en sacrilegio a esa precaria humanidad que él conoce de los negros cubanos— se presta a la manipulación; pretendiendo negar a esa gloria que fue la escritora, la otra mayor de su maternidad, con la manipulación. Esposa de Manuel Granados fue también la madre de su hijo, que en el exilio la expone a esta contradicción; algo natural a la historia de violencia sobre la familia del gobierno cubano, que en su vulgaridad trata de resolverlo con la negación total.

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El problema de Cuba es con la realidad, porque esta es más compleja que la simpleza de sus pretensiones políticas; así esta realidad, en la persona de Georgina Herrera, tiene un vínculo indisoluble con la contradicción política del país. De ahí esa manipulación siniestra, con que trataron de fabricar una falsa filiación de madre/hijo con Zurbano, como el negrito brillante; que como todos los negros condicionados por el elitismo institucional, se aprestara a hacer lo que pidiera el amo blanco, que no otra cosa es la dirección cultural del país. Los resultados son conocidos, en el aquelarre seudo simbolista en que se despidiera a la escritora con su muerte; pero que encima de ese escándalo, sea Zurbano el encargado de presentar el documental en que se la homenajea en su estreno, es añadir sal e insulto a la ya ofensiva herida.

De nada de esto hubo necesidad, como no pueden saberlo, condenados al patetismo de simular la trascendencia; y tan malo como esto, es que eso se lo inflijan negros a los negros, con esa perversión mayor de la gratuidad. Ese es el problema con Zurbano, pero como mero reflejo que representa el panorama total de esa negritud; tan lastimosa que ni se puede gozar de dignidad, una virtud que no puede ser concedida, porque emana de la propia personalidad. Ahí está el secreto del azoro con que rechazan a otros negros, por sus acercamientos peligrosos a la realidad; que va a desbordar siempre el molde estrecho de su manipulación —siempre la manipulación— por el estado cubano.

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Pero aunque ellos vivan amedrentados en la dotación, fuera de Cuba los negros se lidiamos de otra forma con la impotencia; y podemos gritar las cosas con todas sus letras, recordándoles a ellos la cobardía con que se prestan a esos juegos. Puede parecer que no pesa, pero por sordo que sea el grito permanece ahí, y alguien habrá que lo vea; alguien que va a recordar que la primera versión de ese adefesio que es Cimarroneando se llamó Gritos; y que fue un precioso libro artesanal, editado por el hijo de Georgina y Manuel, con el peso real del acercamiento entre madre e hijo.

Zurbano y todo lo que lo sostiene, hasta con el silencio culpable, debería abstenerse de esa arrogancia sin sentido; porque va a llegar al día en que su desvergüenza va a relucir, por sobre ese silencio de los que ahora le rodean. Igual no importa más allá de la prudencia personal, porque ya los negros cubanos han echado sobre sí esta desvergüenza colectiva; sobre todo aquellos que se preciaron del afecto de Georgina Herrera y Manolo Granados, el improbable matrimonio que prueba que la realidad es más densa y hermosa que esa impiedad de los negros cubanos.


Saturday, March 5, 2022

¿Razones de Moscú?

La invasión a Ucrania ha revivido argumentos políticos, tratando de entender las razones de la agresión de Moscú; y en este sentido se citan  violaciones al tratado de Minsk, sobre la militarización de Ucrania y la expansión de la OTAN hacia el Este. Sin embargo, ya el tratado de Minsk habría sido sólo un apaciguamiento de la frustración de Moscú, desde la caída de la Unión Soviética; que por otra parte, tampoco se comporta con la consistencia corporativa de un gobierno federado, sino como una dictadura personal.

En realidad, la guerra en Ucrania sería sólo una representación del enfrentamiento entre Rusia y Occidente; que comenzó con la caída de la Unión Soviética y la formación de la Unión Europea, sobre la base de la anterior Comunidad Económica Europea; en tanto esta, junto a la OTAN, eran el balance al Pacto de Varsovia, como comunidad económica y militar de la alianza del Este. Sin embargo, esa sería también la primera falacia política, sobre la que se construye la política defensiva del sistema ruso; ya que ni la OTAN ni la UE estaban en función de otra cosa que de la administración misma de Occidente, dado como un bloque en sí; que resultado de la II WW tiene que conformarse al tiempo de su recuperación, condicionada por la ayuda y la iniciativa estadounidense.

Ese esquema también obvia la realidad del área socialista, como concesión incluso planificada de Occidente; que en la coyuntura de la  Guerra Mundial, aprovecha el giro de la ofensiva de Stalingrado, pero sólo para encargarle el frente oriental, no para ganar la guerra. La prueba de esto último fue el retraso intencional de todas las tropas occidentales, para dar tiempo a las tropas soviéticas a que entraran en Berlín; dando cumplimiento a los acuerdos de Yalta, pero desde las proyecciones de Occidente con la industrialización de la economía rusa, con la entrada del siglo XX.

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En esa misma realidad, y pese a las apariencias, la diferencia entre uno y otro lado no era el carácter dictatorial de la URSS; sino el liberal de la dictadura occidental, dada en el gobierno de las grandes corporaciones económicas; respecto al de la soviética como oriental, que identificaba en la solidaridad de los pueblos el ansia imperial de su propia tradición. Eso entonces es consistente con sus respectivas tradiciones políticas, igual de autoritarias, pero respectivamente autocrática y liberal; con momentos de solapamiento perverso, como cuando Francia se encandila con el absolutismo imperial chino (Luis XIV), conduciéndola al exceso que la quiebra. Recuérdese aquí que la crisis económica, que desemboca en la revolución francesa es producto de una manipulación; en la publicación por el ministro de economía de Luis XVI de los gastos de la corte, obviando las partidas de la corona hacia la revolución norteamericana, que eran las que drenaban la economía[1].

