Tuesday, September 23, 2014

Viñetas cubanas

Cuando el poderío ibérico se desparramó a una determinación de las Indias, todo ocurrió como estaba previsto pero hasta un instante; aquel en que, como en una huida, la capital de Cuba se trasladó hacia el extremo occidental, no a la misma punta sino por donde se acercaba al continente. Es sin dudas una inflexión que introduce la singularidad en el carácter de lo cubano, llenándolo de ambigüedad; pues con la capital en Santiago de Cuba, no hay dudas de que el perfil nacional se determina en la comunidad del caribe. De hecho, uno de los movimientos más ladinos de la política cubana fue precisamente el coqueteo con el Caribe; que no pasó de un momento retórico y oportunista, como todo lo de esa revolución, pero que por un momento trastornó las mentes con la imposición de ese prisma negroide. Ya antes uno de sus intelectuales consuma su sumisión al régimen cuando identifica en el Caribe un tópico, con el Calibán de Fernández Retamar; sólo que con la sede cultural en el Occidente de la isla, y dejando a la capital primada con una mísera subsede, como para desmentir el entuerto a tiempo.

Lo cierto es que, también curiosamente, la fuerza ibérica fue la que se convirtió en salvaguarda de eso caribeño; cuando la prepotencia liberal de los ingleses sólo logró la ocupación de la mitad occidental de la isla, y sabe que tiene que conformarse con eso. Que España defendiera la integridad territorial de Cuba no debería llamarnos a engaño, el foco caribeño no tiene fuerza gravitacional suficiente; el Oeste como que le huye, con  los ojos puestos en la orilla sur del Norte, que así se convierte en su norte. Ahí es donde como que se pone dramática la historia, y la isla entra en una especie de personalidad disociada que se enfrenta consigo misma; porque todos sus conflictos políticos consisten en una acción de conquista comenzada por el Oriente, inevitablemente caribeño y goloso del Occidente tan… occidental.


El conflicto es hasta fatal, porque llegaría hasta la interrupción grosera de esa extensión hacia el Oeste por el Este brutal; cuando la revolución llega a la Habana justo a tiempo para impedir que se concretaran los centros urbanos después de Miramar. Esa vez es incluso como más terminante y grosera la determinación, como un marido celoso que tira el ácido a la cara de la novia espetando un “si no eres mía no serás de nadie”; y desde entonces vaga ese espíritu renegado en la locura y la indigencia, con el rostro afeado por un Este vulgar y posesivo que no se conformó nunca, rencoroso ya desde que le despojaran de aquella primera capital.

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