Thursday, June 28, 2012

South Florida Art Center (Miami Beach)

Thursday, June 21, 2012

Una foto, una lección de carácter

Se trata de una foto de Steve McCurry[1], y está bajada de Facebook; es decir, ha soportado todas las gradaciones de pixelaje y formato, y aún se impone por su composición y textura. Lo llamativo es el atrevimiento, que reivindica la naturaleza artística del oficio en su artesanía; una relevancia que no puede evitar la manipulación grosera del advenedizo, sujeto a la recurrencia del B/W para posar de purista. En eta foto, como en muchas otras suyas, se revive la refriega plástica de Forma Vs Color, candente en el traspaso de Velázquez a Goya en la pintura; ahora en una conciliación, obviamente un gesto de benevolencia velazquiana, que condesciende. De cierto prevalece la forma [velazquiana] hasta el punto de reducir el marco a una simple referencia neutra; pero a pesar de esa relevancia, el protagonismo —que es verdaderamente dramático— residiría en ese verde [frío] que centra la masa azafrán [caliente].

En la composición, los pliegues del velo no lo aligeran sino que lo hacen espeso; se confirma la ebullición de la masa, cuyo sentido sin embargo reposa en el solitario y contrastante verde de los ojos.  También en Facebook, Ran Uiller[2] hace investigaciones formales con la fotografía; resalta sus composiciones añadiendo dramatismo con una hipersaturación, que traslada al contraste y la temperatura el manejo del enfoque. Después de todo se trata de artistas y no de meros archiveros, y saben que su objetivo es casual; lo que puede ser lo más importante, que no se trata de una pose payasesca y que por tanto puede desestructurar su objeto, porque es en su forma en que reside su esencia.

Los pretensiosos, sepan o no que no saben, recurren al espiritismo intelectual que los justifique; los otros, los que se interesan y comprenden y aman lo que hacen no necesitan justificarse, y gozan por ello de la libertad de los hijos de Dios. Talento tenemos todos, pero genio sólo unos pocos; cualquier escuela mediocre desarrolla los talentos, pero el genio sólo lo desarrolla la vida, porque no se le puede imitar; el genio es siempre verdadero, porque es el que determina los intereses, y por ende esa forma espectacular en que se realizan —o no— los talentos.

Saturday, June 16, 2012

Una foto de Iván Cañas / Un homenaje a Manuel Granados

El retratado es Manuel Granados, y la foto fue tomada en Trinidad [Cuba] en 1971, en casa del pintor Benito Ortiz; pero lo que llama la atención es la lectura posible, como ficción que se desprende del lente del autor. En primer plano, la risa abierta y franca, que sin embargo reside en los ojos; porque, ese es el detalle, la boca está tapada por un puño semi cerrado en el gesto para apoyar la barbilla. La plasticidad del puño, resaltada por la luz, parece un hallazgo renacentista; que en combinación con la rara dejadez de la otra mano, impone cierta nota dramática, como un [Brecht] extrañamiento.

Manuel Granados era conocido y hasta temido por sus bromas colosales, como un eshu [Elegua] irremisible; el cuerpo adelantado en el mismo gesto es como uno de esos saltos asombrosos de los Diablitos abakuá. La risa, por demás, conecta con la plácida señora del fondo, que es como una reina en la distancia; el encuadre entonces es como un postulado teológico de Ocha, en que Laborní es el esclavo de Oshún, que lo da como su propia gracia protectora. Así esta mujer es en verdad la protagonista, sólo que precedida y anunciada por los ojos brillantes del escritor; que reunido en casa del artista vive en un mundo cerrado y suyo, en el que sirve y es servido, porque todo es funcional y armónico.

Todo arte son dos artes en cada momento, el que ve el artista una vez y el que ven quienes lo miran en cada momento; esta vez resultó un patakín misterioso pero promisorio, una gracia que continúa el gesto —no ya de los actores— del genio que lo intuyó y los dirige con su visión, como un profeta que descifra los designios. Salve, maestro Iván, que haces honor a los dones que te fueron dados; una ocasión para respirar contentos, como es lo propio de los hijos de Dios.

Friday, June 15, 2012

Untitled

Sunday, June 10, 2012

Cuentos negros

Friday, June 8, 2012

Nuevo en Kindle Amazon!

Cuentos negros es una serie de relatos que se recrean en la fantasía, pero en el sentido más puro de esta como representación; desplegando con su imaginario la interpretación de experiencias autobiográficas, pero para resaltar su sentido dramático. No tienen estos relatos valor testimonial entonces, sino sólo la base dramática de esas experiencias; en las que se suceden y superponen tanto la vocación religiosa tardía como el reconocimiento étnico-existencial y los dramas familiares, en un sentido homenaje a los ancestros. A pesar del sentido etno-existencial, estos cuentos no tienen color étnico; sino que reflejan el drama exdistencial a partir de esa singularidad étnica, por su contextualización occidental.

Dos de los cuentos estas dedicados distintamente, a Carlos A. Díaz Barrios y a Emilio Surí Quesada; al primero, en agradecimiento por la comunicación de ese imaginario en un magisterio siempre reconocible; al segundo, porque su irrupción fue así de espectacular como se narra en ese cuento, y por tanto su importancia es casi sacramental, si no puramente mágica.