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El espíritu imperial ruso —transmutado en la solidaridad proletaria— es lo que se frustra con la caída del bloque soviético; y es lo que no comprende la fascinación prooccidental del gobierno liberal de Gorbachov, conduciéndolo a la crisis del golpe de estado de 1991. De esta coyuntura emergería la figura de Boris Yeltsin, pero como contrapeso coyuntural y no como visión política con proyección de estado, de ahí su debilidad; y en esa precariedad es que se propicia la aparición y desarrollo de la personalidad de Putin, como el desastre de la IWW produjo la de Adolfo Hitler. Figuras hitlerianas no han faltado, pero ninguna había encontrado una coyuntura mundial como del 2022; ni siquiera el mismo Putin, cuando se anexó la península de Crimea (2014), y consiguió que se le apaciguara con los acuerdos de Minsk.

El fracaso soviético responde a su artificialidad, como conjunto de compulsiones mal organizadas en la ideología comunista; pero posible y hasta necesaria, en los juegos de las oligarquías occidentales, tan sujetas a la decadencia como cualquier otra. Pretender que Europa ha superado el trascendentalismo político de Carlo Magno es desconocer su historia, encarnada en el imperialismo norteamericano; cuya única diferencia respecto a cualquier otro, es la mayor flexibilidad que le confiere el liberalismo económico, para sobreponerse a la inevitable esclerosis corporativa. Eso sería justamente lo que fallara, como obsesión de un gobierno definitiva y abiertamente corporativo, con la imposición de Hillary Clinton en las elecciones del 2016; propiciando el neo hitlerismo de Donald Trump, como reacción natural —y en ello proporcional—, y con ello el debilitamiento de esa capacidad corporativa —dictatorial en tanto autoritaria— del liberalismo norteamericano.

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En ese contexto, la violación de los acuerdos de Minsk es sólo una justificación, que renueva la confrontación; dirigiéndose a la restauración imposible del área de influencia soviética, como cumplimiento a su vez del ansia expansionista del viejo imperio ruso. Como resultado paradójico, esto sólo habría producido la revitalización definitiva de la Unión Europea; que naciera muerta, en las mentes frías del corporativismo económico, y no de la factualidad del forcejeo político que la está trayendo a la vida con el desastre de Ucrania.

Si está guerra produce un fin, va a ser la nueva hegemonía europea, como base hasta para la decadencia norteamericana; en una nueva apoteosis de Occidente, que supone una contracción a su misma génesis como cultura; o en cambio, una devastación tan total, que sólo la alternativa asiática —por su poder tecnológico real— pueda suplir un modelo de gobernabilidad política. En la transición desde la era arcaica a la antigua, fue esta dimensión de desastre la que propiciara el desarrollo del capitalismo; como base para la democracia griega, con la expansión económica de los fenicios, sobre el vacío político provocado por los cataclismos geográficos[2].

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La falacia estaría en no ver la naturaleza dictatorial que también impulsa este desarrollo, al que sólo le confiere mayor flexibilidad en el modelo democrático; pero sin que consiga sobreponerse por completo y nunca a una base oligárquica, dada por el manejo de capital, como condición de naturaleza. No habría por tanto razones de Moscú, ni históricas ni metafísicas, sino pura bestialidad compulsiva de lo humano; sólo racionalizable en la convencionalidad política que pueda proveer en su inteligencia, pero sin ánimos de trascendencia en su pragmatismo.

Ese pragmatismo explicaría incluso la incapacidad de los territorios marginales para jugar en esta liga, siquiera como emergentes; reconociendo al final, que tanto la democracia como la oligarquía son sólo estados superpuestos de la complementariedad misma de la cultura. Ese mismo pragmatismo vería las semejanzas de la dictaduras de Putin y la de Hitler, en su fuerza corporativa; en definitiva, fue por eso que tuvo flexibilidad suficiente para bailar la danza macabra que acabó la IIWW; como puede hacerlo ahora, pero sólo si restaura su dependencia de la maniobrabilidad económica contra su propia tendencia a la esclerosis del corporativismo político.

En definitiva también, es un error creer que fue la maniobrabilidad de Occidente la que acabó con la URSS, y no la esclerosis de su corporativismo; que difería del occidental en que carecía de esta flexibilidad económica —no en que fuera dictatorial—, dividiendo su área de influencia económica en especializaciones; con la misma ineficiencia que repetirá Occidente desde entonces, hasta la crisis de abastecimiento por su dependencia con China. Así también, si la esclerosis soviética no hubiera permitido el proccidentalísimo de Gorbachov, Occidente seguiría jugando al tenso equilibrio de la guerra fría; que de hecho había conseguido una estabilidad sin dudas insostenible, sólo que a costa de esta expansión económica que ha descarrilado al mundo en su corporativismo.


[1] . El ministro de economía de Luis XVI fue el banquero ginebrino Jackes Necker (1732-1804), como uno de los casos más flagrantes de manipulación mediática y populista con fines políticos. Es esta acción suya lo que provoca la marcha de las pescaderas, forzando el desarrollo de la revolución, que se dirigía a una monarquía constitucional, de corte liberal como la inglesa.

[2] . Esto será lo que se conozca como el cataclismo minoico, en la base de la cultura política de Occidente. Cf: Peripatos

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