Thursday, May 16, 2019

Waldo Pérez Cino y el canon crítico cubano


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El reciente paso de Waldo Pérez Cino por Miami sirvió para conocer a Bokeh, el sello que dirige desde Holanda; en realidad no mucho, pues no se llegó a exponer su estructura funcional básica, como su consejo y política editorial. En cambio, sí sirvió como exposición del basamento teórico del autor, que mayormente dirigiría su proyección editorial; específicamente sus criterios acerca de lo que llama el canon crítico de la literatura cubana, como el conjunto más o menos sistemático de la misma. Esto último, partiendo de su libro El tiempo contraído, canon, discurso y circunstancia de la narrativa cubana (1959-2000); en el que trata la reducción de dicha crítica al contenidismo ideológico, que formalmente lastró dicha producción literaria. 

En realidad, y a pesar de su insistencia, no distinguió de modo suficiente esas prácticas de sus antecedentes prerrevolucionarios; como tampoco de esa misma recurrencia en el conjunto de la cultura occidental, donde las cuestiones formales han cedido ante las presiones ideológicas. Curiosamente, la excesiva insistencia en la singularidad del caso cubano por su circunstancia política, podría resultar en el paradójico círculo sofista; en que por su sentido crítico, el postulado es una proyección de la propia deficiencia. 

Después de todo, dicha recurrencia es lógica como el mismo señalaa regímenes afectados por modelos dictatoriales; pero será entonces escandalosa en la pasividad con que se reproduce fuera de la esfera de influencia del régimen que primero lo determina. Habría sido muy interesante indagar en esta recurrencia misma, que hasta podría explicar la de dichos modelos dictatoriales en la cultura; pero eso habría implicado el cuestionamiento directo del mismo estamento social de los intelectuales, que de ello derivarían su consistencia como intereses de clase. 

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De hecho, esa podría muy bien ser la razón de paradoja tan cerrada, en que el dedo señala al espejo y se reproduce ad infinitum. Con este caso por ejemplo, se trataría de dicho estamento como un producto de la masificación popular de estas prácticas de la crítica; que funcionando como una burocracia especializada, lucha por su subsistencia, reproduciendo así los vicios que critica. Esta simple lucha (clasista) por la subsistencia se haría patente, en esfuerzo como el de esa editorial y otras similares; que asumiendo su inoperatividad económica, vive de los recursos de su casa matriz, más funcional y lógica en su sentido. 

Esta sola inconsistencia obligaría a dichos proyectos como propios de la clase que los instrumentaa vivir en burbujas de subvención; que ya en ello van a significar una limitación formal y de referencias, según la receptividad de su estructura económica; que es así como pasa a ejercer funciones superestructurales, en una prueba más de la infalibilidad del Marxismo. El problema con estas subestructuras sin vínculo económico con la realidad, es que este es el único vínculo posible con la misma; de modo que al existir en burbujas de subvención, se desarrollen así desvinculadas de la realidad. 

De ahí que queden enfocados en problemas irreales, aunque su nivel de abstracción pueda proveer una apariencia (teórica) de realidad; redundando en una separación aún mayor y más sistemática de la realidad en sí, siguiendo una dinámica de retroalimentación. En todo caso, la exposición original (acerca del canon…) pecaría de la misma naturaleza reductiva y generalizadora que señala; con citas de nuevo recurrentescomo la del compromiso incomprensible de Alejo Carpentier con La consagración de la primavera. La falacia aquí destacaría por el hecho de que ese fue sólo un título fallido de Carpentier, pudiendo situarse como fallido pero puntual experimento; al tiempo que ignora reduciendo literalmente a caricaturaotros acercamientos más logrados, sin una demostración factual de sus deficiencias; al menos más allá de la referencia a la monumentalidad (elefantiásica) de títulos extranjeros, cuyas mismas dimensiones los hacen fallidos por lo densos.

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Más allá del criterio, nadie puede negar la consistencia en este sentido de títulos como Los años duros, Los condenados de Condado o Tute de reyes; especialmente en lo que me concierne, con Manuel Granados, novelas como Adire y el tiempo roto, con referencias incluso de corte trascendentalista (metafísica) y esteticistas. En cada uno de estos casos, el desarrollo se habría truncado justo por su apego a los principios formales de dicho canon; demostrando que no sólo son también suficientes en términos estéticos, sino también reconocibles más allá de la revolución cubana; en la llamada novela de la revolución mexicana, por ejemplo, que es incluso un canon en sí, así como en el del desarrollismo latinoamericano.

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