Thursday, October 29, 2020

Carta a Leandro


  Al mito de la barbarie de la contrarreforma católica no se opone la desmitificación, sino el mito de su trascendencia; en ambos casos, como en todos, la leyenda es una construcción fastuosa —en un caso más que en el otro— escondiendo la tosquedad de su base. En definitiva, el refinamiento mimético del Minué de las cortes, es una condición de los bárbaros que fundan la aristocracia; no es menos cierta esa barbaridad que esa fundación, y ni siquiera divergen entre sí, como las dos caras de la moneda.

En su propia introducción al Gaspar de la noche, Bertrand fabrica esta viñeta, y pone la moneda en manos del loco; él está resumiendo el romanticismo, y como Quirón herido, desdeña la eternidad sin disfrute que obnubila a Prometeo. Por eso, justificar a Trento con la gloria del Barroco es reducir tan bella retorcedura a la mezquindad de los teólogos; lo que es ser muy mezquinos, negándosela a los masones que lo construyeron, muchos de ellos judíos que espesaron el estilo con su miedo.

De hecho, la función del barroco de España trasciende la de su estilización, comprendiendo su barbarie; no justificando lo que no pide ni necesita justificación, sino su comprensión asombrada y modesta. Después de todo, no fue la genialidad del hombre sino la de Dios lo que determinó tamaña singularidad; con aquella complicada danza en que los godos se convirtieron al cristianismo, pero del arriano al católico.

Eso habría sido lo que tendría ese efecto de retardamiento, reforzado luego por la otra fuerza de los árabes; solidificándose todos, como la argamasa, a un costado de los Pirineos, bajo la mirada golosa de Carlo Magno. Eso es lo que habría hecho de la cultura española el micro clima perfecto para no comprender la justa protesta de Lutero; que avanzando la secularización de la sociedad europea, despeja las vías de su capitalismo ante la persistencia del feudalismo en Iberia.

Nada hay más hermoso que volver la mesa, para seguir la armazón preciosa con que la aseguró el carpintero; igual que esa explicación especiosa, del otro modo inconcebible concilio de Trento, más grande cuanto más pequeño. De todas formas, son cosas destinadas a perderse, como los cuentos de los viejos; que es en definitiva lo que es, para jóvenes que se solazan en su deslumbrante ilustración.

Por supuesto, es de esa contradicción que proviene la condición barroca de la naturaleza americana; si en definitiva América se construye en la extensión de Occidente, cando el brazo que llega es el de España. Sin embargo, como toda aristocracia, esa grandeza se funda en la barbarie y el exceso, la delincuencia y el abuso; ni siquiera está mal, porque es lo natural, en eso consiste la enigmática belleza de Dios, que puede hasta matarse al hijo.

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