Sunday, April 20, 2014

A propósito del Realismo Mágico

También a propósito de GGM —y cómo no— recurre la cuestión del Realismo Mágico propiamente dicho, de su importancia y consistencia como estilo; que en efecto llegaría a identificarse con la región como su propia expresión literaria y artística en general, a partir de lo que se conoce como el Boom de la literatura latinoamericana. Primero, y por una cuestión de perspectivas, como ya se ha dicho, el Boom fue un fenómeno del mercado intelectual europeo; pero no por una simple manipulación propagandística y comercial, sino porque satisfacía una de las necesidades capitales de la literatura occidental, en decadencia desde el auge del Realismo crítico francés.
La literatura latinoamericana puede decirse que existe desde el comienzo mismo en que la región comienza a definirse por su singularidad cultural; con figuras transitivas que van desde la madurez formal, con Sor Juana Inés de la Cruz, el Inca Garcilaso de la Vega, Gómez de Avellaneda y —espurio o no— don Silvestre de Balboa, por ejemplo. No obstante, salvo en el caso de la épica, a esas alturas la poesía no tiene el valor reflexivo concreto que es propio de la literatura por su antropomorfismo natural; y los esfuerzos del Modernismo sensualista [realista] femenino, no lograrán sobreponerse a los impulsos políticos del nacionalismo [idealista] masculino, por la desventaja de género de sus autoras.
Sería entonces con la prosa —proveniente en mayor medida del realismo crítico francés pero también del romanticismo y el naturalismo anglo-alemán— que se desarrollaría este alcance reflexivo; con la elaboración de tramas suficientemente vastas como para conseguir una representación suficiente de lo real, que es en definitiva el objeto último de toda reflexión.  El mejor ejemplo en este caso es el del argentino Leopoldo Lugones, que a pesar del culto nacional por su poesía es sencillamente mediocre como tal; pero logra en cambio unas ficciones tan inteligentes y marcadas que abrirá todo un abanico, en el que proyectará su influencia formal —incluyendo sus insólitos giros gramaticales— sobre más de una generación de excelentes escritores.
Recuérdese en este sentido que en tanto arte la literatura siempre resuelve una reflexión sistemática de la realidad por su representación, en el antropomorfismo; facultad que retiene en su carácter formal desde las primeras elaboraciones de ese tipo, antes del desarrollo de la filosofía; y aunque esta es ya una realidad en apogeo incluso apoteósico desde el siglo XVII, lo cierto es que se restringe a élites muy especializadas; mientras que la reflexión cognitiva es una necesidad inherente a lo humano por su carácter práctico y no una especialidad cultural, que por tanto se satisface aún en lo artístico. También en este sentido, y curiosamente, el arte desarrolla este alcance reflexivo en una contracción de valor realista; que se relaciona en una tensión crítica con el sesgo idealista de la especialización filosófica, inevitable por su constante ajuste epistemológico.
Sería en ese sentido que el realismo latinoamericano revitalizaría el alcance reflexivo de la literatura occidental, en decadencia por su creciente anecdotismo; al reincorporar la noción de lo trascendente en su tratamiento incluso tópico de lo mágico como elemento capital a la realidad en tanto humana [cultural]. Eso es lo que explica que junto a la figuración exagerada y enloquecida de García Márquez y hasta de Carlos Fuentes, puedan colocarse referencias más racionales —nada mágicas— como la de Vargas Llosa; dirigiéndose todas a esa comprensión cualitativa de la realidad en y por sus determinaciones [compulsivas], incluso con experimentos que incorporan ciencias en desarrollo como la psicología. También eso explica que el así
reconocido realismo mágico pueda subordinarse un género mayor como la llamada novela de la revolución mexicana; que con ejemplos excelentes como el de la mítica La negra Angustias llega a una representación de las compulsiones y las contradicciones propias de lo real, y hasta de las proyecciones y alcances propios de lo natural [natura naturante] incluso más radical que la más fumada de las figuras garciamarquianas.

Relativo al origen, en definitiva, el realismo mágico tendría su génesis inevitable en el interés antropológico del intelectualismo europeo; que primero cristalizaría en dicotomías simples y evidentes como la recurrencia de Campo y Ciudad, que hasta llegaría a titular una novela, para extenderse en elaboraciones más complejas y hasta teorizantes, como las elaboraciones de Carpentier sobre lo real maravilloso. En cualquier caso, cualquier acercamiento al realismo mágico será incompleto si no comprende la vastedad de la literatura brasileña; en la que el magisterio de Jorge Amado es sólo el botón de muestra de una cúspide que exhibe su propia madurez y suficiencia, al mismo nivel de subgénero que la ya dicha novela de la novela mexicana.

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