Saturday, July 18, 2020

Mañach y el choteo en Cuba


El choteo tiene sin duda alguna una marca cubana, pero difícilmente sea exclusiva o distintiva de la cultura nacional; una larga tradición de crítica mordaz y caricatura probaría que hay mucho de falacia y sofisma en la queja de Mañach. Después de todo, su magisterio atraviesa esa soberbia del periodismo, que hizo del siglo XX un infierno ideológico; legitimado en la riqueza monetaria con que Platón se dio el lujo de anteponer la pretensión de trascendencia a las necesidades reales.

Desde entonces y hasta Mañach, paralela a los otros mil perfiles nacionales, se forjaría el cubano en esa arrogancia; sin que nadie se fijara en la degradación de la cultura, que pasó de experiencial a libresca, y de ahí a enciclopédica. Es de esos resúmenes del populismo moderno que nacen los excesos postmodernos, urgidos de espesor ideológico ante su vacío experiencial; siempre tras esa quimera oximorónica de la experiencia trascendente, que es imposible hasta en su pronunciación.

Esa es entonces la naturaleza de la queja de Mañach, una falacia retórica con que dar curso a su arrogancia; que siendo intelectual es absurda desde el propósito a la formula, porque no tiene razón de ser, como sabríamos si Descartes no hubiera ganado la puja. El choteo sólo fue dañino en Cuba cuando los intelectuales lo blandieron contra la cultura que habían secuestrado; usaron el verbo como cadenas con que sujetarla, para amarrarla a sus altares baratos como ni los escolásticos lo pudieron conseguir.

El choteo es ahora un tatuaje que pasa como marca de nacimiento, que sólo el tiempo puede borrar; pero para eso es imprescindible liberar definitivamente a la cultura, bajándola de esos altares de la falsa trascendencia. Para empezar, esa posibilidad de trascendencia que nos agitan delante es sólo un señuelo, no importa lo que crea el mismo agitador; porque carece de toda consistencia propia, si es sólo una condición tan exclusiva como inevitable de lo que es en sí mismo, por su inmanencia.

Incluso la inmanencia es una condición tan exclusiva como inevitable de lo que es, porque reside en ese hecho mismo; sólo se diferencia de la otra en la precedencia lógica, dadas sus respectivas funciones estructurales en la cuestión del Ser. La ontología es espesa sólo en apariencia, para el tonto pretencioso que pavonea sus intelectualidades; en realidad es un tejido de éter transparente, como hecho por ninfas en el secreto umbroso del cosmos, para que lo vista Dios en su esplendor.

Es sólo que tiene que interesarte para que puedas comprenderlo, y eso si en verdad te interesa comprenderlo; porque ni siquiera es necesario, como poca cosas fuera de comer o excretar, que ni siquiera el sexo que exhibimos como las intelectualidades. El problema del choteo en Cuba es entonces como esos malos amantes, que lo peor es que ni siquiera saben que lo son; por eso cada tanto sale un iracundo, agitando sus verbos como el rey desnudo sus ropas invisibles, víctima de su propio monstruo.

El único problema del choteo en Cuba es su virtud, porque es la facultad de lo real, ocurriendo al margen; es un fino pero férreo blindaje, que separa a la gente real de los intelectuales, para que puedan vivir sus vidas reales. Si no fuera por eso, hace rato que los intelectuales habrían conseguido utilizar este ascendiente de su falsa trascendencia; lo que no habría culminado en el triste pavoneo de esa falta supremacía, sino que se revierte en la esclavitud real de la gente real a la irrealidad de los políticos.

Políticos e intelectuales pueden ahora seguir mercadeándose su dinero sin respaldo, creyéndose sus propias historias; la gente real todavía puede caer presa de sus tonterías, pero de vez en cuando la procesión pasará ante un espejo y el que quiera podrá ver que van encueros. Es ahí donde el choteo se convierte en las efectivas lanzas, que distanciando a los comunes les permite espacios de realización; que siendo propia, no importa si conscientes de ello o no, se revierte en un círculo de bien estar y hedonismo del bueno, no del del rey encueros.

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