Mujer ante vacío
Jorge
Luis Borges vio en la belleza del tigre el nombre secreto de Dios, la cifra del
universo; que según José Lezama Lima, se hace novelable en la existencia, una
suerte de alfombra que se desenrolla ante uno. No importa que Lezama no aluda expresamente
al tigre, la coincidencia persiste en la cifra, y alguien cree adivinarla. De
hecho, el tigre es objeto común en la poesía; así que no extraña esa
confluencia, porque el tigre es bello como la rosa, aunque la rosa no es letal
como el tigre.
Georgina
Herrera, poeta, duerme con el tigre; desconoce su aliento fétido, de muerte, no
su garra retraída. Ella sabe que es un sueño pero suyo, y no quiere que
termine; prefiere esa garra retraída cerca, que le permite desconocer la
fetidez del aliento, ¿la garra la aleja de él?. Es ahí
donde se concreta la sagrada locura y la poesía cobra algún sentido, en esa
permanencia frente al vacío; y es dable pensar que la locura, eventualmente,
venza. Esa locura existe en que el abismo te dice tu nombre —se ahueca para arroparte— y tú respondes; pero eso es lo
de menos, lo importante es si se accede a esta convivencia terrible. Poco
importa si al final la mujer se lanza al vacío, porque ya por sus propios pies
llegó a él; y el vacío es entonces como el esposo místico, y todos los amantes y
los hijos, que existieron por el medio, sólo justifican cada paso hacia el
altar, lo sostienen. Una mujer sola ante el vacío es tan hermosa en la
desoladora belleza de su egoísmo, que cada paso de estos ha de estar orgulloso
de haber sido; como las flautas que rompía el prisionero nahuac en su recorrido
final al sacrificio, cada paso de esta mujer —cada hijo, cada amante, cada
joya, cada lágrima, cada error, cada éxito— es tan sólo un escalón de basta
piedra.
Allá
arriba el tigre se despereza, la garra se apresta al nervio; pues aunque ella
no lo quiera es lo lógico, y puede que además sí lo quiera, aunque lo tema.
Abajo el pueblo cae en trance, pues nadie está autorizado a ver a Dios —Moisés conoció sólo su espalda— y él sin embargo se está
desnudando para poseerla a la vista de todos. Se comprende, uno comprende el
derecho de Dios como el del feudal con la esposa que uno escogió para sí; por
eso se llora, uno se sabe fatal, apenas un entramado en todo ese oro de las
parcas. Pero después de todo se trata de la cifra, ese abismo en que es Dios el
que te mira; uno comprende a esa mujer y se hace modesto, uno no aspira a nada,
uno no ha tenido ni tendrá ya nada fuera de este fastuoso horror.
A Georgina Herrera
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment