Wednesday, April 27, 2022

Twitter, la píldora envenenada

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El cambio de posición del board de Twitter, sobre la opción de compra por Musk, es por lo menos llamativo; tanto por lo abrupto del cambio como por sus implicaciones, en cuanto a las políticas y la cultura política de la compañía. En realidad, todo el proceso no ha hecho sino evidenciar el verdadero sentido de esa red social —y de las redes en general— como instrumento político; nacido en una transferencia de tecnología, desde las esferas gubernamentales a las privadas, que empezaba con la misma internet.

Los periódicos no lo mencionan, pero toda la tecnología actual surgió y se desarrolló de investigaciones militares; que luego fueron sistemáticamente transferidas al sector privado, incluso con subsidios para el desarrollo continuo. La última generación creció en esta nueva cultura tecnológica, que ya era privada pero retenía su origen en esos subsidios del gobierno; dando lugar a la nueva clase, nacida directamente de la clase media —no del lumpen aunque sí popular—, amasando cantidades ingentes de dinero.

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La crisis electoral del 2020 —que continuaba la del 2016— puso en claro su utilidad, con el manejo de la opinión pública; una operación desembozada, que tras el suprematismo de la tradición liberal, dio al traste con el ejercicio de la libre expresión. El golpe de manos fue estrambótico incluso, en su defensa de la censura como de los principios democráticos  republicanos; sobre la base de una crisis política provocada por la arrogancia elitista liberal, con la imposición de la candidatura de Hillary Clinton.

La reacción de Twitter a la oferta hostil de Elon Musk era de esperar, y por eso llama la atención el cambio; porque eso significa que ya hay una alternativa en marcha, para contrarrestar la apertura de la red como espacio para el debate. Combinadas entre sí, las alternativas deben ser insuperables, repercutiendo en una inoperatividad de la red; que mientras trata de estabilizarse ante los embates, sería incapaz de contrarrestar el efecto disuasorio de la embestida.

Lo interesante aquí es la pausa impuesta por Elon Musk en el proceso, no su —todavía por ver— efectividad; porque es cierto que Twitter y las redes en general evitaron una derivación dictatorial, con una reelección de Donald Trump; que con un manto de legitimidad, por su cruzada contra la dictadura seudo proletaria del liberalismo institucional, habría resultado imbatible. Pero como en el triunfo del dogmatismo católico, no fue con una contracción a los principios de la república; sino una aceleración al carácter neo imperial del modelo cristiano, en su apelación a las convenciones institucionales del imperio.

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En ese esquema, Trump puede recordarnos la figura arquetípica del emperador loco, de Nerón a Calígula; pero era más bien la del gobernador fuerte, como un Octavio Augusto con menos glamour en su vulgaridad. Es en ese sentido que la cruzada liberal recuerda la toma de poder por el Cristianismo, en su función ideológica; con la corrección de las redes sociales como los concilios del problema arriano, de San Atanasio a San Agustín; y sobre todo con el celo fanático de los monjes de San Basilio —que mataron a Hipatia— en los moderadores de Twitter.

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Pero la intervención de Elon Musk es interesante, porque vuelve a mostrar el músculo del capitalismo industrial; como un principio que perdiendo ya —bien que relativamente— lo industrial, atraviesa aún la excepcionalidad del individuo. Elon Musk es un individuo, y como tal puede ser un capitalista perverso o benevolente en su altruismo; pero lo que nunca va a ser benevolente, es la élite tras los políticos, que se cree tan inteligente como para saber qué es lo mejor para el mundo.

Esa es la que está tras la crisis del 2016, y que sin dudas ha envenenado esta píldora tan importante para la próxima; porque una era moderna —que vio las manipulaciones que dieron al traste con la corona francesa— nunca es paranoica en su desconfianza. Esas son, después de todo, las mismas fuerzas que se enfrentaron a un lado y otro de la independencia norteamericana; donde no consiguen imponerse, porque tienen que hacerlo sobre el individualismo industrialista inglés, con su sentido corporativo.

