Thursday, July 17, 2025

Ontología Bantú, de Placide Tempels

No es extraño que este libro sea desconocido en Cuba, si la etno-antropología cubana se mantiene como occidental; es decir, estructurada alrededor de esta cultura en su etnocentrismo, y por tanto dirigida a sus objetos propios. Sin embargo, no es casual que este libro apareciera en la primera mitad del siglo XX, con la decadencia de ese mundo; que ya rebasada su apoteosis moderna, con la postmodernidad, cede a la emergencia de su marginalidad cultural.

Como principio, la amplia población bantú de Cuba justificaría un desarrollo de este tipo, no sólo en esta marginalidad; sino por su misma determinación de la cosmología nacional, en el desarrollo de su mestizaje como cultura. Todo eso sin embargo, tiene valor existencial y no político, que es por lo que explica su marginalidad; en la que incluso los grupos sociales supuestamente interesados no se interesan, dadas sus propias prioridades políticas.

Gracias a Dios, de todas formas incluso la postmodernidad discurre en esa decadencia moderna, con este desarrollo; que en tanto emergente, saca a la luz los instrumentos epistémicos, ajustando la comprensión del mundo. Esta edición viene de la mano de Ángel Velásquez Callejas, y es mediocre, pareciendo incluso mecánica; al menos por detalles como el de la página catorce del libro, en que se conserva una duda sobre el término original. El término en cuestión es evolué, que el traductor original conserva en francés por falta de equivalente inglés; pero que a estas alturas todo el mundo —excepto los traductores automáticos— sabe que se refiere a civilizado.

El problema ahí es de contexto, naturalmente ambiguo en su primera traducción, pero no con experiencia lexicográfica; que es lo que permite las dudas sobre la calidad de esta traducción, e incluso su legitimidad y sentido. Este traductor último es conocido por desastres exegéticos anteriores, como la corrupción de una novela interesante (Erótica); a la que rebajara a manual de auto ayuda, con una teología deficiente como la del llamado poeta en acto.

Nada de eso sin embargo es importante, porque el libro existe en sí mismo, y las personas pueden acceder a él; incluso con esos defectos, que aunque graves son perfectamente corregibles por cualquier realmente interesado. Eso es lo importante, porque más allá de esa técnica de seudo metafísica del poeta en acto, retiene su alcance propio; que no sólo es cosmológico, sino que realmente corrige los excesos idealistas de la ontología occidental, con su realismo.

Por supuesto, para entenderlo, habría que partir de un contexto epistemológico propicio, como el realismo Trascendental; cuya ontología, partiendo del caos cuántico, se reconoce en ese realismo, étnicamente aguado en el occidentalismo. Eso sí, este reseña no está escrita usando fuentes de segunda, sino que parte de una lectura calma e interesada; que gracias a ello pudo sobreponerse a esos defectos intrínsecos, hasta el punto de ciertamente recomendar el libro.

Tuesday, July 15, 2025

Es Laviada de Cuba, no os asombréis de nada

El señor Ulysses Álvarez Laviada es a todas luces un caso típico de intelectual cubano, esa plaga todavía incomprensible; es decir, formado en la cortedad de las instituciones cubanas, se piensa suficiente para entender la realidad. Salido de la facultad de filosofía de la Universidad de la Habana, su formación se reduce obviamente al Marxismo; en el sentido de centro con que parametrizar todo otro conocimiento partiendo del mismo, sea a favor o en contra.

Es tan complejo que quizás lo sobrepase la sutileza, porque el Marxismo también puede —como aquí— ser negativo; en el sentido de que toda crítica está determinada por su objeto, de modo que participa de su misma apoteosis. Así, por ejemplo, el Cristianismo incorporó el Maniqueísmo, en la crítica de San Agustín, que era política; explicando esas paradojas que la cultura introduce en la historia, porque contrario a esta, ella sí es la realidad.

No es que eso no tenga valor, sino sólo que relativiza el alcance del criterio, como es siempre lógico y natural; pero no para esa especie singular que es el intelectual cubano, que exhibe su naturaleza como último argumento. Claro, debe recordarse aquí la otra sutileza, por la que como naturaleza el intelecto es un parámetro de mediocridad; en tanto sirve para establecer una media en la cultura, en ese afán de trascendencia que diluye al espíritu desde Hegel.

En este caso, también por ejemplo, la crítica al Marxismo no lleva a Laviada a superarlo en su obvia relatividad; sino a contraerse al Hegelianismo,  como si no hubiera sido este el que produjera al otro, en su interpretación; una derivación tan legítima en su argumento como cualquier otra, en tanto informada por el conocimiento. En esto sin embargo radicaría el problema de Laviada, dado que su crítica parece ser de todo menos informada; limitándose en más de un caso a alguna fuente secundaria, la mera lectura de índices o el apresuramiento crítico.

Obviamente, esta incapacidad de criterio es entendible como fundada en el prejuicio,  característico de su cultura; no importa si alega —como también es típico— antecedentes raciales, que no le evitan el respingo con que reduce genéricamente lo negro. Eso es comprensible, en tanto expresión natural del racismo subrepticio cubano, no virulento como el norteamericano pero más eficiente en ello; ya que desagua los argumentos con la burla procaz y reductiva, tenuemente justificada bajo la categoría de ficción paródica.

Ejemplo de esto, su intento de centrar una parodia política con un esfuerzo como la CogiNganga, reducida a Negrismo simbólico; y que nace de su evidente frustración, ante la densidad metafísica de Fundamentos del Realismo Trascendental. Aclárese que, aunque escrito con independencia, la CogiNganga es una suerte de suplemento al del Realismo Trascendental; pero tan denso como el otro, se presta más sin embargo a la reducción caricaturesca, que es la forma cubana de argumentar.

