Wednesday, July 31, 2024

René Depestre, o el comunismo contra la Negritud

Jean Prince-Mars resuelve en su antropología la contradicción haitiana, lógica en su surgimiento de la crisis francesa; apostando por un mestizaje político, que no respondía ni con mucho a su realidad cultural, como tampoco en Cuba. Como todo el mundo reconoce, en su naturaleza cultural, eso es la base de la Negritud como proyección política; y su consistencia es peligrosa como alternativa al desarrollo entrópico de Occidente, dirigiéndose a su propia apoteosis.

Desde este punto de vista, la Negritud haitiana es un fenómeno políticamente apropiado por el liberalismo occidental; no nacido de este, como en el caso norteamericano, que responde al mismo determinismo político de esta entropía; o en el caso de su extensión africana, donde se apoya en el pensamiento anticolonial de ese liberalismo. Por eso también esa peligrosidad y mayor eficacia suya, respondiendo a sus propias contradicciones y no externas; o la segunda vertiente del caso norteamericao[1], en el que sólo es una alternativa —sin dudas más pragmática— al idealismo original.

Hay un error cuando Depestre cita a Fanón, y probablemente de Fanón en su definición original de la Negritud; que para Fanón era la reacción del hombre negro ante su ostracismo por el blanco, cantándose y admirándose a sí mismo[2]. Eso puede formar parte precisamente del Bovarismo que denuncia Mars, pero tiene todavía un profundo sentido; sólo que existencial, porque resuelve en la reflexión estética su comprensión singular de la realidad, como cultura.

No se trata de una extensión de ese Bovarismo, sino del espacio lógico creado por este, en su función reflexivo; de modo que Mars —y la Negritud como su espacio— no es un genio sino una apoteosis lógica de lo negro americano. Eso es lo que escapa a Depestre, que se adentra así en las dificultades del país ajeno como propio, en la condición proletaria; pero cuando él mismo no es un proletario, sino que participa del elitismo intelectual que usurpa esa representación del proletariado; y peor aún, porque deviene en la máscara negra que asume el espíritu blanco, en esa expansión de su entropía.

La ilusión de que el negro esté dotado de una naturaleza particular, se referiría primero a su marginalidad política; e inmediatamente ahí, a esta como reservorio de su singularidad cosmológica, definida por el contraste. Este es el suplemento espiritual que necesita ese Occidente, como el arcoíris de su propia poética[3], aunque lo desconozca; sólo que no en esa inconsistencia del bucle dialéctico que es el paraíso proletario, distópico cono toda utopía forzada en la historia.

Lo que ocurre ahí es la divergencia de interese y sentido, entre el liberalismo y la negritud, que explican a cada uno; pero que ya estaba expuesta por Sartre en el Orfeo negro, y que era lógico en su blanquitud, pero que ahora asumido por el negro. El conflicto es siempre de esa ontología defectuosa, sólo que ahora más ríspido en su incomprensión de la burguesía; pero por ese defecto onto hermenéutico del Idealismo Trascendental en que nace el liberalismo, incluso en su teoría marxista.

El defecto, proveniente de la dialéctica, consiste en el determinismo económico, reduciendo la cultura a lo social; pero en lo que se subordina la potestad individual al colectivo, desde el imperativo kantiano a la dialéctica hegeliana. La cultura como realidad histórica y en tanto humana, trasciende este determinismo en las relaciones funcionales con que se estructura; y el capital no es sólo financiero sino también espiritual, como el conjunto de recursos con que se resuelve la existencia.

Eso es lo que hace al defecto de occidente ontológico hermenéutico, propio de su comprensión de lo real; y eso es lo que puede suplir el desarrollo alternativo de la Negritud como referente político, en su espiritualidad. La restauración de la cultura, de ese desastre antropológico provocado por la apoteosis humanista, corrigiendo ese defecto; como de hecho lo postula la belga Liyan Kestekoot —citada por el mismo Depestre[4]—, aludiendo a ese mismo restauracionismo.