Ese forcejeo no ha hecho más que comenzar, porque se trata también de su momento definitivo y definitorio; dirigiéndose al agotamiento ya de las pretensiones humanistas, con la corrupción idealista del cristianismo. La virtud del industrialismo —incluso si atraviesa la apoteosis del capitalismo postmoderno— radica en su sentido pragmático y existencial; que como potestad exclusiva del individuo, apela justo a esa inefable excepcionalidad del ente libre y potestativo.


Monday, April 25, 2022

Georgina en el cielo, con diamantes

La cátedra Nelson Mandela celebró el cumpleaños de mi madre, Georgina Herrera, con una actividad popular; y el solo hecho de que dejaran fuera de esto al gran manipulador, es motivo alegría y purifica el recuerdo. Por supuesto, no se van a disculpar nunca, porque no tienen la capacidad para eso, pero ese es el problema de ellos; el hecho de que Roberto Zurbano no participara de estos festejos, más o menos oficial a la vez que popular, es suficiente.

Después de todo, la única razón a la que reaccioné con virulencia fue a esa intervención soez y arrogante; así que superado el obstáculo, no debería haber más problemas, aunque se mantenga la expectativa. En todo caso, conmueve la modestia de la presentación, a pesar de los clichés de su populismo; pues todo el mundo sabe que no es posible ser popular y oficial, en una tensión zanjada por el sentido común.

Por supuesto, el problema radica en que todo el mundo excluye a Cuba, como una categoría especial de la tontería; en su creencia de que sus manejos ideológicos sean lo que parecen y no meros símbolos, carentes de significado propio. Pero es sin dudas hermoso ver esa precariedad, con que gente joven —que no tuvo el lujo de ver a Asennenth Rodríguez y Alden Knight— hicieron su presentación. Es algo a agradecer, porque lo importante aquí es que se consiga la permanencia y no la perfección; esa vendrá después, conseguida esta permanencia, incluso a base de corrupción del alma, cuando pueda reorganizarse el pensamiento.

Lo cierto es que sin permanencia no hay pensamiento que corregir, ni siquiera corrupto, y es hora de acabar con ese falso heroísmo que exige sacrificios como un dios bárbaro. Con toda la modestia y humildad, y desde la otra punta del espectro político, muchas gracias a la Cátedra Nelson Mandela y a su interesante líder.


Sunday, April 24, 2022

Larga y compleja introducción a la función hermenéutica de la poesía de Georgina Herrera en el espectro cubano de Occidente.

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En su discurso sobre el arte negro, W.E.B. Dubois postula una instrumentalidad del arte, por su valor discursivo; también la irrelevancia de esta creencia suya, porque en definitiva lo importante era la presencia misma del artista. Esta presencia garantizaría una ampliación progresiva de las posibilidades mercantiles del arte negro, que era lo importante; pero cuya importancia no se reduciría a esa obviedad, sino a su alcance, en tanto el mercado es también el que reorganiza el espectro epistemológico del arte.

En efecto, la crisis de la cultura de Occidente no sería más que su contracción lógica, en un desarrollo de quinientos años; de los cuales, un siglo entero correspondería a su apoteosis, en el período ilustrado (ss. XVII-XVIII) y otros dos a su decadencia. Contrastado con el horror vacui que es propio de la realidad como naturaleza, eso sólo significa un desarrollo alternativo; que semejando a la lenta superposición gótica sobre la cultura romana, culminaría en otra revitalización de Occidente.

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Lo que no queda tan explícito es de dónde provendría ese desarrollo y por qué, o cómo lograría esta superposición; que sin embargo es comprensible, si se observa que la crisis se debería siempre a la disfuncionalidad práctica de sus convenciones. Eso es lo que explica la lenta derivación de las fuerzas centrífugas de la sociedad en centrípetas, con la obsolencia funcional de estas últimas; que dejaría un espacio para el desarrollo de un nuevo liberalismo, en la crítica del antiguo, ahora funcionalmente conservador.

No se trataría de una contradicción directa y proporcional, entre fuerzas puras de liberalismo y el conservadurismo; porque entonces no habría desarrollo, sino sólo la misma tensión, que impida toda forma de progreso. Se trataría entonces de un nuevo convencionalismo necesario, dado el vacío creado con la disfuncionalidad del anterior; y que provendría de sus estratos marginales, progresivamente incorporados, con el hecho mismo de su presencia en el mercado; que al proveer las determinaciones del espectro hermenéutico al uso, incorpora estos nuevos recursos, justo en su valor existencial.

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Eso tampoco es gratuito, se debería a esa función del mercado, en la determinación del espectro hermenéutico; y que habría tomado de la religión, justo con la transición del teocentrismo al androcentrismo, con la apoteosis humanista. Esto parece contradictorio, pero se habría dado como un fenómeno paralelo a ese del humanismo, con el industrialismo moderno; como un desarrollo en contradicción con aquel, creando la falsa tensión política moderna, culminada con la de socialismo vs capitalismo.

Esa habría sido entonces la función de la poética de Georgina Herrera, introduciendo su propio universo epistemológico; no como un acto consciente, que reproduciría los vicios y convenciones al uso, desnaturalizándolos y haciéndolos así disfuncionales. Eso es lo que habría ocurrido con sus contemporáneos, respondiendo siempre a una formación más convencional; por la que reptan las viejas convenciones epistemológicas, hasta el muro de la marginalidad política de esta mujer.

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De hecho, ellos no habrían hecho sino reproducir la misma incapacidad inmovilizadora del movimiento de la Negritud; cuando en vez de insistir en esta marginalidad suya, la corrompen al subordinarla a esas mismas convenciones. La triste parábola va desde Sedar Senghor a los ilustrados pies de Sartre, a Du Bois inclinado al liberalismo blanco de la NAACP; siempre para terminar en la misma disolución, tras el espejismo del elitismo, como el espejo místico que los corrompe en su humanidad.

Es así que ahora se concreta este salto, hasta culminar en una nueva propuesta, de índole primeramente existencial; pero como base para toda otra proyección, incluso política, al proveer esos recursos —sin viciar— de su hermenéutica. De este modo, la transición consistiría en un ajuste de la proyección política, desde la pretensión humanista al pragmatismo económico; que es de la tradición idealista a la realista como referente político existencial, por sobre los vicios provenientes de la del humanismo.


Friday, April 15, 2022

El subjetivismo y el alcance universal de la representación artística

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Uno de los problemas del arte moderno sería el de su supuesta subjetividad, en su extrema individualidad; que contradiría directamente la posibilidad de un alcance universal en sus representaciones, en tanto subjetivas. En el marco del relativismo —también moderno— eso contribuiría a un mayor énfasis en el carácter discursivo y moralista del arte; dado por su mayor relación con estados psicológicos y sentimentales antes que propiamente reflexivos, en una derivación propia del romanticismo.

Esto habría sido una perversión del desarrollo, con la confrontación post romántica, entre simbolistas y parnasianos; que es lógica, pero en la que ya el arte mismo ha perdido toda posible objetividad, entre la gratuidad formal parnasiana y el discurso simbolista. La variación es sutil, porque se trata de un primer momento, en que todavía el discurso simbolista es altamente formal; igual que el formalismo parnasiano es tremendista y dramático —y en ello altamente narrativo— en su procedencia inmediata del romanticismo.

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Primero, debe aclararse que se trata de la estética como reflexión sobre la determinación trascendente de la realidad; que como principio es individual, dado que se da en la relación concreta con la obra, bien como artista o como consumidor. Sin embargo, esta reflexión única recurre a signos convencionales para dicha representación, que en ello exceden esa individualidad; en tanto establecidos por la tradición de la que participa dicho individuo, otorgándole el sentido a esa reflexión suya.

Desde ahí, incluso dicha subjetividad es relativa, ya que siempre resuelve su reflexión en términos convencionales; mientras que para ser completamente subjetiva, tendría que acudir a formas de valor no convencional, sino exclusivos del sujeto. Esto no niega que, aún así, haya algún alcance subjetivo, en la extrema individualidad del acto reflexivo en relación con la obra; y que no es de hecho exclusivo del artista, sino también del consumidor, en tanto esta extrae una reflexión propia —aunque no menos convencional— en su relación con esta.

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De ese modo, se trataría entonces de un estado superpuesto del arte, con valor subjetivo y objetivo a la vez; perfectamente congruente con la relatividad de todo lo real, que es no sólo de su alcance formal sino incluso de su misma consistencia. De hecho, sería esta ambigüedad la que habría permitido que el arte supliera alguna reflexión trascendente sobre la realidad, durante la apoteosis moderna; que contraída en sus convenciones cognitivas al racionalismo positivo, se desarrollaría en torno al aspecto inmanente de la realidad.

El problema se habría estado en la explicación de este valor trascendente de la reflexión estética, en su individualidad; al atribuirlo a un sentido estrictamente formal y sin valor propio, distinto del que le otorgue el individuo en cuestión. Esto incluso habría permitido esa percepción del arte, como emulación de la reflexión (moral) religiosa en su carácter espiritual; que ignora sin embargo el sentido práctico e inmediato de la práctica religiosa misma, estableciendo ese carácter espiritual en su comprensión de lo real.

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El problema es lógico del inmanentismo de la reflexión existencial moderna, que se extendería también al arte; con el surgimiento de tradiciones como la del realismo crítico, no por gusto en la misma cultura que el positivismo y el racionalismo; y en contradicción directa, y hasta de algún modo proporcional, con el negativismo y el irracionalismo de los romántico. Sin embargo, esta contradicción sería demasiado directa y proporcional para no ser complementaria y artificial, en su formalismo también convencional; como una reacción en el romanticismo, a esa contracción racional positivista, en su proyección formal sobre lo real, para su comprensión.

En un paréntesis necesario, debe aclararse también que distinta de la tradición filosófica, la del arte es existencial; ya que su interés propio no es teórico sino práctico, sobre el dramatismo de las relaciones naturales que representa. No importa si se trata de una ficción, el objeto es siempre un fenómeno natural, resuelto como un drama en sus relaciones; que sería por lo que adquiere este valor existencial, en tanto se trataría siempre de una analogía —en sus alcances— de estas relaciones naturales.


Sunday, April 10, 2022

Mariana Grajales en la lateralidad política de Georgina Herrera

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Penúltimo sueño de Mariana es la única obra de teatro de Georgina Herrera, y no fue hecha para su representación; sino que solicitada por una investigadora de una universidad estadounidense, su fin era ser incluida en una antología. Es decir, la obra responde al mercantilismo académico norteamericano, que tiene características propias; y fue un esfuerzo demorado además, denotando cierta falta de interés real por la autora, que sólo contaba con experiencia dramatúrgica de radio, no teatro.

En cualquier caso, lo curioso es que el personaje escogido por Herrera fuera precisamente el de Mariana Grajales; que le es directamente antagónico, tanto en lo personal como en la proyección histórica; aunque entre ambas media el personaje de Fermina Lucumí, con el que sí se identifica la autora. Lo más probable es que Herrera no tuviera interés real en el personaje de Mariana Grajales, sino en la solicitud; como se vería en la falta de elementos dramáticos, mientras Fermina Lucumí sí resalta en profundidad incluso instrumental.

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De ahí que la obra se centre en el penúltimo sueño de Mariana, que es el drama de Fermina Lucumí, no de Grajales; mientras que su propia agonía se mantiene como un telón de fondo, destacado la ferocidad de la Lucumí. No obstante, y aunque la confluencia fuera forzada, la relación de Georgina con Mariana es interesante; ya que se trata de la reflexión de un arquetipo por otro, en el que uno es la heroína y la otra es su opuesto, directo y proporcional.

Para comenzar, Georgina Herrera se identifica con Fermina Lucumí, tanto como no con Mariana Grajales; el problema es que no hay mayor relación entre ellas, salvo la presencia recurrente de la Lucumí en los sueños de Mariana. Sin embargo, la Lucumí y la Grajales no comparten características, que es por lo que el papel de la última es pasivo; y la obra sólo se hace interesante por esa identidad de la autora con la coprotagonista, a través del avatar religioso de Yemallá.

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A saber, la figura de Yemallá es como una naturaleza que las acoge a todas, comenzando por Georgina Herrera; quien por su ascendencia familiar —en el pueblo de Jovellanos— se reconoce como hija de Yemallá, y atribuye el mismo vínculo a las otras dos. Lucumí de ese modo revela la personalidad de Georgina, como si se fuera otro poema en que repite el Elogio grande de sí misma; porque Herrera está enamorada de su propia rebeldía, siquiera en la sublimación en que puede hacerlo, dada su propia circunstancia.

Esto no da una función a su distanciamiento político, sino que sólo reconoce el alcance existencial de su reflexión; que siendo estética, se produce de forma lateral a los discursos convencionales, introduciendo sus recursos cosmológicos. Así, aunque desplazando esa figura de Mariana, la obra de todas formas aporta la ontología de Georgina Herrera; más auténtica por cuanto inconsciente, en el espectro hermenéutico que la alimenta, al margen de esas convenciones.

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En realidad, la fuerza política de Georgina Herrera radica en la estolidez del silencio, que le permitió permanecer; contrastando incluso con la figura diametralmente opuesta del padre de sus hijos, agotado en la violencia del sistema. El problema estaría en ese arquetipo clásico del heroísmo, que permea y vicia toda la historia nacional; desconociendo la compleja humanidad que sacrifica, excepto cuando esta la sabe esquivar con sabiduría y pragmatismo.

Esto es importante, porque es Grajales y no Lucumí la que se alza en el panteón, contra el que va Georgina; estableciendo la vida de los negros como un fenómeno paralelo a la nacional, que los desconoce. Fermina no muere por África ni por la libertad, sino por su libertad, concretada en su ascendencia africana; son dos cosas distintas marcando la frente de sus personalidades, que Georgina sólo muestra al juicio sabichoso del drama.

Como la introducción de los cabildos y no los palenques en su valor antropológico, los negros tienen una participación condicionada en la vida nacional; condenados al heroísmo, incluso si bruto y primitivo, con figuras como la de Quintín Banderas, y el burlesco de su “te ñamaba”. Cualquier otra actuación es sospechosa y se presta a la manipulación, como con Morúa Delgado; al que se desplaza en la tensión con Juan Gualberto Gómez, para arrojar la luz sobre el heroísmo clásico de Estenoz. Lo más probable es que Penúltimo sueño de Mariana quede como una transacción, que rozó el interés de Georgina; pero cobrando interés propio, por lo que revela de la proyección de esta en ese marasmo de su circunstancia política.


Wednesday, April 6, 2022

El drama hermenéutico en la poética negra de Georgina Herrera

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Es importante rescatar la poesía de Georgina Herrera del marasmo de su circunstancia, por lo que postula; y que en su caso, se trata del valor hermenéutico de la cosmología africana, y por ende sus implicaciones ontológicas; como corrección funcional de los excesos de la misma tradición occidental, que explican su decadencia. Georgina Herrera no es filósofa ni tiene pretensiones filosóficas, pero sí el alcance propio de la poesía; en tanto ella misma se produce en esa apoteosis del arte moderno, que suple su carácter analógico como comprensión suficiente de las determinaciones trascendentes de la realidad.

Su poética, no obstante, es contraria a la tradición, abocada a la decadencia moderna, como el resto de Occidente; esto puede deberse a su origen, en el segmento marginal de la sociedad cubana que son los negros pobres; pero la cultura cubana es pródiga en negros pobres, incluso poetas, que se abocan como el resto a esa decadencia. Lo diferente no es entonces la marginalidad, sino la peculiaridad con que esta se desarrolla en sentido contrario; no en dirección a las convenciones tradicionales, como el cultísimo Gastón Baquero o el colorista y político Nicolás Guillén; sino hacia una identidad escandalosamente africana, que asume como su naturaleza propia, y desde la cual se proyecta.

