Thursday, May 21, 2015

De la sistematización de Occidente

Por Ignacio T. Granados
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A todo lo largo de este libro, se postulará y tratará de probar la naturaleza idealista del pensamiento occidental; que si bien es ya un lugar común dada la preeminencia del divino Platón, no tiene en cuenta los defectos sistemáticos que eso introduce. Este libro, como sistematización última del pensamiento occidental, pretenderá no sólo probar esos errores, sino que también pretenderá corregirlos; pero como se ha dicho, eso es lo que se propone el libro, y una introducción a dicha pretensión ha de ser más pragmática y modesta, refiriéndose más bien a su pertinencia y suficiencia en ese sentido. Así, no es gratuita la referencia al Materialismo histórico o dialéctico, al que se plantea en este esfuerzo como síntesis crítica de toda la filosofía occidental antes que como filosofía en sí; partiendo de su propia naturaleza idealista, ya que su función es sólo referencial y como un seudorrealismo, generado por la necesidad misma de la tradición idealista de equilibrar sus propios excesos conceptuales.

Es de ese modo que el Materialismo histórico habría sido esa síntesis apoteósica a la vez que crítica del mismísimo Idealismo platónico;  por lo que es también una tesis del mismo, que ha de confrontar un desarrollo antitético, en una crítica necesaria que corrija sus excesos inevitables; y por la que se producirá otra síntesis en el proceso de evolución y desarrollo del pensamiento, de carácter más realista, al menos relativamente. Eso es respecto a la pertinencia de una sistematización de este tipo, su probidad y suficiencia dependería de su independencia respecto a toda esta tradición;  ya que tratándose de que su objeto sería la fatalidad de esta tradición en todo el pensamiento occidental, su objetividad dependería entonces de su distanciamiento respecto al mismo. Como principio el problema sería insoluble, como todo problema del conocimiento, que sólo gracias a los niveles abstractivos permite a la parte alguna comprensión acerca del todo sistemático del que participa; ya que una crítica del pensamiento occidental requiere un conocimiento del mismo que lo haría partícipe en la determinación del objeto mismo; pero no si este conocimiento se ha desarrollado al margen de esta tradición,  de la que sólo participaría tangencialmente, como una derivación que desarrolla su consistencia propia.

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Ejemplos hay que lo explican, en tanto el pensamiento es un fenómeno cultural,  que responde entonces a dinámicas propias de la cultura, con un valor antropológico;  como en el caso mismo del Marxismo, que para poder resumir en forma crítica la tradición idealista habrá de derivarse de la misma pero no como un producto directo suyo; sino que ya obedecería a otra determinación coyuntural, distinta de la del Idealismo mismo, en la necesidad de este de una referencia crítica dada su insuficiencia en este sentido, y que la que plantea al Marxismo como falso realismo. Otros ejemplos quizás más claros serían el desarrollo de los credos religiosos como derivaciones de una misma tradición;  y que llegan a enfrentarse en contradicción directa y por ello insoluble, como en el caso de las tres religiones monoteístas de la determinación de Occidente.  No es por gusto en todo caso que se acuda a la religión para un último ejemplo acerca de esta probidad o suficiencia de una crítica correctiva del Marxismo; aunque no por el valor ideológico o moral de su propia oposición, sino por el otro valor de su función estructural como objeto válido para la actividad de pensamiento.

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Eso se refiere a la misma tensión con el Marxismo, como antítesis que busca sintetizar su crítica de la religión; que en definitiva es de valor estrictamente político y no antropológico, y que por tanto permitiría rescatar los alcances figurativos del antropomorfismo religioso en su eficacia cognitiva. De ese modo, en definitiva, la corrección de los excesos cognitivos del Marxismo ocurriría precisamente gracias a la tradición religiosa, más exactamente al catolicismo romano; que por causa de sus propias manipulaciones político culturales habría encapsulado la tradición realista en toda su funcionalidad natural, permitiendo su uso como referente válido y suficiente; del que justo se apartó la práctica tradicional del pensamiento sistemático, con esa dramática fatalidad del idealismo platónico a través del agustinismo, primero en el resumen de la Patrística por San Agustín; pero inmediatamente después con la Escolástica, como convención que establecerá la preeminencia del Idealismo por su valor teológico, y desde ahí con la Protesta luterana, que es teológica —no política— y dirige la secularización del pensamiento en este sentido.

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No será gratuito tampoco que la apoteosis del Marxismo coincida con el desarrollo del positivismo aparentemente científico, que en realidad es ideológico y por ello compulsivo y religioso; afectando a la misma tendencia del catolicismo hacia el pragmatismo político, con los esfuerzos de desmitologización utilitarista de la religión, que postulando la impropiedad del antropomorfismo insiste en la aparente suficiencia de la razón positiva; y cuyo máximo y mejor ejemplo estaría en la reducción de los conflictos mitológicos al más puro determinismo económico. En este sentido, y dada la decadencia política y cultural de la institucionalidad religiosa, se trataría de que la cultura como sistema natural se proveería en su autosuficiente de su propia reflexión trascendente (realista); con el antropomorfismo subyacente al arte, originado en el inicio de las prácticas reflexivas junto a la religión,  de la que sería un subproducto residual, aunque también sujeto por su desarrollo diacrónico a los procesos de decadencia de esa misma cultura moderna a la que pertenece.

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