[1] . Se refiere a la estrategia de acomodamiento de Booker t. Washington, en su Compromiso de  Atlanta.
[2] . Cf: René Depestre, Bienvenida y adios a la negritud, Op. Cit., p 40.
[3] . Se refiere a su obra de teatro Un arcoíris para el occidente cristiano, Premio Casa de las Américas.
[4] . Cf: René Depestre, Op. Cit., p 41.

Saturday, July 27, 2024

El Gabo Cárdenas o la esperanza del cancionero cubano

Los que crecimos en la sobriedad revolucionaria teníamos graves problemas con el sentido del espectáculo; nada podía sobrepasar el anquilosamiento escenográfico de los grandes concursos y su convencionalidad. No era extraño eso al horror a la individualidad pregonada por la revolución, condenándonos a la sobriedad; mientras todos perdíamos el pudor con lo que significaba la Fornés, aunque lo negáramos hipócritas y ambiguos.

Es esa misma hipocresía, obviamente institucional, la que nos encandiló con un sentido del producto; que es lo que es Cimafunk, cumpliendo las promesas de la tercera generación de la Nueva Trova, con sus negros fabulosos. Sólo que Cimafunk ya es de hecho demasiado elaborado en el snobismo, sobre producido para el exterior; dejando ese vacío de figuras internas, barridas por aquel culto a la sobriedad, que no contaba con la falta de divisas.

Ese vacío era imposible de llenar, porque era de figuras orgánicas, evolucionadas directamente desde el filín; no de la falta de divisas del país, apresurado a fabricar figuras según el gusto extranjero, sino salidas de la tierra. Eso es lo que es Juan Gabriel Cárdenas Urrutia, voz líder de Vitakará, con su estética que sintetiza el pasado; porque lo importante de esa organicidad suya es que se recupera aquella estética interrumpida de cultura zafia y refinada.

Si algo contradice a la cultura en Cuba, es la vulgaridad que se hace llamar hoy farándula y monopoliza su sentido; porque lo popular en Cuba no fue nunca vulgar sino refinadísimo, en una tradición que pudo alimentar al cine de oro en México. Cierto que nuestras vedettes podían destrozarle la cara a cualquiera, pero por lo general no tenían que hacerlo; bastaba la presencia imponente, y la veneración que provocaban en un pueblo que no era en modo alguno inculto.

Probablemente, lo mejor del Gabo Cárdenas sea esa disciplina con que es la voz de Vitakará y no un solo escénico; no porque eso sea malo, sino porque en estos momentos no hay forma de que sea auténtico, como se ve en su ligereza. Eso, la poca pretensión de una complejidad que parece simple pero porque oculta sus mecanismos; eso es lo que le da la mesura en el gesto, haciéndolo adecuado, aguantador de cámara pero no para la televisión.

De hecho, no hay dudas de que la mejor experiencia de Vitakará está en el concierto pequeño, de bar o restaurante; no la multitud de la que extraer apresurados dólares en un concierto gigantesco, ni el attrezzo televisivo. No porque no los soporte, y hasta que eventualmente los incorpore, modificándolos en su propia proyección; sino porque como aquella cultura de tríos y cuartetos entre telas y luces de ensueño del Cabaret, es una experiencia de cuerpo a cuerpo.

A cada movimiento del Gabo Cárdenas debe haber un respingo en el cielo, lo mismo de la Lupe que de Portillo; la multitud dispersa de las D’Aida deben aglomerarse asomando entre las nubes para verlo, empujando a la Mendoza; Pacho Alonso, Barbarito y el Bárbaro —perdonen las omisiones sacrílegas e inevitables—, todos deben estar exultantes. No es para menos, el Gabo Cárdenas viene a mostrar que hay recuperación, no sólo operaciones y estrategias de venta; que aunque legítimas —y que él hará bien en incorporar— carecen de esa frescura excelente suya en la cultura cubana.

Tuesday, July 23, 2024

¿Harris para presidente?

Quien piense que conoce a Kamala Harrys está equivocado, porque ella no ha tenido la oportunidad de proyectarse; su período como vicepresidente no era esa oportunidad, sino sólo de cimentarse y trazar alianzas. Esa de hecho puede ser su fortaleza, ante un candidato republicano que es temible por esta incapacidad; ya que la política, por concernir a toda la sociedad, es el arte de la negociación, no de la iluminación personal. 

Lo cierto es que Harrys sobrevivió a la espesa vigilancia del partido demócrata, haciéndose el candidato viable; una destreza que incluye la fuerza, y sobre todo saberla manejar en la medida adecuada, con control de daños. Añádase a eso la habilidad con que vapuleó a Biden en los debates presidenciales, haciéndose tener en cuenta; cuando este era un político experto, sólo ninguneado en su mediocridad por el carácter corporativo de su partido. 

Eso es importante, Biden sólo ganó la presidencia por el apoyo en Kamala Harrys, con la abierta Operación Floyd; sólo por eso pudo superar a Trump, por estrecho margen y sin mandato real, mostrando su debilidad. La presencia de Harrys en la vice presidencia fue silenciosa, pero eso puede indicar más astucia que torpeza; sobre todo en una estructura tan férrea como la del Partido Demócrata, que desconoce la individualidad política.  

De hecho, nadie o pocos conocían a Obama antes de postularse a la nominación por el partido, y así se impuso; y si fue decepcionante es por las concesiones que tuvo que hacer para penetrar la estructura, demostrando su genialidad. El problema de Obama era sin embargo su piel, convirtiéndolo en el precedente necesario; que así preparaba el terreno —más allá de sus propias pretensiones— para otros desarrollos en el esquema general. Uno de estos desarrollos puede ser Harrys, con el otro precedente de ser la primera mujer presidente; de conseguirlo, habrá desplazado definitivamente a la Clinton, la heredera desheredada, mostrando su habilidad y resiliencia. 

No debería esperarse mucho de un período presidencial de Harrys, ya es bastante duro que siente un precedente; pero aun así puede dar sorpresas, con esa astucia con que ha podido negociar su ascenso a la cumbre del partido. Ella capitalizó el apoyo sobre humano de un sector específico, no deslumbró a la humanidad como el carismático Obama; eso le da el margen para trabajar en equipo, que definitivamente sabe manejar; una dificultad que Obama no pudo superar, exponiéndose al pulso de la Pelosi, en el resentimiento que creara con Hillary. 

Eso es importante, el estado del Partido Demócrata es tan crítico como el del Republicano, pero ella puede renovarlo; mientras el otro sólo puede continuar su decadencia, en manos de un dictador menor, que sólo tiene su indiscutible genio personal. La misma maniobra de asegurarse la permanencia con un vicepresidente inelegible —como Vance— hace más temible a Trump; que repitiendo la estrategia de su período anterior —con Pence—, muestra su incapacidad para la negociación.  

Hay que ver qué puede hacer ella efectivamente, pero definitivamente puede hacer algo, si ha llegado hasta ahí; ese crédito lo tiene en el sólo hecho de haber atravesado estoicamente la presidencia de Biden, con todo su desdén de hombre blanco. También habrá que ver cómo navega el mar de la política internacional, con la presión armamentista detrás; entre las pruebas pendientes, tiene al ala izquierda —con la que Biden pudo pulsear— vociferando contra Israel; también la guerra en Ucrania, el conflicto de Taiwán y la centralidad del liderazgo de Estados Unidos en la OTAN. Pero es probable que el Partido la exima de este esfuerzo, con una asesoría valiosa, efectiva y siempre necesaria; después de todo, es una broma pensar que la política exterior no corre por cuenta del Consejo de Relaciones Internacionales.  

