En primer lugar, que no era liberal sino neoconservador,
y ese es el problema de las paradojas, que son engañosas; sobre todo en este
caso, en que la burguesía trató de superar su propia inteligencia, para sólo engañarse
a sí misma. El problema del neoliberalismo era en la naturaleza feudal Modernidad,
contenida por las convenciones democráticas; porque el aporte de la Modernidad
fue la moderación —no la superación— de la estructura medieval, con esas
convenciones.
Eso es lo que explica la relatividad de la democracia
moderna, sin que se desquicie —como pudo— en la anarquía; contenida en el
elitismo autoritario de los intelectuales modernos, no en un acceso de la clase
popular al poder. Esos intelectuales fueron alimentados además por una
aristocracia disidente, a la que legitimaron en su populismo; que en eso
consistió el desarrollo ideológico del liberalismo, legitimando la soberanía en
el pueblo en vez de en Dios; pero igual marginando a ese pueblo que lo
legitimaba del poder efectivo, por su supuesta incapacidad intelectual.

Esto explica el populismo, porque la revolución nunca es
popular sino populista, en otro de esos giros políticos; pero más importante
aún, explica el crecimiento subrepticio de la clase media, hasta esa apoteosis
de la excelencia intelectual. Después de todo, como parámetro de la cultura, lo
es también de mediocridad cultural, en más giros paradójicos; dando sentido a
esa profesionalización que distorsiona a la economía con la tecnocracia,
desplazando al pragmatismo.
Eso es lo que hirió a la burguesía, la traición de una
aristocracia demasiado autoritaria para convertirse en burguesa; como sí sucediera
en Inglaterra, donde —a diferencia de en Francia— la aristocracia era demasiado
fuerte. Es por eso que el absolutismo fue tan relativo en Inglaterra, sin
permitir a su monarquía los excesos políticos de Francia; porque tampoco existe
tal cosa como la Historia, sino los desarrollos peculiares que organizan la
cultura.
Así que el problema del neoliberalismo no era su
naturaleza burguesa, sino su descaracterización como clase; por la que accedió a
formarse en las escuelas de negocio de las universidades, en vez de en la
práctica real. Sería por eso que terminaría subordinando la productividad a la
planificación, en la cultura corporativa de lo político; y acabando así como lo
político, desgastando su propia base material en la proyección política, como
el socialismo.
Esta descapitalización puede no ser teóricamente visible,
disuelta como está en la inflación creciente de la economía; con la devaluación
del salario, que mueve su valor a la ganancia de los inversionistas, en un
aumento aparente de la productividad. Este habría sido el tipo de truco con que
el ministro de finanzas de Luis XVI financiaba la independencia norteamericana;
pero a costa de la solvencia de esa misma monarquía, y a la que terminó
culpando de su despilfarro, como todavía.
También es cierto que no hay tal cosa como una economía
socialista, sino un capitalismo de estado, en lo corporativo; que es la
distorsión leninista del Marxismo, ante la falencia de este por crear una
alternativa económica efectiva. Al respecto, el truco de Necker no fue
precisamente esta productividad aparente, sino el presupuesto contra la deuda;
pero de lo que se trata es del carácter tecnocrático de estos trucos, que
reducen la inteligencia a la prestidigitación.
El neoliberalismo fue así la última ofensiva burguesa,
pero una burguesía ya herida y debilitada en su falta de carácter; que la
comprometió con la tecnocracia de los políticos modernos, demasiado mediocres
para ser efectivos. En realidad, el neoliberalismo habría sido la alternativa
al socialismo, ante la muerte inevitable del comunismo soviético; apropiándose
de la estructura tecnocrática del corporativismo político, con la ineficiencia
de los imperios clásicos; desde la retórica moral de la meritocracia, tan falsa
como autoritaria, pero tan irracional como nunca lo fue la aristocracia feudal.

Así que el neoliberalismo se debilitó tanto que nadie se
dio cuenta de su muerte, bajo el asedio del socialismo; tan débil él mismo que
no puede dejar de conducir a la anarquía, paradójicamente desde un
conservadurismo clásico. Eso tiene sentido, como un esfuerzo para preservar
recursos políticos, después de la debacle cultural del racionalismo; que es
antropológica, empujando a toda la civilización occidental hacia el abismo, con
esa fe ciega en su elitismo.
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