Friday, April 15, 2022

El subjetivismo y el alcance universal de la representación artística

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Uno de los problemas del arte moderno sería el de su supuesta subjetividad, en su extrema individualidad; que contradiría directamente la posibilidad de un alcance universal en sus representaciones, en tanto subjetivas. En el marco del relativismo —también moderno— eso contribuiría a un mayor énfasis en el carácter discursivo y moralista del arte; dado por su mayor relación con estados psicológicos y sentimentales antes que propiamente reflexivos, en una derivación propia del romanticismo.

Esto habría sido una perversión del desarrollo, con la confrontación post romántica, entre simbolistas y parnasianos; que es lógica, pero en la que ya el arte mismo ha perdido toda posible objetividad, entre la gratuidad formal parnasiana y el discurso simbolista. La variación es sutil, porque se trata de un primer momento, en que todavía el discurso simbolista es altamente formal; igual que el formalismo parnasiano es tremendista y dramático —y en ello altamente narrativo— en su procedencia inmediata del romanticismo.

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Primero, debe aclararse que se trata de la estética como reflexión sobre la determinación trascendente de la realidad; que como principio es individual, dado que se da en la relación concreta con la obra, bien como artista o como consumidor. Sin embargo, esta reflexión única recurre a signos convencionales para dicha representación, que en ello exceden esa individualidad; en tanto establecidos por la tradición de la que participa dicho individuo, otorgándole el sentido a esa reflexión suya.

Desde ahí, incluso dicha subjetividad es relativa, ya que siempre resuelve su reflexión en términos convencionales; mientras que para ser completamente subjetiva, tendría que acudir a formas de valor no convencional, sino exclusivos del sujeto. Esto no niega que, aún así, haya algún alcance subjetivo, en la extrema individualidad del acto reflexivo en relación con la obra; y que no es de hecho exclusivo del artista, sino también del consumidor, en tanto esta extrae una reflexión propia —aunque no menos convencional— en su relación con esta.

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De ese modo, se trataría entonces de un estado superpuesto del arte, con valor subjetivo y objetivo a la vez; perfectamente congruente con la relatividad de todo lo real, que es no sólo de su alcance formal sino incluso de su misma consistencia. De hecho, sería esta ambigüedad la que habría permitido que el arte supliera alguna reflexión trascendente sobre la realidad, durante la apoteosis moderna; que contraída en sus convenciones cognitivas al racionalismo positivo, se desarrollaría en torno al aspecto inmanente de la realidad.

El problema se habría estado en la explicación de este valor trascendente de la reflexión estética, en su individualidad; al atribuirlo a un sentido estrictamente formal y sin valor propio, distinto del que le otorgue el individuo en cuestión. Esto incluso habría permitido esa percepción del arte, como emulación de la reflexión (moral) religiosa en su carácter espiritual; que ignora sin embargo el sentido práctico e inmediato de la práctica religiosa misma, estableciendo ese carácter espiritual en su comprensión de lo real.

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El problema es lógico del inmanentismo de la reflexión existencial moderna, que se extendería también al arte; con el surgimiento de tradiciones como la del realismo crítico, no por gusto en la misma cultura que el positivismo y el racionalismo; y en contradicción directa, y hasta de algún modo proporcional, con el negativismo y el irracionalismo de los romántico. Sin embargo, esta contradicción sería demasiado directa y proporcional para no ser complementaria y artificial, en su formalismo también convencional; como una reacción en el romanticismo, a esa contracción racional positivista, en su proyección formal sobre lo real, para su comprensión.

En un paréntesis necesario, debe aclararse también que distinta de la tradición filosófica, la del arte es existencial; ya que su interés propio no es teórico sino práctico, sobre el dramatismo de las relaciones naturales que representa. No importa si se trata de una ficción, el objeto es siempre un fenómeno natural, resuelto como un drama en sus relaciones; que sería por lo que adquiere este valor existencial, en tanto se trataría siempre de una analogía —en sus alcances— de estas relaciones naturales.


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