Il divo
Crónica de una obra anunciada -II
por Ignacio T. Granados
El próximo estreno mundial de El banquete infinito, obra póstuma de Alberto Pedro, cuenta con las actuaciones de Ivonne López Arenal y Miguel Paneke; que como en una danza ritual, se reencuentran luego de debutar juntos en el filme Cartas del parque, con el argentino Víctor Laplace, con guión de Lichi Diego sobre idea de G. García Márquez, y la dirección de Tomás Gutiérrez Alea. López Arenal es suficientemente conocida en la escena local, tanto por su interesante trabajo en las tablas como detrás de ellas, además; Paneke, por su parte, es también toda una estrella local, aunque constreñido por la parca visión empresarial de escritores y directores. Eso es lo que cambiaría con esta nueva propuesta del grupo AKUARA Teatro en la Sala Avellaneda, donde la dirección de Miriam Lezcano promete alzarlo al estrellato merecido.
En efecto, el trabajo de Lezcano —con el grupo Teatro Mío— estuvo marcado por el paso de un actor como Jorge Cao, que hoy triunfa en la televisión colombiana; y Paneke recuerda en mucho la plasticidad gestual de Cao, algo aparatosa pero deslumbrante y muy dramática, a la que uniría una juventud deseosa de experiencias fuertes. Cao llegó a Teatro Mío con todo ese cúmulo de experiencias detrás, incluyendo temporadas con el Teatro Musical de la Habana; la precariedad local no le ha permitido ese lujo a Paneke, como posponiéndolo para un momento estelar, al que llegará sin vicios. El contrapunteo con Arenal y Michel Calvert promete, como la dirección de Lezcano explotarlo en toda su expresividad; con suerte, el inteligente —for sure— diseño de luces de M. García Joya destacará su presencia, para colaborar con su rescate de las sombras locales.
No hay que olvidarlo, se trata de otro nivel, del arte como profesión con sentido y suficiencia incluso técnica; Paneke parece haber estado esperando esta conjunción feliz, y aprestarse para devenir en el fetiche escénico que reclama toda tradición que se respete. Junto a él hay otra amplia representación masculina, con nombres frescos y prometedores, que posee además cierto fogueo; Danny Jacobino, Leandro Peraza y Alain Casalla aportan al reparto una buena referencia local; Carlos Alberto Pérez es quizás quien tenga el reto más fuerte, marcado por el empuje de Paneke, que tiende a llenar el espacio. El elenco, en fin, está balanceado y con nivel, sostenido sobre todo por el carácter y la fuerza de nombres de por sí prestigiosos; entre unos y otros se mueve nuestra estrella local, de los otros a los unos, y Hera vigilará a este atrevido nuevo Heracles.
En efecto, el trabajo de Lezcano —con el grupo Teatro Mío— estuvo marcado por el paso de un actor como Jorge Cao, que hoy triunfa en la televisión colombiana; y Paneke recuerda en mucho la plasticidad gestual de Cao, algo aparatosa pero deslumbrante y muy dramática, a la que uniría una juventud deseosa de experiencias fuertes. Cao llegó a Teatro Mío con todo ese cúmulo de experiencias detrás, incluyendo temporadas con el Teatro Musical de la Habana; la precariedad local no le ha permitido ese lujo a Paneke, como posponiéndolo para un momento estelar, al que llegará sin vicios. El contrapunteo con Arenal y Michel Calvert promete, como la dirección de Lezcano explotarlo en toda su expresividad; con suerte, el inteligente —for sure— diseño de luces de M. García Joya destacará su presencia, para colaborar con su rescate de las sombras locales.
No hay que olvidarlo, se trata de otro nivel, del arte como profesión con sentido y suficiencia incluso técnica; Paneke parece haber estado esperando esta conjunción feliz, y aprestarse para devenir en el fetiche escénico que reclama toda tradición que se respete. Junto a él hay otra amplia representación masculina, con nombres frescos y prometedores, que posee además cierto fogueo; Danny Jacobino, Leandro Peraza y Alain Casalla aportan al reparto una buena referencia local; Carlos Alberto Pérez es quizás quien tenga el reto más fuerte, marcado por el empuje de Paneke, que tiende a llenar el espacio. El elenco, en fin, está balanceado y con nivel, sostenido sobre todo por el carácter y la fuerza de nombres de por sí prestigiosos; entre unos y otros se mueve nuestra estrella local, de los otros a los unos, y Hera vigilará a este atrevido nuevo Heracles.
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