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Esto es importante, porque esa identidad africana suya se manifiesta cuando aún no era glamoroso ser negro; es cierto que ya el Movimiento de la Negritud era una referencia incluso clásica, pero eso no repercutía al interior de Cuba. Más interesante aún, esta identidad emerge paulatinamente, inserta en el conjunto de su otra poesía; adquiriendo ese valor existencial que la aleja de lo político, para establecerla como referente ontológico, en tanto reflexivo.

Es ahí que su poesía entra en el proceso de renovación, aún si todavía imperceptible, de la cultura occidental; con esa lateralidad de la cosmología africana respecto a la occidental, en tanto ambas son soluciones distintas del problema óntico. Como la base en decadencia y a renovar, la tradición occidental parte del espectro hermenéutico judeo cristiano; y en este, el Ser (Adam) se resuelve por su sobreposición inteligente (cultura) a las determinaciones naturales de la realidad; pero a costa de una racionalización en la economía (Eva), que excluye su sentido propio (Laila), volviéndolo compulsivo.

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Esa cosmología judeo cristiana introduce el conflicto de materia y espíritu, y con ello la dualidad como referente; mientras la africana desconoce esta separación, y comprende la determinación de lo real en su misma naturaleza. En esta perspectiva, Georgina Herrera se asume como Yemallá —la madre del mundo—, y es en ello la naturaleza; en la que se realiza la realidad, reflexionando sobre sí misma, en ese alcance trascendente del valor analógico.

En esta ontología, Shangó es la vida que nace directamente de Obatalá como Potencia del Ser posible; y así es el mismo conflicto de la Trinidad del dogma cristiano, que siendo cristológico, se refiere a la encarnación del Hijo en la naturaleza, con las figuras equivalentes de María y Yemallá. La diferencia estriba en que esa naturaleza está subordinada en el caso de María, por toda la tradición anterior; pero no en Yemallá, que retiene sus facultades, incluso si entra en contradicción con sus propias determinaciones.

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Entre esas determinaciones, Yemallá retiene su sentido de tierra yerma, fertilizada por la adopción de Shangó; a partir del cual tiene a Oggún, como concreción de todas las posibilidades, aportadas por el primero y con sus propios conflictos entre sí. Es en este punto que, incluso sí intuitivo, el distanciamiento político de Georgina Herrera tiene valor político; pero no discursivo e inmediato (simbólico) sino trascendente, coincidiendo con W.E.B. Du Bois en su enseñanza estética.

En Du Bois hay que separar todavía el polvo de la paja, porque él sí es discursivo y ve una función política inmediata en el arte; pero más allá de esto —aceptando que es una opción personal—, él ve en el arte la presencia misma del artista, y con ello la ampliación del mercado, también reflexivamente. No obstante, se trata de un tenso equilibrio, en que esta presencia negra puede ser sobrepasada por esa misma decadencia; a la que no podría entonces renovar, comunicándole sus propios referentes, corrompida por esta.


Sunday, April 3, 2022

Marooning, el cimarronaje en la apoteosis estética de Georgina Herrera

Siempre rebelde es la traducción al español de Always rebellious, el nombre en inglés de Cimarroneando; imposible saber por qué el título tiene esa innecesaria complejidad simbolista, y no la sonoridad del término exacto. En cualquier caso, es un libro que rompe con la poética de Georgina Herrera, incluso si su propia madurez derivaba en esa dirección; porque se trataba de un proceso, pero como un estado superpuesto, en que ella danzaba con su circunstancia, ya en la vejez y el retiro.