Harrys en todo caso es un activo valioso para todas las partes en conflicto, y merece la atención que requiere; sobre todo por el respeto que impone para los que la apoyaron, dejando claro que no aceptarían su desplazamiento. Es ese juego de intereses ciertos, y no de abstracciones y mezquindades, lo que hace real a una política de estado; y esta es la primera vez que se da, siquiera potencialmente, desde que Reagan y Clinton nos precipitaron al neoliberalismo. 
Como prudencia, yo recomendaría gastar el voto en un movimiento lateral como Cornel West, el Trump liberal; que no va a ninguna parte, pero es una referencia, recordando al sector tras Harrys que el país es más grande que el partido. También es una buena maniobra, que da a Harrys el tiempo de manifestarse, pero también la exige que lo haga; pues el voto no es un acto de fe sino una negociación con poder propio, y no hay que dar mandato hasta que este muestre su valor. 


Friday, July 19, 2024

Sobre el retorno al país natal, de Cesaire a Depestre

La incidencia de Cuba en la proyección de la negritud como identidad es importante, por los problemas que plantea; primero, permitiendo comprender la función legítima con que el liberalismo se apropia del problema y lo capitaliza. Aún si se le plantea como manipulación histórica —¿qué no lo es?—, esto tiene una razón de ser, también histórica; y que en este sentido no desconoce el surgimiento del fenómeno como parte de los esfuerzos antiimperialistas y de descolonización.

Antes del proceso cubano, y por las razones que fueran, Inglaterra lideró los esfuerzos antiesclavistas en el mundo; añadiendo el pago por la manumisión de los esclavos en su territorio, con una deuda que sólo venció en el siglo XX. Se puede alegar el auge de la revolución científico-técnica, que requería el desarrollo, producción y venta de maquinaria; más eficiente, pero requiriendo una fuerte inversión, contra el método esclavista, más oneroso pero ya establecido

Recuérdese que, en el máximo auge de la Ilustración en Francia, esta sufre una depresión y no ese auge en Inglaterra; que, llegando al cierre de las universidades, ve a su élite emigrar a Norteamérica, donde las funda ya en línea con esta industrialización; que no incluye este aspecto abolicionista, al menos como prioridad política, pero sí una fuerte industrialización. Pero incluso en Norteamérica, el surgimiento del Partido Demócrata no ocurre como un liberalismo armónico; y la reticencia racista de las primeras luchas obreras en estados Unidos, pronto es superada por una facción más radical.

Esa es la que acapara, apuntando a una fórmula abiertamente socialista, monopoliza y de hecho capitaliza la causa racial; no el Partido Republicano, cuya estrategia es de acomodo y apaciguamiento con la i trincada legislación segregacionista del país; sino esa élite —iluminista si se quiere—, que va a liderar la violenta lucha por los derechos civiles en el frente legislativo. Lo importante aquí no es que se trate de toda una manipulación, sino que es ya un hecho histórico legítimo; que no puede resolver el problema racial, porque no está interesado en este como tal sino como de clase; pero que al menos sí permite desarrollo de este nuevo fenómeno, aunque deba consolidarse y madurar por sí mismo.

Esto es lo que diluye al fenómeno de la Negritud —como al llamado Renacimiento de Harlem— en sus contradicciones; dadas por su inmadurez inevitable, en tanto primer estadio de ese desarrollo, en el que adquirirá esa propia madurez. La madurez será lo que sobrevenga paulatinamente, como corrección precisamente de estos problemas y contradicciones; como el conjunto en que este fenómeno organizará su propio espectro hermenéutico, con su respectiva ontología.

Esa ontología a su vez, obedeciendo a la declinación de la de Occidente, sería la que funcione regresivamente; como una recuperación de las funciones reflexivas originales, previas al hiper determinismo político moderno; que, surgido de la apoteosis en ese sentido del cristianismo, alcanzaría su propia apoteosis en la Ilustración. Por tanto entonces, no se trata de procesos ilegítimos o incomprensibles en modo alguno, sino sólo defectuosos; que tienen que resolverse en una corrección constante e inevitablemente crítica por lo contradictoria, como todo desarrollo.

