Wednesday, July 3, 2013

Elogio de Norteamérica

Con su lógica simple, el Marxismo de la Lomonosov habría decretado que el Capitalismo puede darse el lujo [hipócrita] de una prensa libre, ya que esta nunca rebasaría el margen que amenazara seriamente a la sociedad; una visión más realista, se asombraría de cómo ese cosmos que es la sociedad puede autorregularse en tanto se retraiga a las relaciones mismas del capital y la producción. En efecto, el Capitalismo es tan insuperable que incluso el llamado Socialismo Real no fue más que su retracción a un diseño corporativo [autoritario]; lo que explicaría no sólo su inoperatividad, sino también esa incapacidad tan suya para la autocorrección a tiempo, en la tan temida crítica. No es extraño entonces que sólo en una sociedad de Capitalismo apoteósico se den esos casos de gargantas profundas; en los que por un motivo u otro, un ciudadano se alza y destapa el escándalo con que el gobierno se excede en sus prerrogativas.

En cualquier otro país, incluso si capitalista, el chivato se destapa a favor del gobierno y contra la ciudadanía; y también en cualquier otro país, incluso si capitalista, los servicios estratégicos están más o menos socializados, y en muchos casos hasta funcionan. La coincidencia se extiende como una simetría, para volver a marcar la excepcionalidad norteamericana; en que la cultura ciudadana es  suficiente para hacer catarsis, en individuos que ni siquiera tienen que organizarse para poner al sistema en crisis. Lo que ha cambiado es lo seguido de los casos, que de Bradley Manning a Snowden  dejaron de ser esporádicos; también, y sadly, que la prensa se haya alineado al gobierno, desdiciendo de aquella función crítica que asumiera en tiempos de ideales y utopías, para dejar claro que tiene sus propios intereses; y que estos no incluyen jugar con el mono ni con la cadena, porque la prensa está para frivolidades y sofocos con el avance de una tecnología que la ahoga sin preguntarse qué tiene que ver ella misma en ese descenso.

Respecto a Snowden, fuera de este hipócrita distanciamiento de la prensa, sus críticos aún tienen argumentos atendibles; pero como principio, generalmente provienen de tradiciones autoritarias y mezquinas con el ciudadano, al que malamente conceden antes que reconocerle algún derecho. Los suspicaces alegan que demoró todo un año —con privilegios— antes de conmover al mundo con su catarsis, que hacia el final se la han vuelto algo teatral; olvidan que pudo vivir otros muchos años con más privilegios aún y sin vivir las tensiones y el sentido de indefensión provocados por esa catarsis; y que eso incluso ha sido lo habitual para los oficiales tras las cortinas de hierro que han dividido al mundo, y que de pronto y por cualquier motivo traicionan toda confianza con la disidencia. Asombra, eso sí, ese precario equilibrio de la protesta de los otros países; que no demuestra el poder omnímodo de los Estados Unidos sino el de los que se esconden en este poder omnímodo de los Estados Unidos. Lo importante quizás sea esa puntualidad con que se dan estos casos en Norteamérica, y no en ningún otro lugar; sólo en Norteamérica, donde único parece que el individuo aún tiene ese poder de su inefabilidad.

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