Eso es importante, porque se trata del viraje más drástico en su vida, que implicaba cierta irrelevancia profesional; como un obstáculo irremontable, para una persona que perdía el centro de su vida como dramaturga de radio. Eso, en medio de la crisis de la última década del siglo XX cubano, le habría abierto las puertas de la identidad; en una jugada que se prestaba de paso al mercantilismo académico norteamericano, en su tráfico de negritudes y populismos sociológicos.

Como singularidad, este era un caso consecuente, porque no era discursivo sino de profundo sentido existencial; no importa si complementado por el afán de exotismo folclórico de los blancos académicos, en su búsqueda de buenos salvajes. Se trataba del tráfico de los espejitos del favor institucional, por el dorado de una expresión auténtica; legitimada por su extracción humilde para el énfasis, y las propias necesidades y urgencias a satisfacer.

El núcleo de la poética está a salvo de esa circunstancia, y comunica otra legitimación  a ese desarrollo; pero esta propiciada por esa sed de mercados indígenas, en el populismo liberal al uso. Hay que trabajar entonces, para separar aquí el polvo de la paja, sobre todo cuando a veces el polvo es paja y viceversa; porque el cinismo de la transacción viabiliza la expresión pura, y la refuerza hasta con sus vicios de política.

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Desde el nombre, Cimarroneando muestra que se trata de una transacción impuesta en la circunstancia; no ya por el poco gusto del Siempre rebelde, sino por la nimiedad de no comenzar con la G, el sello de la autora. Argumento que se refuerza con la génesis del libro, en la edición artesanal de su núcleo primero, con el título de Gritos; de modo que se deja ver el carácter más o menos forzado, si bien con el consentimiento de la autora, pero todavía impuesto.

Todavía está el otro elemento, del desarrollo en paralelo de un proyecto puramente sentimental; de la mano del hijo (Gritos) con el amante eterno y fallecido como centro, titulado Girando sobre mí misma. El proyecto quedó detenido por la muerte, esperando un desarrollo póstumo con ilustraciones de ese amante; un conocido escultor cubano, famoso por su historias de Casanova, pero siempre vuelto al redil.

Es eso lo que deslegitima a Cimarroneando, como intento discursivo antes que reflexivo, que es lo propio de Herrera; en cuyo alcance existencial —no sociológico— afloraría lo mejor de su poética, en diálogo increíble con W.E.B. Du Bois. Como Du Bois, Hegel del negro, Herrera agradece el acercamiento del elitismo liberal al arte de los negros; pero como en él, este agradecimiento desconoce el comercialismo —bien que político y no económico — de este acercamiento.

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Eso es interesante, porque aún si ingenuo, muestra voluntad de inserción y desarrollo derivativo antes que confrontacional; la elusiva función característica con que lo negro puede impulsar la renovación de Occidente. Pero eso negro en tanto referencia antropológica (hermenéutica) y no política, al África como elemento integracional; y África —más que lo negro— era una presencia persistente en la poesía de Herrera, a través de su propio origen; como ese referente abstracto, pero sin eco en ese entorno social, poblado por su propia evolución humana, de GH a Gatos y liebres.

Incluso en este contacto con el interés académico norteamericano, lo negro sigue siendo africano y no cubano; algo que debería llamar la atención como autenticidad existencial, más que la frivolidad del discurso político. Esa es la insuficiencia de la constricción de su poética a las quejas de falsa humildad, en una mujer tan orgullosa; tanto que cuando no era esnob ya postulaba su identidad africana —más que negra— como propia de su singularidad estética.

Es ahí que resalta la coherencia, en relación con su poesía de tema no negro, coincidiendo en lo existencial; al postularla como reflexión trascendente, en lo que eso existencial adquiere este sentido ontológico. Eso es difícil de entender, cuando se trata de satisfacer una exigencia de mercado, no importa si académico; que es lo que hace tan sospechosos estos acercamientos, sobre todo en el recurrente origen étnico de sus promotores.


Friday, April 1, 2022

De la vida y de los besos


La vida no lleva besos, se besan

los perros y los lobos, para conocerse, pero

no los hombres; en el hombre, los besos

son sólo un símbolo y la vida

no está hecha de símbolos sino de realidad.