Téngase en cuenta que la CogiNganga es una sistematización, que concilia los conceptos del Cogito y la Nganga; que como opuestos complementarios, se relacionan efectivamente en la cultura popular, dada en la Mojiganga. Reducir todo eso al negro simbólico, como la acción que parodia políticamente Laviada, es por lo menos patético; tratando de reducirlo todo a su medida, como en el mito ilustrador de Procusto y su lecho, que es el signo de su ascendencia cultural.

Parece que radicado en Londres, Laviada resuda el afán de trascendencia en su subscripción al blog periodístico Medium; un espacio en el que los escritores sin suerte aspiran a consagrarse profesionalmente, sin el sambenito de la auto edición. Está claro que tendría futuro en Miami, donde la Generación del Mariel espejea al institucionalismo cubano; y donde podría encajar con esos afanes de trascendencia, en que trata de pasar su ego por la trascendencia de la patria. Esa es la característica principal con que unos reproducen a los otros, desde aquella frustración que los fundara a todos; y que al final los reúne a todos en esa inmanencia que rechazan, como esa envidiosa mezquindad que los lastra.

Wednesday, July 9, 2025

¿Qué pasó con el neoliberalismo?

En primer lugar, que no era liberal sino neoconservador, y ese es el problema de las paradojas, que son engañosas; sobre todo en este caso, en que la burguesía trató de superar su propia inteligencia, para sólo engañarse a sí misma. El problema del neoliberalismo era en la naturaleza feudal Modernidad, contenida por las convenciones democráticas; porque el aporte de la Modernidad fue la moderación —no la superación— de la estructura medieval, con esas convenciones.

Eso es lo que explica la relatividad de la democracia moderna, sin que se desquicie —como pudo— en la anarquía; contenida en el elitismo autoritario de los intelectuales modernos, no en un acceso de la clase popular al poder. Esos intelectuales fueron alimentados además por una aristocracia disidente, a la que legitimaron en su populismo; que en eso consistió el desarrollo ideológico del liberalismo, legitimando la soberanía en el pueblo en vez de en Dios; pero igual marginando a ese pueblo que lo legitimaba del poder efectivo, por su supuesta incapacidad intelectual.

Esto explica el populismo, porque la revolución nunca es popular sino populista, en otro de esos giros políticos; pero más importante aún, explica el crecimiento subrepticio de la clase media, hasta esa apoteosis de la excelencia intelectual. Después de todo, como parámetro de la cultura, lo es también de mediocridad cultural, en más giros paradójicos; dando sentido a esa profesionalización que distorsiona a la economía con la tecnocracia, desplazando al pragmatismo.

Eso es lo que hirió a la burguesía, la traición de una aristocracia demasiado autoritaria para convertirse en burguesa; como sí sucediera en Inglaterra, donde —a diferencia de en Francia— la aristocracia era demasiado fuerte. Es por eso que el absolutismo fue tan relativo en Inglaterra, sin permitir a su monarquía los excesos políticos de Francia; porque tampoco existe tal cosa como la Historia, sino los desarrollos peculiares que organizan la cultura.

Así que el problema del neoliberalismo no era su naturaleza burguesa, sino su descaracterización como clase; por la que accedió a formarse en las escuelas de negocio de las universidades, en vez de en la práctica real. Sería por eso que terminaría subordinando la productividad a la planificación, en la cultura corporativa de lo político; y acabando así como lo político, desgastando su propia base material en la proyección política, como el socialismo.

Esta descapitalización puede no ser teóricamente visible, disuelta como está en la inflación creciente de la economía; con la devaluación del salario, que mueve su valor a la ganancia de los inversionistas, en un aumento aparente de la productividad. Este habría sido el tipo de truco con que el ministro de finanzas de Luis XVI financiaba la independencia norteamericana; pero a costa de la solvencia de esa misma monarquía, y a la que terminó culpando de su despilfarro, como todavía.

También es cierto que no hay tal cosa como una economía socialista, sino un capitalismo de estado, en lo corporativo; que es la distorsión leninista del Marxismo, ante la falencia de este por crear una alternativa económica efectiva. Al respecto, el truco de Necker no fue precisamente esta productividad aparente, sino el presupuesto contra la deuda; pero de lo que se trata es del carácter tecnocrático de estos trucos, que reducen la inteligencia a la prestidigitación.

El neoliberalismo fue así la última ofensiva burguesa, pero una burguesía ya herida y debilitada en su falta de carácter; que la comprometió con la tecnocracia de los políticos modernos, demasiado mediocres para ser efectivos. En realidad, el neoliberalismo habría sido la alternativa al socialismo, ante la muerte inevitable del comunismo soviético; apropiándose de la estructura tecnocrática del corporativismo político, con la ineficiencia de los imperios clásicos; desde la retórica moral de la meritocracia, tan falsa como autoritaria, pero tan irracional como nunca lo fue la aristocracia feudal.

Así que el neoliberalismo se debilitó tanto que nadie se dio cuenta de su muerte, bajo el asedio del socialismo; tan débil él mismo que no puede dejar de conducir a la anarquía, paradójicamente desde un conservadurismo clásico. Eso tiene sentido, como un esfuerzo para preservar recursos políticos, después de la debacle cultural del racionalismo; que es antropológica, empujando a toda la civilización occidental hacia el abismo, con esa fe ciega en su elitismo.

 

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