¿Es realmente útil la poesía?
Por
Ignacio T. Granados Herrera
La
banalidad de estos tiempos en lo que respecta al arte sería tan evidente que ya
generaría complejos de culpa y necesidad de justificación y balance; eso es lo
que al menos se entendería de un artículo reciente (¿Por
qué leer poesía ayuda…?), que explica las ventajas de leer poesía, en
un mundo que se queja de que nadie lee, pero sin contar con que todo el mundo
escribe. Es decir, por alguna extraña razón nadie relaciona la decadencia del
hábito de lectura con el crecimiento exponencial del de escritura; como si los
escritores, cada vez más ensimismados en su propia necesidad de expresarse y no
en la de expresar algo distinto a ellos mismos, fueran así proclives a consumir
lo que producen. En realidad, la debacle se explicaría en las mismas
contradicciones de mercado, con una oferta que supera la demanda; sobre todo
porque el mercadeo habría estado errado desde el inicio, poniendo el énfasis en
la inteligencia como capacidad de producir antes que de consumir.
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qué se habría retorcido así la dinámica natural de las relaciones de mercado,
pues pareciera que porque se despreció un tanto el resultado natural de esta
relación; es decir, se sobrevaloró el status político de productor antes que de
consumidor, derivando el valor del objeto hacia el sujeto; cuando obviamente
debió ser al revés, derivando el valor del sujeto al objeto, que así en su
excepcionalidad mantendría por sí mismo su valor de mercado. En todo caso, el
artículo de marras trata de revivir la crisis, que es económica, remarcando en
un utilitarismo no menos banal que el producto mismo; ya que en definitiva, lo
que mantiene un valor de mercado sería la relevancia y no la utilidad del producto,
como demuestra la desaforada carrera tecnológica, que desecha de continuo
infinidad de artículos en pleno margen de utilidad.
En
realidad, la supuesta ventaja de leer poesía consistiría en que estresando el
cerebro contribuye a su desarrollo; nada que un buen crucigrama o trabalenguas
no pueda hacer, sin que nadie se digne a acordarse de sus bondades utilitarias;
que de hecho, siempre hubieron de camuflarse en la otra utilidad del
entretenimiento banal, como bien demuestra su irreparable obsolencia. El
problema sería entonces que la utilidad real de la poesía es lo que ha
desaparecido del panorama, porque consistía en una capacidad para la reflexión
analógica; que es lo que se ha disuelto, haciendo de la poesía un objeto
irrelevante, no importa lo saludable que sea —como los vegetales para los niños—,
en tanto habría perdido su pertinencia en el abismo narcisista de nuestro egoísmo.
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