Babalú Aiyé
Silencioso en la noche
como la fiebre
el Santo llega reptando suave
y te abraza y te besa, suda
sobre tu pecho tu pasado y tus dolores;
pero no importa, nada importa, qué
puede importar fuera de que esté ahí
sentado sobre tu pecho jadeante.
El abrazo de la fiebre aprieta aún
Y él murmura cosas incomprensibles
en tus oídos, que no escuchan
y no pueden distinguir si son odas de amor
o hechizos o sólo sonido inarticulados;
como si importara, acaso importa otra cosa
Que él ahí majestuoso y quieto
pesándote en el pecho sudoroso y débil.
Los perros los lamen, como sellándolos
y ves su sombra sobre ti, operando
el milagro de tu existencia.
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