Monday, July 14, 2014

El amor de las estatuas!

Este año se cumple el centenario de la muerte de Delmira Agustini, una de las figuras cumbres del Modernismo; que no sólo fue un movimiento literario importante, sino que con ello sellaría también la madurez de América Latina en su expresión cultural. El Modernismo tendría también otra peculiaridad, quizás por ser la exacta expresión de su tiempo como cultura política; y es la de separar claramente su literatura entre la escrita por los hombres y la escrita por mujeres, en relación directa con sus intereses tan particulares como distintos. En ese panorama, América Latina sería rica en sacerdotisas y adoratrices, desde la precursora Inés de Azbaje y la cubana Gómez de Avellaneda; pero como el nudo de un abanico, en que una de sus varillas centrales habría sido la uruguaya Delmira Agustini, con líneas como la de esa plegaria que interpela a Eros si nunca tuvo piedad de las estatuas.

Para hablar de la Agustini en este centenario, el también uruguayo Diego Fischer acaba de publicar una biografía suya; satisfaciendo la expectativas que sembró desde su publicación de la primera biografía de Juana de Ibarbouru en el 2009, con notable éxito y hasta adaptaciones para el teatro. Sin embargo, el título de esta vez [Serás mía o de nadie] está muy lejos del alcance de su trabajo sobre la Ibarbouru; quizás porque es un trabajo más convencional, que no conlleva la energía del primer esfuerzo, y que también se apega a la pobreza del periodismo más que el dramatismo literario. Serás mía o de nadie es un recorrido bastante completo pero somero sobre la vida de la poeta, y no ahonda en la singularidad formal de su poesía; sino que se recrea en el peso social de la autora, con ciertas indagaciones en su perfil psicológico, y concediendo con ello gran protagonismo a la figura de la madre, que por momentos logra desbordarse sobre la hija.
Diego Fischer
Esa, de hecho, parece haber sido la circunstancia de la autora y el desencadenante de su tragedia; pero no es lo que la hace interesante y singular como la figura literaria que es, cuyos versos aún pueden marcar el canon de un neorromanticismo. De hecho también, tampoco aclara —ya que de perfil psicológico se trata— la intensidad de ese erotismo suyo; que a diferencia del de la Ibarbouru, por ejemplo, es el de una mujer obligada a aniñarse ante la autoridad de la madre, que llegaría a lastrarla sentimentalmente. Quizás la respuesta a estas carencias esté precisamente en las referencias que maneja Fischer, y cuyo listado es más que promisorio; pero nada de eso se encuentra en este libro, que puede servir como prontuario a un acercamiento más detenido e inquisitivo sobre literatura tan espectacular como la de esa mujer; pero cuyo aporte más decisivo en este sentido es la teoría de que su muerte fue un pacto suicida con su ex esposo y amante, nada más. Igual no es poco, en tiempos de la mayor banalidad en medios que de ser de masas han pasado a ser masivos; pero tampoco es suficiente, como una risa cruel con que Cupido respondiera a la autora convirtiéndola a ella misma en estatua.

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