Thursday, July 30, 2020

Conversaciones en la catedral (El señor Corchea)


Un cuestionamiento acerca de problemas del llamado arte naif, ha dado pie a dos propuestas que lo esclarecen; en la primera, la artista hace un registro preciosista sobre la producción de ese arte, con un acercamiento cándido y hasta cierto punto naif. No se esperaba otra cosa, aunque la intención era poder distinguir ese llamado arte ingenuo dentro de la bataola desatada por lo contemporáneo; que reproduciendo principios de economía política dentro del arte, postula una desregulación total de la producción y comercio.

El problema estaba planteado por la saturación del mercado en su acepción más amplia, del valor transaccional del arte; que en su naturaleza reflexiva, funciona como un soporte externo para la reflexión existencial. Las formas en que ocurre esa reflexión pueden ser más o menos cuestionables, en sus principios epistemológicos o hermenéuticos; pero no el hecho mismo de la reflexión, dada por la naturaleza formal del objeto comprometido, en este caso la obra pictórica.

De ahí que la candidez y hasta ingenuidad de aquella primera propuesta fuera suficiente y legítima, siquiera como guiño; que no se pronuncia sobre lo que no considera arte, pero sí define lo que considera que lo es. La segundapropuesta es más rica aún, puede que porque no responde a la pobreza insidiosa del cuestionamiento; sino que se explaya en la distinción de ese llamado arte ingenuo del otro arte llamado brut, sirviendo así para ilustrar el problema original.

Con la firma de Yaysis Ojeda, esta segunda propuesta enumera incluso características que diferencian a un arte del otro; aunque la mayoría pueden ser de valor más o menos subjetivo —no menos efectivas por eso—, al menos un par de ellas son muy concretas. Estas son las que sirven para una discriminación más pormenorizada de lo que es arte o no, más allá de si siendo arte es ingenuo o brut; porque se pueden distinguir esas características que lo legitiman como arte, frente al descalabro formal de lo que tan sólo pretende serlo.


Eso, aún si insidioso es todavía importante, porque como problema responde al momento mismo de la cultura; en cuya evolución confluyen las sucesivas contradicciones que la empujan a ese desarrollo, por su estado crítico. De cierto, hasta qué punto es ingenuo un arte que ya se produce en función de su rédito económico y que por tanto supone una técnica; no importa si como escuela y tradición no es oficial, si en definitiva ya sienta su propio andamiaje de convenciones.

Aún así, el arte ingenuo y el brut son legítimos en su suficiencia, no importa las paradojas que desaten en esa convencionalidad; lo que no es arte es el producto espurio de la simple pretensión, que no consigue armonizar formalmente un objeto propio. Eso es el resultado inevitable de esta cultura postmoderna en su acercamiento al arte, en que prima la apariencia sobre la consistencia; y que tantos escándalos ha desatado desde las primeras subversiones, cuyo valor residía en la subversión misma como propuesta formal.

Eso es lo que se puede discernir con relativa tranquilidad, desde las elegantes páginas de estas propuestas; que hacen de su marco, El señor Corchea, un producto genial y también suficiente en su propio valor referencial. Al final, lo que es arte seguirá siéndolo, y lo que no lo es seguirá sin serlo, sin que nada de eso sea importante; al margen de toda pretensión, los que saben pueden discernir la diferencia, y los que no pueden acudir a ellos con elegante calma.

Wednesday, July 29, 2020

El mar de los caníbales

Por Lourdes Gil / 2018


Hay libros que sorprenden, libros que revelan; que divierten o conmueven. El mar de los caníbales abarca esta gama de emociones. En la actualidad, y salvo escasas excepciones, la novelística cubana genera pocas sorpresas o sobresaltos —desprovista de un estilo clasificable, alejada de las tradiciones escriturales del país. Hablamos, desde luego, de la que se publica tanto en el interior como en el exterior de la isla. El mar de los caníbales, sin embargo, es una novela que sorprende.
Sorprende la ucronía de la trama, sorprenden los personajes, la ambientación histórica. Sorprende y cautiva la verosimilitud del lenguaje que nos transporta a los siglos XVI y XVII. Y sobre todo, su mayor seducción (al menos para esta lectora) radica en su estilo. Un estilo muy dentro de la visión carpenteriana, que consigue la Fusión singular y magnifica del barroco y la cuenca del Caribe —el espacio neurálgico del imperio español. Es el espacio de las transgresiones: la flota, la piratería, el contrabando, el comercio de esclavos.
Ha sido una grata sorpresa este reencuentro con el barroco sereno y legible de nuestras más arraigadas tradiciones en las letras. Como también el que ese estilo elegante y añejo posibilite el engranaje con nuestra descuidada historia temprana. Esa historia de personajes legendarios y a la vez verídicos, como fue Francis Drake; de vidas desatendidas y escasamente conocidas como el pirata cubano Diego Grillo, así como la incomprensible y enigmática relación entre ambos.
Fernando Velázquez Medina nos convida a cuestionar cuánto desconocemos de la historia de Cuba. Sabemos de los temibles piratas y corsarios holandeses, ingleses y franceses que azotaron los puertos de Cuba y otras ciudades del Caribe. ¿Pero qué sabemos de los piratas españoles, los criollos, los negros, los mestizos? Siempre ha prevalecido el enfoque de una victimización insular frente al apetito de las grandes potencias. En este libro, sin embargo, la víctima se convierte en héroe.
¿Qué mayor desafío al viejo esquema? El protagonismo de un joven esclavo que escapa, no sólo del horrendo destino de la esclavitud, sino también de la hoguera de la Inquisición. Y por si fuera poco, logra burlar el profundo racismo del colonialismo inglés —la pérfida Albión—, para además convertirse en la mano derecha de Sir Francis Drake, su segundo al mando, y con el beneplácito de la reina Isabel I de Inglaterra.
Tendríamos que preguntarnos el porqué de semejantes omisiones históricas. Estas son algunas de las interrogantes que El mar de los caníbales plantea, y que su autor sondea con fino humor y sutil astucia. Que fascinan al lector, le desconciertan. y le hacen desear que sea breve la espera del resto de la proyectada trilogía.

Saturday, July 18, 2020

Mañach y el choteo en Cuba


El choteo tiene sin duda alguna una marca cubana, pero difícilmente sea exclusiva o distintiva de la cultura nacional; una larga tradición de crítica mordaz y caricatura probaría que hay mucho de falacia y sofisma en la queja de Mañach. Después de todo, su magisterio atraviesa esa soberbia del periodismo, que hizo del siglo XX un infierno ideológico; legitimado en la riqueza monetaria con que Platón se dio el lujo de anteponer la pretensión de trascendencia a las necesidades reales.

Desde entonces y hasta Mañach, paralela a los otros mil perfiles nacionales, se forjaría el cubano en esa arrogancia; sin que nadie se fijara en la degradación de la cultura, que pasó de experiencial a libresca, y de ahí a enciclopédica. Es de esos resúmenes del populismo moderno que nacen los excesos postmodernos, urgidos de espesor ideológico ante su vacío experiencial; siempre tras esa quimera oximorónica de la experiencia trascendente, que es imposible hasta en su pronunciación.

Esa es entonces la naturaleza de la queja de Mañach, una falacia retórica con que dar curso a su arrogancia; que siendo intelectual es absurda desde el propósito a la formula, porque no tiene razón de ser, como sabríamos si Descartes no hubiera ganado la puja. El choteo sólo fue dañino en Cuba cuando los intelectuales lo blandieron contra la cultura que habían secuestrado; usaron el verbo como cadenas con que sujetarla, para amarrarla a sus altares baratos como ni los escolásticos lo pudieron conseguir.

El choteo es ahora un tatuaje que pasa como marca de nacimiento, que sólo el tiempo puede borrar; pero para eso es imprescindible liberar definitivamente a la cultura, bajándola de esos altares de la falsa trascendencia. Para empezar, esa posibilidad de trascendencia que nos agitan delante es sólo un señuelo, no importa lo que crea el mismo agitador; porque carece de toda consistencia propia, si es sólo una condición tan exclusiva como inevitable de lo que es en sí mismo, por su inmanencia.