Por eso, no es extraño sino ilustrativo, que en todo este proceso surjan reflexiones contradictorias e internas; sobre todo que estas se den en el arte, al menos en el caso de la francofonía, por el alcance reflexivo de estas. El ejemplo aquí es el Cuaderno del retorno al país natal de Aimé Cesaire, no el Arcoíris para el occidente cristiano; pero es la complejidad de Depestre, no la consecuencia de Cesaire, la que va a desplegar con su vida todas estas contradicciones. Por eso es como la apropiación —en una autoría universal de tan trascendente— del uno por la expresión del otro; porque en definitiva ambos son la expresión del mismo fenómeno, que es todos menos armónico y claro en su ambigüedad.

Saturday, July 6, 2024

Angelina, tú

En 1984, un inusitado soplo existencial de Nueva Ola recorrió los predios cubanos del Neorrealismo, con Habanera; in intento del más populista de los cineastas del ICAIC, bajo aquel mandato fuerte de la praxis histórica y la ideología. Ni el único negro sobreviviente, con todo su patetismo histórico, había logrado la fibra popular de Pastor Vega; así que no era de extrañar que este tímido ensayo fuera suyo, así como la frustración que lo acompañaría en la incomprensión.

La película fue un fracaso, de ese extraño modo en que las cosas fracasan en Cuba y que nunca es financiero; fracasó porque no consiguió llegar a aquella fibra que el mismo Vega tocó en Retrato de Teresa, siquiera a la zaga de Sara Gómez. Es decir, fracasó porque no fue comprendida, en el distanciamiento de falsa burguesía con que retrataba a una falsa clase media; tan fuera de contexto en el obrerismo histérico de la cultura revolucionaria, que no había manera de entenderla en su falta de referencias.

Algo así —aunque en sentido inverso— pasa con A family affair, malgastando el estrellato de Zack Efron y Nicole Kidman; con la diferencia de que Daysi Granados y César Évora envejecieron con más belleza y dignidad, puede que por los genes. La película igual resuma la misma falsedad de aquella falsa clase media, con esta aristocracia cinematográfica angelina; amontonando cliché sobre cliché, en un existencialismo tan superficial como imposible, por lo reductivo y recurrente.

Por supuesto esta película sólo pretende alguna recaudación y no trascendencia, colgándose de sus estrellas; mientras la cubana era un esfuerzo genuino de investigación, aunque igual de patético y decepcionante. La cubana en cambio cerraba con la dignidad de su insuficiencia, no como esta mala comedia de A family affair; después de todo, una retrospectiva puede aclarar las contradicciones que dieron al traste con Habanera; pero nada en el mundo va a compensar la frustración del tiempo y el dinero perdido con esta otra.

También después de todo, queda saber que nuestras estrellas envejecieran con tanta dignidad, no sólo físicamente; pues no tuvieron que rebajarse nunca a este canibalismo neoliberal, con el que Hollywood se come a sí misma. Respecto a lo físico, no extraña, pues el rostro de niño encantador de Efron no hay modo de que soporte los años; y tampoco es que mostrara mucho más que eso, en actuaciones regulares, nunca sorprendentes ni de carácter; pero Nicole sí era mucho más que el desastre del bótox deformándole el rostro, siempre fue una cátedra de actuación.

Es aterradora esa ferocidad con que las estrellas hollywoodenses tienen que rebajarse obedientes al bajo presupuesto; cuando el prestigio de sus carreras esplendorosas debería bastar para sostenerlos, si fuera cierto que ese capitalismo funciona; pero como no es cierto, tienen que callarse ante los viles billes de un estilo de vida que debió ser productivo, pero no lo es. Ya Kidman ha tenido apariciones desgraciadas, como cuando acompañó a la celebérrima Meryl Streep en The prom; una completa desgracia después que pusieran tan altas las varas con The hours, como para cotizarse mejor.

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