Triángulos mágicos, de Chely Lima
Quien haya leído más de un libro de Chely Lima
creerá que tiene pistas para conocer de qué va su literatura; y no es que le
falte razón, pues sus temas suelen ser recurrentes, pero aun así se va a
sorprender con Triángulos mágicos. En esta novela la autora se vale de un
recurso que normalmente permanece soterrado en sus cosas, y es el humor; un
humor fino e hilarante, que encausa la torcedura sexual a que ya habitualmente nos
enfrenta esta autora genial. Lo del humor es algo muy serio, por lo difícil de
conseguir y mantener a lo largo de la complejidad de una trama; Lima lo
consigue partiendo de un lenguaje coloquial, que no le es muy común pero que le
queda muy fresco, dejando claro lo que es la consistencia al escribir. Particularmente
interesante la explotación sin dudas dramática de un secreto revelado, y que
hace a esta novela insidiosamente feminista; la realidad de que las chicas son
como los chicos, hipersexuadas en su juventud, lengua sucia y neuróticas, y capaces
del mismo —si no mayor— nivel de complicidad y amistad.
Hay en triángulos mágicos pasajes casi
surrealistas, pero no de ese surrealismo tropical de que nos jactamos los
cubanos; por el contrario, se trata de cierto valor esperpéntico que acentuando
la teatralidad remarca los aspectos neuróticos de la vida cotidiana. Así nos
pasea la autora a su antojo por una historia abundante en traumas y
contradicciones, así como —por supuesto— en su perversión habitual; que ya aquí
alcanza niveles de estética por lo recurrente, alcanzando a reflejar otros valores
ajenos al sexo mismo. En cuanto a la historia en sí, Triángulos mágicos explora
en forma dramática la abierta sexualidad humana; cuya virtud no es precisamente
la monogamia ni la heterosexualidad estricta —la religión regula el sexo pero
es posterior al mismo—, y básicamente es un comportamiento con más de animal
que de cultural. Como parte de sus determinaciones de la cultura, la religión
ha regulado el sexo siempre que ha podido; que no ha sido siempre, y aún en
esos casos ha tenido que aceptar su impotencia cultural ante esa animalidad
básica de su comportamiento. A estas alturas ya hay búsquedas en ese sentido,
aunque no exactamente literarias; sin embargo, El sexo de los ángeles y Dieta
mediterránea no sólo son filmes, también son más recientes que esta novela
originalmente publicada por la editorial PLANETA, que data de la década de 1990;
y que obviamente no tiene otro origen que esa mente deliciosamente pervertida
de su autora, como la calificó un agente literario alguna vez.
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En cualquier caso, ambos filmes basan sus historias
en experiencias heterosexuales y en ese sentido son bastante prudentes; incluso
si uno de ellos, El sexo de los ángeles, apela a la homosexualidad como una
alternativa aleatoria y no una sexualidad en sí. Ese no es el caso de
Triángulos mágicos, lo que la hace extremadamente original, además de atrevida;
porque se adentra en ese campo de la sexualidad definida, que sin embargo se
abre a nuevas experiencias con una naturalidad expresamente antitraumática. Especialmente
valioso el paralelismo dramático con la novela de aventuras Los tres
mosqueteros, que sin embargo contribuye a ese humor refrescante que caracteriza
a esta novela; más divertido cuando el paralelismo es entre la extraña
masculinidad del siglo XVII francés, y la desenfadada femineidad de finales del
siglo XX cubano. El hito final no carece de teatralidad, pero a esas alturas ya
se está completamente comprometido con aquello de la fe poética; y se está
dispuesto a creerlo todo, con tal de seguir una reflexión que explota la vena
mística de esta autora, que también es poeta y lo demuestra con un esplendoroso
punto final.