El banquete
Por Ignacio T. Granados Herrera
Sin las dimensiones colosales por
las que Jorge Luis Borges llamara así al Libro de las mutaciones, El banquete
es de alguna forma un libro de los libros; está también inspirado en un precepto
filosófico, aunque no en el diálogo platónico acerca del amor, sino una
preceptiva filo realista, que ve en la literatura una comprensión de la
realidad. Obviamente, esa comprensión de
la realidad es de su determinación trascendente y no de su resolución en acto;
de ahí que sea de la ficción como ontología y no de valor histórico, o al menos
no más allá del alcance antropológico; porque de lo que se trata es de la
cultura como realidad o naturaleza específicamente humana, por la redeterminación
reflexiva de la realidad en cuanto tal. Es en ese sentido que El banquete
resulta un libro de los libros, pretendiendo sintetizar en una sistematización
última todas las ficciones de la literatura; lo que, en sentido estricto, sólo
entiende como tal al segmento que muere en el llamado realismo mágico
latinoamericano, a mediados del siglo XX.
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Eso no es poco, pues recoge en
su interés mismo todas las tradiciones literarias hasta entonces; pero no va
más allá por el decadentismo postmoderno, que identificaría la capacidad
reflexiva del arte con una facultad, en detrimento entonces de esta facultad
gnoseológica. Por otra parte, esta pretensión de síntesis de un libro de los
libros, no es metafórica ni se refiere a un alcance hermenéutico; sino que
apela a un drama, capaz de vertebrar todas las ficciones que en la literatura
han sido en una sola, y que así sería un drama cósmico, el de la tragedia
humana. No por gusto, incluso si aún con esa capacidad reflexiva, el realismo
crítico no es trascendental ni se interesa en la cultura como estructura
antropológica de la realidad en cuanto humana;
para eso la ficción habría de desarrollarse, hasta comprender la compulsión
de la determinación trascendente en la inefabilidad de lo mágico.
El tema de El banquete es un
arquetipo de la literatura cubana, forzado por su elitismo intelectual; y
aunque lo hace recreando la recurrencia simbólica de la última cena en el
Cristianismo, en realidad su simbología es más snob. Se refiere al tema de la
cena lezamiana, aludiendo a una escena de la novela Cecilia Valdez, reproducida como una veleidad cultista del escritor
José Lezama Lima en su novela Paradiso.
La referencia es recreada por el también escritor Senel Paz en su cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo; en
el que ya la define como objeto de reflexión estética con esta recurrencia de
Lezama Lima, en una tímida semblanza del también escritor Reinaldo Arenas. La
originalidad del planteamiento, si alguna, residiría en el contraste entre el
drama recurrente de Herman Hesse y el de la novela Paradiso de Lezama Lima;
como la contradicción insuperable de la reflexión existencial en Occidente,
trabada en el maniqueísmo por la presión ética de su dualismo estoico (filoplatónico);
pero resuelta en el realismo trascendental que la literatura latinoamericana
figuraría en lo mágico (García Marques) o maravilloso (Carpentier).
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Eso
se resuelve con la superposición de planos paralelos, en uno de los cuales el
protagonista realiza su suerte de monólogo existencial; pero ese desarrollo, en
que transita por los diversos arquetipos literarios, es observado desde otro
plano por las figuras totémicas que son Fritz Tegularius (El juego…) y Foción
(Paradiso); que justamente se encuentran en un limbo reflexivo, en una pausa
impuesta por ese desarrollo del protagonista. La ocasión es obviamente una excusa
para el análisis comparativo de esos emblemas monumentales, que son Hesse y
Lezama Lima como referentes reflexivos; la solución es otra cosa, una simple
propuesta existencial, que emana sin embargo de ese dramatismo paradójicamente
secundario del protagonista. El banquete está disponible para la veta en versión electrónica, en
la tienda Kindle de Amazon; también en versión impresa, como librillo o
plaquette, en la tienda Cybr Caffe de Miami Beach, en el 1574 de Washington
Avenue.
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