Última historia de la infamia: El atroz manipulador Roberto Zurbano
Dicen que Zurbano debe su carácter a un chantaje por una escondida
sexualidad, lo que es probable pero no definitivo; aunque en un país de
sexualidad tan desbordante como dogmatizada, no es extraña esa contradicción. Para
el desastre de carácter basta, en todo caso, su leve rozamiento al monstruoso gobierno
del que depende; y eso ocurrió en un oscuro año del 2016, en que Zurbano se
atrevió al heroísmo de llamar al gobierno cubano como cosa de blancos.
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En semejante compromiso, el atroz manipulador habría accedido al atroz acto
de la manipulación pueril; que pierde la puerilidad en el objeto que
manipulaba, al ser la relación de una mujer muerta con su hijo en el exilio.
Algo que surge desde mucho antes que esa muerte, cuando se presta a la
sustitución en el juego institucional;
cuya atrocidad se aumenta a lo indecible, si se sabe que el empuje viene de la
misma institución que lo humilló.
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También se dice que Roberto Zurbano es un hombre brillante, reducido por la
atrocidad cultural que lo rodea; pero lo cierto es que nada lo obligaba a seguir
el juego de esa humillación, fuera de la propia voluntad que lo expone. Las
contradicciones se suceden jugando en esta secuencia, como los hexagramas en el
libro de los libros; que originalmente es de los cambios, pero que aquí deviene
en el de la continuidad en la putrefacción. Así, estos funcionarios con
voluntad de eunucos se hacen llamar cimarrones, mientras pululan en sus
barracones; vigilando en sus cabildos cómo conseguir la legitimación del amo,
mientras denuncian a los rebeldes, proyectándoles su propia deslealtad.
El que Roma pague a sus traidores pero los desprecie, es tan exacto como un
axioma matemático, sin excepciones; que sólo la operación logarítmica o la
exponenciación conseguirá trastocar, en la belleza de un número trascendental
único. Eso, sin embargo, es improbable, en una personalidad tan trivial, que
mal responde a sus pretensiones con actos torpes y deslucidos; día llegará sin
dudas en que reluzcan estas contradicciones, aunque más no sea que al margen de
los horrores mayores de esa revolución.
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