Ignacio T. Granados

Thursday, June 7, 2012

New!: Cuentos negros

Tuesday, June 5, 2012

Conversación sobre la catedral

Monday, June 4, 2012

Simplemente, Raquel

Sunday, June 3, 2012

Glosa de Simónides

Hay en el Protágoras —de los Diálogos de Platón— un pasaje, en el que Sócrates analiza el sentido de un poema de Simónides; el poema se refiere a la posibilidad del Bien como propósito [Potencia] y a la de su permanencia y actualidad [Acto]. Simónides afirma en el poema que el hombre que se esfuerza en actuar con bien lo consigue, pero no así seguir siendo bueno siempre; lo que tratándose de filósofos, por supuesto se dirige a la definición misma de Bien y su pertinencia. No es de extrañar, se trata de un diálogo platónico, y estos son todos filosóficos; lo que sorprende es la eficacia socrática, que con mesura no apura una definición tajante y positiva sino negativa y práctica.

Para Sócrates no existe tal cosa como el blanco y negro, y sin acudir a la sofística gama de los grises, de donde la razón negativa y práctica; una suerte de argumentación pasiva, en la que bueno es todo aquello que no sea malo, dando pábulo a la relatividad de las cosas. El actuar con Bien hace al hombre menos malo, al hacerlo más bueno, como a la inversa; sin que pueda decirse que existe el hombre sin tacha, pero sí determinado por la dirección en que dirige sus actos y la naturaleza a que acude para realizarlos.

El hombre que admite el mal es nulo como principio, pero no si lo hace en provecho de ese mal y a conciencia; porque con eso pierde la pasividad que le permitía un rescoldo de bondad, haciéndose activo como elemento en esa naturaleza del mal de que participa. La virtud del Bien como propósito consistiría en la continuidad del esfuerzo con su determinación al Acto; que se refleja además en las cosas de que se vale el hombre en cada uno de estos, el para qué y de lo que se acompaña, y hasta de lo que recibe el beneplácito.

To Kindle Amazon

Saturday, June 2, 2012

Panegírico por Lorenzo García Vega

No importa lo que se huya, el panegírico te alcanza y tienes que someterte a escribirlo; siquiera como reconocimiento de esa prepotente a quien en Las mil y una noches se referían siempre como la separadora de amigos y deshacedora de planes. Lo cierto es que desde la de Elena Tamargo no tenía noticia de una muerte relevante, aparte de la de algún más o menos conocido que guardar en la intimidad; pero la muerte de Lorenzo García Vega es otra cosa, porque es la desaparición de un ícono, y quizás la confirmación repetida de la de una época. Vega fue el benjamín de Orígenes, el primer beneficiario reconocible del tan traído y llevado Curso Délfico de Lezama Lima; cuyo acercamiento a Vega no careció de esa amorosa e imprudente rudeza propia de los grandes intelectuales cubanos, que dejaría un dejo de rencorosa admiración en que quien pronto tendría estatura propia.


Vega fue amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos, así como altanero en los que no le interesaban; muy intenso y auténtico en todo, incluso en su mejor virtud, una sensibilidad para el arte surrealista que le daría el nombre —no otros dividendos— que siempre buscó su vanidad con bastante poco tacto. Pero hay que reconocerlo, fue uno de los grandes surrealistas latinoamericanos, hasta el punto del clasicismo puro; porque si bien es verdad que el Surrealismo fue una vanguardia, ya en la plena madurez literaria de García Vega era un canon, y al que él se atuvo muy bien. No hay que culparlo por eso, en su época los desarrollos y la evolución eran más lentos; y Vega, la verdad, nunca llegó al I-Pad ni el e-Book fuera de sus bien ganados admiradores, su mundo era el del libro impreso.

Estéticamente, por tanto, Vega fue uno de los últimos y persistentes cultores de la locura como objeto reflexivo; pero al punto de encarnarla y alimentarla en una visión depresiva, que buscaba las cotas del cinismo en una espiral de estoico hedonismo, lo que no es contradictorio aunque sí paradojal. Vega fue su propio personaje, y en ello se padeció y sufrió a sí mismo, obligando al entorno a esa rara experiencia; que curiosamente no se le dio con quienes lo admiran, que con sentido común le reían la gracia epatante, haciendo que esta sólo tuviera efecto en quienes no eran sus adoradores.

En lo personal, a él debo uno de esos raros lujos que dicen que la vida propia es especial; fue su burla solapada, con el epíteto de El Abate por el exhibicionismo estético de la experiencia religiosa en conventos católicos, una espiritualidad que seguro detestaba siquiera por su propia fidelidad estética. El Abate no es ni con mucho tan atractivo y sugerente como El Manierista, debido a la mordacidad del Heriberto Hernández Medina con quien seguro se encuentra ahora; pero hay que mantener las distancias, que Heriberto no es García Vega ni en el recuerdo ni en las dimensiones, y ese dardo de Vega reluce en esta noche como el oro fino.

Ignacio T. Granados Herrera

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