Tuesday, July 23, 2024

¿Harris para presidente?

Quien piense que conoce a Kamala Harrys está equivocado, porque ella no ha tenido la oportunidad de proyectarse; su período como vicepresidente no era esa oportunidad, sino sólo de cimentarse y trazar alianzas. Esa de hecho puede ser su fortaleza, ante un candidato republicano que es temible por esta incapacidad; ya que la política, por concernir a toda la sociedad, es el arte de la negociación, no de la iluminación personal. 

Lo cierto es que Harrys sobrevivió a la espesa vigilancia del partido demócrata, haciéndose el candidato viable; una destreza que incluye la fuerza, y sobre todo saberla manejar en la medida adecuada, con control de daños. Añádase a eso la habilidad con que vapuleó a Biden en los debates presidenciales, haciéndose tener en cuenta; cuando este era un político experto, sólo ninguneado en su mediocridad por el carácter corporativo de su partido. 

Eso es importante, Biden sólo ganó la presidencia por el apoyo en Kamala Harrys, con la abierta Operación Floyd; sólo por eso pudo superar a Trump, por estrecho margen y sin mandato real, mostrando su debilidad. La presencia de Harrys en la vice presidencia fue silenciosa, pero eso puede indicar más astucia que torpeza; sobre todo en una estructura tan férrea como la del Partido Demócrata, que desconoce la individualidad política.  

De hecho, nadie o pocos conocían a Obama antes de postularse a la nominación por el partido, y así se impuso; y si fue decepcionante es por las concesiones que tuvo que hacer para penetrar la estructura, demostrando su genialidad. El problema de Obama era sin embargo su piel, convirtiéndolo en el precedente necesario; que así preparaba el terreno —más allá de sus propias pretensiones— para otros desarrollos en el esquema general. Uno de estos desarrollos puede ser Harrys, con el otro precedente de ser la primera mujer presidente; de conseguirlo, habrá desplazado definitivamente a la Clinton, la heredera desheredada, mostrando su habilidad y resiliencia. 

No debería esperarse mucho de un período presidencial de Harrys, ya es bastante duro que siente un precedente; pero aun así puede dar sorpresas, con esa astucia con que ha podido negociar su ascenso a la cumbre del partido. Ella capitalizó el apoyo sobre humano de un sector específico, no deslumbró a la humanidad como el carismático Obama; eso le da el margen para trabajar en equipo, que definitivamente sabe manejar; una dificultad que Obama no pudo superar, exponiéndose al pulso de la Pelosi, en el resentimiento que creara con Hillary. 

Eso es importante, el estado del Partido Demócrata es tan crítico como el del Republicano, pero ella puede renovarlo; mientras el otro sólo puede continuar su decadencia, en manos de un dictador menor, que sólo tiene su indiscutible genio personal. La misma maniobra de asegurarse la permanencia con un vicepresidente inelegible —como Vance— hace más temible a Trump; que repitiendo la estrategia de su período anterior —con Pence—, muestra su incapacidad para la negociación.  

Hay que ver qué puede hacer ella efectivamente, pero definitivamente puede hacer algo, si ha llegado hasta ahí; ese crédito lo tiene en el sólo hecho de haber atravesado estoicamente la presidencia de Biden, con todo su desdén de hombre blanco. También habrá que ver cómo navega el mar de la política internacional, con la presión armamentista detrás; entre las pruebas pendientes, tiene al ala izquierda —con la que Biden pudo pulsear— vociferando contra Israel; también la guerra en Ucrania, el conflicto de Taiwán y la centralidad del liderazgo de Estados Unidos en la OTAN. Pero es probable que el Partido la exima de este esfuerzo, con una asesoría valiosa, efectiva y siempre necesaria; después de todo, es una broma pensar que la política exterior no corre por cuenta del Consejo de Relaciones Internacionales.  

Harrys en todo caso es un activo valioso para todas las partes en conflicto, y merece la atención que requiere; sobre todo por el respeto que impone para los que la apoyaron, dejando claro que no aceptarían su desplazamiento. Es ese juego de intereses ciertos, y no de abstracciones y mezquindades, lo que hace real a una política de estado; y esta es la primera vez que se da, siquiera potencialmente, desde que Reagan y Clinton nos precipitaron al neoliberalismo. 
Como prudencia, yo recomendaría gastar el voto en un movimiento lateral como Cornel West, el Trump liberal; que no va a ninguna parte, pero es una referencia, recordando al sector tras Harrys que el país es más grande que el partido. También es una buena maniobra, que da a Harrys el tiempo de manifestarse, pero también la exige que lo haga; pues el voto no es un acto de fe sino una negociación con poder propio, y no hay que dar mandato hasta que este muestre su valor. 


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