Por Antonio Ramos Zúñiga
Sin dudas, a quienes más beneficiaría la derrota del uribismo es a Chávez y las FARC. Y la apuesta por Mockus es parte del ajedrez estratégico donde Chávez está moviendo sus petrodólares y preparando el ajuste de cuentas que será posible con la alianza de sus afines ideológicos dentro de Colombia.
Dicen que Mockus mantendría a raya al autoritario presidente socialista de Venezuela. No es cierto. Es público que Mockus manifestó admiración por Chávez, aunque ahora use la retórica para negarlo. Además, un Mockus presidente, con una Colombia tan polarizada, pasaría por el riesgo de la ingobernabilidad. Internamente, muchos de sus aliados están desacreditados y no son legítimos “compañeros de viaje”. Chávez aprovecharía las tensiones y tendencias internas así como el manejable contexto regional, con Lula a su lado, para tener más presencia en Colombia, lo que sería una “pax chavista”, una intromisión sutil y contundente primero, hasta el total renacimiento de las “condiciones objetivas y subjetivas” revolucionarias (así dicen los marxistas). Esto es lo que ha hecho en los países que lo siguen en la aventura anti-norteamericana del socialismo del siglo XXI y el ALBA.
El tema de si Mockus es presidenciable es lo más candente. La nueva imagen de político sapiente que le han fabricado excluye la ética y los convencionalismos. Con Mockus no se metan. Por supuesto, el pasado de su contrincante sí cuenta, pero el nuevo ídolo es exonerable. Es curioso que tanta gente lo exima de haber sido una rara avis en la política colombiana, con un estilo apayasado y desideologizado. Dicen que no es rojo, ni blanco tradicional, sino verde. Los jóvenes, que gustan del espectáculo, disfrutaron cuando mostró su trasero desnudo a un auditorio, cierta vez se agarró los genitales, se ha vestido de superman, entre tantas “travesuras”, debe parecerle el más moderno y divertido de los colombianos.
Por supuesto, millones de colombianos también lo cuestionan y prefieren no tener a un presidente que les recuerde las payaserías e idioteces de los Abdalá Bucaram y Hugo Chávez. Pero, como está demostrado, ninguna bufonada ha descalificado a los presidentes populistas “redentores” en los últimos tiempos. La política latinoamericana es tan irracional y amarga como circense. Perfecta para aquellos que han planificado revertirla como un escenario de ingeniería social postmoderno, que pasa por la seudodemocracia a la “liberación” totalitaria rojita mal llamada bolivariana.
¿Y si gana Mockus? Las encuestas lo dan como ganador. Las matemáticas no están claras aún. Tampoco se sabe cómo reaccionará a última hora el pueblo colombiano ante su conciencia. Pudiera ser que la madurez política de los colombianos y el fantasma chavista inclinen la balanza hacia Santos. El destino se va a decidir en la conciencia. Muchos colombianos ya están convencidos que el día de las elecciones, Chávez votará por Mockus y cambiará la historia de Colombia.
Si es así, ¿de qué cambio hablamos? En verdad, de ninguno. La era Mockus será una evolución corregida de la política tradicional colombiana pero más conflictiva, con dos nuevos ingredientes imprevisibles, el izquierdismo verde y el chavismo mediático. Se impondrá la política real. Habrá liberación de rehenes, una guerrilla reanimada que buscará legitimizarse, ajuste de cuentas, nuevos ricos, algunos reajustes sociales para compensar a los votantes, mucho populismo, más interferencia de Chávez, los inversionistas extranjeros pensarán en los riesgos de poner su dinero en territorio del miedo; Mockus buscará alianzas para poder darse a respetar, y luego veremos a muchos decir que la política es sucia, habrá descontentos, estarán los jóvenes desilusionados y si se portan mal, nuevamente Mockus les mostrará el trasero.