Thursday, August 20, 2015

De la decadencia del arte (Definición)

Por Ignacio T. Granados Herrera
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Contrario a lo que puede parecer, hablar de una decadencia del arte no significaría vaticinar su muerte;  sino que se trataría de un ajuste de su proyección funcional como elemento propio de esa estructura sistemática que es la cultura como naturaleza. En definitiva, su auge como propiamente moderno fue también artificial, como un fenómeno de falsa trascendencia; sólo posible con el otro auge del individualismo moderno, como opuesto natural del corporativismo político previo. De hecho esta cualidad de falsa trascendencia sería lo que haga al arte un elemento funcional dentro de este individualismo moderno; apelando a su capacidad residual para la reflexión dada su propia naturaleza formal, proveniente como práctica concreta de los estadios más primitivos de la cultura; en los que nace como expresión natural sobre la que se desarrollan los procesos cognitivos como reproducción de la realidad, en símbolos convencionales de valor analógico.

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Por su parte, la formación de la Modernidad respondería a un hito de un desarrollo paralelo, como madurez del mismo; que dada su mayor funcionalidad económica desplazaría a esa cultura premoderna con sus propias convenciones. Entre estas convenciones estaría la del sentido recto, proveniente del fisiologismo jónico, que marcaría la génesis de la Modernidad; sólo que como convención artificial sobre la cultura habría sido insuficiente en ese momento, dada su inevitable inmadurez; sólo alcanzada en su apoteosis singular a partir del siglo XV, por el respaldo y el propio desarrollo progresivo del capitalismo desde el siglo XIII, que contradiría al corporativismo medieval. Es este modernismo incipiente en el seno del Medievo el que imponga de modo definitivo al sentido recto como convención sobre el conocimiento, como se desprende de las controversias sobre la autoridad de la filosofía[i]; pero cuando esta convención es aún insuficiente, reproduciendo la misma inmadurez de su inicio en el fisiologismo jónico; dado el poco desarrollo de la ciencia, que así aún no podría proveer un alcance epistemológico capaz de recoger —a nivel popular— las complejas sutilezas de la realidad, como sí lo hace la reflexión estética desde un inicio, por su alcance analógico.

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No obstante, habrá que tener en cuenta que el mismo acto de conocimiento es un fenómeno cultural; y por ende sujeto al desarrollo de la cultura como naturaleza, sobre la base de esta convención artificial de la Razón como sentido recto. De ahí que cuando las ciencias alcancen su propia apoteosis al filo de la Postmodernidad, este desarrollo se traduzca en una mayor capacidad para comprender las complejas sutilezas lo real; pasando incluso a proveer sus propias redeterminaciones de lo real en nuevos elementos culturales, haciendo así innecesario el alcance analógico de la reflexión estética para su representación; y con esto también la pertinencia y relevancia del arte para el conjunto sistemático de la cultura, perdiendo incluso su valor económico real. Es curioso que al inicio mismo de este auge de la capacidad reflexiva del lenguaje científico, también el arte habría alcanzado su máxima madurez en este sentido;  proveyendo una sistematización última capaz de resolver de modo definitivo todos los problemas del conocimiento, que sin embargo permanece inapercibido en la hipermetafísica de Alfred Jarrys; como demostrando también la falsedad de aquella trascendencia del arte en la Modernidad, que al final se reduciría como siempre a una cuestión de status, destinado a la banalidad como juego de abalorios.



[i] obviamente la contradicción no es entre la filosofía y la teología, como se podría entender de las mismas contradicciones de Santo Tomás; pues toda la teología cristiana es de carácter filosófico, y dependiente directa incluso de la tradición filosófica greco romana, sobre todo en la Patrística como su máxima autoridad

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