Incluso la inmanencia es una condición tan exclusiva como inevitable de lo que es, porque reside en ese hecho mismo; sólo se diferencia de la otra en la precedencia lógica, dadas sus respectivas funciones estructurales en la cuestión del Ser. La ontología es espesa sólo en apariencia, para el tonto pretencioso que pavonea sus intelectualidades; en realidad es un tejido de éter transparente, como hecho por ninfas en el secreto umbroso del cosmos, para que lo vista Dios en su esplendor.

Es sólo que tiene que interesarte para que puedas comprenderlo, y eso si en verdad te interesa comprenderlo; porque ni siquiera es necesario, como poca cosas fuera de comer o excretar, que ni siquiera el sexo que exhibimos como las intelectualidades. El problema del choteo en Cuba es entonces como esos malos amantes, que lo peor es que ni siquiera saben que lo son; por eso cada tanto sale un iracundo, agitando sus verbos como el rey desnudo sus ropas invisibles, víctima de su propio monstruo.

El único problema del choteo en Cuba es su virtud, porque es la facultad de lo real, ocurriendo al margen; es un fino pero férreo blindaje, que separa a la gente real de los intelectuales, para que puedan vivir sus vidas reales. Si no fuera por eso, hace rato que los intelectuales habrían conseguido utilizar este ascendiente de su falsa trascendencia; lo que no habría culminado en el triste pavoneo de esa falta supremacía, sino que se revierte en la esclavitud real de la gente real a la irrealidad de los políticos.

Políticos e intelectuales pueden ahora seguir mercadeándose su dinero sin respaldo, creyéndose sus propias historias; la gente real todavía puede caer presa de sus tonterías, pero de vez en cuando la procesión pasará ante un espejo y el que quiera podrá ver que van encueros. Es ahí donde el choteo se convierte en las efectivas lanzas, que distanciando a los comunes les permite espacios de realización; que siendo propia, no importa si conscientes de ello o no, se revierte en un círculo de bien estar y hedonismo del bueno, no del del rey encueros.

Thursday, July 9, 2020

El perro Diógenes jugando con una toalla cansadamente abandonada

A Alfredo Triff

El argumento sobre la altura fálica de las edificaciones modernas pareciera excesivo, pero no lo es; en realidad, dado el profundo carácter sexual de las compulsiones, cualquier turgencia tendría esos alcances naturalmente. Otra cosa es el argumento acerca de su pertinencia, que también conllevaría la de esa reminiscencia que provoca; pues de todos es sabido que la analogía funciona por asociación de significados, en su propia proyección espontánea.

El problema con esta pertinencia o no radicaría en su funcionalidad, ya que en eso consiste la razón existencial; y de cierto, la construcción vertical tiene obviamente mayor eficiencia que la horizontal, con todo y sus repercusiones culturales. Otra cosa es si esta eficiencia mayor es en verdad imperativa y no accesoria, en el sentido diacrónico de sus muchas desventajas; vista la cultura mecanicista en que tiene lugar, reflejando las simplificaciones racional positivas —amén se otras reducciones— de la misma.

El mismo varón que ostenta el falo sería un mejoramiento reproductivo, porque multiplica el llamado pool biológico; por el simple pero brillante recurso del dimorfismo sexual, para mantener la fuerza genética de los individuos. Tamaña eficiencia no resta valor accesorio al varón, siempre amenazado por la ladina preservación del clítoris por si las moscas; teniendo en cuenta que en algún momento la cultura tendrá que atemperar esa turgencia suya, contrarrestando el mecanicismo lineal de los modernos.

En esta cuerda asociativa, cabría preguntarse por la sustancia funcionalmente reflejada en otra arquitectura; como la de unos vaginales edificios que se adentraran en la tierra, en vez de alzarse tan fálicos al cielo. ¿Será menos turgente esa cultura, con un sentido mayor del gozo y la gratuidad antes que de lo productivo y necesario?; la pregunta es interesante por lo que sugiere, en aquel mito de una mayor empatía en lo femenino, ya desmentido pero precisamente por la crítica virilidad modélica del feminismo.

  ©Template by Dicas Blogger.

TOPO