Es hermosa la vida así, plena

De realidades esplendentes y complejas

Y cambiantes y difíciles, no dulces

Como los besos, que sólo simbolizan

Pero son nada.

Última historia de la infamia: El atroz manipulador Roberto Zurbano

Cuando se organicen los horrores de la revolución cubana, quizás se pase por alto al atroz manipulador Roberto Zurbano; cuya historia es ciertamente banal, pero no por ello menos expresiva de las inconsistencias políticas de esa cultura. De hecho, sería en esta puerilidad que la atroz manipulación del atroz manipulador sea tan exacta en su exposición; como es el gesto casual el que normalmente revela la verdadera personalidad de su gestor, que en este caso gira alrededor de la banalidad.

Dicen que Zurbano debe su carácter a un chantaje por una escondida sexualidad, lo que es probable pero no definitivo; aunque en un país de sexualidad tan desbordante como dogmatizada, no es extraña esa contradicción. Para el desastre de carácter basta, en todo caso, su leve rozamiento al monstruoso gobierno del que depende; y eso ocurrió en un oscuro año del 2016, en que Zurbano se atrevió al heroísmo de llamar al gobierno cubano como cosa de blancos.

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Sobre esa piedra, Zurbano pudo alzar la iglesia del caso negro cubano, aceptando el martirio de toda inauguración; pero se bajó de la cruz antes de tiempo, lo que es comprensible, pues todo el mundo no tiene materia de mártir. También es bueno que eso sucediera, porque la contradicción cubana depende demasiado de la guapería; que si bien pueril como toda pretensión humana, ha distorsionado en mucho la historia nacional. Pero igual es bueno quien no va a ser héroe uno no se postule como tal, de modo que no se exponga a esta desmoralización; que es más grave que la de cualquier sexualidad, porque compromete todo el carácter y no sólo su percepción por los otros.

En semejante compromiso, el atroz manipulador habría accedido al atroz acto de la manipulación pueril; que pierde la puerilidad en el objeto que manipulaba, al ser la relación de una mujer muerta con su hijo en el exilio. Algo que surge desde mucho antes que esa muerte, cuando se presta a la sustitución en el  juego institucional; cuya atrocidad se aumenta a lo indecible, si se sabe que el empuje viene de la misma institución que lo humilló.

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Quizás el asombro mayor llegue, más allá de la puerilidad, cuando se vea que el vicio no habría sido forzado; sino que respondiendo a la voluntad del eunuco, se trataba sólo de usar a la poeta muerta como escalón. Ni siquiera eso hubiera sido necesariamente peor que cualquier otra cosa, de no ser por el alcance de esa manipulación; que envolvió la dignidad de un muerto más o menos sublime, y el exilio de su deudor, en el manto de la cobardía personal.

También se dice que Roberto Zurbano es un hombre brillante, reducido por la atrocidad cultural que lo rodea; pero lo cierto es que nada lo obligaba a seguir el juego de esa humillación, fuera de la propia voluntad que lo expone. Las contradicciones se suceden jugando en esta secuencia, como los hexagramas en el libro de los libros; que originalmente es de los cambios, pero que aquí deviene en el de la continuidad en la putrefacción. Así, estos funcionarios con voluntad de eunucos se hacen llamar cimarrones, mientras pululan en sus barracones; vigilando en sus cabildos cómo conseguir la legitimación del amo, mientras denuncian a los rebeldes, proyectándoles su propia deslealtad.

El que Roma pague a sus traidores pero los desprecie, es tan exacto como un axioma matemático, sin excepciones; que sólo la operación logarítmica o la exponenciación conseguirá trastocar, en la belleza de un número trascendental único. Eso, sin embargo, es improbable, en una personalidad tan trivial, que mal responde a sus pretensiones con actos torpes y deslucidos; día llegará sin dudas en que reluzcan estas contradicciones, aunque más no sea que al margen de los horrores mayores de esa revolución.


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